¿Dónde estaba la señal? Cuando habla atiende esa llama cerebral, esa intuición a priori, la descarga eléctrica que despierte la atención del mamífero. Cuando escucha, Te echo de menos hay una conexión directa entre su oído, su cerebro y su verga. Entonces sonríe y la tarde adquiere la consistencia de las olas (undosa tarde/ gime en mi oído su gemido/ y jalea con el vuelo de los vencejos/ la humedad y su pubis.)
Hay en el aire de esta mañana el peso del calor y la música de un músico canadiense que se arruinó dos veces; una constelación de estrellas invisibles por el azul se desplaza de nuevo hacia su origen; la agonía del segundo anterior ha dejado de tener interés; el olor suyo invade el salón. ¿Son esas las señales? Entonces se dice: esta mañana sugerí en el paseo de las nueve y media al perro que gruñía tras la verja que debía mover más el rabo y cuando me acercaba a la vuelta de la esquina, donde los gatos toman el sol, me sorprendió la cercanía de la encina y la sobriedad de sus labios. Luego tuve el impulso de sentarme y juguetear con una lata de cerveza vacía. Sólo cuando vi acercarse a la mujer con mellizos recordé que ya no era un niño y que nunca más iría montado en cochecito. En calle de los Pijos recordó a su hija y una imagen que ella había escrito: Bajo la luna llena la nevera con cadáver se hundió en el lago. Así era por mucho que la noche anterior, en conversación, las cuitas de los hombres surgieran y fueran latigazos al corazón y camas solas y paseos y faros y desdenes y carencia y fin y ¡ay!
Ahora ha vuelto y al mirar el tiempo lo ha descubierto capicua. Va a estudiar otra lengua. Va a alimentar al sauce japones. Va a desear que las nubes que parecían venir del norte se vayan asentando para que quizás esta nueva tarde, esta tarde única para siempre, irrepetible y no eterna (nada podrá ya ser eterno), la tormenta se haga oír y el perrillo, ancestral en sus miedos, se meta bajo la mesa, con las orejas pegadas y gachas a la espera de que el horror de los truenos abandone el pueblo y todo vuelva a ser como antes, cuando el cielo no amenazaba con resquebrajarse y caer a pedazos sobre el mundo.
Hay en el aire de esta mañana el peso del calor y la música de un músico canadiense que se arruinó dos veces; una constelación de estrellas invisibles por el azul se desplaza de nuevo hacia su origen; la agonía del segundo anterior ha dejado de tener interés; el olor suyo invade el salón. ¿Son esas las señales? Entonces se dice: esta mañana sugerí en el paseo de las nueve y media al perro que gruñía tras la verja que debía mover más el rabo y cuando me acercaba a la vuelta de la esquina, donde los gatos toman el sol, me sorprendió la cercanía de la encina y la sobriedad de sus labios. Luego tuve el impulso de sentarme y juguetear con una lata de cerveza vacía. Sólo cuando vi acercarse a la mujer con mellizos recordé que ya no era un niño y que nunca más iría montado en cochecito. En calle de los Pijos recordó a su hija y una imagen que ella había escrito: Bajo la luna llena la nevera con cadáver se hundió en el lago. Así era por mucho que la noche anterior, en conversación, las cuitas de los hombres surgieran y fueran latigazos al corazón y camas solas y paseos y faros y desdenes y carencia y fin y ¡ay!
Ahora ha vuelto y al mirar el tiempo lo ha descubierto capicua. Va a estudiar otra lengua. Va a alimentar al sauce japones. Va a desear que las nubes que parecían venir del norte se vayan asentando para que quizás esta nueva tarde, esta tarde única para siempre, irrepetible y no eterna (nada podrá ya ser eterno), la tormenta se haga oír y el perrillo, ancestral en sus miedos, se meta bajo la mesa, con las orejas pegadas y gachas a la espera de que el horror de los truenos abandone el pueblo y todo vuelva a ser como antes, cuando el cielo no amenazaba con resquebrajarse y caer a pedazos sobre el mundo.
¿Fue por la súplica que Siringa hizo a las náyades para que la convirtieran en caña ante el acoso de Pan?
¿Es la tristeza de la flauta de caña lo que se entromete en este día de agosto?
¿O la perfección en las proporciones entre cobre, estaño, antimonio y plata para la construcción de una campana?
¿Hay continente oculto?
¿Por qué saber que el tiempo también es finito como la vida de la rosa o la del sicomoro, produce esa sensación de nostalgia por la infinitud?
Saber que todo es representación, que nada es conocido en sí. Buscar en la pasión por entender un sentido a las siete y cuarto de esta tarde.
También será el cansancio del esfuerzo (tan útil a las articulaciones).
¿Es la tristeza de la flauta de caña lo que se entromete en este día de agosto?
¿O la perfección en las proporciones entre cobre, estaño, antimonio y plata para la construcción de una campana?
¿Hay continente oculto?
¿Por qué saber que el tiempo también es finito como la vida de la rosa o la del sicomoro, produce esa sensación de nostalgia por la infinitud?
Saber que todo es representación, que nada es conocido en sí. Buscar en la pasión por entender un sentido a las siete y cuarto de esta tarde.
También será el cansancio del esfuerzo (tan útil a las articulaciones).
Ayer él hubiera escrito lo siguiente:
"Hay en mí el microscopio. Una lente agranda lo pequeño. Diría si fuera él: lo que no existe. En la contemplación de un fenómeno natural extraigo la savia de esto que escribo si lo hubiera escrito. Al no escribirlo. Al decidir no escribirlo nunca, siento que hay en mí el microscopio.
Desoigo las voces que me enseñan una longitud extraordinaria y afirmo, con los conocedores, que la música tiene un 99% de matemáticas. Que caiga luego la tormenta o que la bandada de grullas tenga el latido de un amor es algo que en absoluto puedo soñar.
He atado mis manos a las suyas. He subido la cuesta que conduce a lo alto y desde allí, con esta desarmonía mía, he gritado un nombre propio y doce comunes. El resultado ha sido un río y doce formas de pez.
La noche me llevo a su pecho.
Como no he querido desviar la realidad de su curso natural, todo es una recta (con el peligro que conlleva toda recta) infinita (entiéndase este adjetivo de la forma más absurda posible. Por mucho que me esfuerce soy incapaz de imaginar el infinito. De hecho soy incapaz de imaginar dos millones de kilómetros. De hecho soy incapaz de comprender que en mi interior se distribuyen unos 120.000 kilómetros de arterias y venas). Quizá por eso decido dibujar como una línea recta la realidad y junto con los sabios norteamericanos rechazo la geometría euclidiana y algunas cuantas cosas más.
En este punto y aparte, se descubrió el culo sucio de la luna.
Y en este otro la crueldad de un sol que se está destruyendo a sí mismo.
Es cierto que hubiera querido acudir -si hubiera escrito lo que no voy a escribir- a unas imágenes muy bien estudiadas por Joseph Campbell, en las cuales se demuestra el terror de los hombres a su propio planeta. Todo es tierra.
Afirmo, en cambio, (y esto sí lo escribo) que la luz de la mañana ha sido clara y que el llanto del niño a las siete y media me ha sacado de un sueño al que creía tener derecho (evidentemente el niño no era consciente ni de mí, ni de mi sueño, ni de mi derecho. O no tan evidente. No, no tan evidente) y cuando la realidad ha cambiado he sentido unas inmensas ganas de estar.
Heráclito no era tan majo. En el fondo él se dolía de que todo fluyera. Él pertenecía a la clase dominante (la que quiere que todo permanezca).
Los bolígrafos están tumbados.
El libro de inglés se expresa en su idioma.
El café se contiene en los límites de la taza.
La madera de la mesa aguantará un día más.
La pantalla de la lámpara se duele de ser gris.
El ratón roe.
El cuadro es rectangular.
Las paredes empiezan a mostrar la suciedad del blanco (referencia al sucio culo de la luna en la arquitectura prêt-a-porter).
Los pasos del animal vuelven a ser cautos.
A lo lejos se oyen las risas de seis mujeres.
Son las once.
En Moscú los bípedos hacen deporte.
Y parece que mañana existirá*".
* Nota del transcriptor de lo que él hubiera escrito ayer: Para la de la foto no. Le quedaba un piso para morir.
"Hay en mí el microscopio. Una lente agranda lo pequeño. Diría si fuera él: lo que no existe. En la contemplación de un fenómeno natural extraigo la savia de esto que escribo si lo hubiera escrito. Al no escribirlo. Al decidir no escribirlo nunca, siento que hay en mí el microscopio.
Desoigo las voces que me enseñan una longitud extraordinaria y afirmo, con los conocedores, que la música tiene un 99% de matemáticas. Que caiga luego la tormenta o que la bandada de grullas tenga el latido de un amor es algo que en absoluto puedo soñar.
He atado mis manos a las suyas. He subido la cuesta que conduce a lo alto y desde allí, con esta desarmonía mía, he gritado un nombre propio y doce comunes. El resultado ha sido un río y doce formas de pez.
La noche me llevo a su pecho.
Como no he querido desviar la realidad de su curso natural, todo es una recta (con el peligro que conlleva toda recta) infinita (entiéndase este adjetivo de la forma más absurda posible. Por mucho que me esfuerce soy incapaz de imaginar el infinito. De hecho soy incapaz de imaginar dos millones de kilómetros. De hecho soy incapaz de comprender que en mi interior se distribuyen unos 120.000 kilómetros de arterias y venas). Quizá por eso decido dibujar como una línea recta la realidad y junto con los sabios norteamericanos rechazo la geometría euclidiana y algunas cuantas cosas más.
En este punto y aparte, se descubrió el culo sucio de la luna.
Y en este otro la crueldad de un sol que se está destruyendo a sí mismo.
Es cierto que hubiera querido acudir -si hubiera escrito lo que no voy a escribir- a unas imágenes muy bien estudiadas por Joseph Campbell, en las cuales se demuestra el terror de los hombres a su propio planeta. Todo es tierra.
Afirmo, en cambio, (y esto sí lo escribo) que la luz de la mañana ha sido clara y que el llanto del niño a las siete y media me ha sacado de un sueño al que creía tener derecho (evidentemente el niño no era consciente ni de mí, ni de mi sueño, ni de mi derecho. O no tan evidente. No, no tan evidente) y cuando la realidad ha cambiado he sentido unas inmensas ganas de estar.
Heráclito no era tan majo. En el fondo él se dolía de que todo fluyera. Él pertenecía a la clase dominante (la que quiere que todo permanezca).
Los bolígrafos están tumbados.
El libro de inglés se expresa en su idioma.
El café se contiene en los límites de la taza.
La madera de la mesa aguantará un día más.
La pantalla de la lámpara se duele de ser gris.
El ratón roe.
El cuadro es rectangular.
Las paredes empiezan a mostrar la suciedad del blanco (referencia al sucio culo de la luna en la arquitectura prêt-a-porter).
Los pasos del animal vuelven a ser cautos.
A lo lejos se oyen las risas de seis mujeres.
Son las once.
En Moscú los bípedos hacen deporte.
Y parece que mañana existirá*".
* Nota del transcriptor de lo que él hubiera escrito ayer: Para la de la foto no. Le quedaba un piso para morir.
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/08/2013 a las 10:14 | {0}
Desde la persecución
En la estación
Salto
Tenía los ojos
Leyó unas palabras
Saboreó la erótica de la(s) braga(s)
Quiso
Había subido la temperatura
La erección
Un viejo zigurat se figuró como imagen en la última división
Viaje
Soliloquio del farero (espera)
Desnudar su cuerpo
La tarde callada
Dejarlo vestido
A sus espaldas
La intención de rodar rostros
¿Por qué?
Los camisones de raso guardados en delicadas
Por la espalda
Vértebras, pensó
Luego
Descubre tarde que aquella cueva era la cueva
Besa el pezón de la mujer que está lejos
Desueña la calima
Alza los brazos
El cuello
La regla
Sonó la campana y el viento
Idioma (siente idioma como se siente palma)
La lluvia
La montaña
Vishnu dormita
Anillo anillo anillo
Robó la calma el astro y su secuela
I love you, baby, I love you
Un pie una zarza una espiral y un trébol.
En la estación
Salto
Tenía los ojos
Leyó unas palabras
Saboreó la erótica de la(s) braga(s)
Quiso
Había subido la temperatura
La erección
Un viejo zigurat se figuró como imagen en la última división
Viaje
Soliloquio del farero (espera)
Desnudar su cuerpo
La tarde callada
Dejarlo vestido
A sus espaldas
La intención de rodar rostros
¿Por qué?
Los camisones de raso guardados en delicadas
Por la espalda
Vértebras, pensó
Luego
Descubre tarde que aquella cueva era la cueva
Besa el pezón de la mujer que está lejos
Desueña la calima
Alza los brazos
El cuello
La regla
Sonó la campana y el viento
Idioma (siente idioma como se siente palma)
La lluvia
La montaña
Vishnu dormita
Anillo anillo anillo
Robó la calma el astro y su secuela
I love you, baby, I love you
Un pie una zarza una espiral y un trébol.
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/08/2013 a las 11:35 | {0}Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. J. Corominas y J. A. Pascual. Editado por Gredos. 1991. Vol. IV
QUERER: del lat. Quaerere 'buscar', 'inquirir', 'pedir'; en el sentido de 'amar' parece ser forma abreviada de querer bien. 1ª doc: orígenes (Glosas Silenses, 2ª mitad s.X).
Donde "penitentiam negat" está explicado por "non quisieret dare" (nº 105), y "retineri voluerit" por "kisieret tenere" (nº 287). Es ya frecuente en docs. medio romances del siglo XI (ejs. desde 1022 en Oelschl.), en el Cid, y figura en una harga transmitida por un poeta de la 2ª mitad del siglo XI (Al-And. XVII, 74), desde luego en la literatura cast. de todas las épocas. La innovación semántica en cuya virtud el lat. Quaerere 'buscar', 'pedir', tomó sentido volitivo es propia del cast., el port. y parte del sardo; en port. es también general desde los textos más arcaicos [doc. de 999, etc., en Cortesao], en Cerdeña es propia del dialecto logudorés, donde ya es normal en los docs. más antiguos, s. XIII (M-L., Altlogud), no de las hablas del Sur ni del Extremo Norte, que conservan VELLE, como los demás romances: campid. y sasarés, bòlliri, cat., oc. voler, etc.; en estas otras lenguas romances QUAERERE conserva su significado latino. La separación entre las dos áreas no siempre fue absoluta, pues en el Cid y algún otro texto arcaico se hallan ejemplos donde querer está todavía cerca del valor etimológico de 'procurar, buscar' (tuerto non querades vos, Cid, 3600, querer el derecho 3549); y viceversa en los romances fieles a VELLE se encuentran huellas sueltas de una tendencia fracasada en el mismo sentido que el castellano.
Como es natural es en cat. ant. donde ello es más preceptible, en textos de los ss. XIII y XIV, p. ej. en los Set Savis: "be veem tot dia/ lo fiyll la mort del payra desige,/ car li fa goig la heretat/ de sso que·l para ha guassanyat; / e si·l para res no ha/ muyra si ·s vol com se querrá,/ que·l fiyil no estarà ab eyll"; pero también se encuentran casos análogos en fr. ant., por lo menos en oraciones negativas y en combinación con un infinitivo: celer ne le vous quier, ja mes ne quier dire mon nom (ss. XII-XIV, en ciertas regiones). No vacilemos en hacer remontar este notable cambio semántico hasta el latín vulgar. Ya en la Antigüedad puede quaerere tomar el sentido de 'desear, esforzarse por' cuando acompaña a un infinitivo en frases como la de Horacio "speciosa quaerere pascere tigres" (Od. III, xxvii, 56); en el periodo clásico está esto limitado a ciertos poetas, pero luego aparece en algún prosista de la Edad de Plata y sobre todo se hace normal en los Padres de la Iglesia y otros autores cristianos, en particular Lucífero de Cáller, que en tantos rasgos de vocabulario anuncia ya el romance hispánico y el de su isla nativa (narrare 'decir' = sardo nàrere; perfidia 'herejía' = cast. porfía). De todos modos no parece que llegara a emplearse por entonces como mero sinónimo de velle.
Sea como quiera, desde 'desear' a 'querer' no había más que un paso, y éste lo daría pronto el latín vulgar clásico. Buena comprobación de esta fecha muy antigua es la desaparición total de VELLE en castellano, desaparición sin huellas, con la única excepción de las voces pronominales, exclusivas de Berceo, sivuelqual 'cualquiera' ( o sivuelque por cruce con qualque) y sivuelquando 'cualquier día, algún día', continuación inmediata de QUIVIS + SE reflex. (cat. qualsevol; en orden opuesto en cast. y con metafonía sevuel > sivuel). Aun en sus empleos gramaticalizados fue sustituido VELLE en España por el neológico QUAERERE, y así nacieron las conjunción quier 'o, ora', calco de la disyuntiva latina vel (Gral. Est. en RFE XV, 44; J. Ruiz, 518b; Sem Tob 448; y todavía en el Quijote, Cl. C. V, 13), el adverbio siquiera y los pronominales qualquier(a), doquiera, cuandoquiera, comoquiera, calcados de quivis, quandolibet, etc.
Por otra parte no pararon aquí las innovaciones semánticas del español. Querer aparece ya como sinónimo de 'amar' en el Poema del Cid: "a las sus fijas en braços las prendía:/ lególas al coraçon ca mucho las quería;/ lora de los ojos, tan fuertemientre sospira:/ -ya donna Ximena, la mi muger tan conplida,/ commo la mi alma yo tanto vos quería" (vv. 276, 279); desde entonces es corriente en todas las épocas (J. Ruiz, etc.), y desde hace mucho se ha convertido en la única expresión popular de esta idea. V. la explicación, harto metafísica, que da Spitzer de la ac. 'amar' (Fs. Gamilscheg, 1957, 575-8, ampliado en MLN LXXIV, 147.8). Dudo que se trate de estas regiones nebulosas. Que donde existen los dos níveles estilísticos, solemne y familiar, para la expresión de la idea de 'amar', la distinción no desaparece, es algo contradicho también por el catalán, donde estimar es ya el único vocablo vivo. En lo de que querer 'amar' venga de la idea de voluntad, Spitzer parece tener razón en gran parte.
Un cambio semántico análogo se registra en otros romances, con el descendiente de VELLE: calabr. y pullés, illu a vòdi assai 'la ama mucho', Gardena s'ulai 'estar enamorado?; Rohfls (Bayerische Sitzungsber., 1944-6, v, 39) piensa en un calco del gr. mod. (Θέλω τό χοριτσι) pero el testimonio alpino y el hispánico prueban que esto no es necesario; más bien habría que tomar en cuenta la posibilidad de que en el Sur de Italia se calcara del castellano, que es indudablemente como hay que juzgar el val. voler 'amar', puesto que tal ac. es reciente en este idioma y ajena a las demás hablas catalanas. Sin embargo, lo más probable, en vista del paralelismo griego, es que en España, en Italia, en los Alpes se trate de evoluciones independientes aunque concordes. Acerca de la explicación semántica puede también discreparse; cabe pensar en una relación directa con el sentido lat. 'desear', a base del deseo amoroso, pero esto es poco probable en vista de que quaerere sólo tiene ese valor en compañía de un infinitivo; más convincente es que se partiera de la idea de posesión amorosa: uno quiere para sí el ser amado; o de la aceptación que es necesaria para el amor, como sugieren los versos de Ventadorn y de Arnaut Daniel "de cui que·m volha serai drutz", "que s'autra·n voil ni·n denh, donc si'eu cecs".
Pero sobre todo hay que tener muy en cuenta la existencia de la perífrasis voler be(ne) que además de `querer el bien (de alguno)' se hace sinónimo de 'amar' y con este sentido tiene grande extensión en it., oc., cat, etc. También se ha dicho querer bien por 'amar' en castellano, y ya en fecha tan temprana como la de Berceo (Mil., 76c: "querié de coraçon bien a Santa María"; "bien querer: bene volo en Nebr.), y de ahí es sin duda abreviación el querer del Cid. Lo que más me parece apoyar esta opinión es el estado de cosas portugués. En este idioma tal sentido de querer es usual en la actualidad y ya lo era en el s. XIV (ejs. de Falcao y de Moraes Cabral en Vieira), pero es notable que, conforme a los dicc., se emplee en este caso sólo como recíproco (querer-se, según los brasileños Lima-Barroso) o de preferencia como intransitivo (Fig.): queria.lhe muito, elipsis manifiesta de queria-le muito bem. De hecho, los únicos testimonios medievales que me son conocidos contienen querer ben con el sentido de 'amar': así constantemente en el Cancioneiro da Ajuda (como recalca C. Michaëlis en su completo glosario RL. XXIII, 75), en Don Denís (comprobado en todos los casos que menciona Lang en su ed., p. 165), en García de Guillaude (ed. Nobiling, vv. 3 y 9), etc.; y nótese que tal grupo fraseológico se construye a veces como intransitivo (queiro-lhis bem en Guillaude), pero aún es más común que funcione como un verdadero verbo transitivo: " quix bem, amigos, e quer e querrei/ ua molher..." "a mim fez gram bem querer/ Amor ua molher tal", "ca meu coraçon nom é,/ nem será, per boa fe,/ se nom do que quero bem" (Don Dennis, vv. 654, 1347, 1445): está claro, pues, que esta perífrasis estaba ya convirtiéndose en el verbo simple catellano, y que en ella sólo obraba bem como un adminículo superfluo y aun perturbador. [...]
Donde "penitentiam negat" está explicado por "non quisieret dare" (nº 105), y "retineri voluerit" por "kisieret tenere" (nº 287). Es ya frecuente en docs. medio romances del siglo XI (ejs. desde 1022 en Oelschl.), en el Cid, y figura en una harga transmitida por un poeta de la 2ª mitad del siglo XI (Al-And. XVII, 74), desde luego en la literatura cast. de todas las épocas. La innovación semántica en cuya virtud el lat. Quaerere 'buscar', 'pedir', tomó sentido volitivo es propia del cast., el port. y parte del sardo; en port. es también general desde los textos más arcaicos [doc. de 999, etc., en Cortesao], en Cerdeña es propia del dialecto logudorés, donde ya es normal en los docs. más antiguos, s. XIII (M-L., Altlogud), no de las hablas del Sur ni del Extremo Norte, que conservan VELLE, como los demás romances: campid. y sasarés, bòlliri, cat., oc. voler, etc.; en estas otras lenguas romances QUAERERE conserva su significado latino. La separación entre las dos áreas no siempre fue absoluta, pues en el Cid y algún otro texto arcaico se hallan ejemplos donde querer está todavía cerca del valor etimológico de 'procurar, buscar' (tuerto non querades vos, Cid, 3600, querer el derecho 3549); y viceversa en los romances fieles a VELLE se encuentran huellas sueltas de una tendencia fracasada en el mismo sentido que el castellano.
Como es natural es en cat. ant. donde ello es más preceptible, en textos de los ss. XIII y XIV, p. ej. en los Set Savis: "be veem tot dia/ lo fiyll la mort del payra desige,/ car li fa goig la heretat/ de sso que·l para ha guassanyat; / e si·l para res no ha/ muyra si ·s vol com se querrá,/ que·l fiyil no estarà ab eyll"; pero también se encuentran casos análogos en fr. ant., por lo menos en oraciones negativas y en combinación con un infinitivo: celer ne le vous quier, ja mes ne quier dire mon nom (ss. XII-XIV, en ciertas regiones). No vacilemos en hacer remontar este notable cambio semántico hasta el latín vulgar. Ya en la Antigüedad puede quaerere tomar el sentido de 'desear, esforzarse por' cuando acompaña a un infinitivo en frases como la de Horacio "speciosa quaerere pascere tigres" (Od. III, xxvii, 56); en el periodo clásico está esto limitado a ciertos poetas, pero luego aparece en algún prosista de la Edad de Plata y sobre todo se hace normal en los Padres de la Iglesia y otros autores cristianos, en particular Lucífero de Cáller, que en tantos rasgos de vocabulario anuncia ya el romance hispánico y el de su isla nativa (narrare 'decir' = sardo nàrere; perfidia 'herejía' = cast. porfía). De todos modos no parece que llegara a emplearse por entonces como mero sinónimo de velle.
Sea como quiera, desde 'desear' a 'querer' no había más que un paso, y éste lo daría pronto el latín vulgar clásico. Buena comprobación de esta fecha muy antigua es la desaparición total de VELLE en castellano, desaparición sin huellas, con la única excepción de las voces pronominales, exclusivas de Berceo, sivuelqual 'cualquiera' ( o sivuelque por cruce con qualque) y sivuelquando 'cualquier día, algún día', continuación inmediata de QUIVIS + SE reflex. (cat. qualsevol; en orden opuesto en cast. y con metafonía sevuel > sivuel). Aun en sus empleos gramaticalizados fue sustituido VELLE en España por el neológico QUAERERE, y así nacieron las conjunción quier 'o, ora', calco de la disyuntiva latina vel (Gral. Est. en RFE XV, 44; J. Ruiz, 518b; Sem Tob 448; y todavía en el Quijote, Cl. C. V, 13), el adverbio siquiera y los pronominales qualquier(a), doquiera, cuandoquiera, comoquiera, calcados de quivis, quandolibet, etc.
Por otra parte no pararon aquí las innovaciones semánticas del español. Querer aparece ya como sinónimo de 'amar' en el Poema del Cid: "a las sus fijas en braços las prendía:/ lególas al coraçon ca mucho las quería;/ lora de los ojos, tan fuertemientre sospira:/ -ya donna Ximena, la mi muger tan conplida,/ commo la mi alma yo tanto vos quería" (vv. 276, 279); desde entonces es corriente en todas las épocas (J. Ruiz, etc.), y desde hace mucho se ha convertido en la única expresión popular de esta idea. V. la explicación, harto metafísica, que da Spitzer de la ac. 'amar' (Fs. Gamilscheg, 1957, 575-8, ampliado en MLN LXXIV, 147.8). Dudo que se trate de estas regiones nebulosas. Que donde existen los dos níveles estilísticos, solemne y familiar, para la expresión de la idea de 'amar', la distinción no desaparece, es algo contradicho también por el catalán, donde estimar es ya el único vocablo vivo. En lo de que querer 'amar' venga de la idea de voluntad, Spitzer parece tener razón en gran parte.
Un cambio semántico análogo se registra en otros romances, con el descendiente de VELLE: calabr. y pullés, illu a vòdi assai 'la ama mucho', Gardena s'ulai 'estar enamorado?; Rohfls (Bayerische Sitzungsber., 1944-6, v, 39) piensa en un calco del gr. mod. (Θέλω τό χοριτσι) pero el testimonio alpino y el hispánico prueban que esto no es necesario; más bien habría que tomar en cuenta la posibilidad de que en el Sur de Italia se calcara del castellano, que es indudablemente como hay que juzgar el val. voler 'amar', puesto que tal ac. es reciente en este idioma y ajena a las demás hablas catalanas. Sin embargo, lo más probable, en vista del paralelismo griego, es que en España, en Italia, en los Alpes se trate de evoluciones independientes aunque concordes. Acerca de la explicación semántica puede también discreparse; cabe pensar en una relación directa con el sentido lat. 'desear', a base del deseo amoroso, pero esto es poco probable en vista de que quaerere sólo tiene ese valor en compañía de un infinitivo; más convincente es que se partiera de la idea de posesión amorosa: uno quiere para sí el ser amado; o de la aceptación que es necesaria para el amor, como sugieren los versos de Ventadorn y de Arnaut Daniel "de cui que·m volha serai drutz", "que s'autra·n voil ni·n denh, donc si'eu cecs".
Pero sobre todo hay que tener muy en cuenta la existencia de la perífrasis voler be(ne) que además de `querer el bien (de alguno)' se hace sinónimo de 'amar' y con este sentido tiene grande extensión en it., oc., cat, etc. También se ha dicho querer bien por 'amar' en castellano, y ya en fecha tan temprana como la de Berceo (Mil., 76c: "querié de coraçon bien a Santa María"; "bien querer: bene volo en Nebr.), y de ahí es sin duda abreviación el querer del Cid. Lo que más me parece apoyar esta opinión es el estado de cosas portugués. En este idioma tal sentido de querer es usual en la actualidad y ya lo era en el s. XIV (ejs. de Falcao y de Moraes Cabral en Vieira), pero es notable que, conforme a los dicc., se emplee en este caso sólo como recíproco (querer-se, según los brasileños Lima-Barroso) o de preferencia como intransitivo (Fig.): queria.lhe muito, elipsis manifiesta de queria-le muito bem. De hecho, los únicos testimonios medievales que me son conocidos contienen querer ben con el sentido de 'amar': así constantemente en el Cancioneiro da Ajuda (como recalca C. Michaëlis en su completo glosario RL. XXIII, 75), en Don Denís (comprobado en todos los casos que menciona Lang en su ed., p. 165), en García de Guillaude (ed. Nobiling, vv. 3 y 9), etc.; y nótese que tal grupo fraseológico se construye a veces como intransitivo (queiro-lhis bem en Guillaude), pero aún es más común que funcione como un verdadero verbo transitivo: " quix bem, amigos, e quer e querrei/ ua molher..." "a mim fez gram bem querer/ Amor ua molher tal", "ca meu coraçon nom é,/ nem será, per boa fe,/ se nom do que quero bem" (Don Dennis, vv. 654, 1347, 1445): está claro, pues, que esta perífrasis estaba ya convirtiéndose en el verbo simple catellano, y que en ella sólo obraba bem como un adminículo superfluo y aun perturbador. [...]
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/08/2013 a las 10:49 | {1}
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Cuentecillos
Colección
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Miscelánea
Tags : Agosto 2013 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/08/2013 a las 10:53 | {0}