Desde la semilla (una bellota oblonga)
Fue la pezuña de alce quien la hundió en la tierra
La tierra se hizo con ella
La nutrió
Surgió su tallo una noche de lunes en enero de la forma más insospechada
Extendió sus raíces por sus alrededores y fue avanzando bajo la tierra
Creció. Las ramas (que no son sino nuevos árboles parasitarios del primero) se desplegaron fractalmente
Nacieron las primeras hojas
Hicieron su función
Fue generador de bellotas
refugio de pájaros
alimento de insecto
sombra contra el sol
última morada del ahorcado
objeto de transacción
carne de serrería
tablón de almacén
lateral de cómoda
leño en la chimenea
ceniza en la basura
residuo en el vertedero
Sus raíces bajo la tierra que le acogió
se enraizaron con otras raíces
y estás últimas siguieron alimentándolas
y las engordaron pues ya no tenían tronco a quien abastecer
ramas a quienes alcanzar con su savia
hojas a quienes transmitir
y permanecieron ignorantes de que el sujeto de su trabajo
ya había sido residuo, ceniza, lateral, tablón, carne, objeto, morada, alimento, refugio y generador.
Y siguieron engordando bajo tierra
Se hicieron raíces pantagruélicas
enraizadas a otras
impotentes para desgajarse
El subsuelo se agostó
Los nutrientes, todos, fueron a parar a la raíces sin sujeto
Desapareció el bosque
Nació el desierto
Se secaron las raíces
Murieron una tarde de martes
en un mes de marzo cuatro años atrás
Por fin se pudo contemplar
la caída del sol
tras la última línea del horizonte
Fue la pezuña de alce quien la hundió en la tierra
La tierra se hizo con ella
La nutrió
Surgió su tallo una noche de lunes en enero de la forma más insospechada
Extendió sus raíces por sus alrededores y fue avanzando bajo la tierra
Creció. Las ramas (que no son sino nuevos árboles parasitarios del primero) se desplegaron fractalmente
Nacieron las primeras hojas
Hicieron su función
Fue generador de bellotas
refugio de pájaros
alimento de insecto
sombra contra el sol
última morada del ahorcado
objeto de transacción
carne de serrería
tablón de almacén
lateral de cómoda
leño en la chimenea
ceniza en la basura
residuo en el vertedero
Sus raíces bajo la tierra que le acogió
se enraizaron con otras raíces
y estás últimas siguieron alimentándolas
y las engordaron pues ya no tenían tronco a quien abastecer
ramas a quienes alcanzar con su savia
hojas a quienes transmitir
y permanecieron ignorantes de que el sujeto de su trabajo
ya había sido residuo, ceniza, lateral, tablón, carne, objeto, morada, alimento, refugio y generador.
Y siguieron engordando bajo tierra
Se hicieron raíces pantagruélicas
enraizadas a otras
impotentes para desgajarse
El subsuelo se agostó
Los nutrientes, todos, fueron a parar a la raíces sin sujeto
Desapareció el bosque
Nació el desierto
Se secaron las raíces
Murieron una tarde de martes
en un mes de marzo cuatro años atrás
Por fin se pudo contemplar
la caída del sol
tras la última línea del horizonte
Seule (1896) Toulouse-Lautrec
La física y la psicología. O la física y la creencia. El hombre sigue construyendo universos a medida. Mejor sería decir: los hombres seguimos construyendo universos a la medida de nuestras posibilidades. O por matizar aún más: los hombres seguimos construyendo universos a medida de nuestras posibilidades mentales.
Esa relación: materia oscura/ alma ¿no es en sí una forma de explicar la esencia de las cosas sin hablar de la cosa en sí?
¿No podríamos imaginar un universo sin principio?
¿No podemos imaginar una vida sin propósito?
¿Por qué la materia oscura rige los principios de expansión del Universo? ¿Por qué se le opone una energía oscura que mantiene los planetas en sus órbitas?
¿Por qué ha de existir un inconsciente que rige nuestro consciente y nos suele llevar por el camino de la amargura?
¿Por qué anteayer el 96% de nuestro ADN era inútil y ayer se nos dice, por los mismos que antes afirmaban lo anterior, que lo verdaderamente inútil de nuestro ADN es del 4%?
¿Qué es el 4%? ¿Y el 96%?
¿Por qué no admitimos que el concepto de arte vigente hasta el siglo XIX ha muerto y que mientras intentemos hacer arte con ese concepto lo que estamos haciendo son cadáveres?
¿Por qué no admitimos y valoramos como arte un cadáver?
El necroarte.
El concepto de alma. El concepto de trascendencia. El concepto de eternidad. El concepto de Dios. Los conceptos de carácter, destino y azar. ¿No son tan sólo formas de interpretar un espacio/tiempo que nos deja perplejos?
¿No sería admisible, humanamente, dejar de investigar? o ¿no sería admisible admitir que toda investigación está sujeta al arbitrio de una determinada configuración del mundo y que por lo tanto está sujeta a los vaivenes de esa configuración? ¿Y deducir en último extremo que toda investigación es coyuntural, que nuestra conformación actual como especie nos incapacita para el conocimiento de la Cosa en Sí?
Dicen que las únicas verdades absolutas se encuentran en el lenguaje matemático y eso tiene una razón de ser: el lenguaje matemático es, en última instancia, un sistema cerrado, fuera de toda relación con el universo; es un universo en sí que permite demostrar a nuestra mente lo que es indemostrable en cualquier otro lenguaje. El lenguaje matemático es absoluto y por eso mismo es irreal aunque sea verdadero. Un ejemplo de esta aseveración sería la demostración matemática de la Teoría de la Relatividad que vino a ser desmontada con el descubrimiento de la física cuántica y aún habiendo sido desmontada, matemáticamente sigue siendo Verdadera.
¿Y si Todo fuera Contemplación, Pasmo, Gratitud?
Quedarse quieto con la Atención fija en el pulso, en la hormiga, en el hocico del perrillo; atención en los copos de nieve, en la furia del alba; atención en la pérdida, en el abrazo, en la mirada; atención en la mano, en la espuela que brilla en los haces de la luna; la atención en la fijación, en el movimiento de la crin del caballo, en la forma caprichosa del termitero. Todo atención. Nada más que atención.
Atender y Olvidar.
Esa relación: materia oscura/ alma ¿no es en sí una forma de explicar la esencia de las cosas sin hablar de la cosa en sí?
¿No podríamos imaginar un universo sin principio?
¿No podemos imaginar una vida sin propósito?
¿Por qué la materia oscura rige los principios de expansión del Universo? ¿Por qué se le opone una energía oscura que mantiene los planetas en sus órbitas?
¿Por qué ha de existir un inconsciente que rige nuestro consciente y nos suele llevar por el camino de la amargura?
¿Por qué anteayer el 96% de nuestro ADN era inútil y ayer se nos dice, por los mismos que antes afirmaban lo anterior, que lo verdaderamente inútil de nuestro ADN es del 4%?
¿Qué es el 4%? ¿Y el 96%?
¿Por qué no admitimos que el concepto de arte vigente hasta el siglo XIX ha muerto y que mientras intentemos hacer arte con ese concepto lo que estamos haciendo son cadáveres?
¿Por qué no admitimos y valoramos como arte un cadáver?
El necroarte.
El concepto de alma. El concepto de trascendencia. El concepto de eternidad. El concepto de Dios. Los conceptos de carácter, destino y azar. ¿No son tan sólo formas de interpretar un espacio/tiempo que nos deja perplejos?
¿No sería admisible, humanamente, dejar de investigar? o ¿no sería admisible admitir que toda investigación está sujeta al arbitrio de una determinada configuración del mundo y que por lo tanto está sujeta a los vaivenes de esa configuración? ¿Y deducir en último extremo que toda investigación es coyuntural, que nuestra conformación actual como especie nos incapacita para el conocimiento de la Cosa en Sí?
Dicen que las únicas verdades absolutas se encuentran en el lenguaje matemático y eso tiene una razón de ser: el lenguaje matemático es, en última instancia, un sistema cerrado, fuera de toda relación con el universo; es un universo en sí que permite demostrar a nuestra mente lo que es indemostrable en cualquier otro lenguaje. El lenguaje matemático es absoluto y por eso mismo es irreal aunque sea verdadero. Un ejemplo de esta aseveración sería la demostración matemática de la Teoría de la Relatividad que vino a ser desmontada con el descubrimiento de la física cuántica y aún habiendo sido desmontada, matemáticamente sigue siendo Verdadera.
¿Y si Todo fuera Contemplación, Pasmo, Gratitud?
Quedarse quieto con la Atención fija en el pulso, en la hormiga, en el hocico del perrillo; atención en los copos de nieve, en la furia del alba; atención en la pérdida, en el abrazo, en la mirada; atención en la mano, en la espuela que brilla en los haces de la luna; la atención en la fijación, en el movimiento de la crin del caballo, en la forma caprichosa del termitero. Todo atención. Nada más que atención.
Atender y Olvidar.
Luis Falero: Venus
Vengo de vuelta al ir
Ya la luz
Ese aire de mar que queda lejos y aún así llega a mí como si fuera un perro y lograra olisquear las partículas de sales a cien kilómetros de distancia
O una parada
la gasolinera feísima en mitad de una autovía en obras
La música de
Vengo cuando llego
Vengo cuando asisto y firmo
Vengo al tumbarme con una vibración en el cuerpo muy sutil imagino -mientras estoy tumbado- que debe de ser la vibración de un autómata al ponerlo en marcha
Luego es el encuentro
Vengo al encontrarme
Los discursos ¡ay, los discursos!
La noche cae
Cuando el ocaso vengo. Vengo. Me vengo de mi buena suerte bebiendo vino. Me vengo a mis adentros. Suspiro y voy. Suspiro y me entretengo.
Sí, es cierto: la tarde está tan bonita
El llanto del borracho me recuerda a
y viene a mí la ternura y vengo a sentarme y trascurre la vida
Sin definiciones, sin sentencias, sin deducciones
Vengo a verla mientras el volante se deja acariciar y la nacional evoca el desierto y el deseo de flor
Vengo al animarme
Vengo el disuadirme
Vengo al revolotear alrededor de una mujer lesbiana
Vengo al mirar en los ojos de una anciana la dulzura del volver
Vengo de agosto
Me vuelvo septiembre
Soy río y río fértil agua cristalina tersa superficie fondo de piedras surco germinado
Ya la luz
Ese aire de mar que queda lejos y aún así llega a mí como si fuera un perro y lograra olisquear las partículas de sales a cien kilómetros de distancia
O una parada
la gasolinera feísima en mitad de una autovía en obras
La música de
Vengo cuando llego
Vengo cuando asisto y firmo
Vengo al tumbarme con una vibración en el cuerpo muy sutil imagino -mientras estoy tumbado- que debe de ser la vibración de un autómata al ponerlo en marcha
Luego es el encuentro
Vengo al encontrarme
Los discursos ¡ay, los discursos!
La noche cae
Cuando el ocaso vengo. Vengo. Me vengo de mi buena suerte bebiendo vino. Me vengo a mis adentros. Suspiro y voy. Suspiro y me entretengo.
Sí, es cierto: la tarde está tan bonita
El llanto del borracho me recuerda a
y viene a mí la ternura y vengo a sentarme y trascurre la vida
Sin definiciones, sin sentencias, sin deducciones
Vengo a verla mientras el volante se deja acariciar y la nacional evoca el desierto y el deseo de flor
Vengo al animarme
Vengo el disuadirme
Vengo al revolotear alrededor de una mujer lesbiana
Vengo al mirar en los ojos de una anciana la dulzura del volver
Vengo de agosto
Me vuelvo septiembre
Soy río y río fértil agua cristalina tersa superficie fondo de piedras surco germinado
Primeras líneas de la novela Desierto.
¿Su nombre? Aquí debería gritarlo. Quizá lo oyera una tribu del desierto y acudiera a rescatarlo y se iniciara la aventura que vino a buscar. El Autor de esta historia lo va poner pero antes quiere explicar que no es realmente el autor sino, más bien, el transcriptor de la historia que usted comienza a leer. Las circunstancias en las que conoció está historia y las razones por las que la entregó a la editorial se explicarán en su lugar oportuno.
Su nombre es Andreas -no Andrés ni Andrew- y su apellido Droe. Andreas Droe. Tiene cuarenta y cinco años en el momento en el que está en mitad del desierto y no sabe si gritar su nombre. Gritar: ¡Sí, soy yo! ¡Soy Andreas Droe y ya estoy aquí! ¡Maldita sea, ya estoy aquí! Por qué está de rodillas. Por qué se rasca la ceja izquierda con desesperación. Por qué mira al cielo que en la noche sin luna muestra un aspecto sobrecogedor como si la bóveda celestial se hubiera resquebrajado por millones de sitios y dejara entrever el fuego que lucha por entrar en nuestro universo. Por qué las lágrimas forman un barro en sus mejillas al mezclarse con la arena del desierto. Todos estos por qués se intentarán explicar a lo largo de las siguientes páginas. Valga en todo caso como anticipo que hasta la noche Andreas ha estado buscando un anillo. Se lo quitó del dedo anular de la mano derecha cinco horas antes del inicio de este relato y lo lanzó lo más lejos que pudo de sí. Luego anduvo un buen trecho y de repente se dio cuenta de que necesitaba ese anillo; supo que el haberlo lanzado lejos no iba a provocar el milagro de que olvidara todo lo que había significado ese anillo para él; es más: supo que tan sólo teniéndolo en su dedo podría anular su poder. Volvió sobre sus pasos que la ausencia de viento no había borrado de las arenas del desierto y cuando calculó que desde un punto determinado -lo igual entre lo igual en todo caso. Una cuestión de tiempo de marcha. Un cálculo de tiempo hecho al alimón por no disponer de reloj. En el fondo una llamada a la suerte- había lanzado el anillo se puso a gatear en círculos, con un cuidado infinito para que no se diera el caso de que al hundir su rodilla en la arena, hundiera su anillo para siempre. La noche, que en aquella parte del mundo caía de golpe, sin transición de ocaso, le había cogido en aquella tarea hercúlea, agotada la vista -de ahí las lágrimas que habían formado con la arena el barrillo-, doblados los riñones y con tan sólo una cantimplora de agua, un saco de dormir, y una mochila con una lata de piña, una muda, un par de botas, dos paquetes de tabaco y una cachimba. Andreas se detiene al sentir la oscuridad y la llegada del frío el cual, al igual que la noche, llega de improviso. Palpa a ciegas la extensión de arena que mide su cuerpo para tener la seguridad de que ahí no se encuentra su anillo, extiende el saco y se mete en él. El calorcillo le reanima. Bebe un corto sorbo de agua y se hace una pipa. No termina de fumársela. El agotamiento lo acuna pronto y lo tumba en la arena y le hace entrar en el mundo de los sueños.
Su nombre es Andreas -no Andrés ni Andrew- y su apellido Droe. Andreas Droe. Tiene cuarenta y cinco años en el momento en el que está en mitad del desierto y no sabe si gritar su nombre. Gritar: ¡Sí, soy yo! ¡Soy Andreas Droe y ya estoy aquí! ¡Maldita sea, ya estoy aquí! Por qué está de rodillas. Por qué se rasca la ceja izquierda con desesperación. Por qué mira al cielo que en la noche sin luna muestra un aspecto sobrecogedor como si la bóveda celestial se hubiera resquebrajado por millones de sitios y dejara entrever el fuego que lucha por entrar en nuestro universo. Por qué las lágrimas forman un barro en sus mejillas al mezclarse con la arena del desierto. Todos estos por qués se intentarán explicar a lo largo de las siguientes páginas. Valga en todo caso como anticipo que hasta la noche Andreas ha estado buscando un anillo. Se lo quitó del dedo anular de la mano derecha cinco horas antes del inicio de este relato y lo lanzó lo más lejos que pudo de sí. Luego anduvo un buen trecho y de repente se dio cuenta de que necesitaba ese anillo; supo que el haberlo lanzado lejos no iba a provocar el milagro de que olvidara todo lo que había significado ese anillo para él; es más: supo que tan sólo teniéndolo en su dedo podría anular su poder. Volvió sobre sus pasos que la ausencia de viento no había borrado de las arenas del desierto y cuando calculó que desde un punto determinado -lo igual entre lo igual en todo caso. Una cuestión de tiempo de marcha. Un cálculo de tiempo hecho al alimón por no disponer de reloj. En el fondo una llamada a la suerte- había lanzado el anillo se puso a gatear en círculos, con un cuidado infinito para que no se diera el caso de que al hundir su rodilla en la arena, hundiera su anillo para siempre. La noche, que en aquella parte del mundo caía de golpe, sin transición de ocaso, le había cogido en aquella tarea hercúlea, agotada la vista -de ahí las lágrimas que habían formado con la arena el barrillo-, doblados los riñones y con tan sólo una cantimplora de agua, un saco de dormir, y una mochila con una lata de piña, una muda, un par de botas, dos paquetes de tabaco y una cachimba. Andreas se detiene al sentir la oscuridad y la llegada del frío el cual, al igual que la noche, llega de improviso. Palpa a ciegas la extensión de arena que mide su cuerpo para tener la seguridad de que ahí no se encuentra su anillo, extiende el saco y se mete en él. El calorcillo le reanima. Bebe un corto sorbo de agua y se hace una pipa. No termina de fumársela. El agotamiento lo acuna pronto y lo tumba en la arena y le hace entrar en el mundo de los sueños.
Chiste que se me ocurrió hace muchos años en la playa de Benicarló en Castellón de la Plana cuando el calor me estaba fundiendo los sesos.
- ¿Cómo se llama el mejor cocinero árabe de todos los tiempos?
- Asar al-Grill
- Asar al-Grill
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Miscelánea
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/09/2012 a las 19:00 | {0}