Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
La Separación (Litografía) Edvard Munch
La Separación (Litografía) Edvard Munch

¡Qué poco tiene tuyo! Ni siquiera le queda la rutina. Te olvidó durante un tiempo pero la soledad hace claudicar a los hombres (esta frase la entresacó de un autor teatral llamado Fernando Loygorri del que no volvió a saber) y desde hace un tiempo te echa de menos. No sabe muy bien qué exactamente sólo que recurre a tus fotografías (pocas) y a las grabaciones que tiene junto a ti. En dos de ellas estás desnuda, en una de ellas hicisteis el amor más tarde. Echa de menos no haber grabado ese acto, para recordarlo, para refrescarlo. No recuerda el tacto de tu piel, ni tu olor. Sí, de vez en cuando, tu respiración, y un movimiento de las manos que siempre quería decir, Ven conmigo.
¡Qué poco tiene tuyo! ¿Por qué has vuelto? se pregunta mientras la tarde cae y abre el cajón y pasa, una tras otra, con cierta indolencia tus rostros, tus trajes, tus miradas, un verano en el Norte, un ausencia muy larga porque tan sólo se ve de ti el aire de tu pelo y al fondo un lago con piraguas en el embarcadero.
¡Qué poco tiene tuyo! La brisa -recuerda ahora- será siempre tu espíritu. Cada vez que el aire se convierta en brisa, el mundo se convertirá en ti. Así será. Te lo dijo una tarde, bajo la luz de la luna tempranera, en la habitación que fue vuestra, en la casa que fue vuestra. Y entonces cuando recuerda la frase, se llena de vergüenza y quisiera no haber vivido nunca contigo, para no recordarte tanto, para no tener nada tuyo que sería mucho mejor que tener tan poco.
Ahora tiene que hacer el esfuerzo de olvidarte porque si no no podrá dormir. Dará vueltas en la cama que ahora es grande (no es la cama vuestra, en la cama vuestra sigues durmiendo tú) y sobre el lado vacío se recuesta tu fantasma y es desolador para él no poder tocarte, no poder llegar a ti; cuando te recuerda en la noche, sin darse cuenta, se acurruca más que de costumbre y suspira un poco, casi con miedo, y cierra los ojos y se queda despierto y cuando siente que a su lado se mueve un aire, debe levantarse y encender un cigarrillo (si tuviera drogas, se haría un porro pero tuvo que dejar de drogarse para no sentir más lo poco que tiene tuyo).
También sabe que pasará. Lo achaca a un ciclo de la luna, a una constelación maliciosa, a una falta de vitamina B-12, a un salto espacio-temporal de algunas de sus neuronas, a la magia de la memoria, a la ausencia de otra mujer, a la soledad, claro, a la edad de no estar solo, al placer de sufrir un poco.
¡Qué poco tiene tuyo! vuelve a pensar y se gira para contemplar el fin del día y sabe que aún tiene tu teléfono y que podría llamarte. También sabe que no lo hará y que aguantará un día más porque todo terminó y lo que siente es la cicatriz, no la herida, ni siquiera el accidente de haberte conocido y de que tú, enamoradamente, correspondieras y que juntos fuerais por primera vez a algún sitio y acabarais con las manos enlazadas mientras caminabais por una calle de la ciudad y era ya la noche y ambos sabíais que esa noche no os iríais juntos pero también que no tardaríais mucho en hacerlo. Y así fue como también ocurrió el día del otro paseo en el que ambos os disteis cuenta de que ya no erais amantes y había que tomar la decisión de separarse. Y así lo hicisteis.
¡Oh -se lamenta- qué poco tiene tuyo! Esa poquedad le empuja a darse un baño de agua caliente o a salir a por cervezas o a asomarse al patio donde quizás unos niños peguen patadas a un balón o a barrer la casa o a silenciar la música, no, silenciar la música no, o a lavarse las manos o a esperar a que llegue la hora de las noticias en la televisión y al mismo tiempo, se dice, ha de aguantar el chaparrón de lo poco tuyo que tiene; se dice que la valentía consiste en enfrentarse a los hechos y duda sobre si lo que hace es valentía o es temeridad porque no sabe si lo podrá aguantar, porque quiere gritar, salir corriendo hacia tu casa, llamar al timbre, esperar a que abras y tras la verja declararse como nunca lo hizo, ahora que ya es inútil porque ya le conoces y porque le conoces no le quieres y porque no le quieres, tiene tan poco de ti, tan poco.
Al final se rendirá -él lo sabe- y se dejará llevar por una tarde de verano cuando se contemplaron durante horas y se recorrieron y se adormecieron y se miraron con la intensidad propia del gozo y sudaron y rieron y se abrazaron largo, muy largo mientras el mirlo cantaba el amor que contemplaba y la encina impedía que sus hojas cayeran y la tarde los arropaba y él, al oído, con una mano en su pecho y la otra en la cadera, susurraba en su oreja, linda como el cabo de una isla, La brisa será siempre tu espíritu.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2010 a las 18:34 | Comentarios {0}


A mí Montaigne me enseñó a disfrutar del pensamiento y de la libertad de pensar. Me enseñó el término exacto de la palabra librepensador siendo él un hombre anterior a ese término; a mí Montaigne me ha hecho llorar de risa y llorar de llanto; ha provocado un abismarme en mí y un contemplar los otros y lo otro con mi propia libertad; a mí Montaigne me ha obligado a desdecirme y a maldecir y me ha llevado a elevarme y detenerme largo tiempo en una reflexión. Para mí Montaigne como Krishnamurti o Juan de Mairena son maestros de la filosofía moral porque los tres parten de un principio devastador: Piense usted por sí mismo y déjese de maestros. Gracias, anti-maestros.

Extracto del Capítulo XXV Del Magisterio de Ensayos
Guardamos las ideas y el saber de otros y nada más. Es menester hacerlos nuestros. Harto nos parecemos a aquél que, teniendo necesidad de fuego se fue a buscarlo a casa del vecino y hallando allí uno grande y hermoso, quedóse allí calentándose sin acordarse ya de llevar un poco para su casa ¿De qué nos sirve tener la panza llena de carne si no la digerimos? ¿Si no se transforma en nosotros? ¿Si no nos aumenta ni fortalece? ¿Pensamos acaso que Lúculo a quien las letras formaron e hicieron capitán tan grande sin la ayuda de la experiencia, usase de ellas como nosotros?
Tanto nos apoyamos en los brazos de los demás que anulamos nuestras fuerzas ¿Que quiero armarme contra el miedo a la muerte? Hágolo a expensas de Séneca ¿Que quiero tener consuelo para mí u otro? Tómolo de Cicerón. Tomaríalo de mí mismo si me hubieran enseñado a ello. Nada me gusta esta inteligencia relativa y mendigada.
Aun cuando pudiéramos ser sabios con el saber de los demás, al menos prudentes, sólo podemos serlo con nuestra prudencia.
Traducción de Almudena Montojo

El fin de semana con la ayuda inestimable de Raúl, creamos el rincón de la escritura en mi casa nueva. Una casa que espero poder mantener durante muchos años. Hace un mes con Tere y César creamos el ambiente general. Junto a la mesa he colocado una estantería donde he puesto mis libros más amados. Se encuentra a mi lado izquierdo y no evito girar la silla y quedarme contemplando tanta belleza, tanto conocimiento, tanta ironía contenidas en ese invento extraño y peculiar -tan extraño y peculiar como lo fue la invención del castigo- como es el libro. Entre ellos, claro, se encuentra Ensayos de Montaigne al que siempre imagino en su castillo, rodeado de velas y antiguos libros, hurgando citas, relacionando temas y mirando de hito en hito, a través de una ventana estrecha, el fuego de las estrellas.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/10/2010 a las 20:29 | Comentarios {1}


Viento
En
Los
Alamos
Durante
Una
Ráfaga
Amatoria

Temo
Intentar
Rebatir
A
Mis
Infiernos
Sus
Usos

Brillante
Infula
Brama
Loores
Inflama
Oriundas
Tonalidades
Estados
Como
Ofreces
Niñas
O
Muestras
Inquietantes
Alelíes

Padre
Un
Búho
Escucha
Ranas
Tantas
Ardorosas
Desalmadas

Mañana
Aliviaremos
Nervios
Uteros
Terminales
En
Naves
Cerradas
Incluso
Osos
Nacerán

Más
Interno
Sobre
Cielos
En
Lugares
Antiguos
No
Empieces
Ahora

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/10/2010 a las 18:06 | Comentarios {0}


¿Por qué tienen pezones los hombres?
No, no es una pregunta retórica, ni mucho menos. La respuesta científica es conocida: hasta los 60 días el embrión humano sigue unos parámetros de desarrollo hembra y sólo a partir de ese momento aquellos embriones que tienen el cromosoma Y dejan de desarrollarse como hembra y se deciden a desarrollarse como machos.
Bien, de acuerdo. Voy a aceptarlo (aunque no sé cuánto tendría que decir sobre este tema el ADN mitocondrial, ¡ay, si el ADN mitocondrial hablase! Y comento sobre él porque este tipo de ADN sólo es transmitido por las hembras. En nuestro código genético mamífero el ADN mitocondrial masculino no tiene el más mínimo interés aunque bien pensado el ADN mitocondrial nunca puede ser macho al ser transmitido sólo por hembras, a lo mejor se podría considerar macho si se produjera una mutación en la transmisión o durante la vida de esas mitocondrias en el órgano masculino. En fin, juegos de la imaginación microscópica remedando al bueno de Julio Cortázar).
La división sexual y el desarrollo del sistema nervioso se producen en el mismo mes (entre el segundo y el tercer mes). Bien, si esto ocurre así y los pezones en los machos humanos no son más que el recuerdo, indeleble, eso sí, de que el proyecto primigenio era ser hembra, ¿por qué además llegan hasta ellos terminaciones nerviosas y capilares sanguíneos? Entiendo que ante la duda, se implante lo imprescindible, pero una vez tomada la decisión ¿por qué se siguen implantando elementos del todo inútiles para su no-función? Evidentemente ésta sería una de las muchas pruebas que desdecirían la hipótesis de Darwin, sólo que no me voy a meter más con este buen hombre al que los creacionistas ponen de vuelta y media un día sí y otro también y que además bastante tuvo con lo que vio porque se quedó para siempre aterrado con el espectáculo que Naturaleza le había mostrado (aterrado literalmente, es decir invadido por el miedo y el pavor).
Con lo cual tendría que reformular la pregunta. Sería ésta. ¿Por qué tienen pezones con terminaciones nerviosas y capilares sanguíneos los hombres? Interesante cuestión que seguro que sesudos fisiólogos y antropólogos han estudiado como se ha estudiado por ejemplo la creación de la vida desde la no vida. Una de esas teorías esboza que quizá illo tempore los hombres también dieron de mamar a las crías. La que nunca he oído y quizá también tenga sentido, es que los pezones de los hombres sean suplentes de los de las mujeres, es decir, cuando todas las mujeres tengan pechos siliquinosos y sólo sirvan para atraer con sus volúmenes a los hombres, entonces dejarán de tener su sentido primero, es decir, producir leche y esa función, gracias a la preservación de los pezones masculinos, pasarán a los hombres, de donde se sigue que en ese momento -que supondrá, obvio es decirlo, un gran salto en la humanidad y una verdadera división del trabajo- las mujeres seguirán pariendo los hijos pero serán los hombres quienes los alimenten y así, poco a poco desaparecerá el pecho en las mujeres que, de forma inversamente proporcional, irá aumentando en los hombres y por fin seremos una especie, en cuanto al cuidado de las crías se refiere, igualitaria. No sé si pellizcarme el pezón para saber si estoy despierto porque creo que esta idea que acabo de esbozar que llamaré: Hipótesis sobre el pezón suplente masculino puede abrir paso a una nueva era de concordia entre mujeres y hombres, entre pezones titulares y pezones suplentes, entre pollas y vaginas, entre labios y morritos, entre dimes y diretes, e incluso, como la ciencia avanza que es una barbaridad, podrían los científicos adelantar los lentos cambios que la naturalaleza impone e implantar esta nueva modalidad de hombres con tetas y leche y mujeres sin tetas y sin leche en dos o tres generaciones.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/10/2010 a las 14:19 | Comentarios {1}


El dinero (pondré el 1)
¡Qué extraña es la materia del dinero para mí! Nada más pensar este artículo me he querido ir por los Cerros de Úbeda y hacer referencia a un libro -interesante como todos- de Rafael Sánchez Ferlosio titulado Non Olet y acudir a anécdotas y alejarme un poco de la propia desazón que a mí me provoca. Hay personas con facilidad para tenerlo, conseguirlo y gastarlo. En mi caso tengo dificultades. Y ya aquí se me viene a las mientes la educación recibida y los tres tabúes que la buena educación impide tratar en una conversación: la enfermedad, el dinero y la sexualidad.
Me está costando y pienso si poner en el título un 1 como si eso implicara que seguiré, porque ahora lo voy a dejar, no quiero encontrar las palabras; no me atrevo a encontrarlas y pienso si de alguna manera encajaría un poema que me envío ayer Raúl por medio del correo electrónico y que me pareció de una ternura mezclada con reconvención muy de agradecer.
Busco también una analogía ¡oh, qué socorridas son las analogías! que me permita deslizarme por el tema sin mancharme, sin inmiscuirme pero también sé que si este cuaderno tiene vocación de algo, ésa ha sido la de mostrar todas mis caras, no sólo una o dos, sino las caras que yo soy capaz de mostrar, que anidan en mí, que forman ese multiverso al que otorgamos el pronombre Yo. Criticaba el otro día el que en muchas ocasiones me encuentro con que siempre que acudo, llego o derivo a lugares donde se expresan los seres humanos, en muchas me encuentro siempre con la misma cara de ese ser y desde ese momento siento cierto rechazo porque somos más que soy, porque deberíamos aplicarnos más el nosotros al yo, incluso deberíamos anular las tres personas del singular para hablar de seres humanos. Veis, ya me voy, esta digresión me permite no hablar del tema que titulo. Se me escapa. Hay uno de mi yos al que le da vergüenza hablar de ese tema. Y por eso quizá (y también porque estoy cansado. Me levanto muy temprano últimamente, a las seis de la mañana, para ir hasta Madrid donde hago un curso de formación para conseguir un trabajo que me dé algo de dinero para mantenerme) coloque el 1 detrás del título y lo intente otro día.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2010 a las 23:11 | Comentarios {0}


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