Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Chesterton citado por Borges en el texto El idioma analítico de John Wilkins. Otras Inquisiciones 1952


Esperanzas y utopías aparte, acaso lo más lúcido que sobre el lenguaje se ha escrito son estas palabras de Chesterton: "El hombre sabe que hay en el alma tintes más deconcertantes, más innumerables y más anónimos que los colores de una selva otoñal... cree, sin embargo, que esos tintes, en todas sus fusiones y conversiones, son representables con precisión por un mecanismo arbitrario de gruñidos y de chillidos. Cree que del interior de una bolsita salen realmente ruidos que significan todos los misterios de la memoria y todas las agonías del anhelo" (G. F. Watts, pag. 88, 1904).

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/07/2013 a las 11:06 | Comentarios {1}


Nelson Mandela
El ADN que corría por las praderas hace dos millones de años era el de Nelson Mandela.
La savia del hombre que crece
La savia del hombre que quiere existir
Corriendo, corriendo, corriendo entre las rejas de Robben Island
y diciendose cada día: Las praderas están ahí afuera,
yo vengo de las praderas de Kenya y de las praderas de Escocia y de las praderas de Asturias y de las praderas de Kentucky y de las praderas de Sudáfrica
e iré a esas mismas praderas porque desde siempre, en cualquier circunstancia, con otros hombres salvajes,
con otras inquisiciones y otros métodos de tortura y sometimiento, he existido.
Una veces me llamé Espartaco, otras Sócrates, en una ocasión me dijeron Miguel Servet y también Galileo y otra Águila sobre la montaña y también Juana de Arco e Hypatia
pero siempre, siempre fui Nelson Mandela
y cuando ya no sea Nelson Mandela y descanse por fin en las praderas de la Nada, en la dulce nada/muerte, en la más pura ignorancia de haber sido, seguirá habitando en este planeta injusto y brutal y miserable y conflictivo y codicioso y negativo, el ADN de Nelson Mandela y volverá a luchar y volverá a estar prisionero veintisiete años de su vida, de su única, preciosa, irrepetible vida y mirará a través de las rejas de su Robben Island particular las praderas por las que lleva dos millones de años corriendo
y sentirá el aire del mar en sus pulmones
y sentirá la caricia de sus hijos
y sentirá la sonrisa emocionada del amigo
y el clamor general por sus hazañas que no son otras que haber sido un hombre en un planeta donde hay tan pocos hombres.
Adiós Nelson Mandela, nacido el 18 de julio de 1918 en Mvezo, perteneciente al clan Madiba de la etnia xhosa,
Hola Nelson Mandela que apenas acabas de exhalar tu primer llanto y agarras con desespero el pezón de tu madre, tú, que llevas dos millones de años corriendo por las praderas del mundo; hola, Nelson Mandela, hombre entre los hombres, ADN vigoroso, ADN libre, ADN hermoso, bienvenido seas.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/06/2013 a las 17:42 | Comentarios {1}


No sé qué me hizo interesarme especialmente por la palabra botarga y por la posible derivación de abotargado de la primera.
Esto es lo que he descubierto (insisto en que sin motivo ninguno, en apariencia, para este afán. Al mismo tiempo he navegado por la concepción budista tibetana del regreso a la Tierra y he sentido una gran satisfacción -o una suerte de Iluminación- cuando he conseguido unir conceptualmente toda la información que iba recibiendo. Como si el velo de Maya (lo fenoménico) se hubiera descorrido un poco.

Las acepciones modernas las tomo del Diccionario del Español Actual de Seco, Andrés y Ramos

En su moderna acepción abotargado se define como: Embotado, entorpecido y también hincharse [una persona  su cara o una parte de ésta]. Se utiliza frecuentemente en participio y como ejemplos para la feliz comprensión de las definiciones se puede leer: 1) García Hortelano de Amistades : Había dormido desde la comida. Una laxitud le abotargaba los músculos. Y para la segunda definición 2) Palomino de su obra Torremolinos: Con la ayuda de media docena de cremas refrescantes y revitalizadoras, el rostro abotargado y soñoliento de Paquita recuperará la chispa vital.

De botarga nos indica lo siguiente: A f 1 (reg.) Vestido ridículo de varios colores propio de un personaje típico de mojigangas y fiestas populares. Tb. el mismo personaje. | NAl 18.1.91, 15: La villa campiñesa de Valdenuño Fernández celebró... su fiesta anual en honor del Niño Perdido, que... cuenta puntualmente con el estrellazgo de la botarga y del grupo de danzantes.
2 (raro) Cierta clase de embuchado. | Cela Rosa: En mi alimentación de entonces estaban desterrados por decreto los gozos y los gustos del chorizo y de la salchicha [...] del obispillo y de la sobrasada, de la botarga.
B m. (reg.) 3 Hombre vestido con la botarga [1]. | Cela Alcarria, 14: El tío Hermenegildo que empezó de botarga en Beleña y talla las máscaras en madera de nogal.
4 Individuo que baila delante de los danzantes en las fiestas populares. | DPa 13.6.88: Lo danzantes  son ocho más el botarga o birria que los dirige.

Ante las definiciones de ambos términos me dije (no sé por qué seguía lucubrando con ambos términos, qué extraña imantación sentía por ellos) que no había analogía posible entre el estado de torpeza del a-botarg(a)-ado o de hinchazón de la cara con el vestido ridículo  de varios colores o con el que lo viste -a no ser, y me parecía una relación cogida por los pelos, que la hinchazón o la torpeza fueran tenidos por ridículos como un vestido de colores vivos  que sólo se ve en fiestas populares-.
Sí me pareció que pudiera tener mayor relación con el embutido pero me resultó muy extraño que la derivación a adjetivo viniera de la acepción rara en el sentido de poco usual de botarga.

Así es que decidí rastrear el término acudiendo al diccionario de Covarrubias (1611), al diccionario de Autoridades (1726) y decidí -sin saber si era yo quien tomaba la decisión o cierta sakti consejera- acudir en instancia última al diccionario etimológico de Corominas  (1991).

Covarrubias: Botarga: Latine botulus; cierta especie de longaniza, fit enim botulus ex suilla carne, in farctis intestinis, dcitus a bolis, id est, frustulis, carnis quibus est inbetus. [Vse. Zaharrón].

Fuime a mirar Zaharrón: Çaharrón. El momarrache o botarga, que en tiempo de carnaval sale con mal talle y mala figura, haciendo ademanes algunas veces de espantarse de los que se topa, y otras de espantarlos. Alguno dicen su nombre arábigo de çahal, que vale mendigo, por ir estos en hábitos muy viles; otros que está corrompido de zamarrón porque suelen llevar unos zamarros con unas corcovas, para dar que reír a la gente. Pero sin duda es arábigo, de las raíces dichas verbo çareheño, del verbo çahar, o del verbo çahhal que vale tener miedo o ponerse [sic: ponerle], recatarse, etc.
El término abotargarse este diccionario aún no lo contempla.

Diccionario de Autoridades ataca la botarga con las siguientes acepciones.
Botarga: f. s. Una parte del traje que se trahía antiguamente, que cubría el muslo y la pierna, y era ancha. Pudo decirse cuasi Bota Larga, por ser toda de una pieza, que empezaba en la cintura, y llegaba hasta el tobillo.  Lat. Substrictum ad nates fubligar Hispaniense. Quev. Mus. 6. Romanc. 17: Andaba entonces el Cid/ mas galan que Gerineldos,/ con botarga coloráda,/ en figúra de pimiento.

Botarga: Vulgarmente se llama oy un vestido ridículo, que sirve de disfráz, y es todo de una pieza, que se mete por las piernas, y despues entran los brazos, y se abotóna con unos botónes gordos. Está hecho de vários colóres casados en contrário, para causar risa à los circunstantes. Lat. Persona, Larva, ae.

Botarga: Se llama tambien el sugéto que lleva este vestído en las mogigangas y entremeses, que se hacen en los theatros, para la diversión común. Lat. Parsonatus. Larvatus. Pant. part. 2. Rom. 18. Y estos justillos de vello/ con que naciste botarga,/ y en que tu fregona musa,/ sino se goza, se rasca.

Botarga: En Aragón llaman también à la figúra que se compone  de un pellejo u ódre, vestido de soldado, y con una carátula, y sirve de gracéjo en las fiestas de toros, que comunmente se dice Dominguillo de toros.

Botarga: Relléno de carne de puerco, partida en pedacitos à modo de longaniza. Trahe esta voz Covarrubias y quiere que sea del Bolus Griego, que significa pedazo. Lat. Botulus, Botellus, i. Rebolled. Ocios, fol. 195. Especie de salchichó o botarga pero mucho más apetitosa y regalada.

En cuanto al término abotargado, el Diccionario de Autoridades no lo recoge pero sí recoge ya el término abotagado y abotagarse sin la (-r-).
Quiere este diccionario que abotagarse venga a ser: v. r. Lo mismo que hincharse: efecto que suele causar el beber mucho. Es voz compuesta de la partícula A y del nombre Bota, por lo que ésta se hincha, ò con el aire, ò otra cosa que la introducen. Lat. Intuméscere in modum utris, inflari, distendi.

No me resultó suficiente como es natural detenerme ahí. ¿Qué había pasado con la -r-? ¿Cuándo se la había añadido? ¿Y por qué? Pero ¿Quién era yo para  poner en duda la etimología de los sabios autores del siglo XVIII?
Así es que en la búsqueda de respuestas a una pregunta del todo punto inútil: ¿Viene abotargado de botarga?, recurrí al Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico de Coromimas y Pascual y encontré lo que sigue.

Botarga: 'personaje de las compañías italianas de comedia, con vestido ajustado al cuerpo y calzas rojas largas', 'calzón ancho y largo como el del botarga', tomado del nombre de Stefanello Bottarga, actor italiano que se vestía de este modo; era propiamente apodo, tomado del ita. bottarga 'especie de caviar', el cual proviene del árabe butarih y éste del copto πιταριχον relacionado con el griego τάριχος,  -ους, 'salazón': carne o pescado salados'. 1º documento: h. 1580-90.
Un personaje "vestido de botarga" aparece ya en la comedia de Lope El verdadero amante, que el autor declara haber escrito a los doce años, afirmación probablemente exagerada, por lo menos en cuanto al texto definitivo que conocemos de esta comedia; con todo es de creer que éste no sea muy posterior a 1580; en todo caso se habla de "un gran tropel de ganasas y botargas" en una descripción de fiesta fechada en 1592, y en otra fiesta de 1599 salió el propio Lope de Vega vestido de botarga, "ábito italiano que hera todo de colorado", agregándose luego que esta "máscara de Estephanello Botarga" "representava el Carnal". Desde entonces las menciones de botargas en fiestas y representaciones son frecuentísimas en todo el primer tercio del siglo XVII; desde 1600 aparece luego el vocablo aplicado, a veces como masculino, otras como femenino, a una pieza de vestir típica, que en general será el calzón ancho, largo y colorado. El primer lexicógrafo que recoge el término es Covarrubias, quien afirma es "una especia de longaniza" de carne de cerdo; de Covarrubias toman el vocablo Oudin, en su ed. de 1616 (en la de 1607 está solo boutargues, "huevas de pescado en adobo", como voz francesa), Minsheu, Aut., la Acad. y otros, mientras que en una nomencaltura de 1629, y aún en las ediciones del propio Oudin, desde 1645, sólo se registra el cast. botarga en la ac. internacional de "huevas de pescado", 'caviar'; de suerte que es natural sospechar la falsedad de la definición 'longaniza', teniendo en cuenta la facilidad con que este lexicógrafo suele forjar acepciones supuestas, con miras a sus etimologías (en este caso pìensa en el lat. botulus 'intestino, embutido') y de hecho no se ha citado otra prueba de la existencia de esta acepción que un pasaje de un libro del Conde Rebolledo, publicado en 1660; no es prueba inequívoca (pues al fin podría tratarse todavía del caviar) y la fecha tan tardía comprueba el carácter secundario de esta acepción, indudablemente debida a una contaminación del verbo embutir y su familia, contaminación que pudo producirse en la mente del pueblo o sólo en la de los lexicógrafos. Sea de ello lo que quiera, en España el vocablo fue apenas conocido como nombre de manjar, sea embutido sea caviar, y sólo es frecuente en la literatura clásica como nombre de un personaje de mojiganga o bien de una prenda de vestir, y esto mismo sigue vigente en el folclore de Guadalajara, etc.; detalles acerca del disfraz alcarreño llamado botarga, en RDTP IX. 467-92 (y passim en otros pasajes y tomos de esta revista). En cambio los demás idiomas europeos conocen el vocablo sólo en el sentido de caviar: ingl. botargo [1598], fr. boutargue [1534; con referencia a Marsella, fin s. XVIII], oc. boutargo, it. bottarga (buttagra ya en un Canto Carnacialesco, quizá del siglo XV).
La fuente inmediata debió de ser el árabe, donde el singular es bat raha [ya en Almacarí m. en 1631, y en un cuento egipcio de Las Mil y Una noches, SS. XIV-XV, Steiger, VRom. X. 47-48] y el plural se vocaliza variamente batarih o bitarih (probablemente también butarih, comp. Βοταριχου en una glosa en caracteres griegos: Dozzy, Suppl. I, 94); desde Alejandría u otro puerto de Levante entraría en Europa, quizá tanto por Marsella como por Italia; de todos modos parece claro que el castellano lo importó de este país. Este copto parece haber sufrido la aglutinación del artículo p- de este idioma; el griego τάριχος se halla desde Herodoto; para el origen definitivo, quizás armenio, vid. Lagarde, Göttinger Nachrichten 1886, 131-5, y Armenische Studien. La historia de la palabra castellana fue averiguada por la Prof. Matilde Goulard, en Melanges Karl Michaëlson (1952), pp. 198-216, donde quedan más detalles y documentación; para testimonios documetales del personaje Bottarga en Italia, V. p. 205; para apodos semejantes (Mortadella, Francatrippa, etc.) y para la actuación de la compañía de Bottarga en España, ya en 1583, V. p. 207.

Hasta aquí la información sobre botarga en el Corominas. Ninguna referencia bajo esta acepción a abotargado como derivado. Así es que, con cierto temblor, decidí ver la entrada -si venía- de abotargado.
Este fue el hallazgo:
Abotagarse, abotargarse, V. buétago

¿Qué era buétago? ¿Cómo que buétago? Fui.

Buétago, ant. santand., 'bofe, pulmón', origen incierto, quizá de una raíz romance BOTT- 'hinchazón', 'ojeto redondeado', de creación expresiva. [...] Derivados: Abotagarse 'inflarse' [princ. siglo XVIII], con variante abutagarse (en Quevedo y en Sorapán, y hoy en Bogotá: Cuervo, Ap., 794); la otra variante abotargarse que falta aún en Aut.y sólo aparece hacia 1750 es debida al influjo de BOTARGA por etimología popular.

Y aquí está, en buétago, la relación ajena entre botarga y abotargado, una simple cuestión de afecto popular y siento que el velo de Maya es esto, exactamente esto y que el mundo es un gran, descomunal botarga de mil colores que nos abotarga el entendimiento y nos impide huir de los fenómenos.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/06/2013 a las 13:18 | Comentarios {0}


En el invierno de 1973 Ludovico Samso encuentra una pelota pequeña en la terraza de su casa. La pelota es verde y tiene una franja blanca que abarca (o marca) todo su perímetro. Ludovico no coge la pelota y piensa, Está justo en el desagüe. Tendré que quitarla de ahí. Ni siquiera abre la puerta de la terraza; Ludovico Samso vive en Milano y el frío duele al amanecer. Se hace un cacao con leche. Desayuna en la misma cocina aunque hoy desearía hacerlo en la sala pero no quisiera despertar a Isabella Sarta, mujer con la que comparte su vida desde hace seis años. La sala está demasiado cerca del dormitorio. En su casa todo está demasiado cerca de todo. Apaga el neón. Desayuna en una oscuridad que amanece. Piensa en la pelota verde. Piensa en el dueño de la pelota verde. Piensa si su dueño la echará mucho de menos; si será un niño pequeño. Piensa si fuera él una pelota verde que aparece en la terraza de un desconocido, abandonado por el niño de quien era juguete; piensa en que siendo pelota verde con franja blanca fuera observado por un hombre que se llama Ludovico Samso que comparte su vida con una tal Isabella Sarta que no abre la puerta de la terraza para cogerla porque hace mucho frío y quizá el frío pudiera llegar -todo está tan cerca- a la nariz de su compañera y ese frío la hiciera despertar. ¿Por qué no quiere Ludovico que Isabella despierte? se pregunta la pelota verde con franja blanca que es en realidad Ludovico pensando que él es la pelota verde.
Ludovico se levanta de la silla de la cocina en esa mañana de invierno de 1973 y pega su nariz al cristal de la puerta de la terraza y clava su mirada en la pelota, la pequeña pelota. Imagina que abre la puerta, siente un escalofrío, incluso antes de inclinarse para cogerla, se lleva los brazos a los costados y exhala vaho como cuando era un niño. Coge la pelota que es esponjosa casi casi algodón de azúcar. La huele. La aprieta. Mira abajo por si diera la casualidad de que un niño le mirara a él, a la espera. Imagina que no hay nadie en el patio; imagina que deja la pelota encima de la mesa -antes, decide, la lava en el fregadero- y en una hoja del cuadernito de los recados que nunca se han de olvidar, escribe: Para Isabella porque la felicidad es redonda.
Llaman a la puerta. Ludovico sale de su ensueño. Siente de repente la realidad entrando como un vendaval en su imaginación. Seguro que el timbre habrá despertado a Isabella. Arrastra las zapatillas hasta la puerta. Mira por la mirilla. Es una mujer con un niño de no más de seis años. Quisiera no abrir y abre. La mujer sonríe y pregunta por la pelota verde con franja blanca. Ludovico mira al niño que fía toda su felicidad mañanera en la respuesta de Ludovico.
Es una fría mañana de invierno de 1973 en la ciudad de Milano. Isabella se habrá despertado. Quisiera haberse ido sin haberla visto. La pelota en la terraza. Isabella en bata, tras él, con los ojos hinchados. Ludovico niega la pelota verde en su terraza. Cierra la puerta. Se miran Isabella y Ludovico.
Amarcord
Amarcord

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/06/2013 a las 18:42 | Comentarios {2}


Algodón rojo enhebrado en el ojo de una aguja
Algodón rojo enhebrado en el ojo de una aguja
La ciudad. El calor. El olor. El parque del Retiro y antes la historia de una profesora mala. ¿Hay malas profesoras? O son personas malas que trasladan sus frustraciones a sus alumnos. ¿Malas en qué sentido? Éticamente. ¿Qué éticamente?

El viejo instituto. Las escaleras. El salón de actos. El director del centro. La biblioteca del Beatriz Galindo cerrada mientras se ha hecho una obra de cristal y mamparas. ¿Qué se enseña en las escuelas?

Los padres. Los profesores. Los alumnos. Comenta el jefe de estudios: No es malo para la vida de las personas encontrarse con profesores duros. Le contestamos que no es de dureza de lo que estamos hablando sino de injusticia. Y que encontrarse la injusticia supone dolerse del mundo y también supone la posibilidad de que ante ella los chicos sepan que no están solos y que se puede luchar... y quizá vencer.

Luego conversación extramuros del Instituto de varios padres. Intuyo cierta tristeza (todo es representación, quizá sea representación de mi tristeza) en el esfuerzo y la burocracia que ha de hacerse y pienso, ¿cómo se va a llevar a buen término una reprobación de una funcionaria por los cauces oficiales? Los cauces oficiales están hechos para que la funcionaria siga pasando la vida entre alumnos a los que seguirá machacando. Eso pienso porque soy un descreído de los cauces oficiales. Descreo de la articulación del mundo en el que vivo.

Camino por la calle Claudio Coello hacia el metro de Retiro. Tengo una cita extraña. En la esquina con la calle del Príncipe en la plaza de Canalejas espero a que aparezca R. el cual a su vez me va  a presentar a su novia A. con la cual irá su amiga D. con la que iré a un concierto de Ólafur Arnalds. Frente a mí en la esquina están dos mujeres charlando. Yo me lío un cigarrillo. Pasa un tiempo. El calor. Madrid. Los olores. Los olores de Madrid un día de verano (porque ya es verano; hemos pasado del invierno al verano en 13 horas). La que luego sabré que es A., se me acerca y me pregunta si yo soy F. (R. aún no ha llegado). Le contesto que sí. Se acerca D. Nos presentamos. Aparece R.

Y de repente estoy en otra época de mi vida. La sensación es la de tener veinte años (de hecho creo que siempre he tenido veinte años. Nada más nacer ya tenía veinte años). Hemos quedado con unas chicas. Vamos a comer algo. Luego un concierto. Tengo esa sensación aunque en la conversación aparezcan nuestros hijos (todos tenemos hijos. La especie se renueva. La Voluntad se disgrega una y otra vez en pequeñas voluntades). Reímos, bebemos, charlamos, comemos unas pizzas. Ellas se dicen un secreto con los ojos. Nosotros no nos enteramos de nada. Salimos de allí.

A. y R. se van. Nos quedamos D. y yo en la cola de entrada al concierto (curiosamente el concierto es en el teatro Reina Victoria donde hace unas semanas vi una obra de teatro. De hecho la escenografía de esa obra está tapada con grandes lienzos negros tras los músicos. También de negro los músicos) . Calor. Un coche de policía que se equivoca de calle. Tumulto. Esquina. Me siento cómodo por el Imperio Romano, por la conversación más distendida que menos con una mujer a la que no había visto en mi vida.

El concierto es tan islandés que me parece curioso que el día decline tan melancólica y repetitivamente hacia su final (la imagen de la costa negra de Vik con pequeñas emanaciones de vapor -o calor-).  ¿Por qué Ólafur no nos presentó a la violinista y sí a la violonchelista? ¿Por qué está última hizo un solo y no así la violinista? Preguntas para el relato de un concierto corto.

D. debía marcharse. Nos despedimos tras fumar un cigarrillo (los dos fumamos ¡aleluya!) en la acera de la Carrera de San Jerónimo. Nos dijimos repetir algún día. Yo tomé un taxi hasta mi coche al que había dejado aparcado en el Instituto donde por la tarde había discutido con un jefe de estudios la reprobación de una de los suyos. La ciudad de noche. La salida. La carretera. El puerto. El costado izquierdo. Un zumo. Una pastilla. Algo de Borges. El sueño.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/06/2013 a las 11:02 | Comentarios {0}


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