Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
...y la luz se irá marchitando
... adiós, adiós, fue -como siempre es- una consagración más de la primavera
... sin abrir quedará un vino ahora que es el tiempo de la vendimia
... uvas, racimo, jugo, fermento, río Duero, barrica, bodega, sarmiento
... poquito a poco corazón, poquito a poco
... ¿has soñado ya octubre?
... y en el recuerdo la rueda de la fortuna y el infortunio, el sendero entre viejos robles y el ave rapaz capaz de planear entre dos aguas mientras concentrado en las piedras y la arena desgrana un rayo de luna, un brillo en el filo, una mano que se acerca
... ¡qué hermoso es el mundo!
... ¡qué hermoso estar vivo!
... ¡qué lento el pálpito de los sentidos!
... ¡cómo huele a lluvia!
... ¡cómo suena el trueno!
... reza al olvido para que llegue
... reza sin pausa a ningún dios porque no existen
... ya llega la curva
... la liebre atraviesa el camino
... ahora vuelve a ti
... ¿no lo ves? ¿no lo escuchas ya? ¿no estás a punto de rozarlo?

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/09/2015 a las 11:13 | Comentarios {0}


70
No fue el vendaval ahora que estás perdida (ya alejándote. A veces me asusta lo consciente que eres de todos tus actos) ni las hojas que entraron a raudales por la puerta posterior de la casa; no fue el cielo que súbitamente perdió la luz ni la cadencia de unas gotas gruesas que empezaron a repiquetear sobre el empedrado; no fue bajar, quedarme desnudo, mirar en el espejo mi cuerpo de cuarenta y siete años y tomar la toalla, el bañador, el gorro de baño, las gafas y los tapones para los oídos mientras fuera la tormenta se había desatado y los rayos y los truenos hacían acto de presencia y lo llenaban todo con su clamor; no fue subir las escaleras con cierta ansiedad (sabes que desde hace meses esa ansiedad, ese pensamiento de no llegar, esa cadencia de la espada de Damocles en mi cuello, esa oscuridad en mi pecho, ese desdén me asolan hasta que tomo las riendas del agua y las surco) ni el ladrido del perro que esperaba fuera mi llegada; no fue tampoco imaginarte jadeando en casa de unos amigos ni la usura de un hombre que lo debe todo; así es que abrí la puerta trasera de la casa y el ruido y la furia de la tormenta me envolvieron en un abrazo tercio agua, tercio viento, tercio electricidad y dejándome llevar por fuerzas tan superiores a mí, llegué hasta el jardín, dejé la mochila en el porche, me desnudé y con las gafas y los tapones me encaminé a la piscina oscura como cueva, líquida como lava cuya superficie estaba cubierta de hojarasca y aún así no dudé y bajo la tormenta me sumergí en el agua y comencé a nadar; no fue porque era el último día ni porque al nacer en las grandes ciudades entiendo mejor los límites de un rectángulo que la línea de la orilla; no fue porque el cielo se hubiera vuelto receloso de la luz ni porque supiera que la luna llena se ocultaba tras los nubarrones; no fue porque supiera que tras el torrente de agua, ruido y electricidad escamparía y la luna llena se haría dueña -una vez más- de mi terror; no fue por la duda de si un rayo puede caer en el agua de una piscina y, paradoja, dejarme frito con su latigazo ni tampoco porque durante un instante pensara en ti junto al lago un día de invierno de hace dos años; no fue que comenzara a crawl y sintiera en mi espalda la lluvia ni porque al nadar mis brazos apartaran la hojarasca y tuviera más la sensación de nadar en un estanque con fondo de limo que en una piscina clorada cada tanto; ni tampoco fue -esto sólo lo intuyo- por el miedo que sentía en la niñez cuando las tormentas llegaban y el mar espumeante y amarillo se volvía loco y soez y aún así yo me metía en él y llegaba hasta donde ya no hacía pie y miraba las olas como se mira la mirada de un padre que no va a tener la más mínima duda en castigarte por una acción incorrecta; no fue porque alterara la rutina (es cierto, lo confieso, dejé de nadar las tandas de braza y las tandas de respiración agarrado al borde) y sin previo pensamiento, sin decisión tomada por algo, lo que fuera, un vértigo, una lanza, un recuerdo de la novela que estaba leyendo, comencé a nadar a espalda en mitad de una voragine que aun no se había calmado y así pude contemplar los rayos y cómo llegaban las gotas de lluvia a mi cara mientras nadaba largo a largo hacia ninguna parte.

Narrativa

Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/08/2015 a las 12:01 | Comentarios {2}


Yo nací en las grandes ciudades de Europa
Sé mi estirpe
Sé muchos de sus momentos, desde siglos, desde muchos siglos, desde antes del castellano
Y porque nací en las grandes ciudades de Europa
soy incapaz de saber cómo se muere asfixiado en un camión frigorífico en una autopista austriaca habiendo sido un refugiado del Sur; soy incapaz de saber cómo mirarían mis ojos de refugiado del Sur a mi hija que ya ha muerto asfixiada en un camión frigorífico en una autopista austriaca
Porque soy de las grandes ciudades de Europa
no consigo alcanzar la germinación del mijo
nunca conseguiré entender el crecimiento del roble, la altura del cedro, la carrera de la liebre, el reptar de la víbora ni la esponjosidad del musgo
Porque soy del Norte –aunque sureño del Norte- jamás alcanzaré a sentir el dolor del padre del Sur que se mete con su hijo en un camión frigorífico para que unos miserables –tan miserables como él mismo- les transporten a Europa, a Europa, a Europa
¿Cómo se muere asfixiado en un camión frigorífico siendo un refugiado del Sur?
¿Cuánto dura la agonía en un camión frigorífico siendo un huido del Sur?
¿no pudieron setenta cuerpos volcar el camión? ¿no pudieron setenta personas llamar la atención de alguna manera? ¿No pueden setenta personas abrir las puertas de un camión frigorífico?
Porque yo nací en las grandes ciudades de Europa me hago estas preguntas y son ellas las que me muestran mi ignorancia de todo; el cálculo de la nieve; la previsión de las estrellas; la muerte de una galaxia; la espantosa vida que te lleva a subirte junto con otras setenta personas a un camión frigorífico e iniciar un trayecto fiando tu vida a un hombre al que tu vida no le importa lo más mínimo
Porque nací en las grandes ciudades
no sé mirar el mar
Porque nací en las grandes ciudades
no sé indignarme
Porque nací en las grandes ciudades del Norte
no me atrevo ni a entrever la vida diaria en Rasaféh
no sabré –a no ser que ocurra la debacle y entonces lo aprenderé muy rápido- lo que es el hambre que corroe el estómago; no sabré la noche en la que como hombre tomo la decisión de iniciar un viaje cuya papeleta para morir está servida; no sabré cómo se mira a los que están a tu cargo y a los que vas a embarcar en ese mismo viaje; no sé cómo se dan los primeros pasos; no sé cuánto miedo debe anidar en ese corazón
Porque nací en las grandes ciudades del Norte
el grifo me surte de agua potable cada día
cago en un retrete cuyo funcionamiento desconozco
tengo la energía que deseo y me conecto con el mundo como si fuera un dios
y cuando el hambre acucia me voy a unos lugares donde alimentos y bebidas fluyen como maná, iluminados con los más vivos colores, colocados para que mi vista se extasíe y yo sólo alargue el brazo y con mi mano prensil coja el producto
Porque nací en las grandes ciudades del Norte
me indigno cuando unos asesinos asesinan a unos artistas y me uno al coro de voces que claman por la libertad de pensar y porque nací en las ciudades del Norte no puedo dejar de sorprenderme porque no se produzca la misma indignación ante un camión frigorífico con setenta muertos dentro que luchaban por mucho menos que la libertad de pensar. Luchaban por la posibilidad de vivir.
Porque nací en las urbes
jamás entenderé la corteza del árbol
y seguiré sintiendo grima de los insectos y moriré sin haber tomado entre mis manos a una lagartija y teclearé un día y otro y hablaré de mis amores perdidos, de mis dolores de polla, de cierto spleen que me aburre
Porque nací en las grandes ciudades del Norte
no consigo aceptar que setenta refugiados del Sur muertos en un camión frigorífico que fue abandonado en un autopista del Norte es la prueba palpable de la selección natural 

Ensayo

Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/08/2015 a las 01:48 | Comentarios {2}


Porque vengo de las grandes ciudades
vuelvo al principio sin perder la voz
La marea se hizo dueña una mañana de mi destino
sea lo que sea esa idea peregrina de griegos y egipcios
Yo sé –porque provengo de las grandes ciudades- que la piel es una costura y mis ojos son tegumentos y tejidos coordinados por medio de redes neuronales
Yo sé que el espacio no es como lo veo
Yo sé que la distancia es muy larga en ocasiones
y que cuando se va acortando las formas se adueñan de los conceptos y todo así se hace más fácil
Yo sé cuánto supiste lo bien que agarraba tus caderas
Yo sé que la última montaña podría ser la primera
Yo sé que mi tristeza, mi osadía, mi esperma, mi saliva, mis ideas
se diluyen cada día en un ocaso gris
Sé que ya no podré ser nunca Walt Whitman ni rasguearé una guitarra al amanecer del séptimo día en el punto más meridional del planeta
Yo sé mis dedos y no comprendo por qué se están quedando sin sus huellas
y menos aún porque me produce abandono su desaparición
Yo siempre sabré tus ojos
porque vengo de las grandes ciudades donde los hombres no se conocen, donde los perros mean donde pueden, donde los niños ya no juegan sin sus padres ni las murallas prometen aventuras hasta el fin; yo sé de las grandes ciudades y de las alfombras tupidas porque estuve allí; yo sé de la nevera vacía y de la luz sin pantalla y de la estela de humo y del confín de la tarde y de la calma en la mar y de la vaga insolencia de una adolescente
Yo sé porque estuve desnudo en la cueva y lancé pellas de barro contra un barco de alemanes
y quizá porque una noche atravesé el miedo al borde de un acantilado
Y así –porque vengo de las grandes ciudades- dime que ya no me quieres que yo sabré qué hacer con tu desdén y construiré una borrachera, un epílogo y un navío que desaparecerá tras el horizonte último, el que llaman Horizonte del Olvido...
Yo sé olvido de ti sí/ mas no ignorancia tuya
Y así porque sé las migajas
me compraré unas botas de montaña para atravesar la primera (o la última) y luego la siguiente y más allá aún encenderé la hoguera y en el primer vivaq seré consciente de que olvidé todas las montañas, sus nombres, su orografía, mi nombre, mi orografía

Narrativa

Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/08/2015 a las 23:00 | Comentarios {0}


Esta a modo de canción escrita en una noche cálida por Olmo Z. está dedicada a Isaac Alexander


Por si acaso la lluvia ha cesado,
brilla el asfalto; un hombre y una mujer pasean
una farola se funde a su paso
el eco de los tacones de ella se pierde
 
Por si acaso un hombre se suicidará mañana
Por si acaso una mujer correrá calle abajo
El hombre no estaba borracho
La mujer lo había intuido
 
Por si acaso un hombre y una mujer
escuchan una canción y se besan
en una habitación pequeña
donde sólo hay una mesa, una silla, una cama
 
Por si acaso los fuegos artificiales
al final del verano
mientras se escucha un tango
que un hombre y una mujer agarran
 
Por si acaso el ocaso
será rojo mientras el hombre rodea con su brazo
la mujer apoya su mejilla en el hombro
y los vencejos enloquecen otra vez
 
Por si acaso,
tan sólo por si acaso
por si fueran necesarios
un hombre y una mujer 

Narrativa

Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/08/2015 a las 00:18 | Comentarios {2}


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