A partir del affaire Weinstein y su continuación con el hastag #metoo y ese punto y seguido de las mujeres vestidas de negro en la entrega de los Globos de Oro, un grupo de artistas e intelectuales francesas publicó en el diario Le Monde del 8 de enero de 2018 el artículo titulado Nous défendons une liberté d’importuner, indispensable à la liberté sexuelle.Traducido al castellano: Defendemos la libertad para importunar, indispensable para la libertad sexual.
Llevo ya tiempo pensando que desde el punto de vista del feminismo radical de la actualidad yo soy machista por más que a lo largo de toda mi vida jamás se me haya ocurrido pensar que un ser humano por el hecho de ser de uno u otro sexo tenga más o menos derechos o que yo por ser macho tenga más libertad que una hembra o que una persona por ser mujer tenga que cobrar menos o que por el hecho de ser yo hombre sea más inteligente. Es más siempre he pensado que casi todas las mujeres que he conocido tienen una inteligencia que a mí me falta y jamás se me ha ocurrido despreciar a un artista por el hecho de ser mujer. En fin, que yo pensaba que era una persona que amaba o detestaba a otras personas por el hecho de ser personas no por ser macho o hembra. Y también pensaba que en el terreno de las relaciones sexuales me comportaba de una manera correcta y que dentro de esa corrección justamente uno de los mayores valores era la incorrección.
Empieza el artículo de Le Monde afirmando: La violación es un crimen. Pero el flirteo insistente o incómodo no es un delito ni la galantería una agresión machista. Es tan grave lo que está pasando que aún a riesgo de exponerme al escarnio tengo que adherirme a la reflexión de estas mujeres que es mi propia reflexión porque en el fondo -y lo volvemos a ver una y otra vez- todo es una cuestión de lenguaje. La diferencia estriba en llamar a un hombre Pesado o llamarle Agresor cuando lo que está haciendo es -por ejemplo- poner una mano en el muslo de la mujer con la que se quiere acostar.
Esa autocensura -que no es tal porque las censuras son siempre asuntos sociales- que cada vez se impone más; ese miedo a parecer lo que no se es, es el sempiterno comienzo de la enésima caza de brujas -en este caso caza de brujos hombres y cerdos- . Si además le añadimos a este mejunje la muy acertada reflexión de Juan Soto Ivars en el diario El Confidencial en su artículo titulado La izquierda facha, en el cual razona que los progresistas tienen tanto miedo a parecer fachas que antes que eso prefieren no decir nada que sea incorrecto políticamente mientras que a los fachas todas esas cuestiones de la correcta ideología se la trae al pairo y así les va de bien, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que una nueva época victoriana campee a sus anchas por el mundo y como siempre venga importada de los países anglosajones tan duchos en estas hipocresías.
Por lo tanto en esta primera entrega de mi machismo -machista desde el punto de vista de esas señoras vestidas de negro- firmo los presupuestos de las mujeres francesas y abogo por insistir si se desea a una mujer, dando por sentado que cuando la mujer esté harta sabrá alejarme de ella (normalmente basta una mirada fría) y que este importunar a otro es parte del sempiterno juego de la seducción. Por cierto también hay mujeres que atosigan a hombres.
Como todo es cuestión de lenguaje he utilizado los términos: Importunar, Insistir e incluso Atosigar.
Llevo ya tiempo pensando que desde el punto de vista del feminismo radical de la actualidad yo soy machista por más que a lo largo de toda mi vida jamás se me haya ocurrido pensar que un ser humano por el hecho de ser de uno u otro sexo tenga más o menos derechos o que yo por ser macho tenga más libertad que una hembra o que una persona por ser mujer tenga que cobrar menos o que por el hecho de ser yo hombre sea más inteligente. Es más siempre he pensado que casi todas las mujeres que he conocido tienen una inteligencia que a mí me falta y jamás se me ha ocurrido despreciar a un artista por el hecho de ser mujer. En fin, que yo pensaba que era una persona que amaba o detestaba a otras personas por el hecho de ser personas no por ser macho o hembra. Y también pensaba que en el terreno de las relaciones sexuales me comportaba de una manera correcta y que dentro de esa corrección justamente uno de los mayores valores era la incorrección.
Empieza el artículo de Le Monde afirmando: La violación es un crimen. Pero el flirteo insistente o incómodo no es un delito ni la galantería una agresión machista. Es tan grave lo que está pasando que aún a riesgo de exponerme al escarnio tengo que adherirme a la reflexión de estas mujeres que es mi propia reflexión porque en el fondo -y lo volvemos a ver una y otra vez- todo es una cuestión de lenguaje. La diferencia estriba en llamar a un hombre Pesado o llamarle Agresor cuando lo que está haciendo es -por ejemplo- poner una mano en el muslo de la mujer con la que se quiere acostar.
Esa autocensura -que no es tal porque las censuras son siempre asuntos sociales- que cada vez se impone más; ese miedo a parecer lo que no se es, es el sempiterno comienzo de la enésima caza de brujas -en este caso caza de brujos hombres y cerdos- . Si además le añadimos a este mejunje la muy acertada reflexión de Juan Soto Ivars en el diario El Confidencial en su artículo titulado La izquierda facha, en el cual razona que los progresistas tienen tanto miedo a parecer fachas que antes que eso prefieren no decir nada que sea incorrecto políticamente mientras que a los fachas todas esas cuestiones de la correcta ideología se la trae al pairo y así les va de bien, tenemos el caldo de cultivo perfecto para que una nueva época victoriana campee a sus anchas por el mundo y como siempre venga importada de los países anglosajones tan duchos en estas hipocresías.
Por lo tanto en esta primera entrega de mi machismo -machista desde el punto de vista de esas señoras vestidas de negro- firmo los presupuestos de las mujeres francesas y abogo por insistir si se desea a una mujer, dando por sentado que cuando la mujer esté harta sabrá alejarme de ella (normalmente basta una mirada fría) y que este importunar a otro es parte del sempiterno juego de la seducción. Por cierto también hay mujeres que atosigan a hombres.
Como todo es cuestión de lenguaje he utilizado los términos: Importunar, Insistir e incluso Atosigar.
Tengo a la Muerte clavada en la columna vertebral
sonríe mucho y se mira en el espejo mientras me cepilla los pelos del cogote
Tengo a la Muerte en los pedos que me tiro
que no son pedos míos sino olor del espacio que he de atravesar hasta llegar a la otra vereda
Estigia = Azufre = Enzimas de cerdo
Tengo a la Muerte subida al carromato del que yo mismo tiro
No me canso sólo me agota la visión de un horizonte que no llega a ser lejano
No voy a beber alcohol porque me muera
Ni voy a lanzar exabruptos siempre y cuando la muerte no me duela
Incluso agradezco unos sueños eróticos que tuve la otra noche
(era una muchacha que no llegaría a los veinte años en bragas y camiseta paseando por mi casa -estaba descalza-. Nos besábamos con lujuria y nos dejábamos caer el uno al lado del otro como si ya lo hubiéramos vivido todo)
y las sensaciones de última vez que suelo sentir cuando repito algo que venía haciendo
Porque ahora sé que vivir es dejarlo todo por hacer
Tengo a la Muerte en el zumo de naranja
y en el hombro derecho se me cuelga a veces como si fuera el loro de John Silver
y entonces leo y leo y leo porque sé que dejaré todos esos libros que he empezado sin terminar
De nadie me despido
No sé a dónde me dirijo
Sólo siento a la Muerte clavada en mi columna vertebral
y cómo una de sus manos aprieta -ahora, justo ahora- con gracia mi páncreas
(como si me estuviera diciendo: ¡Idiota, yo soy la joven en bragas y camiseta!)
No temas, en todo caso, porque no quiero quitármela de encima
No quiero luchar contra su tiranía
No quiero acudir a templos ni a curanderos ni a filósofos
sólo quiero pasear con mi perro por las inmediaciones de unas montañas
(coronadas desde hace días por la nieve)
mientras un viento del norte nos azota
y la Muerte, juguetona, canta no sé qué balada acompañada por el ritmo de mis vértebras
(ritmo que es crujido que Ella -intérprete máxima de mis huesos- cruje)
Y ahora voy a pensar en colchones
Me voy a dejar llevar por mañas
Pensaré que el gran Pagador ronda cerca
y que todos están dispuestos a venerar la última morada
La guerra no se presenta mal
sonríe mucho y se mira en el espejo mientras me cepilla los pelos del cogote
Tengo a la Muerte en los pedos que me tiro
que no son pedos míos sino olor del espacio que he de atravesar hasta llegar a la otra vereda
Estigia = Azufre = Enzimas de cerdo
Tengo a la Muerte subida al carromato del que yo mismo tiro
No me canso sólo me agota la visión de un horizonte que no llega a ser lejano
No voy a beber alcohol porque me muera
Ni voy a lanzar exabruptos siempre y cuando la muerte no me duela
Incluso agradezco unos sueños eróticos que tuve la otra noche
(era una muchacha que no llegaría a los veinte años en bragas y camiseta paseando por mi casa -estaba descalza-. Nos besábamos con lujuria y nos dejábamos caer el uno al lado del otro como si ya lo hubiéramos vivido todo)
y las sensaciones de última vez que suelo sentir cuando repito algo que venía haciendo
Porque ahora sé que vivir es dejarlo todo por hacer
Tengo a la Muerte en el zumo de naranja
y en el hombro derecho se me cuelga a veces como si fuera el loro de John Silver
y entonces leo y leo y leo porque sé que dejaré todos esos libros que he empezado sin terminar
De nadie me despido
No sé a dónde me dirijo
Sólo siento a la Muerte clavada en mi columna vertebral
y cómo una de sus manos aprieta -ahora, justo ahora- con gracia mi páncreas
(como si me estuviera diciendo: ¡Idiota, yo soy la joven en bragas y camiseta!)
No temas, en todo caso, porque no quiero quitármela de encima
No quiero luchar contra su tiranía
No quiero acudir a templos ni a curanderos ni a filósofos
sólo quiero pasear con mi perro por las inmediaciones de unas montañas
(coronadas desde hace días por la nieve)
mientras un viento del norte nos azota
y la Muerte, juguetona, canta no sé qué balada acompañada por el ritmo de mis vértebras
(ritmo que es crujido que Ella -intérprete máxima de mis huesos- cruje)
Y ahora voy a pensar en colchones
Me voy a dejar llevar por mañas
Pensaré que el gran Pagador ronda cerca
y que todos están dispuestos a venerar la última morada
La guerra no se presenta mal
Interpretación de la interpretación que Darío Sztajnszrajber hace del primer libro de la Torá o del Pentateuco o de la Biblia*
Desde la empalizada veo el desfile de los muertos (tan sólo los muertos de hoy)
No quiero angustiarme con la probabilidad de la arena que se contiene en los cientos de libros que asumo cada día (porque somos por nuestra cultura judeocristiana fundamentalmente libros y como libros somos relatos y como relatos somos interpretaciones de los escritos. Nunca lo escrito. La Verdad no existe. O la Verdad está vedada a nuestro intelecto).
¿Qué es más importante -o más terrible- que Abraham no dudara en sacrificar a Isaac por la orden de una voz en su cerebro (y de ahí Temor y Temblor de Sören Kierkegaard) o que ante semejante orden Abraham callara y se convirtiera en un secreto (y de ahí Dar la muerte de Jacques Derrida) que ni siquiera dudó en contárselo a Sara?
Una parte de nuestro ser occidental se levanta sobre los cimientos judeocristianos y éstos a su vez se basan en una historia que nada más empezar se inicia con un desacato al Dios, un asesinato entre hermanos, la sodomización por parte de Noé de su hijo (no hablemos de las hijas de Lot etc...) y por supuesto el sacrificio del hijo si la Voz lo exige como prueba. Tampoco olvidemos la otra pata de esta mesa occidental: los griegos y su desprecio de la mujer y de los bárbaros (que no todos los griegos eran de izquierdas). Relatos somos. Secuelas de esos días. Emulación de las interpretaciones que se hicieron de aquellos textos, de aquellos libros... que como nosotros -libros también, lo repito- somos interpretados por los otros y por nosotros mismos. Porque uno a sí mismo también se lee pero no lee lo que está escrito sino lo que interpreta de lo escrito.
Quizás el día en el que dejemos de ser relato y la base de nuestro conocimiento sea por ejemplo la imagen en movimiento, quizás ese día, digo, sea el inicio del fin de la civilización occidental. Y si seguimos los hitos que se nos están presentando ese hecho ya está ocurriendo. Occidente está dejando de ser un relato, una escritura para convertirse en un icono lo que nos llevaría -ciclos de la Historia- a una nueva versión de la civilización Egipcia o quizá de la civilización Maya o -parece lo más plausible- de la civilización China con sus ideogramas.
Y así el fin de la Historia que se anuncia desde hace unos cuarenta años, es realmente el fin de una historia (en inglés se diferencia mejor la idea. Ellos llaman History al estudio de los aconteceres humanos y Story al argumento de un relato de ficción).
Esta idea del hombre como relato me lleva, en mi experiencia vital, a una curiosa metáfora que es la siguiente: me apasionan los libros porque me apasionan las personas pero mi pasión por los libros es mayor que mi pasión por las personas o sencillamente es menos peligrosa.
* Si os interesa la conferencia de Darío Sztajnszrajber podéis cllicar en este enlace https://www.youtube.com/watch?v=pRwAyZQIDKs
No quiero angustiarme con la probabilidad de la arena que se contiene en los cientos de libros que asumo cada día (porque somos por nuestra cultura judeocristiana fundamentalmente libros y como libros somos relatos y como relatos somos interpretaciones de los escritos. Nunca lo escrito. La Verdad no existe. O la Verdad está vedada a nuestro intelecto).
¿Qué es más importante -o más terrible- que Abraham no dudara en sacrificar a Isaac por la orden de una voz en su cerebro (y de ahí Temor y Temblor de Sören Kierkegaard) o que ante semejante orden Abraham callara y se convirtiera en un secreto (y de ahí Dar la muerte de Jacques Derrida) que ni siquiera dudó en contárselo a Sara?
Una parte de nuestro ser occidental se levanta sobre los cimientos judeocristianos y éstos a su vez se basan en una historia que nada más empezar se inicia con un desacato al Dios, un asesinato entre hermanos, la sodomización por parte de Noé de su hijo (no hablemos de las hijas de Lot etc...) y por supuesto el sacrificio del hijo si la Voz lo exige como prueba. Tampoco olvidemos la otra pata de esta mesa occidental: los griegos y su desprecio de la mujer y de los bárbaros (que no todos los griegos eran de izquierdas). Relatos somos. Secuelas de esos días. Emulación de las interpretaciones que se hicieron de aquellos textos, de aquellos libros... que como nosotros -libros también, lo repito- somos interpretados por los otros y por nosotros mismos. Porque uno a sí mismo también se lee pero no lee lo que está escrito sino lo que interpreta de lo escrito.
Quizás el día en el que dejemos de ser relato y la base de nuestro conocimiento sea por ejemplo la imagen en movimiento, quizás ese día, digo, sea el inicio del fin de la civilización occidental. Y si seguimos los hitos que se nos están presentando ese hecho ya está ocurriendo. Occidente está dejando de ser un relato, una escritura para convertirse en un icono lo que nos llevaría -ciclos de la Historia- a una nueva versión de la civilización Egipcia o quizá de la civilización Maya o -parece lo más plausible- de la civilización China con sus ideogramas.
Y así el fin de la Historia que se anuncia desde hace unos cuarenta años, es realmente el fin de una historia (en inglés se diferencia mejor la idea. Ellos llaman History al estudio de los aconteceres humanos y Story al argumento de un relato de ficción).
Esta idea del hombre como relato me lleva, en mi experiencia vital, a una curiosa metáfora que es la siguiente: me apasionan los libros porque me apasionan las personas pero mi pasión por los libros es mayor que mi pasión por las personas o sencillamente es menos peligrosa.
* Si os interesa la conferencia de Darío Sztajnszrajber podéis cllicar en este enlace https://www.youtube.com/watch?v=pRwAyZQIDKs
Vuelvo a ti tras el periplo. No quieras saber. Fue largo. Desanduve mis propias creencias y caí de hinojos un amanecer de invierno ante mis pares. Que libré batallas te lo contarán otros; de las heridas las cicatrices son huellas; los amores fueron de burdel y poco más con lo que no es necesario ni siquiera que me confiese ante ti ni ruegue tu perdón; fueron muchas las noches en vela; muchos fueron los vivacs entre vientos furibundos, lluvias tempestuosas o calores tórridos que ni las alimañas eran capaces de soportar, lo que me enseñó que la mayor de todas es el hombre; fuimos atacados por manadas de lobos; soporté la furia de una osa y sus zarpas me dolerán por siempre cuando el tiempo cambie; desperté con la serpiente alrededor de mi cuello a punto de tragarme; descubrí entre la arena de unas playas ignotas que los animales invisibles son los más odiosos y sus llagas se infectan y sus mordeduras son tan horrendas como llamaradas de volcán; del mundo de los mares tan sólo confirmar que ha de estar loco quien fía su alimento y su vida a esos continentes de agua. No embarques nunca si puedes evitarlo. Quédate en tierra aunque la peste ronde cerca porque los mares son territorios del diablo donde la muerte más terrible acecha tras cada ola y los días se revuelven en un mismo olor a vómito y ausencias; te lo digo yo que he recorrido desde los cálidos mares del sur del mundo hasta los gélidos mares del norte donde las orcas se comían a los hombres tras jugar un rato con ellos como si fueran balones.
He vuelto y ya no soy el mismo y aunque no pienso morirme antes de tiempo ni voy a ir en busca de la Parca tampoco deseo permanecer aquí ni un segundo más del necesario porque ya conozco los ciclos y sus tiempos y ni el fuego de San Telmo, ni las auroras boreales, ni las luciérnagas en las selvas del Trópico, ni las voces agudas de los delfines, ni el vuelo majestuoso del cóndor ni las cataratas que llaman de Iguazú, ni la piel azul de unas mujeres, ni las cabezas reducidas que te traigo como ofrenda, ni los millones de gusanos de seda que vi un día, ni los dátiles que comí en un oasis, ni la persecución de cien serpientes contra un lagarto en un desierto del que olvidé el nombre pero no olvidé que el lagarto venció a las cien serpientes, ni la frescura de un coco, ni la belleza de una ermita camino de Santiago, nada de todo ello, te digo, me atrae hacia la vida, ni subyuga mi voluntad de morir en su momento un rezo o una visión ni la palabra de una vieja sabia que me encontré en Méjico una noche en la que no había luna. Ya nada me irrita. Ya nada me calma. Tan sólo te pido que me dejes sentarme en la hamaca para contemplar cómo la luz del día se eleva y declina, una y otra vez, una y otra vez así el humo se eleva siempre y el agua ha de caer.
No estoy viejo. Me quedan fuerzas. Es ternura lo que siento de haber sido como todos el primer hombre y como todos haberme dado cuenta de ello demasiado tarde.
Déjame -aunque sea sacrílego- terminar diciendo Amén.
He vuelto y ya no soy el mismo y aunque no pienso morirme antes de tiempo ni voy a ir en busca de la Parca tampoco deseo permanecer aquí ni un segundo más del necesario porque ya conozco los ciclos y sus tiempos y ni el fuego de San Telmo, ni las auroras boreales, ni las luciérnagas en las selvas del Trópico, ni las voces agudas de los delfines, ni el vuelo majestuoso del cóndor ni las cataratas que llaman de Iguazú, ni la piel azul de unas mujeres, ni las cabezas reducidas que te traigo como ofrenda, ni los millones de gusanos de seda que vi un día, ni los dátiles que comí en un oasis, ni la persecución de cien serpientes contra un lagarto en un desierto del que olvidé el nombre pero no olvidé que el lagarto venció a las cien serpientes, ni la frescura de un coco, ni la belleza de una ermita camino de Santiago, nada de todo ello, te digo, me atrae hacia la vida, ni subyuga mi voluntad de morir en su momento un rezo o una visión ni la palabra de una vieja sabia que me encontré en Méjico una noche en la que no había luna. Ya nada me irrita. Ya nada me calma. Tan sólo te pido que me dejes sentarme en la hamaca para contemplar cómo la luz del día se eleva y declina, una y otra vez, una y otra vez así el humo se eleva siempre y el agua ha de caer.
No estoy viejo. Me quedan fuerzas. Es ternura lo que siento de haber sido como todos el primer hombre y como todos haberme dado cuenta de ello demasiado tarde.
Déjame -aunque sea sacrílego- terminar diciendo Amén.
Poema escrito por Raúl Morales García
Resiste el páncreas
Lo han apuntalado
Así se apuntala una mina
O una casa que parpadea
Sostenido no como un corazón
Sino apretando su tejido
Algo como un petirrojo entre las manos
Entonces el amigo vive
En el palo que muerde
Por el dolor la morfina
Bajo el ciclo de la misma luna
Ha vuelto a su calle
Al ladrido de su perro
La felicidad de la vena
Los trabajos y los días
El amigo
En este azul a lo lejos
En el hilo claro de hoy
Si queréis leer más de Raúl Morales García (y por lo tanto saber más de él cosa que os recomiendo vivamente) podéis hacerlo en
https://lucesenlaventana.wordpress.com
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Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/01/2018 a las 17:30 | {0}