Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Voy a ensayar la calma. También el agradecimiento. Y sonará en mi interior (donde todo se esconde) una tonadilla que acompañe estas palabras. Salir dentro. Materia dentro. Lo que se convierte en fenoménico. La causalidad (o el destino). Dice Raúl * que dice Bolaño que la literatura es un peligro. Porque la literatura es asomarse a abismos (y no sólo asomarse a ellos también lanzarse a ellos y caer sin saber, sin saber -abismo sin luz; abisal de mar [y ahora descubro qué imagen he de poner. Aparece la asociación] sensación de peso inmenso, presión de agua salada, colapso de las vías respiratorias, cuerpo de pez. Ser escritor es ir adquiriendo con el tiempo branquias. Ahora es Ovidio y ese título que ya es en sí todo un alarde de escribir escribiendo Tristes y Pónticas). Tampoco hay que subirse a la parra. Tampoco hay que embriargarse de no-éxito o de éxito o de fortuna o de infortunio. No hay que alunarse ni estropear la sombra del árbol con una descripción fallida. A lo mejor sólo era necesario decir: la sombra del árbol). Morir por ella. Morir en ella mientras se vive, atento a la forma que se ve por vez primera, al sonido de una voz que se intenta delimitar con una frase. Vivir de ella sería chulería. Vivir junto a ella debe de ser lo más justo. Como todo aquel que ante el miedo avanza (no por valentía, sí por audacia). Recuerdo ahora los triángulos que tan bien sirven como soporte de cualquier estructura. El descubrimiento de la fatiga del triángulo. Rojo y Negro. Decía que audacia y pensaba: ¿Entre la valentía y la osadía se encuentra la audacia? Vengo y me detengo. No había nieve esta mañana. Yo la esperaba. Había, eso sí, unas nubes que se habían dejado traslucir por el sol. Había, eso sí, una soledad irreal como la hiedra abrazando el cactus y resonaba en los aires serranos la prima de una guitarra. (No resonaba. Mi imaginación la hacía resonar por la calle Bonita mientras Nilo husmeaba el resto de un festín). Luego, al volver a casa, escribí Voy a ensayar la calma y, consecuencia humana del intento, devine intranquilo: hice la casa que es quitar el polvo, barrer los suelos, limpiar los cuadros, fregar, hacer la cama, recoger la ropa sucia, disponer la cocina, adecentar el baño, airear el aire todo ello con evidente celo por renovar la ilusión de estar limpio como el espacio que habito: mi cueva, mi refugio, mi descanso, mi silencio, mi espanto, mi llaga, mi quebranto, mi alegría, mi música, mis luces, mi sofá, mis lecturas o marzo, sencillamente marzo, marzo que llega, cariñoso, sin presagios. Húmedos los suelos. Terminada la labor. Con mi perro en las piernas y abiertas las ventanas. ¡Qué lejano!

*Si cliqueas sobre el nombre verde de Raúl accedes a su página
Naturaleza

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/01/2014 a las 10:10 | Comentarios {0}


Proviene (como tantas palabras inteligentes) del término griego ιδιωτης y se usaba para referirse a aquél que no se ocupaba de los asuntos públicos y sí de sus intereses privados; también por derivación se podía referir a aquél que se pasaba la vida ensimismado (es decir: en sí mismo). Por decirlo más claramente y con palabras actuales se podría decir que un solitario es un idiota.
La raíz de ιδιωτης es ιδιός y significa: solo, aislado, de aquí derivan palabras como idioma o idiosincrasia.
Matiza Carlos Martínez-Thiem en el diccionario etimológico que Hanna Arendt en su libro La Condición Humana se refiere a este tipo de demoninaciones en la democracia griega y comenta que si el hombre carecía de recursos para discutir con libertad sobre política en el ágora -es decir el sitio público por excelencia-, se dedicaba a sus "asuntos propios". El matiz consiste -continúa Martínez-Thiem- en que lo propio se oponía a lo común pero no suponía una enfermedad mental, ni el servicio a un particular ni esclavitud, sino la dedicación a actividades 'productivas', crematísticas, artesanales y tal vez artísticas (τεχνη). Este hombre se veía así 'privado' de intervenir en la cosa pública. Algo que posiblemente fuese voluntario y por necesidad económica, concluye.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/01/2014 a las 13:01 | Comentarios {0}


Poco después de la muerte de Clara recuperé todos sus vinilos y su equipo de música.
Aldo desapareció cuando me negué a vender la casa.
Todas las tardes me voy a la sala de la música, me siento en la butaca donde ella fumaba y escuchaba el jazz, pongo uno de sus discos por estricto orden alfabético y mientras lo escucho me abro la carne con el cúter. Es una forma suave de sentir dolor. Tiene una cualidad pictórica que me llama la atención. No abro mi carne caprichosamente sino que tajo con un criterio geométrico. Luego la sangre fluye con languidez. Yo cierro los ojos.
He descubierto que, al igual que mi abuela, tampoco sé despedirme. Ni siquiera de mí misma.
Fin.
Desenlace (6ª Parte)

Cuento

Tags : Desenlace Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/01/2014 a las 12:21 | Comentarios {2}


Desenlace (5ª Parte)
A los veintiséis años Aldo y yo nos casamos. Mi nombre es Alba. El de mi abuela Clara.
Fueron ocho años de una insolencia propia de una grandísima hija de puta. Luego he aprendido que no existen las grandísimas hijas de puta ni las insolencias imperdonables. ¡Cómo envejeció Clara! Envejeció en esos ocho años lo que no había envejecido los ochenta anteriores.
Aldo, Aldo, pedazo de cabrón. Un día que pude reírme le dije: Lo tuyo conmigo ha sido un Aldazo en toda regla. Cuando pude reírme. Lo ocurrido en aquellos ochos años fue una simple y absurda equivocación. Quiero en todo caso aceptar mi responsabilidad. Aldo entra en mi vida porque yo quiero que Aldo entre en mi vida. ¿Qué buscaba yo en Aldo? ¿Por qué necesitaba acabar con mi abuela, con mi vida de chica normal destinada a terminar una carrera y encontrarse en el campus con un Alberto, un Javi o un Nacho y tener una boda por lo civil, tres críos, una hipoteca, cenas y aniversarios? ¿Qué me llevó a liarme con ese medio danés que lo único que quería era pillar drogas y luego follarme o primero follarme y luego pillar drogas? Al principio de aquel frenesí, yo era feliz. Nunca se me había ocurrido ponerme hasta las cejas todos los días ni siquiera los fines de semana. No empecé por los petas, directamente me dio a probar MDMA. Siempre recordaré la belleza de la tarde, el ocaso en las montañas y los polvos que echamos mientras mi abuela escuchaba en la sala de música a la orquesta de Count Basie, el disco Back to Back, a todo trapo y a mí, que nunca me había gustado el jazz, esa tarde, esa primera tarde del resto de mi vida, me gustó y moví mis caderas al ritmo de la música que atravesaba la puerta de mi habitación y sentí que toda la alegría del mundo se condensaba en esas horas atentísimas en la piel y los orgasmos.
No sé cuándo fue la primera vez que le robamos a la abuela Clara. Sé que fueron unas cucharillas de plata que no usábamos nunca. Sería falso decir que fue Aldo quien me empujó a robar. Fui yo quien lo hizo. No hace mucho alguien me dijo: Bueno, pero la idea no fue tuya. Él te obligó. Yo le respondí: No importa de quien fuera la idea. La acción es miserable. Yo fui una miserable. Lo que me sorprendió de todos aquellos robos, porque fueron muchos: toda la plata de la casa; un par de cuadros que tenían algún valor; unos mantones de Manila que habían sido de mi bisabuela; los gemelos de oro de mi abuelo; las joyas de mi abuela; por supuesto el dinero que había en casa, lo que me sorprendió digo es que mi abuela nunca dijo nada. Nunca me preguntó ni por los objetos, ni por las joyas, ropas o dinero. Tan sólo envejecía y escuchaba su música de jazz cada vez más alta, como si aquello la aislara del mundo.
Yo fui consumiéndome, adelgazando, cada vez más atada a Aldo (también creo haber descubierto que las acciones miserables unen mucho a las personas que las cometen quizá porque son las únicas que no te las pueden reprochar). En la nebulosa de aquellos años creo recordar la aparición de alguna antigua amiga del colegio, su intento de hacerme ver que me estaba destrozando la vida y de paso la de mi abuela o aquella otra que un día me trajo información sobre Aldo que había conseguido un amigo que siempre estuvo enamorado de mí y que ahora estaba con ella pero eso no le había impedido querer ayudarme. Querían ayudarme decían. Y yo me iba con gesto de conmiseración y vergüenza por dentro. Porque yo sabía lo que estaba haciendo pero no cómo pararlo. No quería pararlo. En cuanto llegaba Aldo con una papelina de lo que fuera todo mi ser, toda mi atención se fijaba en el papel de aluminio, en que lo abriera, en que me dejara meterme el speed o la coca, lo que fuera con tal de volver a ese lugar donde la realidad se comportaba de una forma tan caprichosa.
Dos días antes de casarnos (él me lo pidió un día en el que me ofreció a un tipo por un gramo de coca) maté a mi abuela. Tenía que matarla de una forma deshonesta, por supuesto. En el continuo trapicheo que nos traíamos Aldo y yo apareció un tipo que nos daba una buena pasta por la colección de vinilos y el equipo de música de la vieja (entonces la llamaba así: la vieja. O también: La Vieja Oscura, haciendo alarde del más pobre de los ingenios y jugando en oposición con su nombre, Clara). Aceptamos. Nos corrimos una buena celebración con las ganancias.
Volví una semana después de haberme casado. Clara estaba en la sala de música. En silencio. Quizá fuera ese silencio el que me hizo ver lo vacía que estaba la casa, lo desolada. Había arrasado con todo. Me puse frente a ella y le dije que lo de los discos era sólo un préstamo, que los había empeñado para invitar a los amigos, que me había casado, abuela, y ella no había querido venir, que jamás se lo perdonaría. Se lo dije, le dije, Jamás te perdonaré que no hayas venido a mi boda. Mañana nos venimos a vivir aquí.
Mi abuela ni siquiera me miró. Siguió con las manos cruzadas, con la mirada fija en el mueble de la música. Tenía la misma actitud que cuando escuchaba... La dejé de allí y me fui a  mi habitación y entonces, por primera vez, lo hice. No sé cómo se me ocurrió. Quizá se lo había visto hacer a alguien en pleno pedo y no lo recordaba aunque más bien creo que fue una idea original porque fue un flash. Vi el cuter encima de la mesa y no lo pensé dos veces, sencillamente lo cogí, me levanté la manga de la camisa y empecé a hacerme cortes en el brazo, no muy profundos, no en las venas, no para morirme, quizá para sufrirme y cada corte era un alivio y ¿ver mi sangre correr por mi brazo era vaciarme de la sangre de mi abuela?
Ese desangrarme tan despacio me hizo quedarme dormida. Desperté en la madrugada con mucha sed. Camino de la cocina vi que mi abuela seguía sentada en la sala de música. Bebí agua y por un recuerdo de la infancia, por una reminiscencia de tiempos mejores o por nostalgia de cuando quería a mi abuela entré en la sala para decirle que ya era muy tarde y que se fuera a la cama. Ya era muy tarde, desde entonces ya fue tarde para siempre. Mi abuela estaba muerta. Y yo le grité, llena de rabia: ¡Asquerosa! ¿Así te despides? ¿Así me dejas? Nunca supiste despedirte. ¡Nunca, nunca! y caí a sus pies y me abracé a sus piernas y sentí en esa madrugada larga y callada el terror más grande que jamás había sentido, un terror físico, un terror que me erizaba la piel y me recorría la columna vertebral y me dejaba helada, sin apenas poder respirar, tan incapaz de moverme como el cadáver al que estaba abrazada.

Cuento

Tags : Desenlace Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/01/2014 a las 12:24 | Comentarios {0}




- La santificación del trabajo conduce al ateísmo.
- Primero fueron los dioses de la Tierra. Luego vinieron los dioses del Cielo.
- En las metáforas con tren fallan los raíles.
- El recurso de la combinación en ajedrez es en todo semejante a poner fin a una conversación muy seria con un chiste brillante (Carlos Torre).
- Tender al cero (incluso el propio concepto de cero) es melancolía.


Miscelánea

Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/01/2014 a las 10:28 | Comentarios {0}


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