Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Iñaki Gabilondo
Iñaki Gabilondo
Con el Nocturno nº 7 de Chopin se despidió anoche Iñaki Gabilondo en su programa de información Hoy que se emitía por la cadena del Grupo Prisa CNN+.
Iñaki Gabilondo es uno de los mejores periodistas españoles que yo haya tenido el gusto de escuchar y de ver. Durante muchos años presentó el programa de radio Hoy por hoy de la cadena SER. Iñaki, donostiarra de pro, tiene entre sus grandes cualidades la capacidad de saber escuchar. Para poder hacer una buena entrevista lo importante no son las preguntas sino la escucha de la respuesta. Siendo valiente nunca es grosero; siendo brillante nunca es soberbio.
Guardo en mis archivos la emisión de su programa durante los tres días que sacudieron a este país tras el atentado del 11 de marzo. Su voz se tiñó, desde el primer momento, de tal solemnidad y emoción que me llegaron a lo más profundo del dolor. Su contención en las críticas, su apuesta por la mesura, son clases magistrales de periodismo en directo.
No sé si es un síntoma pero que una cadena de información sensata y equilibrada, una cadena donde las tertulias políticas no están cargadas de insultos e infamias, en las que los periodistas no hacen alardes de ideología sino de información, se vaya al traste mientras los vocingleros de otras cadenas siguen lanzando sus proclamas patrióticas, sus insultos sin medida, sus insidias sin descanso, sus venganzas personales revestidas de información contrastada continúen ahí, me da que pensar.
Nocturno como oscuridad. Nocturno como agravante penal (nocturnidad, premeditación y alevosía). Nocturno en escala menor, lleno de melancolía por un tiempo que se prometía venturoso para la libertad y la información, por las que luchó Iñaki Gabilondo durante la época de la dictadura y cuyo resultado, 35 años después, es el cierre de unos espacios que tienden a la objetividad y el alza de propagandistas y calumniadores.
Decía ayer Iñaki en una entrevista que le hizo Gemma Nierga en La Ventana que él ve España como un país adolescente, siempre picajoso, siempre alterado, siempre buscando enemigos y culpas en los otros; un país -esto lo añado yo- rencoroso. Y en un país así no cabe un periodista como Iñaki Gabilondo con su voz pausada, sus ademanes serenos, sus colaboradores educados y sus análisis honestos. No, no cabe un periodista así. Lástima. Siempre nos quedará su recuerdo, sus enseñanzas y su emoción.
Gracias, maestro.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/12/2010 a las 12:47 | Comentarios {0}


Para quien quiera conocer un poco mejor a Milos Amós, he colocado su link (su nombre en color verde) a la primera parte de su trayectoria a la que titulé La Solución.


En lo alto de la montaña, azotado por los vientos y una lluvia mala, se sentó. Aún no recordaba nada anterior a su discurrir vital hasta el cenobio. Su mundo anterior había, simplemente, desaparecido; desde el cenobio se dejaba llevar por sus pies; comía tan sólo si le daban de comer; dormía bajo techado si encontraba un techo; cagaba a escondidas y en general al aire libre; si caía una moneda en sus manos se la daba de inmediato a otro que estuviera también necesitado; las monedas le quemaban las manos. Un día, al inicio del ascenso, una mujer bonita le dio un billete y a él se le llagaron las manos; corrió hasta un banco y allí, atrapado con una piedra, dejó el billete; luego volvió a la mujer y le enseñó las llagas; ella le llevó a su casa y le curó con ungüentos suaves como leyendas de Arabia.

Milos Amós se había vuelto más alto y más esbelto; su cabello había crecido entre rizado y suelto y ciertas zonas tenían el brillo de los colores claros; sus manos por fin tenían callos; apenas vestía una zamarra encontrada en un ropavejero, unos pantalones de pana y unas botas de pocero. Con ese aspecto, a su pesar, solía producir miedo. Así es que su mente, vacía, se le llenó de cima de montaña y hacia ella se dirigió cuando empezaba octubre. Anduvo y fue detenido y puesto de nuevo en libertad; volvió de nuevo a andar por una llanura que parecía no tener fin; paso tras paso, la ausencia de todo en la mente de Milos le hacía no sentir nada; tan sólo caminaba y sus ojos oteaban la cima de la Montaña. Cuando mediaba febrero su mirada se dio de bruces con la Cordillera. Allí está. Ése fue el primer pensamiento distinto a Cima de Montaña que tenía desde que inició el viaje. No aceleró el paso. Tan sólo se abrigó el cuello porque caían los primeros copos y un grajo volaba a ras de suelo. Al llegar la noche encontró una lobera. Dentro los lobos dormían. A gatas entró y escuchó los gruñidos. Milos Amós se dio la vuelta, se bajó los pantalones y al macho dominante le ofreció el culo. El macho lo olió y se retiró. Milos Amós durmió. Era el alba cuando los lobeznos aullaban alimento. Era el alba cuando Milos salió de la lobera, cogió unas hierbas parecidas a espinacas y mientras las masticaba comenzó el ascenso a la cima de la montaña. Ascendió durante tres jornadas. Nevó intensamente. Luego comenzó a llover. Y llovió y llovió más. Y la zamarra, por el peso del agua, le hizo ceder más de una vez. Milos tomó resuello y pensó su único pensamiento, Cima de la Montaña y ascendió y ascendió y en la oscuridad del lugar inhóspito sintió que la cima ya estaba cerca, la tocaba con sus dedos, era ancha, podía sentarse y descansar. Y así lo hizo como Montaña sobre la Montaña. Cierra los ojos ahora. Quisiera comer pavo. No come nada. No piensa nada ni tan siquiera cima de Montaña.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/12/2010 a las 18:38 | Comentarios {0}


Poema de Juan Ramón Jiménez


... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu erarrá, nostáljico...
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
Y se quedarán los pájaros cantando.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/12/2010 a las 20:19 | Comentarios {0}


El siguiente video Al sordo hay que gritarle (recomiendo que lo veas antes de seguir leyendo. Ya sabes: haz un click sobre el título) es un grito de angustia, un grito bestial, en un país bestial, México, donde en una de sus ciudades, Ciudad Juárez, se asesina desde hace ya muchos años a mujeres humildes de las formas más brutales que yo haya podido conocer.
El grito es un instante. El grito tiene razón. El grito es inútil.
Tengo en mí que el Poder (los poderes) no quieren escuelas para los niños, hospitales para los enfermos, agua potable para los habitantes de las ciudades, la seguridad de que la ley actuará si se comete un delito, el justo precio por el trabajo justo. Porque tengo en mí que el Poder es un animal asustado que se defiende atacando; el poder no quiere siervos agradecidos sino siervos más aterrados que él; el Poder es una máquina que se vuelve anónima al ser accionada por tantas manos; el Poder tiene un ejemplo perfecto en el siglo de su apogeo más cruel: el siglo XX. Como muestra Raul Hilberg en su libro La destrucción de los judíos europeos la maquinaria del poder nazi usó de todos los estamentos sociales para llevar a cabo su exterminio. Desde el peón caminero, pasando por el maquinista de tren, hasta el tendero ario de la esquina, llegando hasta el director de las compañias de seguros alemanas y ascendiendo (o mejor descendiendo) hasta el máximo representante de todos ellos, la maquinaria del poder cuyo combustible es el miedo subyugó a todos y juntos, entre desfiles y alardes, gasearon a millones y millones de vidas humanas, las sometieron a las torturas más espantosas, las humillaron de todas las formas posibles, las despojaron de cualquier bien que tuvieran, las encerraron en lugares aterradores y las hicieron trabajar hasta matarlas; a las mujeres y las niñas las violaron y las utilizaron para abrirlas en canal, sin anestesia, y hacer experimentos en sus úteros; a los hombres y los niños los castraron y les abrieron los escrotos y extrajeron sus gónadas y las frieron delante de ellos y se las dieron a comer a los cerdos. Todo aquello pasó como hoy pasa en Ciudad Juárez ¡Qué poder benigno habría sido aquel que tras la rendición alemana, hubiera tendido la mano, hubiera juzgado con la ley internacional en la mano y hubiera intentado cerrar las heridas cuanto antes! Pero lo que hizo el poder de los americanos fue el bombardeo criminal sobre la ciudad alemana de Dresde en la que bajo cientos y cientos de miles de toneladas de bombas incendiarias quemaron vivas a miles y miles de personas.
Podemos gritar a ese poder. Y es bueno aunque el grito se lo llevará el aire. Tenemos que gritar y también, con nuestros actos, con los más próximos, tenemos que saber cómo enfrentarnos a él. Dicen los budistas (a los que leo desde hace unos días con auténtica admiración) que todo es presente y sólo en el presente las acciones valen y que si las acciones son compasivas y son bondadosas es suficiente y no porque nos vayan a volver bondad y compasión dadas (como en una especie de feedback ñoño, de libro de autoayuda menor) sino porque cuanta más bondad y compasión se lance al mundo menos miedo habrá y así, tan sencillamente, podremos vencer un día al verdadero gran enemigo de todo ser humano: el terror que nos causa vivir por el terror que nos inflige el Poder. No sé si son las únicas armas pero creo que son efectivas: el amor contra el terror; la bondad contra el Poder; la compasión contra la destrucción.
Nunca lo hemos hecho como especie. Por lo tanto no sabemos si funcionaría. Pero yo creo que si funcionara no habríamos vencido, habríamos con-vencido.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/12/2010 a las 23:12 | Comentarios {0}


Érase una vez una chef de un restaurante de lujo y un hombre encantador también cocinero. La mujer vivía sola y con complejos. El hombre parecía sano y siempre sabía lo que hacer. Tras un accidente de la hermana de la cocinera, ésta se tiene que hacer cargo de su sobrina. El hombre que también es un buen cocinero entra a trabajar en el restaurante de lujo...

Érase una vez un hombre al que le diagnostican un cáncer. Va a ver a su mejor amigo que es médico. Su amigo lee el diagnóstico y con toda la crudeza y todo el amor del mundo le confirma que tan sólo le quedan, siendo muy optimistas, seis meses de vida. El médico, ya mayor, intenta aguantar la congoja. El que va a morir decide volver al lugar donde transcurrieron sus años de juventud. Allí se encuentra con un antiguo amor...

Érase una vez un hombre en mitad de una guerra. Para huir de ella había recalado en una ciudad de un país del África y había puesto un café. Una noche llegan al café unos oficiales del ejército invasor y al mismo tiempo un hombre que lidera la oposición a ese ejército. Al hombre le acompaña una mujer, la mujer que más quiso el dueño del café...

Érase una vez una mujer que quería encontrar el espíritu de la vida y para ello había decidido quedarse sola con la única compañía de su hijo. Una noche, en una reunión de trabajo, conoció a un hombre el cual, tras años de dudas e irreflexiones, había concluido en que su vida consistiría en estar solo hasta su muerte ....

Érase una vez una noche de diciembre. El viento soplaba con fuerza y los primeros copos de nieve acababan de caer. Una mujer conducía un coche, a su lado estaba su marido. Habían tenido un mal día. Ella había descubierto que su marido era un drogadicto. Él había descubierto que su mujer no le quería...

Érase una vez una rata muerta de hambre por los suburbios de París que encuentra entre los desperdicios, un trozo de queso gorgonzola. Al probarlo se cree un pájaro y sube hasta lo más alto de la torre Eiffel para volar. Cuando se va a lanzar al vacío un muchacho ciego la detiene...

Érase una vez un tranvía que pierde los frenos.

Érase una vez un paisaje desértico y un club de carretera. Un joven, recién escapado de su casa, camina por el arcén de la carretera bajo una lluvia intensa. A lo lejos ve el cartel rojo del club y aunque no tiene un duro ni para tomarse una caña, decide entrar....

Érase una vez un niño paralítico. Está sentado en el banco de un parque de la ciudad viendo cómo los demás niños juegan al fútbol. El niño desearía jugar él y ensueña que lo hace y tanto se mete en su ensueño que no nota cómo una niña de su misma edad se sienta a su lado y le pregunta su nombre. La niña cree que el niño es, además de paralítico, sordo así es que le toca el brazo. El muchacho da un respingo. Mira a la niña con pavor pero no puede salir corriendo...

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/12/2010 a las 00:29 | Comentarios {0}


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