Vuelvo a la noche y me recorre la mente una serie de asociaciones
¿Por qué? me pregunto en una calle mientras ellos se alejan
La noche y el sueño, amiga, se alían
Si anoche hubieras estado a mi lado, dormida y tan sólo cubierta con una colcha; vestida con tus bragas blancas, desnudo todo el resto de tu cuerpo, te habría llamado y te habría dicho, Consuélame porque el sueño me derrota (pero no estabas. Los últimos seis años los he dormido casi en absoluta soledad. Dormir solo noche tras noche tiene algo de osadía y algo de desesperanza. Este es el mundo que nos hemos dado y no hay queja. Porque dormir solo día tras día, año tras año, te hace fuerte y te destruye; sé que busco en la almohada; sé que busco las puntas de unos pies que no son los míos; sé que palpo a mi lado por si encontrara una espalda [tu espalda]; sé que grito y ese grito me despierta sin saber que había gritado; sé que anhelo)
No he podido conciliar el sueño. No han sido los ruidos. No ha sido el espacio extraño en el que intento descansar. Es cierto, amiga, que desde hace un par de días querría no hacer lo que hago (pero no lo puedo decir, ni siquiera me permito sentirlo; es mi obligación me digo; es mi obligación salir a cazar; esta es la presa: un palacete con cuadros y alarmas y jardines con hierba) y para evitar el pensamiento que es casi una blasfemia contra el sacrosanto dios del Trabajo nado, nado, de un lado a otro de la piscina; nado a crawl, nado a braza, nado a espalda y no lo hago a mariposa porque mis caderas y mis piernas no pueden ejecutar con destreza la patada que eleve mi tren superior para la brazada simultánea; llego una vez y otra a un extremo y otro de la piscina, así hasta sesenta veces diarias, respirando, repitiendo números: nueve brazadas a crawl es un largo; dieciseis brazadas a braza es un largo; ocho brazadas a espalda es un largo -brazada en el sentido del avance con los dos brazos- y voy y vuelvo y hago pequeños intervalos y a veces cuando nado a espalda me desvío porque tan sólo tengo como referencia el cielo y tener sólo esa referencia te obliga a estar muy concentrado si no quieres perder el rumbo de la tierra y cuando termino y salgo del agua me seco, miro enrededor, me encamino al porche trasero del palacete y me digo, ¡Ah, sí, las endorfinas ya han empezado a funcionar! Ahora estarás más tranquilo. Lo verás todo de otra manera. Me visto. Me sirvo un vino. Me hago el interesante conmigo mismo leyendo un libro de antropología. Fumo un cigarrillo. Cae la tarde ante mí. Recojo las mierdas del perro. La noche me obliga a encender las luces de seguridad (sabes que en cada uno de esos momentos, en algún instante apareces tú: una sonrisa en el lago o hablándome de las plantas de la terraza de Madrid mientras riegas, descalza o comiendo patatas fritas... apareces tú tan lejana, con quien apenas he dormido, con quien ya no dormiré). Y cuando la noche lo atrapa todo, surgen los ruidos que hasta entonces se habían mantenido silenciosos. Es como si la noche les diera rienda suelta. El reino de los ruidos es la oscuridad
La pesadilla ha sido intensa y muy cruel
Me he despertado con una congoja tan grande que he pensado que si hubieras estado a mi lado, sí, lo habría hecho, te hubiera llamado para que me acogieras en tus brazos y me acariciaras el pelo mientras pronuncias frases tranquilizadoras, Venga, sólo era una pesadilla. Ahora estás aquí, conmigo. Ya ha pasado. ¿Quieres un poco de agua? No, no te dejo solo. Ven, anda, ven, así, ¿Estás cómodo? ¿Mejor? No te preocupes, dejo la luz encendida hasta que te duermas. Y que sepas una cosa: lo que has soñado no te ocurrirá jamás mientras yo esté viva
Cuando vengo a la vigilia
La luz del día
¿Por qué? me pregunto en una calle mientras ellos se alejan
La noche y el sueño, amiga, se alían
Si anoche hubieras estado a mi lado, dormida y tan sólo cubierta con una colcha; vestida con tus bragas blancas, desnudo todo el resto de tu cuerpo, te habría llamado y te habría dicho, Consuélame porque el sueño me derrota (pero no estabas. Los últimos seis años los he dormido casi en absoluta soledad. Dormir solo noche tras noche tiene algo de osadía y algo de desesperanza. Este es el mundo que nos hemos dado y no hay queja. Porque dormir solo día tras día, año tras año, te hace fuerte y te destruye; sé que busco en la almohada; sé que busco las puntas de unos pies que no son los míos; sé que palpo a mi lado por si encontrara una espalda [tu espalda]; sé que grito y ese grito me despierta sin saber que había gritado; sé que anhelo)
No he podido conciliar el sueño. No han sido los ruidos. No ha sido el espacio extraño en el que intento descansar. Es cierto, amiga, que desde hace un par de días querría no hacer lo que hago (pero no lo puedo decir, ni siquiera me permito sentirlo; es mi obligación me digo; es mi obligación salir a cazar; esta es la presa: un palacete con cuadros y alarmas y jardines con hierba) y para evitar el pensamiento que es casi una blasfemia contra el sacrosanto dios del Trabajo nado, nado, de un lado a otro de la piscina; nado a crawl, nado a braza, nado a espalda y no lo hago a mariposa porque mis caderas y mis piernas no pueden ejecutar con destreza la patada que eleve mi tren superior para la brazada simultánea; llego una vez y otra a un extremo y otro de la piscina, así hasta sesenta veces diarias, respirando, repitiendo números: nueve brazadas a crawl es un largo; dieciseis brazadas a braza es un largo; ocho brazadas a espalda es un largo -brazada en el sentido del avance con los dos brazos- y voy y vuelvo y hago pequeños intervalos y a veces cuando nado a espalda me desvío porque tan sólo tengo como referencia el cielo y tener sólo esa referencia te obliga a estar muy concentrado si no quieres perder el rumbo de la tierra y cuando termino y salgo del agua me seco, miro enrededor, me encamino al porche trasero del palacete y me digo, ¡Ah, sí, las endorfinas ya han empezado a funcionar! Ahora estarás más tranquilo. Lo verás todo de otra manera. Me visto. Me sirvo un vino. Me hago el interesante conmigo mismo leyendo un libro de antropología. Fumo un cigarrillo. Cae la tarde ante mí. Recojo las mierdas del perro. La noche me obliga a encender las luces de seguridad (sabes que en cada uno de esos momentos, en algún instante apareces tú: una sonrisa en el lago o hablándome de las plantas de la terraza de Madrid mientras riegas, descalza o comiendo patatas fritas... apareces tú tan lejana, con quien apenas he dormido, con quien ya no dormiré). Y cuando la noche lo atrapa todo, surgen los ruidos que hasta entonces se habían mantenido silenciosos. Es como si la noche les diera rienda suelta. El reino de los ruidos es la oscuridad
La pesadilla ha sido intensa y muy cruel
Me he despertado con una congoja tan grande que he pensado que si hubieras estado a mi lado, sí, lo habría hecho, te hubiera llamado para que me acogieras en tus brazos y me acariciaras el pelo mientras pronuncias frases tranquilizadoras, Venga, sólo era una pesadilla. Ahora estás aquí, conmigo. Ya ha pasado. ¿Quieres un poco de agua? No, no te dejo solo. Ven, anda, ven, así, ¿Estás cómodo? ¿Mejor? No te preocupes, dejo la luz encendida hasta que te duermas. Y que sepas una cosa: lo que has soñado no te ocurrirá jamás mientras yo esté viva
Cuando vengo a la vigilia
La luz del día
Cuando vengo a tu respiración la risa me avisa de su procedencia
¿Sabías que la risa proviene del llanto?
He reconstruido un espacio/tiempo entre tú y yo (eso que llamamos recuerdo es reconstrucción. Si juntáramos tu recuerdo y el mío surgiría una nueva tarde de febrero de 2014). Era la hora de la siesta y yo mostraba un rubor en mis mejillas que a ti te indicaban claramente mi deseo...
Desde la inmensa Siberia he caminado para llegar hasta ti
En los fríos intensos, vivaqueando a duras penas sentía la llamada de tu boca y la lasitud de tu gesto;
fueron ellos los que me dieron fuerzas para sobrevivir
porque imaginaba un recuerdo que aún no se había dado (de ahí la idea de reconstrucción; se puede recordar una situación que nunca se dio; lo hacen los escritores a lo largo del día, cada uno a sus horas y así yo ya recuerdo cuando nos vimos el mes que viene y tú me contabas el corte que te hiciste en la mano izquierda al pincharte con el extremo de un espeto; estábais en la playa y la luz ya había menguado; acercaste la mano a la brasa y un hecho casual -tu hijo pequeño se había encontrado un cangrejo ermitaño- despistó tu vista de la brasa, perdiste la orientación por un momento y para no caer te agarraste al espeto con tan mala fortuma que te hincaste el extremo puntiguado. Nada grave en todo caso. Un ligero contratiempo en una tarde de verano
Sé que atravesé Moscú y por una cuestión de aparcerías me desvié hasta San Petersburgo; recalé más adelante en Copenhagen y allí -en los jardines de Rosenborg (que estaban nevados, grises los cielos, como un estudio en blanco y negro de un pintor impresionista)- recordé que a más no tardar te llevaba de la mano y te abrazaba tanto que nevaba una vez más
Cuando vuelvo a tu respiración
sé que una noche dormías bocabajo (en mi cama. Estabas en mi cama, querida mía. Dormida)
Cuando vuelvo me quedo sin aire
y aunque me ahogo ya recuerdo el año próximo
¿Sabías que la risa proviene del llanto?
He reconstruido un espacio/tiempo entre tú y yo (eso que llamamos recuerdo es reconstrucción. Si juntáramos tu recuerdo y el mío surgiría una nueva tarde de febrero de 2014). Era la hora de la siesta y yo mostraba un rubor en mis mejillas que a ti te indicaban claramente mi deseo...
Desde la inmensa Siberia he caminado para llegar hasta ti
En los fríos intensos, vivaqueando a duras penas sentía la llamada de tu boca y la lasitud de tu gesto;
fueron ellos los que me dieron fuerzas para sobrevivir
porque imaginaba un recuerdo que aún no se había dado (de ahí la idea de reconstrucción; se puede recordar una situación que nunca se dio; lo hacen los escritores a lo largo del día, cada uno a sus horas y así yo ya recuerdo cuando nos vimos el mes que viene y tú me contabas el corte que te hiciste en la mano izquierda al pincharte con el extremo de un espeto; estábais en la playa y la luz ya había menguado; acercaste la mano a la brasa y un hecho casual -tu hijo pequeño se había encontrado un cangrejo ermitaño- despistó tu vista de la brasa, perdiste la orientación por un momento y para no caer te agarraste al espeto con tan mala fortuma que te hincaste el extremo puntiguado. Nada grave en todo caso. Un ligero contratiempo en una tarde de verano
Sé que atravesé Moscú y por una cuestión de aparcerías me desvié hasta San Petersburgo; recalé más adelante en Copenhagen y allí -en los jardines de Rosenborg (que estaban nevados, grises los cielos, como un estudio en blanco y negro de un pintor impresionista)- recordé que a más no tardar te llevaba de la mano y te abrazaba tanto que nevaba una vez más
Cuando vuelvo a tu respiración
sé que una noche dormías bocabajo (en mi cama. Estabas en mi cama, querida mía. Dormida)
Cuando vuelvo me quedo sin aire
y aunque me ahogo ya recuerdo el año próximo
Narrativa
Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/08/2015 a las 12:45 | {0}
Me desharé la noche antes
Envuelto en mi frazada
Deshecho me diluiré en las gotas de la mañana
Descompuesto, digamos en átomos, me desperdigaré por el anchuroso mar y recalaré en costas diversas; costas del gran África; costas de la grande Groenlandia
Impuesta a mí mismo esta disolución me entregaré a Azar de los Vientos,
a la gracia de las Nereidas si fluyo por sus dominios
y dormiré tanto que mis átomos se quedarán quietos como si ocuparan un trocito de vacío
Nada me va a impedir despedirme
Sé que no derramaré lágrima alguna
(las lágrimas se me secaron cuando salí del útero y confluyeron en mi piel el aire y sus venenos)
Vestiré con elegancia el bañador que uso desde hace años en la piscina municipal
Me cortaré el pelo y me afeitaré la poca barba que poseo
Calzaré mis pies con los zapatos de cuero que sólo me pongo en las entrevistas de trabajo (de caza)
Sonreiré mientras bebo un vino de Rioja y a mi izquierda las aguas del lago son surcadas por un palista novato
Si es el caso elevaré mi mano para saludar al vecino
Si no lo es remedaré la salutación con un chiste
Y así te cogeré por el talle y te pediré que bailes conmigo How deep is your love
Saldremos tú y yo, querida No Madre de mis Hijos, querida No Pareja Mía, querida No Mujer para Morir junto a Ti, querida No Compañera, y bailaremos y yo no podré evitar aspirar el olor de tus axilas para descubrir si aún, si aún...
La madrugada dejó en mi ombligo un broche de oro
así supe que el día se acercaba
El cedro -elevado y sabio- me propuso la cadencia de septiembre;
un rumor loco de bellotas y ranas me sugirieron el lugar más propicio;
la solicitud de la hierba me acarició la pierna
y su caricia atemperó la espera
Ya me deshago, querida mía
Ya me diluyo
Ya me desenlazo
Ya me hundo, querida, Sol de Junio, Luna de noviembre, Venus de mayo, Osa Menor de abril...
Envuelto en mi frazada
Deshecho me diluiré en las gotas de la mañana
Descompuesto, digamos en átomos, me desperdigaré por el anchuroso mar y recalaré en costas diversas; costas del gran África; costas de la grande Groenlandia
Impuesta a mí mismo esta disolución me entregaré a Azar de los Vientos,
a la gracia de las Nereidas si fluyo por sus dominios
y dormiré tanto que mis átomos se quedarán quietos como si ocuparan un trocito de vacío
Nada me va a impedir despedirme
Sé que no derramaré lágrima alguna
(las lágrimas se me secaron cuando salí del útero y confluyeron en mi piel el aire y sus venenos)
Vestiré con elegancia el bañador que uso desde hace años en la piscina municipal
Me cortaré el pelo y me afeitaré la poca barba que poseo
Calzaré mis pies con los zapatos de cuero que sólo me pongo en las entrevistas de trabajo (de caza)
Sonreiré mientras bebo un vino de Rioja y a mi izquierda las aguas del lago son surcadas por un palista novato
Si es el caso elevaré mi mano para saludar al vecino
Si no lo es remedaré la salutación con un chiste
Y así te cogeré por el talle y te pediré que bailes conmigo How deep is your love
Saldremos tú y yo, querida No Madre de mis Hijos, querida No Pareja Mía, querida No Mujer para Morir junto a Ti, querida No Compañera, y bailaremos y yo no podré evitar aspirar el olor de tus axilas para descubrir si aún, si aún...
La madrugada dejó en mi ombligo un broche de oro
así supe que el día se acercaba
El cedro -elevado y sabio- me propuso la cadencia de septiembre;
un rumor loco de bellotas y ranas me sugirieron el lugar más propicio;
la solicitud de la hierba me acarició la pierna
y su caricia atemperó la espera
Ya me deshago, querida mía
Ya me diluyo
Ya me desenlazo
Ya me hundo, querida, Sol de Junio, Luna de noviembre, Venus de mayo, Osa Menor de abril...
Narrativa
Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/08/2015 a las 11:16 | {0}
Porque vengo del confín de mí mismo he descubierto que tus labios se hinchan cuando me follas y he sabido, desligado de mí, que tus senos se vuelven un 20% más voluminosos cuando tienes el orgasmo
Porque vengo del confín de mí sé de la importancia del lóbulo de la oreja. Alguna vez quise desligarme de él, apartarlo de la sensibilidad que me produce una excitación que -tú bien lo sabes- me podría llevar incluso a llanto y risa simultáneos
Porque te he querido he visto el rubor sexual en tu rostro y en tu vientre y cómo las areolas de tus pechos se distendían hasta alcanzar un centímetro más de su diámetro habitual
Confín de mí el que me ha permitido observar tu cuerpo en el acto sexual
Ahora he atravesado la frontera y he llegado a una salina en pleno día; el reflejo del sol sobre la sal me ha obligado a mantener los ojos cerrados durante horas y en la ceguera del sol y la sal he recordado el brillo de tus ojos cuando iniciábamos las maniobras previas a la cópula; cómo se dilataban tus pupilas y tu iris verde y extraño parecía cubierto de rocío y había en una mácula una especie de sonrisa del color, de invitación a iniciar un recorrido ilimitado por tu piel. Piel tuya. Piel suave y ahíta de terminaciones nerviosas alrededor de tus genitales. Piel del interior de tus muslos. Piel mucosa de tus labios
Tras la salina me he hallado desnudo. También el paisaje lo estaba hasta el punto que podría decir -si no fuera físicamente imposible- que no había paisaje; tenía el espacio la cualidad de lo invisible y aunque pisara no veía el suelo y aunque soñara tus nalgas no veía su volumen (porque no había luz, pensaba, porque no había luz, pensaba, porque si no hay luz no hay paisaje, pensaba, porque si no hay luz, no existe el volumen de tus nalgas)
Cuándo encontré el río, no lo sé. Sólo entreveía la sucesión: salina/paisaje invisible/volumen de tus nalgas/río. Y el río me devolvió a la vida y me recordó de forma tan prístina tu vagina que llamé al río por tu nombre y me zambullí en él como lo hacía mi verga en los días alegres de nuestros encuentros sexuales
Ahora navego hacia el confín del río (hacia el confín de tu nombre). Para ello he tomado tres troncos no muy gruesos que flotaban perezosamente en la margen opuesta a a la mía -para llegar a ellos he atravesado a nado las aguas del río con tu nombre- y con lianas tomadas de los árboles he amarrado los troncos con nudos marineros y me he lanzado a atravesarte corriente abajo. La corriente es suave. El río ancho y caudaloso. Todo es vida. En las márgenes murallas verdes me protegen y acompañan mi navegar el canto de las aves, las llamadas de los insectos y la locuacidad del viento. Supongo -me digo- que llegaré al mar y al mar -no sé por qué- no me atrevo a ponerle tu nombre. O quizás este río sea afluente de uno mayor y si así fuera ten por seguro que desnombraría el río que ahora navego y bautizaría al mayor con el nombre tuyo para así llegar hasta el confín de ti, el confín de tu nombre
Porque vengo del confín de mí sé de la importancia del lóbulo de la oreja. Alguna vez quise desligarme de él, apartarlo de la sensibilidad que me produce una excitación que -tú bien lo sabes- me podría llevar incluso a llanto y risa simultáneos
Porque te he querido he visto el rubor sexual en tu rostro y en tu vientre y cómo las areolas de tus pechos se distendían hasta alcanzar un centímetro más de su diámetro habitual
Confín de mí el que me ha permitido observar tu cuerpo en el acto sexual
Ahora he atravesado la frontera y he llegado a una salina en pleno día; el reflejo del sol sobre la sal me ha obligado a mantener los ojos cerrados durante horas y en la ceguera del sol y la sal he recordado el brillo de tus ojos cuando iniciábamos las maniobras previas a la cópula; cómo se dilataban tus pupilas y tu iris verde y extraño parecía cubierto de rocío y había en una mácula una especie de sonrisa del color, de invitación a iniciar un recorrido ilimitado por tu piel. Piel tuya. Piel suave y ahíta de terminaciones nerviosas alrededor de tus genitales. Piel del interior de tus muslos. Piel mucosa de tus labios
Tras la salina me he hallado desnudo. También el paisaje lo estaba hasta el punto que podría decir -si no fuera físicamente imposible- que no había paisaje; tenía el espacio la cualidad de lo invisible y aunque pisara no veía el suelo y aunque soñara tus nalgas no veía su volumen (porque no había luz, pensaba, porque no había luz, pensaba, porque si no hay luz no hay paisaje, pensaba, porque si no hay luz, no existe el volumen de tus nalgas)
Cuándo encontré el río, no lo sé. Sólo entreveía la sucesión: salina/paisaje invisible/volumen de tus nalgas/río. Y el río me devolvió a la vida y me recordó de forma tan prístina tu vagina que llamé al río por tu nombre y me zambullí en él como lo hacía mi verga en los días alegres de nuestros encuentros sexuales
Ahora navego hacia el confín del río (hacia el confín de tu nombre). Para ello he tomado tres troncos no muy gruesos que flotaban perezosamente en la margen opuesta a a la mía -para llegar a ellos he atravesado a nado las aguas del río con tu nombre- y con lianas tomadas de los árboles he amarrado los troncos con nudos marineros y me he lanzado a atravesarte corriente abajo. La corriente es suave. El río ancho y caudaloso. Todo es vida. En las márgenes murallas verdes me protegen y acompañan mi navegar el canto de las aves, las llamadas de los insectos y la locuacidad del viento. Supongo -me digo- que llegaré al mar y al mar -no sé por qué- no me atrevo a ponerle tu nombre. O quizás este río sea afluente de uno mayor y si así fuera ten por seguro que desnombraría el río que ahora navego y bautizaría al mayor con el nombre tuyo para así llegar hasta el confín de ti, el confín de tu nombre
Narrativa
Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/08/2015 a las 11:18 | {0}
Porque no sé, me esfuerzo en no saber;
tan sólo quiero morir sabiendo no saber
Puede, tan sólo puede, que ése haya sido mi empeño, querida amiga,
ahora que estamos tan lejos y hemos de alejarnos aún más
Sé que hay en este mar que ahora navego, bajo la superficie de las aguas, un mundo animal del cual desconozco casi todo; sé que en el universo, en nuestro pequeño e ilimitado universo pugnan dos fuerzas que se oponen, tan oscuras ambas que el azul no llega a ellas; sé que mis dedos reconocen las letras y sienten la pulsión de la música cuando aparecen reunidas en palabras y porque sé todo eso me esfuerzo en no saberlo...
...es el desierto si quieres o el terrible bochorno de un día con calima; me dijeron que nací en el desierto, me lo dijeron unos arrieros; otros me dijeron que nací en Albania y más allá mi padre no me dijo nada; otras me dijeron que era bello y besaron mis labios cada vez con una pasión nueva y yo me dejé besar como dicen que la tierra se deja mojar por la lluvia para engendrar; me dijeron que mis uñas eran las del águila –y yo lo creí-; me dijeron que mis pies eran deformes y al final supe que tenían todo la razón y quise convencerles (a quienes me lo decían) que la deformidad es naturaleza de las cosas vivas; otras me dijeron algo de la cadencia de mis caderas; alguna llegó a hablar de mi mente; yo, yo, querida amiga, me deslicé por la ignorancia como si buscara en ella la calma, el hurto de mi ser al ansia
Porque no sé me desenvuelvo en este espacio/tiempo -del cual casi nadie sabe nada del segundo- con la estrategia del escarabajo patatero: ruedo sobre la bola que he hecho yo mismo y al rodar sobre ella la muevo y al rodar sobre ella de ella me alimento; no soy nada sin la bola y la bola no sería sin mí pero ni yo escarabajo ni la bola que no es ella sabemos nada el uno del otro aunque yo ruede sobre ella y ella se mueva por mí
Porque no sé, me desarraigo
Porque no sé, me entristece...
Porque no sé, me alegra...
Porque no sé dónde estás, tengo fiebre
Porque leo libros apasionados no leo libros desapasionados y cuando me detengo –a la hora del sueño- y termino el trecho que recorrí con determinados personajes, tengo la misma sensación seca en la boca que tienen ellos y veo a mi alrededor la misma molicie, la misma injusticia, la misma tumba, el mismo abuelo
Porque no sé la luz, se apagará temprano y sonará más bien cerca una viola; los dedos de una tañedor de zanfoña se aligeran a la vera del Camino de Santiago y un velo en el rostro de una mujer recién casada no logra ocultar su dicha; todo es blanco; todo es naranja; no sé ni siquiera los colores del arcoiris y eso es bueno
tan sólo quiero morir sabiendo no saber
Puede, tan sólo puede, que ése haya sido mi empeño, querida amiga,
ahora que estamos tan lejos y hemos de alejarnos aún más
Sé que hay en este mar que ahora navego, bajo la superficie de las aguas, un mundo animal del cual desconozco casi todo; sé que en el universo, en nuestro pequeño e ilimitado universo pugnan dos fuerzas que se oponen, tan oscuras ambas que el azul no llega a ellas; sé que mis dedos reconocen las letras y sienten la pulsión de la música cuando aparecen reunidas en palabras y porque sé todo eso me esfuerzo en no saberlo...
...es el desierto si quieres o el terrible bochorno de un día con calima; me dijeron que nací en el desierto, me lo dijeron unos arrieros; otros me dijeron que nací en Albania y más allá mi padre no me dijo nada; otras me dijeron que era bello y besaron mis labios cada vez con una pasión nueva y yo me dejé besar como dicen que la tierra se deja mojar por la lluvia para engendrar; me dijeron que mis uñas eran las del águila –y yo lo creí-; me dijeron que mis pies eran deformes y al final supe que tenían todo la razón y quise convencerles (a quienes me lo decían) que la deformidad es naturaleza de las cosas vivas; otras me dijeron algo de la cadencia de mis caderas; alguna llegó a hablar de mi mente; yo, yo, querida amiga, me deslicé por la ignorancia como si buscara en ella la calma, el hurto de mi ser al ansia
Porque no sé me desenvuelvo en este espacio/tiempo -del cual casi nadie sabe nada del segundo- con la estrategia del escarabajo patatero: ruedo sobre la bola que he hecho yo mismo y al rodar sobre ella la muevo y al rodar sobre ella de ella me alimento; no soy nada sin la bola y la bola no sería sin mí pero ni yo escarabajo ni la bola que no es ella sabemos nada el uno del otro aunque yo ruede sobre ella y ella se mueva por mí
Porque no sé, me desarraigo
Porque no sé, me entristece...
Porque no sé, me alegra...
Porque no sé dónde estás, tengo fiebre
Porque leo libros apasionados no leo libros desapasionados y cuando me detengo –a la hora del sueño- y termino el trecho que recorrí con determinados personajes, tengo la misma sensación seca en la boca que tienen ellos y veo a mi alrededor la misma molicie, la misma injusticia, la misma tumba, el mismo abuelo
Porque no sé la luz, se apagará temprano y sonará más bien cerca una viola; los dedos de una tañedor de zanfoña se aligeran a la vera del Camino de Santiago y un velo en el rostro de una mujer recién casada no logra ocultar su dicha; todo es blanco; todo es naranja; no sé ni siquiera los colores del arcoiris y eso es bueno
Narrativa
Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/08/2015 a las 23:22 | {0}
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Meditación sobre las formas de interpretar
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Archivo 2008
La Solución
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Haiku
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Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
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Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
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Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
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Reflexiones
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La mujer de las areolas doradas
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Narrativa
Tags : Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/08/2015 a las 11:02 | {0}