9 am: Me levanto más tarde de lo que había querido. Me puse el despertador a las ocho. Cuando suena el despertador quiero dormir siempre un poco más. El sueño parece arroparme, las sábanas están muy calientes, los pájaros hacen su labor bajo las tejas. Al fin me levanto (también quizá los versos: Dormir, soñar, tal vez morir). Pongo la radio mientras hago un café. Hace tiempo que he perdido el gusto por escuchar la radio a todas horas. Las noticias me resultan banales. Los comentarios en muchas ocasiones también. Vivimos un época de desinformación. Recojo la cocina. Me ducho. Me afeito. Me pongo colonia. Cojo mis cosas. Pongo rumbo a Madrid.
11 h 30 m am: Llego. Me pongo a ordenar. Intento arreglar cuestiones informáticas que por supuesto no consigo. Escucho la mañana en Madrid. Me sorprende la cantidad de turistas que hay (debe de ser por llevar tanto tiempo en el pueblo). Me sorprende que después de 31 años escribiendo a máquina aún utilice sólo cuatro dedos (a lo sumo cinco). Intento poner orden. De nuevo lo escribo. Debe de ser una cuestión que me parece fundamental.
13 h 49 m pm: Escribo estas acciones. Que no son muchas. Las escribo. Dejo constancia de ellas. Ahora me voy a poner a escribir. A ordenar el orden. De nuevo el orden. Eso voy a hacer. Más animado. Sí, más animado.
11 h 30 m am: Llego. Me pongo a ordenar. Intento arreglar cuestiones informáticas que por supuesto no consigo. Escucho la mañana en Madrid. Me sorprende la cantidad de turistas que hay (debe de ser por llevar tanto tiempo en el pueblo). Me sorprende que después de 31 años escribiendo a máquina aún utilice sólo cuatro dedos (a lo sumo cinco). Intento poner orden. De nuevo lo escribo. Debe de ser una cuestión que me parece fundamental.
13 h 49 m pm: Escribo estas acciones. Que no son muchas. Las escribo. Dejo constancia de ellas. Ahora me voy a poner a escribir. A ordenar el orden. De nuevo el orden. Eso voy a hacer. Más animado. Sí, más animado.
Samuel Beckett
Escribí un poema hace dos días
Luego el tiempo cambió
Vino el viento y el frío
No recuerdo lo escrito
Fue un poema
En dos partes
Hablaba de asuntos vanos
decía: la mar, una niña, una falda
y una esfera
Decía de una esfera
como símbolo quizá
Una esfera
¡qué hermoso sonido (me digo en silencio)!
Escribí más poemas
Hace más tiempo. Los poemas de juventud. Alejarse hasta la juventud. He visto unas fotografías. Una sonrisa con los amigos tras la barra de La Rosa, una bar en la plaza del Dos de Mayo. Hace muchos años. Hace muchos años. Era esa plaza. Esas gentes. Bebiendo y fumando y las chicas y los amigos y la noche. Una tras otra. Una frase en una cama. Era. Cómo pueden ser de peligrosas las palabras. Las frases en la cama. Tan joven entonces. Lo digo sin nostalgia. Lo digo porque recuerdo la foto ahora que es la noche y las ramas del árbol Sinombre...Cuando empecé este blog acababan de retrasar una hora el reloj. Ayer avanzaron una hora el reloj. Han pasado dos estaciones. Dos estaciones. Otoño, invierno y un poquito de la primavera. Y una sensación de aquella Plaza del Dos del Mayo. Aquel bar La Rosa. Aquellos años. Sin nostalgia.
Luego el tiempo cambió
Vino el viento y el frío
No recuerdo lo escrito
Fue un poema
En dos partes
Hablaba de asuntos vanos
decía: la mar, una niña, una falda
y una esfera
Decía de una esfera
como símbolo quizá
Una esfera
¡qué hermoso sonido (me digo en silencio)!
Escribí más poemas
Hace más tiempo. Los poemas de juventud. Alejarse hasta la juventud. He visto unas fotografías. Una sonrisa con los amigos tras la barra de La Rosa, una bar en la plaza del Dos de Mayo. Hace muchos años. Hace muchos años. Era esa plaza. Esas gentes. Bebiendo y fumando y las chicas y los amigos y la noche. Una tras otra. Una frase en una cama. Era. Cómo pueden ser de peligrosas las palabras. Las frases en la cama. Tan joven entonces. Lo digo sin nostalgia. Lo digo porque recuerdo la foto ahora que es la noche y las ramas del árbol Sinombre...Cuando empecé este blog acababan de retrasar una hora el reloj. Ayer avanzaron una hora el reloj. Han pasado dos estaciones. Dos estaciones. Otoño, invierno y un poquito de la primavera. Y una sensación de aquella Plaza del Dos del Mayo. Aquel bar La Rosa. Aquellos años. Sin nostalgia.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/03/2009 a las 23:51 | {1}
Pareja
En su página, leve de intensidades, repleta de evocaciones, siempre sugiriendo, siempre anunciando sin anunciar. En Luz en la Ventana (pero luz tras los visillos, ¡no persianas, no! blancos, luz de mesa, luz indirecta, mediante la cual un mirón bienintencionado puede alguna noche ver la silueta de una mujer y un hombre que trajinan por el espacio que la luz apenas ilumina hasta que en un punto de unión o de amor se llegan el uno a la otra, él la agarra por el talle y le besa dulcemente el pecho y ella -casi silueta- echa la cabeza hacia atrás y esa luz, esa luz en la ventana, ilumina un suspiro, ilumina un alivio, ilumina una escena que la osadía del ser humano fue convirtiendo en lo que hoy llamamos hacer el amor) invita Raúl a Rosa Montero para que nos entendamos nosotros y sugiere el texto una posible explicación sobre la relación entre un hombre y una mujer y elige una comparación en verdad hermosa, atrae con ella dos elementos en principio alejados como los inuis y las parejas. La pareja que se mantiene, la pareja que construye un espacio que los ampare frente al terrible mundo que afuera aguarda.
Yo ya no tengo una idea clara sobre ninguna de las relaciones humanas. Siempre he sentido el amor como una construcción (quizá sea la construcción del iglú) algo difícil de hacer sobre todo cuando no se conocen los planos, cuando no se sabe qué se va a construir, si saldrá un puente o una carretera o un precipicio o una mina. Amar es construir el presente. Amar es construir un diagrama de Venn donde la intersección de los dos conjuntos puede abarcar más o menos de cada uno de los conjuntos (y no sé si abarcar más es amar más o si quizá sea lo contrario el buen amar, es decir, cuanto menos necesidad de abarcarse más amplio será el amar). No sé si se puede equiparar amar con pareja. No sé si ese binomio Amar/Pareja es así de evidente. Tan evidente como parece.
Quedarse o irse no anticipa nada. No resuelve nada. Quedarse o irse no son sinónimo de victoria y fracaso (respectivamente). Hubo los que se quedaron y rompieron a llorar sin soltar una sola lágrima. Hubo los que se fueron y sintieron un grato cosquilleo en el estómago y ni siquiera tuvieron la necesidad de sonreír.
Si amar fuera una manera de construir (admito de antemano que puedo estar equivocado) pudiera ocurrir que uno de los amantes viera en lo construido un edificio de la Bauhaus y el otro viera el prototipo de un robot. O que los dos vieran lo mismo y les pareciera tan espantoso (que por ejemplo vieran una finca pantanosa, llena de arenas movedizas, habitada por serpientes y sapos) y decidieran vender la finca poniéndose en venta, de nuevo, ellos mismos. O pudiera ser que ambos vieran un hermoso iglú, llenos de comodidades, repleto de confort mientras fuera una ventisca arrasa el mundo desierto. O también pudiera ocurrir que la construcción los dejara ciegos, ciegos para siempre sin posibilidad de volver a construir a no ser palpando cada elemento de la nueva construcción.
La pareja tiene anchas las espaldas y oculto -en muchas ocasiones- el corazón.
Termino volviendo al principio, acogiéndome en la suave Luz en la Ventana. Yo soy el mirón y ahora veo a un hombre construyendo esperanzas.
Yo ya no tengo una idea clara sobre ninguna de las relaciones humanas. Siempre he sentido el amor como una construcción (quizá sea la construcción del iglú) algo difícil de hacer sobre todo cuando no se conocen los planos, cuando no se sabe qué se va a construir, si saldrá un puente o una carretera o un precipicio o una mina. Amar es construir el presente. Amar es construir un diagrama de Venn donde la intersección de los dos conjuntos puede abarcar más o menos de cada uno de los conjuntos (y no sé si abarcar más es amar más o si quizá sea lo contrario el buen amar, es decir, cuanto menos necesidad de abarcarse más amplio será el amar). No sé si se puede equiparar amar con pareja. No sé si ese binomio Amar/Pareja es así de evidente. Tan evidente como parece.
Quedarse o irse no anticipa nada. No resuelve nada. Quedarse o irse no son sinónimo de victoria y fracaso (respectivamente). Hubo los que se quedaron y rompieron a llorar sin soltar una sola lágrima. Hubo los que se fueron y sintieron un grato cosquilleo en el estómago y ni siquiera tuvieron la necesidad de sonreír.
Si amar fuera una manera de construir (admito de antemano que puedo estar equivocado) pudiera ocurrir que uno de los amantes viera en lo construido un edificio de la Bauhaus y el otro viera el prototipo de un robot. O que los dos vieran lo mismo y les pareciera tan espantoso (que por ejemplo vieran una finca pantanosa, llena de arenas movedizas, habitada por serpientes y sapos) y decidieran vender la finca poniéndose en venta, de nuevo, ellos mismos. O pudiera ser que ambos vieran un hermoso iglú, llenos de comodidades, repleto de confort mientras fuera una ventisca arrasa el mundo desierto. O también pudiera ocurrir que la construcción los dejara ciegos, ciegos para siempre sin posibilidad de volver a construir a no ser palpando cada elemento de la nueva construcción.
La pareja tiene anchas las espaldas y oculto -en muchas ocasiones- el corazón.
Termino volviendo al principio, acogiéndome en la suave Luz en la Ventana. Yo soy el mirón y ahora veo a un hombre construyendo esperanzas.
Ensayo
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/03/2009 a las 18:26 | {0}
No tengo confusión. No muy extrañado. Ni muy extraño. Insisto: hay que mantener la calma. No sé cómo lo haré ni cuánto tiempo la mantendré. No sé las circunstancias que ahora lo alteran todo. Esta alteración debe de ser una fuente de riqueza vital. Los estados anodinos son los peores, creo. Pues ¡vivan los problemas!, ¡que vivan!
Ya me he instalado (la pequeña oficina de la que dispongo: un ordenador, acceso a internet, un pequeño equipo de grabación aunque me falte el mundo del que desde hace años me venía rodeando: libros, papeles, mi obra, la música en cds, fotografías u objetos) en casa de Pedro Carvajal, un buen amigo que me ayuda en este momento de transición. Porque lo que estoy viviendo es una transición. Lo demás irá llegando. No quiero, ni puedo de momento, saber dónde me lleva. No sé qué tipo de transición estoy haciendo. Sí sé que transito y aunque no sepa si en la dirección correcta, me muevo (podría escribir nos movemos pero prefiero hacer estas confesiones de forma personal).
El día ha amanecido hermoso. El cielo muy azul. Estoy en la buhardilla de Pedro. Frente a una ventana alta, entre muros macizos. Se escuchan, a sus intervalos, las campanas de la iglesia de San Francisco. En un par de horas iré a recoger a Violeta. Todo lo demás, todo lo que angustie, sobrecoja, paralice, anegue o destroce no tiene cabida en estas horas, en estos días. La visión ha de ser hacia delante. No hay lados. No hay pasado. No hay futuro. Sólo lo que la vista alcance. Hasta allí sólo.
Logré desmontar.
Ya me he instalado (la pequeña oficina de la que dispongo: un ordenador, acceso a internet, un pequeño equipo de grabación aunque me falte el mundo del que desde hace años me venía rodeando: libros, papeles, mi obra, la música en cds, fotografías u objetos) en casa de Pedro Carvajal, un buen amigo que me ayuda en este momento de transición. Porque lo que estoy viviendo es una transición. Lo demás irá llegando. No quiero, ni puedo de momento, saber dónde me lleva. No sé qué tipo de transición estoy haciendo. Sí sé que transito y aunque no sepa si en la dirección correcta, me muevo (podría escribir nos movemos pero prefiero hacer estas confesiones de forma personal).
El día ha amanecido hermoso. El cielo muy azul. Estoy en la buhardilla de Pedro. Frente a una ventana alta, entre muros macizos. Se escuchan, a sus intervalos, las campanas de la iglesia de San Francisco. En un par de horas iré a recoger a Violeta. Todo lo demás, todo lo que angustie, sobrecoja, paralice, anegue o destroce no tiene cabida en estas horas, en estos días. La visión ha de ser hacia delante. No hay lados. No hay pasado. No hay futuro. Sólo lo que la vista alcance. Hasta allí sólo.
Logré desmontar.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/03/2009 a las 13:53 | {0}
8 am: Me levanto. Tengo que ir a llevar el último libro que he leído, una historia del abogado Guido Guerrieri un personaje creado por un antiguo magistrado anti-mafia, Gianrico Carofiglio, que ahora se dedica a la literatura. No está mal la novela. Ayer -pensando que era el último día que leía en este espacio- me emocioné en la lectura y creo que el alegato final de Guerrieri en defensa de su cliente quedó sincero.
8 h 50 m am: Salgo. Cojo el coche. Hoy es un día extraño. Duro. También el de ayer lo fue. Hay tráfico en la carretera. Llego tarde.
10 h 30 m am: Llego a la editorial. Entrego el libro. Desayuno con Jesús. Nos atiende una camarera muy amable. Volvemos. Me encarga otro libro, este de Arthur Conan Doyle, El Signo de los Cuatro.
Hablo con José María, me dice que ha estado enfadado conmigo. Le contesto que lo sé y que hasta cierto punto tiene razón y que lo siento. También le digo que por una vez que falle no piense, por favor, que fallo siempre. Dice que no lo piensa.
12 am: Vuelvo a casa. Por el camino no puedo evitar pensar que es una de las últimas veces que hago este camino, en este coche, hacia esta casa. Llego.
1 pm - 20 h 44 m: No voy a contar los pormenores. Es duro (otra vez) pero curiosamente estoy como tranquilo como si me negara a perder los nervios, como si quisiera no dejarme arrastrar por unos sentimientos, unas emociones muy enrevesadas. Una gran dificultad. Calculo. Me dejo, Derivo. Me asiento. Me falta el aire. Respiro. Bebo agua. Vuelvo a beber agua. Vuelvo a Madrid. Vuelvo hacia aquí. Como tranquilo, como diciéndome, Vamos, vamos. Luego silencio, luego un cigarrillo, un intento de partida de ajedrez, una conversación, una sensación de aturdimiento y sin embargo como tranquilo, no quiero analizar, no quiero analizarme, hago lo que hago, no llego más allá. Es un momento de mi vida en que literalmente no sé qué va a ser de mi mañana. No sé dónde estaré. No sé cómo me sentiré. No sé cómo entrará el aire en mis pulmones. Últimamente la respiración es el metrónomo de mi espíritu. Miro la mesa. La lampara que ilumina. Miro tras la ventana una rama del árbol sin nombre. Escucho la radio como si fuera un día normal . Tecleo estas palabras como si fuera un día normal. La silla suena como si fuera un día normal. Y al mismo tiempo sé que no es un día normal. Lo saben más mis pulmones, seguramente mi hígado, seguramente mis riñones. Comienza el fin de semana que viene el mundial de automovilismo. El fin de semana que viene me parece el final de las vacaciones nada más llegar a la playa en los días de la infancia ¡El fin de semana que viene! ¡Qué espacio de tiempo tan inmenso!
Desmontar. Tengo que desmontar.
8 h 50 m am: Salgo. Cojo el coche. Hoy es un día extraño. Duro. También el de ayer lo fue. Hay tráfico en la carretera. Llego tarde.
10 h 30 m am: Llego a la editorial. Entrego el libro. Desayuno con Jesús. Nos atiende una camarera muy amable. Volvemos. Me encarga otro libro, este de Arthur Conan Doyle, El Signo de los Cuatro.
Hablo con José María, me dice que ha estado enfadado conmigo. Le contesto que lo sé y que hasta cierto punto tiene razón y que lo siento. También le digo que por una vez que falle no piense, por favor, que fallo siempre. Dice que no lo piensa.
12 am: Vuelvo a casa. Por el camino no puedo evitar pensar que es una de las últimas veces que hago este camino, en este coche, hacia esta casa. Llego.
1 pm - 20 h 44 m: No voy a contar los pormenores. Es duro (otra vez) pero curiosamente estoy como tranquilo como si me negara a perder los nervios, como si quisiera no dejarme arrastrar por unos sentimientos, unas emociones muy enrevesadas. Una gran dificultad. Calculo. Me dejo, Derivo. Me asiento. Me falta el aire. Respiro. Bebo agua. Vuelvo a beber agua. Vuelvo a Madrid. Vuelvo hacia aquí. Como tranquilo, como diciéndome, Vamos, vamos. Luego silencio, luego un cigarrillo, un intento de partida de ajedrez, una conversación, una sensación de aturdimiento y sin embargo como tranquilo, no quiero analizar, no quiero analizarme, hago lo que hago, no llego más allá. Es un momento de mi vida en que literalmente no sé qué va a ser de mi mañana. No sé dónde estaré. No sé cómo me sentiré. No sé cómo entrará el aire en mis pulmones. Últimamente la respiración es el metrónomo de mi espíritu. Miro la mesa. La lampara que ilumina. Miro tras la ventana una rama del árbol sin nombre. Escucho la radio como si fuera un día normal . Tecleo estas palabras como si fuera un día normal. La silla suena como si fuera un día normal. Y al mismo tiempo sé que no es un día normal. Lo saben más mis pulmones, seguramente mi hígado, seguramente mis riñones. Comienza el fin de semana que viene el mundial de automovilismo. El fin de semana que viene me parece el final de las vacaciones nada más llegar a la playa en los días de la infancia ¡El fin de semana que viene! ¡Qué espacio de tiempo tan inmenso!
Desmontar. Tengo que desmontar.
Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/03/2009 a las 20:32 | {0}
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Diario
Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/03/2009 a las 13:38 | {0}