Entrada de ABEJA de Tesoro de la Lengua Castellana o Española, primer diccionario de la lengua impreso en 1611, escrito por Sebastián de Covarrubias Orozco
Abeja: Cuasi apexa, del nombre latino apes, cuasi sine pedibus; animalito conocido, insecto que vuela, y cogiendo el rocío de una y otra flor, nos cría un licor tan dulce como es la miel, labrada dentro de los panales artificiosos de la cera. "Brevis in volatilibus est apis et initium dulzoris habet fructus illius" (Ecclesiastici, cap. II). Este sólo, entre todos los animales insectos deste género, se crió para provecho del hombre, según Plinio, que hablando de los animales insectos, lib. II, cap. 5 dice: "Sed inter omnia ea principatus apibus et iure praecipua admiratio, solis ex eo genere hominum cuasa genitis". Y así se les dice con razón: "Sic vos non vobis melificatis apes". Da ocasión este animalito a muchos y diversos discursos, considerando su industria, su sagacidad, su gobierno, su limpieza, su elección en el coger las flores, su artificio en el aderezar la colmena, hacer sus celdas sexángulas, en la continuación del trabajo y la unión, paz y concordia de su república, la clemencia de su rey, que no tiene aguijón, el no admitir más que a sólo uno. Tan terribles son las abejas irritadas que para encarecer el Espíritu Santo el rigor de las saetas de los asirios, los disfraza debajo del nombre de abejas, Esaías, cap. 7. El vengar sus injurias tan severamente, y otras infinitas cosas, en contemplación de las cuales Aristómaco Solense gastó sesenta y dos años, y Filisco Tasio, desterrándose de poblado por andar siempre en los montes especulando la naturaleza de este animalito, fue llamado agrio que quiere decir montaraz; y ambos escribieron particular historia y tratado de las abejas. Plinio en su libro onceno de su Natural Historia, en los primeros capítulos y particularmente en el décimo, cuenta de las abejas cosas admirables y dignas de notar, en confusión de los hombres ociosos, flojos, sucios, inobedientes, cobardes y desmanotados, condenándolos este animalito sin pies. Es la abeja símbolo del curioso y diligente, que cogiendo de uno y otro autor las sentencias notables, como el abeja coge las flores de diferentes plantas, hace y forma una obra suave y dulce como el panal de la miel. Símbolo es también de la castidad, porque no se engendra de ayuntamiento de macho y hembra y no por eso son menos fecundas. A Platón y a Píndaro pronosticaron las abejas, por haberse sentado sobre sus bocas siendo niños, la dulzura de sus letras y facundia; y más cierto al bienaventurado San Ambrosio, como nos lo dice la leyenda de su vida. Indicio fue cierto del reino, a Dionisio, ver a su caballo que venía relinchando y traía sobre su clin una enjambre de abejas. Lo mesmo sucedió a Hierón, a quien su padre por haberle habido en una esclava, a fin que no escureciese su linaje, le mandó echar en un desierto, adonde una enjambre de abejas le sustentó con su miel; lo cual sabido por su padre, y consultado el oráculo, le volvió a recoger y fue digno de sucederle en el reino. Los amathusios habían colgado sobre la puerta de su ciudad la cabeza de Onesilo, rey de Cipro, por ignominia y afrenta; un enjambre de abejas se asentó sobre ella y la cubrió toda de miel, la cual dicen conservar los cuerpos de corrupción; y visto por los ciudadanos este prodigio, sepultaron esta cabeza, consultados sus oráculos, instituyéndole a Onesilo en cada un año fiestas y sacrificios, como a semidiós y héroe. Por el abeja es significada la limpieza y castidad; en testimonio de lo cual dice Plutarco que a cualquiera hombre que de próximo ha tenido acceso y ayuntamiento con mujer, si encuentran con él las abejas, le maltratan más que a otro, y a las mujeres que han conocido varón, más que a las doncellas , a quien ellas semejan [...]
Eusquerio dice que las abejas es hieroglífico del adulador, que en la boca trae la miel descubierta y escondido el aguijón con que después mata. También lo es de la venganza, aunque sea haciéndose daño el hombre a sí mesmo; según lo que tiene el vulgo recibido, que la abeja en hiriendo con el aguijón muere [...]. El francés la llama mousche à miel, haciéndola especie de mosca, como en efecto lo son estos animalejos ceñidos que vuelan.
Eusquerio dice que las abejas es hieroglífico del adulador, que en la boca trae la miel descubierta y escondido el aguijón con que después mata. También lo es de la venganza, aunque sea haciéndose daño el hombre a sí mesmo; según lo que tiene el vulgo recibido, que la abeja en hiriendo con el aguijón muere [...]. El francés la llama mousche à miel, haciéndola especie de mosca, como en efecto lo son estos animalejos ceñidos que vuelan.
¿Cajas de zapatos?
Todavía, lentamente, voy desembalando cajas. Me quedan once.
Ayer, visto que veía unos espacios en un par de estanterías y que además tenía en lo alto de una de ellas las revistas Poesía y El Paseante, ambas muy queridas por mí, colecciones que me costó mucho mantener, decidí re-estructurar y el resultado fue que pude desembalar otro par de cajas y colocar más a mano las revistas (de hecho las he colocado en un mueble bar, el único mueble bonito que tengo además de la mesa en la que escribo, el cual, al estar vacío de botellas, es un sitio precioso para albergar eso que se ha dado en llamar belleza). En una de las cajas había una caja de zapatos negra (es curioso porque en mi vida las cajas de zapatos albergan extrañas sorpresas como por ejemplo las postales de mi abuelo que mi padre me entregó en una caja de zapatos de Pepe Albadalejo) de DC Shoes que no recordaba en absoluto. La he abierto despacito como cuando se es niño y se abre así un regalo esperando, en esa lentitud, que si el regalo no es el deseado se convierta en él antes de abrir del todo, y cuál no ha sido mi sorpresa cuando me he encontrado un centenar de cartas de mi adolescencia y juventud (más sorpresa aún porque este sábado la generación del 79 del Instituto Santamarca se reúne para cenar. Yo no podré acudir. Pero cuando me escribió Willi, uno de los de entonces, yo le pedí si me podría enviar la dirección de correo de Sina, la primera chica con la que salí.) y la primera que me he encontrado es una de Sina en la cual, mientras navega rumbo a Palma de Mallorca, algo mareada me escribe su amor de los 17 años con una letra pequeña, redonda y emocionante.
La verdad es que no he podido mirar mucho porque los ojos se me han llenado de lágrimas (no sé por qué se me llenan de lágrimas; no sé por qué me inunda una emoción altísima; o quizá sí sé por qué: porque descubro que muchas personas me han querido y esa certeza en estos días difíciles e intensos, me alegra tristemente -si se me permite la contradicción-.) así es que la he cerrado y he decidido que después de nadar, antes de volver a la escritura, leeré algunas de esas cartas que, como siempre, me han vuelto guardadas en una caja de zapatos.
Ayer, visto que veía unos espacios en un par de estanterías y que además tenía en lo alto de una de ellas las revistas Poesía y El Paseante, ambas muy queridas por mí, colecciones que me costó mucho mantener, decidí re-estructurar y el resultado fue que pude desembalar otro par de cajas y colocar más a mano las revistas (de hecho las he colocado en un mueble bar, el único mueble bonito que tengo además de la mesa en la que escribo, el cual, al estar vacío de botellas, es un sitio precioso para albergar eso que se ha dado en llamar belleza). En una de las cajas había una caja de zapatos negra (es curioso porque en mi vida las cajas de zapatos albergan extrañas sorpresas como por ejemplo las postales de mi abuelo que mi padre me entregó en una caja de zapatos de Pepe Albadalejo) de DC Shoes que no recordaba en absoluto. La he abierto despacito como cuando se es niño y se abre así un regalo esperando, en esa lentitud, que si el regalo no es el deseado se convierta en él antes de abrir del todo, y cuál no ha sido mi sorpresa cuando me he encontrado un centenar de cartas de mi adolescencia y juventud (más sorpresa aún porque este sábado la generación del 79 del Instituto Santamarca se reúne para cenar. Yo no podré acudir. Pero cuando me escribió Willi, uno de los de entonces, yo le pedí si me podría enviar la dirección de correo de Sina, la primera chica con la que salí.) y la primera que me he encontrado es una de Sina en la cual, mientras navega rumbo a Palma de Mallorca, algo mareada me escribe su amor de los 17 años con una letra pequeña, redonda y emocionante.
La verdad es que no he podido mirar mucho porque los ojos se me han llenado de lágrimas (no sé por qué se me llenan de lágrimas; no sé por qué me inunda una emoción altísima; o quizá sí sé por qué: porque descubro que muchas personas me han querido y esa certeza en estos días difíciles e intensos, me alegra tristemente -si se me permite la contradicción-.) así es que la he cerrado y he decidido que después de nadar, antes de volver a la escritura, leeré algunas de esas cartas que, como siempre, me han vuelto guardadas en una caja de zapatos.
Uno de los vicios (o de los males) de la democracia es la envidia. Entendiendo, además, por democracia esto que vivimos que no es tal ¿Por qué afirmo esto? Por lo siguiente: en la actualidad son cinco los grandes poderes del mundo (ya no se puede hablar de naciones. Los Estados/nación se están diluyendo): Los clásicos de Montesquieu: Legislativo, Ejecutivo y Judicial y dos nuevos poderes -en realidad muy antiguos, más antiguos incluso que los clásicos- que son el poder económico y el poder de la información. Sobre este último, llamado el Cuarto Poder, recuerdo una escena muy divertida de Cantinflas: Se encuentra en una fiesta de periodistas y se produce un robo. Cantinflas se sube encima de una silla y dice, Hasta que no se sepa quién ha robado la cartera, nadie saldrá del cuarto. Uno de los periodistas, airado y vanidoso, le responde, ¿Usted no sabe lo qué es el cuarto poder? y Cantinflas le responde, ¿Y usted no sabe lo que es no poder salir de un cuarto? Bien, de estos cinco poderes, los ciudadanos de los países democráticos sólo votan a uno: el legislativo y además este voto está, en realidad, diezmado, ¿en qué sentido? La no validez del voto en blanco y la abstención provoca que la decisión soberana de un pueblo que decidiera votar mayoritariamente en blanco, no tendría como resultado una mayoría de escaños vacíos en el parlamento sino que éstos serían repartidos entre las fuerzas políticas más votadas. Dicho esto, no hace falta añadir mucho más a que el ciudadano de a pie no tenga derecho ninguno a votar a sus jueces, a sus fiscales, a sus presidentes, a sus ministros, a sus presidentes y directores de las empresas de comunicación y a los presidentes y consejos de administración de los bancos del mundo. Esto sería democracia en estado puro (para quien me tilde de ingenuo o demagógico remito a autores como Tomas Moro o Jean Jacques Rousseau, dentro de los pertinentes y aceptados).
La democracia es, por lo tanto, una suerte de marca -como gusta llamarse ahora a cualquier emporio de cierta importancia: La marca España, la marca Banco de Santander, la marca Safyr, etc...- que tan sólo encubre una forma, hasta cierto punto fascista, de ejercer el poder. Las dos guerras mundiales del siglo XX no cayeron en saco roto en la mente de las poblaciones; el miedo se incrustó muy dentro y quien tuvo la suerte de vivir en una zona del mundo donde el alimento y la riqueza estaban al alcance de la mano, se hizo -ante la constatación de un arma capaz de destruir todo vestigio de vida- conservador y temeroso de cualquier revolución.
Los ciudadanos hemos aceptado nuestra mísera parte en el reparto del botín del poder sin chistar porque la democracia te dice que el sistema te permite alcanzar cotas de poder con tu esfuerzo y tu dedicación y ese anhelo provoca la envidia. En civilizaciones totalitarias o de castas la envidia no es posible porque uno sabe que no se puede mover de donde está. Hubiera sido hermoso que en vez de envidia, la democracia hubiera promovido la admiración pero no está aún en la condición humana esa posibilidad.
La quintaesencia de la envidia en la democracia se llama Mercado. Es curioso que el Mercado no tiene nombres propios (aunque los tenga. Sólo se le da un nombre propio cuando uno de los que forman ese ente se arruina o produce una bancarrota). En los noticiarios de todo el mundo, el Cuarto Poder se niega a nombrar a los que atacan, por ejemplo, Irlanda. Pero reconozcamos que el Cuarto Poder es subsidiario del Quinto y no se puede morder la mano que te da de comer. Con lo cual nos encontramos en un momento muy interesante en el que auguro que dentro de no mucho se establecerá una batalla a campo abierto entre los tres poderes de Montesquieu y los dos que se han quitado la máscara -por fin- y luchan contra los Estados/nación atacando sus finanzas, sus economías y la confianza de los ciudadanos en sus mandatarios a los que por cierto, de momento están ganando y maniatando. El Mercado es la Envidia del ser humano por poseer lo que no posee y este pseudo sistema democrático se lo ha puesto en bandeja.
Ojalá Felipe González consiga convencer a sus pares para que se cree una auténtica gobernanza político-económica que pare los pies a tanta envidia que se ventea cada día en todas las Bolsas del mundo. Ojalá nosotros, los ciudadanos, tomemos de nuevo conciencia de nuestra fuerza, nos quitemos el miedo del desastre atómico y lancemos órdagos a quienes, de momento, nos tienen en sus cajas. Nada se ha perdido. Tampoco se ha ganado nada.
La democracia es, por lo tanto, una suerte de marca -como gusta llamarse ahora a cualquier emporio de cierta importancia: La marca España, la marca Banco de Santander, la marca Safyr, etc...- que tan sólo encubre una forma, hasta cierto punto fascista, de ejercer el poder. Las dos guerras mundiales del siglo XX no cayeron en saco roto en la mente de las poblaciones; el miedo se incrustó muy dentro y quien tuvo la suerte de vivir en una zona del mundo donde el alimento y la riqueza estaban al alcance de la mano, se hizo -ante la constatación de un arma capaz de destruir todo vestigio de vida- conservador y temeroso de cualquier revolución.
Los ciudadanos hemos aceptado nuestra mísera parte en el reparto del botín del poder sin chistar porque la democracia te dice que el sistema te permite alcanzar cotas de poder con tu esfuerzo y tu dedicación y ese anhelo provoca la envidia. En civilizaciones totalitarias o de castas la envidia no es posible porque uno sabe que no se puede mover de donde está. Hubiera sido hermoso que en vez de envidia, la democracia hubiera promovido la admiración pero no está aún en la condición humana esa posibilidad.
La quintaesencia de la envidia en la democracia se llama Mercado. Es curioso que el Mercado no tiene nombres propios (aunque los tenga. Sólo se le da un nombre propio cuando uno de los que forman ese ente se arruina o produce una bancarrota). En los noticiarios de todo el mundo, el Cuarto Poder se niega a nombrar a los que atacan, por ejemplo, Irlanda. Pero reconozcamos que el Cuarto Poder es subsidiario del Quinto y no se puede morder la mano que te da de comer. Con lo cual nos encontramos en un momento muy interesante en el que auguro que dentro de no mucho se establecerá una batalla a campo abierto entre los tres poderes de Montesquieu y los dos que se han quitado la máscara -por fin- y luchan contra los Estados/nación atacando sus finanzas, sus economías y la confianza de los ciudadanos en sus mandatarios a los que por cierto, de momento están ganando y maniatando. El Mercado es la Envidia del ser humano por poseer lo que no posee y este pseudo sistema democrático se lo ha puesto en bandeja.
Ojalá Felipe González consiga convencer a sus pares para que se cree una auténtica gobernanza político-económica que pare los pies a tanta envidia que se ventea cada día en todas las Bolsas del mundo. Ojalá nosotros, los ciudadanos, tomemos de nuevo conciencia de nuestra fuerza, nos quitemos el miedo del desastre atómico y lancemos órdagos a quienes, de momento, nos tienen en sus cajas. Nada se ha perdido. Tampoco se ha ganado nada.
Escucho un llamado cuento de navidad (sí, sí, ya se acerca. Que viene, que viene, que ya está aquí) en el que ocurre que, el día de Navidad, todos los habitantes del mundo se despertaron con granos de azúcar en sus labios pero sólo se dieron cuenta de semejante dulzura los que fueron besados o besaron en los labios de otro ¡Ah, maldito! y ¿los que no seremos besados ni besaremos en los labios, además de quedarnos con semejante insatisfacción, habremos de sufrir el descalabro de no saber que nuestros labios estaban dulces? Pero qué sentido navideño es ése ¡qué fatal humanidad!
Dice: Perdidos en los recuerdos/ sus antiguos moradores/ buscaron en la intimidad/ el confín de sus folclores.
Esa libertad de los miércoles por la mañana cuando el agua se queda helada en lo alto del manantial y se crea el glacial y merodea el oso blanco y se oculta la estrella polar; esa libertad en los guantes de lana, sin resquicios; la hermosa libertad de la morcilla de Burgos moteada de blanco arrozal; y la libertad del aullido invernal en plena soledad ¡Ah, lobo!
De tu cintura,
el proverbio;
de tu premura,
el cambio;
de tu múcura,
el microbio;
en tu suburbio,
me callo.
La voz de la mujer gruesa se aflautó tanto que la grasa se hizo nata y la nata solidificó en merengue y el merengue, cristalino, crujió en los dientes.
Almocatre/ chatre / almohatre / almojatre / delatre / cetre / acetre / caletre / calletre / petimetre / buetre
Y de postre:
Sonríe al piano y cuando sea el momento de la guitarra sonríe y cuando se entone la voz y cuando carraspee el percusionista, sonríe. Cuando llegue el invierno, no será invierno de desventuras; será invierno de noches invioladas y frío.
Dice: Perdidos en los recuerdos/ sus antiguos moradores/ buscaron en la intimidad/ el confín de sus folclores.
Esa libertad de los miércoles por la mañana cuando el agua se queda helada en lo alto del manantial y se crea el glacial y merodea el oso blanco y se oculta la estrella polar; esa libertad en los guantes de lana, sin resquicios; la hermosa libertad de la morcilla de Burgos moteada de blanco arrozal; y la libertad del aullido invernal en plena soledad ¡Ah, lobo!
De tu cintura,
el proverbio;
de tu premura,
el cambio;
de tu múcura,
el microbio;
en tu suburbio,
me callo.
La voz de la mujer gruesa se aflautó tanto que la grasa se hizo nata y la nata solidificó en merengue y el merengue, cristalino, crujió en los dientes.
Almocatre/ chatre / almohatre / almojatre / delatre / cetre / acetre / caletre / calletre / petimetre / buetre
Y de postre:
Sonríe al piano y cuando sea el momento de la guitarra sonríe y cuando se entone la voz y cuando carraspee el percusionista, sonríe. Cuando llegue el invierno, no será invierno de desventuras; será invierno de noches invioladas y frío.
Al alimón con Isaac Alexander
¡Cojamos a los rijosos y cortémosles en rodajitas sus putos cojones!
Que se queden secos de su lefa asquerosa que debe saber a amarga leche venida de la amarga leche de su padre.
Cojámosles en vivo y a cada palabra ofensiva arranquémosles un trozo de escroto y dejemos sus gónadas en carne viva y cantemos entonces un tema de Sex Pistols mientras aporreamos sus pollas con nuestras guitarras y bailamos desnudos alrededor de su miseria y su ordinariez.
Extirpemos a los hijos de puta de este mundo que en todo podría ser bello y audaz y peligroso. Esos que en voz baja alardean de sus conquistas y establecen comparaciones de órganos que no les pertenecen.
Hay una frontera, exponemos, entre el sexo y la desvergüenza; hay una belleza en la suciedad de los olores y los sabores y hay un enfangarlo todo con viejas represiones de curas lanzando sermones de cierto dios cavernoso.
Inventemos el castigo del olvido. Enarbolemos la paz entre los seres. Seamos felices con nuestras propias mendacidades. Agrupémonos para defendernos de los miserables que utilizan sus auditorios para corear sus escabrosidades.
Porque tenemos que defender la belleza. Porque tenemos que apaciguar la matanza del buen gusto a base de fuerza y de coraje y arces en otoño y de selvas vírgenes. Tenemos que defender el humor que no daña y la crítica que abarca el error y su acierto.
A esos rijosos, a esos que se inquietan y alborotan a la vista de la hembra y escupen babas por no saber vencer su moral de sacristía y bata negra; a esos, decimos, cortémosles las pelotas y que como castrati canten alabanzas al Señor de los Descojonados mientras nosotros, juntas nuestras manos, entonamos cantos de sexos enamorados del cuerpo, de todo lo que el cuerpo dona a los sentidos.
¡Ah, miserables! ¡Cuánto mal hacéis a la belleza de dos cuerpos -o tres o mil- que se enlazan en el baile germinal de los placeres! ¡Cuánto denigráis la condición de piel de nuestros hábitos! ¡Qué mal conocéis el cuerpo de la mujer del que tanto os vanagloriáis y al que con tanto desprecio os referís!
Tenemos que acabar con ese miedo que sale por vuestras bocas en forma de ofensa, con esa sonrisita meliflua de tenorio de cartón piedra, con esas manos fofas que no saben apreciar la textura de una piel, con esas miradas de sapos que no ocultan a príncipe alguno, antes de que la epidemia de estos bestias nos llegue a todos y nos olvidemos de que el propósito de la vida es vivir la alegría del goce y que el cuerpo de la mujer -como el del hombre- es un territorio fértil, lleno de descubrimientos, suave y brusco, pequeño y eterno sin mácula ninguna, sin belleza estándar.
¡A por ellos! ¡A por los canallas! ¡A callar sus bravuconadas! ¡A la batalla, camaradas, a la batalla!
Que se queden secos de su lefa asquerosa que debe saber a amarga leche venida de la amarga leche de su padre.
Cojámosles en vivo y a cada palabra ofensiva arranquémosles un trozo de escroto y dejemos sus gónadas en carne viva y cantemos entonces un tema de Sex Pistols mientras aporreamos sus pollas con nuestras guitarras y bailamos desnudos alrededor de su miseria y su ordinariez.
Extirpemos a los hijos de puta de este mundo que en todo podría ser bello y audaz y peligroso. Esos que en voz baja alardean de sus conquistas y establecen comparaciones de órganos que no les pertenecen.
Hay una frontera, exponemos, entre el sexo y la desvergüenza; hay una belleza en la suciedad de los olores y los sabores y hay un enfangarlo todo con viejas represiones de curas lanzando sermones de cierto dios cavernoso.
Inventemos el castigo del olvido. Enarbolemos la paz entre los seres. Seamos felices con nuestras propias mendacidades. Agrupémonos para defendernos de los miserables que utilizan sus auditorios para corear sus escabrosidades.
Porque tenemos que defender la belleza. Porque tenemos que apaciguar la matanza del buen gusto a base de fuerza y de coraje y arces en otoño y de selvas vírgenes. Tenemos que defender el humor que no daña y la crítica que abarca el error y su acierto.
A esos rijosos, a esos que se inquietan y alborotan a la vista de la hembra y escupen babas por no saber vencer su moral de sacristía y bata negra; a esos, decimos, cortémosles las pelotas y que como castrati canten alabanzas al Señor de los Descojonados mientras nosotros, juntas nuestras manos, entonamos cantos de sexos enamorados del cuerpo, de todo lo que el cuerpo dona a los sentidos.
¡Ah, miserables! ¡Cuánto mal hacéis a la belleza de dos cuerpos -o tres o mil- que se enlazan en el baile germinal de los placeres! ¡Cuánto denigráis la condición de piel de nuestros hábitos! ¡Qué mal conocéis el cuerpo de la mujer del que tanto os vanagloriáis y al que con tanto desprecio os referís!
Tenemos que acabar con ese miedo que sale por vuestras bocas en forma de ofensa, con esa sonrisita meliflua de tenorio de cartón piedra, con esas manos fofas que no saben apreciar la textura de una piel, con esas miradas de sapos que no ocultan a príncipe alguno, antes de que la epidemia de estos bestias nos llegue a todos y nos olvidemos de que el propósito de la vida es vivir la alegría del goce y que el cuerpo de la mujer -como el del hombre- es un territorio fértil, lleno de descubrimientos, suave y brusco, pequeño y eterno sin mácula ninguna, sin belleza estándar.
¡A por ellos! ¡A por los canallas! ¡A callar sus bravuconadas! ¡A la batalla, camaradas, a la batalla!
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Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/11/2010 a las 19:33 | {1}
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/11/2010 a las 12:05 | {0}