Reflexiones acerca de dos silencios: la de Velocidad de escape y la de un amigo.
Ya sé que los grandes escritores del siglo XIX escribían sus textos en folletines, por capítulos, que se publicaban al día siguiente de escritos en los diarios (de ahí creo yo el verdadero surgimiento del naturalismo en la literatura: no fue tanto un imperativo de movimiento literario cuanto un imperativo de las rotativas de los diarios. Escribir natural es la forma más sencilla de escribir). Así empecé a escribir Velocidad de escape -al modo de los folletineros del siglo XIX- y podría haber seguido pero no quiero. Ha llegado un momento en el que uno de los escritores que habita en mí, necesita llevarse a los personajes y a las situaciones fuera del ojo de los lectores. Que te lean es jodido. Todo escritor aspira por supuesto a que llegue ese momento y cuando llega jode porque, ya lo habré escrito varias veces, lo que se lee no es lo que se escribe. Y esa distancia, a veces, es tragicómica. Hasta puede llegar a romper amistades y amores y vínculos aún más fuertes...
Mi amigo ha apagado la luz. Ya no se ve el cuadrado de su ventana en la noche del mundo, una ventana iluminada que era como un faro entre tanto dolor y tanta estúpida...; una ventana que marcaba longitudes y latitudes y parecían, al ser vistas, asentarte en un espacio donde la dulzura y la guerra, el amor y la Bestia, la ausencia y el universo se daban las manos en cada frase colgada, en cada preposición sin destino, en cada adjetivo sin nombre. Respetaré su silencio y sentiré saudade...
...entonces hay que irse, recogerse entre los cuatro ángulos de la mesa, someterse a las inclemencias de la imaginación, aguardar al pie del cañón las embestidas de las frases, construir con la paciencia del oso la levedad de las ideas, llorar si es preciso, reir a pleno pulmón o extasiarse ante el milagro de convertir en signos el asalto al castillo, el encuentro en los campos de heno recién segados, la partida sin mirar atrás o la resurrección de la luz en la llama que se había extinguido...
Porque entiendo la necesidad de mi amigo, no le pediré que vuelva pronto. Porque sé que su silencio será bellísimo, no le contaré lo mucho que pesará en el mío. Porque deseo la paciencia, no exhortaré a Diana Cazadora para que vuelva pronto, él tan cazador de pájaros, tan al acecho de sobrentendidos, tan escueto...
Llegará el día en que la historia necesite la luz de los Otros, mes semblables, mes frères. Hasta entonces Velocidad de escape entra en el mundo ausente del taller del escritor...
En nuestro regreso a casa/ noviembre no terminaba en las manos/ cortadas por el frío/ en la carretera rapidísima -veinticinco veintiséis veintisiete baldosas negras-/ ni en la esquina que nos daba miedo/ No.
Mi amigo ha apagado la luz. Ya no se ve el cuadrado de su ventana en la noche del mundo, una ventana iluminada que era como un faro entre tanto dolor y tanta estúpida...; una ventana que marcaba longitudes y latitudes y parecían, al ser vistas, asentarte en un espacio donde la dulzura y la guerra, el amor y la Bestia, la ausencia y el universo se daban las manos en cada frase colgada, en cada preposición sin destino, en cada adjetivo sin nombre. Respetaré su silencio y sentiré saudade...
...entonces hay que irse, recogerse entre los cuatro ángulos de la mesa, someterse a las inclemencias de la imaginación, aguardar al pie del cañón las embestidas de las frases, construir con la paciencia del oso la levedad de las ideas, llorar si es preciso, reir a pleno pulmón o extasiarse ante el milagro de convertir en signos el asalto al castillo, el encuentro en los campos de heno recién segados, la partida sin mirar atrás o la resurrección de la luz en la llama que se había extinguido...
Porque entiendo la necesidad de mi amigo, no le pediré que vuelva pronto. Porque sé que su silencio será bellísimo, no le contaré lo mucho que pesará en el mío. Porque deseo la paciencia, no exhortaré a Diana Cazadora para que vuelva pronto, él tan cazador de pájaros, tan al acecho de sobrentendidos, tan escueto...
Llegará el día en que la historia necesite la luz de los Otros, mes semblables, mes frères. Hasta entonces Velocidad de escape entra en el mundo ausente del taller del escritor...
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/07/2011 a las 18:13 | {0}