Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Yo no desnudo ante Dios
No mono
No Polo Norte. Descubridor de... sí

Hay en la esfera
en el dibujo de la esfera
en la perfección del círculo dibujado de un solo trazo

Sonido de campana entre la niebla
Cuchilla que corta un tendón de la vaca
Masectomía (quizá)

Puede ser que el velo rasgado, el sonido del velo rasgado, las rasgadura en un velo de tul
Es invierno, se crea una suerte de vaho, Nada es mínimo. Hay un corte de cuchilla en las distancias. O el sexo tan cerca de la boca. O el olor de la naturaleza. O la senda de los menhires.

No yo con el corazón en las manos ante un serafín
No es Lilith
No es Rebeca
No es Amón ni Absalón
Ni el Rey David cansado de voluptuosidades. Cansado de las venganzas de Yahvé.

Es, sí, campanas. Tropas de asalto. La gallina que casi no es pájaro. El gorrión que podría ser estereotipo de todos los pájaros. No la gallina. No tampoco el pavo real. La gallina no. Desde luego que no. La gallina no es pájaro. No, no.
Ahora tomaré las castañuelas. Ahora repartiré cartas. La mañana avanza con una rapidez que deja atrás al sol. Ahora es un pantano muerto. Ahora es una almohada con algo de gas. Ahora es un sueño que tiene forma de espina. ¡Cuántos sueños con forma de espina! ¡Qué difícil la mano!
El pasadizo es antiguamente y se venera. Si mantienes la nota, te diría, ¡Oh, músico ciego! el proverbio. Surgen las historias viejas, las que están en todos nosotros, las que son nuestra sangre de especie como la comadreja le contará a sus crías las historias que necesiten saber para ser comadrejas. No otras, no, no otras. Encasillados en comadrejas o en hombres. Categorizados. Taxonomizados. Desde ahí, ¡oh, músico! si mantienes la nota podré ver el árbol y podré ponerle nombre. Lo llamaré Herbert Nicasio o Leuba Cástor. No desde cierto grado... no, no...

Yo no desnudo ante la selva
Ni quieto en la constancia de la neblina
No importa que la mancha se mueva ni que se convierta por arte del movimiento del ojo en humo no importa la tentación del cobre ni lo mustio que puede quedar un beso si tras darlo la casa se viene abajo y el huracán muestra su fuerza. La quietud es la forma última. Lo sabe el octavo círculo. Lo sabe la nereida. Lo sabe la fuente seca. Lo sabe la mejilla. Lo sabe el gusano. Dice incluso que lo saben... aprieta. Ese soplo que salga tenaz y constante. Aprieta la mandíbula si quieres mientras te cepillo el pelo y dejo en las puntas leves ondas cuales aguas limpias que llegaran a la orilla de un lago al norte. Apriétame el cuello. Grítame algo. Escupe dentro de mi boca. Sacúdeme una vez más. Atorníllame en las rodillas tuercas o macera mi mano en cal viva. Hasta la noche. La noche malva. Yo vi una noche malva. Del todo malva.
 

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/11/2017 a las 22:25 | Comentarios {2}


En el mundo en tinieblas tiene miedo. No es la sensación de estar volando, ni la nebulosa fría de las formas informes sino un siseo de mil voces que le susurran, Te vas a quedar ciego. En el oficio en tinieblas piensa si nunca jamás volverá a ver su letra, tan mala, tan suya y también, ¿Qué haré sin poder ver las letras de los libros? Una premonición le ronda: si quizá sea un empujón que se da hacia el último agujero por cansancio de vivir y también porque piensa –como deben de pensar todos los que no han tenido su reconocimiento en vida- que su gloria empezará tras su muerte con lo que cuanto antes llegue su muerte antes empezará su gloria. ¿Qué gloria?, se pregunta en las tinieblas y se pregunta ¿Por qué esta necesidad de abrazo? ¿Por qué este agradecimiento junto al amigo? ¿Por qué está la noche tan fría? ¿Por qué el gato se acurruca en su vientre? ¿Por qué sueña que se acuesta con la madre de una amante antigua? ¿Por qué sueña que se acuesta con las madres de los seres que ha querido? Y al ser consciente de las preguntas que se está haciendo lo es también de la fragilidad, de la finitud, de la contingencia de todos y cada uno de los seres vivos que pueblan el planeta y la tiniebla se hace más sucia y las formas se informan y los contornos bailan y los sonidos crecen como crece en sus manos la textura de un bote de plástico que con los ojos cerrados manipula y reconoce de nuevo, sin apenas emoción que en el mundo en tinieblas tiene miedo.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2017 a las 18:33 | Comentarios {0}


Querida Julia:
Han pasado ya diez años y he decidido que el año que viene no voy a escribirte el día que moriste sino el día que naciste, un ocho de noviembre de 1914, entre otras cosas porque no recuerdo qué día moriste exactamente; sé que fue a finales de octubre y creo que fue en 2007. Como puedes ver tan sólo recuerdo el mes. Por eso, el año que viene te escribiré en el día de tu nacimiento, mi querida, mi añorada Julia.
Una década ya y desde entonces, desde tu ausencia, por el mundo apenas ha pasado nada, nada en todo caso que a ti te sorprendiera. Ya sabes, lo de siempre: que si los chicos crecen, que si nosotros nos vamos haciendo viejos, que si hace unos días murió la tía Isabel a quien tan poco querías. Esas cosas. Quizá te hubiera divertido más la falsa independencia de Catalunya y habrías puesto el grito en el cielo por los miles de millones de euros que los hijos de puta del Partido Popular nos han robado a todos a lo largo de muchos, muchos años pero eso es algo que a ti no te habría extrañado y seguro que me habrías contado alguna vieja historia de caciques que ocurrió en tu pueblo manchego de Argamasilla de Calatrava y habrías terminado sentenciando algo parecido a, Fernandito, España ha sido siempre un país de señoritos y de gente humilde que calla y ahí habrías hecho una pausa valorativa y habrías terminado con un, hasta que qun día gritamos, hijo, gritamos y entonces no hay señorito que nos calle. Más o menos el país sigue siendo el mismo y nosotros seguimos siendo los mismos. Hubo una crisis más que nos dejó arrasados a muchos pero sobrevivimos y mantuvimos la dignidad. El rey Juan Carlos I tuvo que abdicar en su hijo Felipe que ahora es el sexto porque le pillaron cazando elefantes cuando la gente se moría de hambre y ahora anda desaparecido imagino que rumiando su ruina que siempre será más llevadera como lo suelen ser las ruinas de los ricos.
De mí poco que contar. Al poco de morir tú me separé de Elena y pasé unos años difíciles. Tuve una empresa en medio de la crisis -una editorial de audiolibros- que no aguantó ni yo supe mantenerla a flote y ahora vivo con poco pero muy honradamente. Te gustaría un programa de radio en el que colaboro desde hace tres años. Se llama Jardines en el bolsillo y en mi sección hablo de teatro con toda libertad. Violeta ya está en la universidad y es una joven deliciosa. Por lo demás ya sabes, sigo siendo -como tú me llamabas- un don Juan de vía estrecha y así me va. También he de decirte que llevo casi diez años viviendo solo y aunque estuve enamorado una vez más, ya no me duele tanto cuando el amor se acaba porque el amor, en mi vida, siempre se acaba. Quizás a eso te referías con la estrechez de mi vía.
Un beso muy fuerte, Julia. El año que viene te escribiré el ocho de noviembre. Hasta entonces cuídate allá donde estés. Ya sabes que siempre, siempre te recuerdo.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/10/2017 a las 01:04 | Comentarios {0}







Amor y azar huelen a sal




 

Ensayo

Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/10/2017 a las 14:30 | Comentarios {0}


Pinturas Negras de Goya. Duelo a garrotazos o La riña 1823
Pinturas Negras de Goya. Duelo a garrotazos o La riña 1823

Palada primera
Hay un momento en la vida de los hombres en el que sabemos que vamos a morir. Entonces ocurre algo prodigioso y es que ya nada importa. Vivimos vidas sujetas a unas normas la mayoría de las cuales no nos las impusimos nosotros a nosotros mismos porque si así fuera esas normas estarían fuera de toda duda. La vida se convierte para la mayoría de nosotros en una renuncia a nuestro ser en bien de la comunidad. Sólo repugna que las comunidades humanas sean necesariamente mediocres. No tenemos más que mirar en nuestro rededor para sentir la profunda insatisfacción en la mayoría de las comunidades humanas y cómo basta cualquier pequeña aspiración para convertir a un humano en masa humana que adora el primer becerro de oro que se le presente ya sea una idea de un ser superior que a todos nos ampara, que de cada uno de nostros lo sabe todo -lo pasado y lo porvenir- y que en todas partes se encuentra a un mismo tiempo; ya sea la idea de unos límites geográficos que normalmente van unidos a unos límites idiomáticos para sentir cómo todos somos uno, un mismo destino, una misma fuerza. Los hombres necesitamos de los hombres para sentirnos hombre y por ese afán de sentirnos ser en el grupo, aceptamos despojarnos de una parte de nosotros mismos, una parte en general muy grande, para sentir que eso que resta está a salvo. La vida se compone de una extraña y desagradable sensación de renuncia unida a una aparentemente plena sensación de pertenencia. Vivimos gran parte de nuestra vida para pertenecer y dejamos morir gran parte de nuestra vida para pertenecer.

Palada segunda
Estos días estamos viviendo en España una especie de tribalización de la existencia; de repente hay una masa en el noreste del país que se ha unido, en su gran mayoría, en torno a la idea de que han sido maltratados por España, de que están siendo reprimidos por España y de que necesitan el aire puro de su independencia para volver a respirar y al mismo tiempo en eso que se ha dado en llamar España hay muchos que denuncian el victimismo de los llamados catalanes e insultan a esos llamados catalanes con todos los viejos tópicos que se utilizan contra ellos, incluso algunos de los llamados españoles dejan de comprar productos de ese lugar llamado Catalunya para joderles un poquito más y todo va llenándose de mierda nacional, ya sea la mierda nacional de España o la mierda nacional de Catalunya y el pertenecer a uno de los dos bandos se va haciendo cada día más acuciante como si no pertenecer a uno de los dos supusiera una rareza, supusiera un extravío. La comunidad humana exige de nuevo el sacrificio de la individualidad.
Y cuando esto ocurre en mi país recuerdo lo que ocurrió en otros países y con otros grupos: los judíos en toda Europa durante cientos de años; los kurdos en Irak y en Turquía; los tutsis en Ruanda y así podríamos seguir nación por nación, continente por continente encontrando viejas rencillas entre comunidades humanas muchas de las cuales acaban en baños de sangre, en carnicerías fundamentalmente de jóvenes en los frentes de batalla y en las retarguardias el horror de las humillaciones y las venganzas. Es el sacrificio que de tanto en tanto exige la Comunidad por pertenecer a ella. Comunidades siempre necesariamente mediocres, gobernadas por hombres necesariamente mediocres.

Palada tercera
Cuando una persona va a morir, decía, ya nada importa y entonces parece liberarse en ella algo así como la nostalgia de aquel ser al que tuvo que renunciar para ser aceptado y a veces, si hay un poquito de tiempo, incluso esa persona se puede permitir el lujo de ser ante un miembro de su comunidad como también es y así, por ejemplo, tres días antes de morir, una mujer llamada Isabel, nacional católica de los pies a la cabeza por la gracia del Santísimo Dios en el que cree, recta, seca, inflexible, sin imaginación, atacada por un cáncer pulmonar, aislada en una residencia de ancianos, recibe la visita de una vieja amiga, casi familia, una amistad que se fraguó con renuncias que harían temblar al mismísimo Dios en el que cree, tan sólo por la necesidad imperiosa que esa mujer sentía por ser aceptada en un grupo al que las circunstancias de la vida le abocaron porque de otro modo, si todo hubiera sido como debía ser, ella nunca habría sentido la necesidad -ni hubiera tenido la posibilidad- de acceder a él. Sólo que en esa figura que Isabel ofrecía a la comunidad, de repente, de manera sorprendente se abrió paso una esencia suya, una esencia que le llevó a desafiar a su propio Dios -o al pensamiento que ella y la secta católica dicen tener de los mandatos de ese Dios- y a la comunidad en la que vivía y una vez cometida semejante transgresión volvió al redil de la comunidad aunque ungida para siempre de un estigma que para lavarse -como siempre hicieron los conversos- le llevó a ser más papista que el Papa. Pues bien, esta mujer, poco antes de morir, en la visita de la vieja amiga a la que me refiero, con una dosis suficiente de morfina para mitigar el dolor, de repente, en mitad de una conversación banal, necesariamente para no hablar de lo verdaderamente importante que era su muerte, le dijo a su vieja amiga, May -así llaman cariñosamente a la amiga-, no sé si deberías estar aquí. Y May, muy ceremoniosa, le pregunta a Isabel, ¿Y por qué Isabel? e Isabel le responde, Porque me va a venir a visitar un meteorito y no sé si le gustará que estés.

Pausa entre paladas
Esta mañana he escuchado bajo el sol cálido de finales de este octubre abrasador, la tierra cayendo sobre el féretro de Isabel en el cementerio de la Almudena de la ciudad de Madrid. Era un sonido seco y hermoso. Casi absoluto porque había otro que surgía en sus silencios. Y sin buscarla he encontrado la metáfora de que la vida está marcada por el ritmo de las paladas de los sepultureros cuyas pausas nos permiten escuchar el alboroto de los pájaros.
 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2017 a las 00:40 | Comentarios {0}


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