Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Dice que hubo un tiempo en el que navegó demasiadas veces. No era el oleaje ni las costas nuevas. Era el exceso de paciencia. ¿De dónde -se preguntó un día mientras manejaba el timón con cierta abulia- proviene esa palabra? Sabe que el final se encuentra muy cerca. Sabe que avistará tierra a más tardar en tres días. Intuye farallones y brezo. La soledad del navegante tiene algo de nube aislada. La soledad del navegante es dura y verde.
Sabe que no debe decir muchas más palabras aunque le apeteciera hablar tras muchas jornadas con la sola compañía de las aguas; sabe que su fracaso no es esa palabra; sabe que en el inventario de sus existencias cuidó con mimo la que hoy debe echar por la borda como lastre. Lastre ¿de dónde proviene esa palabra?
También este cuaderno de bitacora debería ir terminándolo. No sabe muy bien por qué. Es una distensión entre el emisor y el receptor. Una maroma que anda floja.
Ha oído hablar de la necesidad de silencio. Como de tantas cosas. Callarse y esperar. Hasta que se diluya la esfera como ante la fuerza del aire explota la pompa. Sabe -mientras observa la estela que la quilla del barco abre en el mar- que el dolor irá menguando y que nada vale más que poder mover los dedos. La preocupación siguiente es éter.
Jerarquía del dolor, se dice.
Pequeño burguesismo, se dice.
La perversa influencia de las historias bien narradas, se dice.
Aquella vez que le atrapó, se dice.
El vendaval lo sortea con el chubasquero amarillo, amarrado al timón. Deja que la furia del agua azote su rostro y no teme la súbita oscuridad que se ha cernido sobre él. Sabe que el barco es marinero y que sus manos han sorteado ya tardes como ésta. Siente el mar como un aseo con jardines y no se va a avenir a la pena mansamente.
La estructura del mundo, se dice.
Hay que navegar esa ola, se dice.
Nunca de frente, se dice.
Mira al perro, a sus pies, tan marino como él, cómo aguanta el miedo del embate de la masa de agua contra la embarcación. No aulla. No tiene las orejas gachas sino que se mantiene atento por si tuviera que hacer algo, empapado como está hasta los huesos.
Hay que ir hacia allá, se dice.
En tres días, se dice.
Tarde, mucho más tarde (quizá nunca) supo que paciencia proviene de padecer y lastre podría venir del germano last "peso" aunque entonces lo probable es que se hubiera tomado del neerlandés o inglés last y que hubiera servido de intermediario el francés anticuado last hoy lest.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/02/2017 a las 16:45 | Comentarios {0}


Contaría Heródoto su historia
Érase una vez febrero.

Composición

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/02/2017 a las 20:23 | Comentarios {0}


...entonces es una ligera distorsión (un tiempo determinado. Pero sin haberlo determinado previamente. Lo consideramos determinado sólo al darnos cuenta de lo determinado que era); pudiera ser que la agonía de la bombilla -porque aún no había muerto. Se había ido sí pero aún mantenía uno de sus tubos despidiendo una tenuísima -casi penumbra- luz sobre el árbol de la colcha- fuera símbolo de lo que estaba ocurriendo. Ahí lo relacionás y queda pintiparado. Pudiera ser. No me quejo de mi ignorancia. Mi mente, literariamente, lo une porque como imagen -o sea como generador de un símbolo- era perfecto: una luz tenue que no acaba de morir.

No podía haber ocurrido otro día (es a esto a lo que me refería con el tiempo determinado de más arriba, el que también está escrito en cursiva); es más: cuando fuiste consciente de que el día en el que había surgido esta esperanza era justo este día, no te cupo la menor duda de que no podía haber sido otro y sentiste un escalofrío que recorrió despacio, desde la base del bulbo raquídeo hasta la última de las lumbares, todas y cada una de tus vértebras y ese escalofrío según la sensibilidad de cada vértebra tenía réplicas en otras zonas del cuerpo a ella unida; por ejemplo sintió una réplica de escalofrío en la fosita cística.

Ahora espera la confirmación. Si fuera...

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/02/2017 a las 17:31 | Comentarios {0}


Nieve como filo de navaja
bajo la suela
Nadie en las laderas

Dime tu voz entre aquellos destellos malvas
y vuelve luego, ahogada,
¡Oh, eterna Ofelia mal amada!

Nieve que es hielo si se pisa
Nieve que ciega si se mira
Así te recuerdo
cuando paseas por la ciudad de Cervantes
como antes paseaste por mis alamedas

Llueve blanco
El viento sacude mi ira
Supuran por mi herida
océanos, pus, enredaderas

Golpeado el hombro
forzado el costado
gemí un dolor mundano

La tarde cayó sobre mí
y en mi frente posó
el final del fin

Nieve como filo de navaja
bajo la suela
Nadie en las laderas

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/01/2017 a las 19:39 | Comentarios {0}


Fragmento del tomo IV de la Historia de la Literatura Española de Juan Luis Alborg


Ars Poetica del preceptista alemán Johann Christoph Gottsched de 1730
El poeta debe escoger primeramente el precepto moral que desea inculcar a sus lectores. Después inventa un argumento para demostrar la verdad de su precepto. Luego busca en la Historia personajes famosos a quienes haya sucedido algo semejante y de ellos toma los nombres para los personajes de su obra con el fin de darle semejanza de realidad. A continuación busca las circunstancias concomitantes para hacer verosímil el argumento principal, las cuales reciben el nombre de episodios. Divide todo esto en cinco partes, de parecida longitud y las organiza de forma que cada una continúe la precedente; pero no debe importarle demasiado que todo esté de acuerdo con la historia verdadera ni cuáles sean los nombres de los personajes secundarios.

nota a la receta de Gottsched de Juan Luis Alborg
Aunque el procedimiento expuesto de este modo con dogmatismo de preceptista, parece oler escandalosamente a “carpintería” profesional, quizá pueda sostenerse sin excesiva ironía, que la receta puede no ser tan mala y que de semejante falsilla se han servido el noventa y cinco por ciento, al menos, de cuantos han llevado al teatro o a la novela temas históricos o heroicos lo mismo entre los clásicos que entre los románticos, y desde los más ilustres hasta los más arrastrados cultivadores del melodrama o el folletín. Claro que ninguno de ellos ha confesado que tenía la receta sobre la mesa y, en último extremo, no es la receta la que prepara el plato, sino el cocinero; con ella lo mismo pudo escribir Racine que Comella.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/01/2017 a las 19:26 | Comentarios {0}


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