Documento 22 de la serie de Los Archivos Póstumos de Isaac Alexander y documento 1 de una serie que trata de la época durante la cual se ganó la vida como tasador de bibliotecas para la famosa librería de viejo Pavel ubicada en la Spigelgasse de la ciudad de Zurich.
Los documentos de esta serie los signaré de la siguiente manera AP/22-TB/01. Es decir de los Archivos Póstumos (AP) es el documento número 22 y de la serie Tasador de Bibliotecas (TB) es el número 01
Antes de dar paso a la voz particular de Isaac Alexander quiero hacer una salvedad. Esta serie está incompleta. Le falta seguro la primera carta. Lo verá el lector por las referencias que hace Isaac a una carta anterior en la que explicaba más in extenso los motivos por los que había aceptado el trabajo.
La destinataria de estas cartas es Anail Dal Sonelo condesa de Grappa, que fue la amante de Isaac Alexander a los largo de diez años. Nunca vivieron juntos y como comentaba a menudo Isaac, Hablamos mucho, muchísimo. ¡No sabes cuánto!
La destinataria de estas cartas es Anail Dal Sonelo condesa de Grappa, que fue la amante de Isaac Alexander a los largo de diez años. Nunca vivieron juntos y como comentaba a menudo Isaac, Hablamos mucho, muchísimo. ¡No sabes cuánto!
23 de noviembre de 1964
Querida Condesa:
Recién llegado llueve en Zurich. Estoy en la habitación del pequeño hotel de la calle Rindermarkt. Cerca del río. Cerca de mi lugar de trabajo y por lo tanto cerca del Cabaret Voltaire. ¡Ah, querida Anail, querida mía, no he podido bajar y caminar con las manos dentro del abrigo -porque llueve y hace frío y el río ha colocado a pocos centímetros por encima de él un cejo que alimenta el misterio del otoño en centroeuropa- porque si lo hiciera me acercaría a nuestros días juntos en esta misma ciudad... no hace tanto. Sí, estoy en el mismo hotel en el que estuvimos y he tenido la fortuna de conseguir la misma habitación en la que te regalé, junto a la cama, aquella cruz que nunca quisiste que viera nuestros amores. En la mesita frente a la ventana te escribo esta segunda carta también para pedirte disculpas por si de la primera -que te escribí en el tren, tras la huída- colegiste que era de ti y aunque haya algo de verdad en ello más me impulsó una necesidad casi estética de volver a aprender. Y así cuando los astros se conjuraron y conocí a Pavel de una forma tan ordenadamente casual, no pude por menos que hacerle caso al destino y levantar el vuelo una vez más.
No estoy cansado de amarte. Ni cansado de verte desnuda. Más bien lo que quiero -porque tú lo quieres- es querer verte desnuda siempre y para que el erotismo crezca ha de menguar el vernos. Algo así me dijiste hace pocas noches, me dijiste, No quieras verme tanto, Isaac, que de tanto querer verme me vas a gastar. La verdad en tu boca me aterra y me atrae. Espero que mi verdad, la que me has pedido que te cuente te provoque la misma tensión que a mí: atracción y terror a un mismo tiempo.
Curioso estar en Zurich,; empezar otra vez en Zurich. Zurich donde empezó todo.
No estoy cansado de amarte. Ni cansado de verte desnuda. Más bien lo que quiero -porque tú lo quieres- es querer verte desnuda siempre y para que el erotismo crezca ha de menguar el vernos. Algo así me dijiste hace pocas noches, me dijiste, No quieras verme tanto, Isaac, que de tanto querer verme me vas a gastar. La verdad en tu boca me aterra y me atrae. Espero que mi verdad, la que me has pedido que te cuente te provoque la misma tensión que a mí: atracción y terror a un mismo tiempo.
Curioso estar en Zurich,; empezar otra vez en Zurich. Zurich donde empezó todo.
El agujero
negro con luz se fragua
luz apresada
negro con luz se fragua
luz apresada
Este auge de los fascismos. Esta sociedad transparente. Este pedazo de estúpido integral que es el presidente del imperio, con sus gestos a lo dictador, una mezcla espantosa entre Mussolini y el Oso Yogui. La caída en la literalidad. La obligación de decantarse. Ver cómo se arrumba el sentido figurado, la ironía, incluso el sarcasmo. Esas leyes que se cambian con el método chulesco de un presidente de todo un tribunal supremo de un país que se pavonea -como tantos- de democrático que zanja un debate porque está hasta los cojones de debatir y ¡oh, suerte de la moneda! esta cae del lado de quienes en este momento dominan realmente el mundo: los guardianes del dinero.
Ante eso. Ante lo pornográfico de la sociedad en la que vivo (para quien quiera saber a qué me refiero con esos términos que empiece a leer, a conocer, a saber, a reconocer de una puta vez ) me voy a pasear por el paisaje ambiguo de un día nublado de noviembre en el que las nubes se han comido las montañas y se escuchan gemidos que podrían ser gozos de mamíferos follando. Ante tal reguero de estulticia me meo en el tronco de un árbol, en la soledad del camino tan sólo estropeado por los sonidos feos de unas máquinas a motor. Detesto el ruido de los motores de las máquinas. Los gritos continuos de los niños en un patio los detesto menos. En el ansia que siento en las ciudades se ve el triunfo del capitalismo. Me alejé de las ciudades. Me alejé de ese ansia que se contagia. Ese ansia de igualdad que genera una sociedad profunda y cruelmente desigual. Espejismos. Apariencias. Anhelos.
¡Qué tosco, mortal, es todo! A imagen y semejanza de las leyes del universo.
Ante eso. Ante lo pornográfico de la sociedad en la que vivo (para quien quiera saber a qué me refiero con esos términos que empiece a leer, a conocer, a saber, a reconocer de una puta vez ) me voy a pasear por el paisaje ambiguo de un día nublado de noviembre en el que las nubes se han comido las montañas y se escuchan gemidos que podrían ser gozos de mamíferos follando. Ante tal reguero de estulticia me meo en el tronco de un árbol, en la soledad del camino tan sólo estropeado por los sonidos feos de unas máquinas a motor. Detesto el ruido de los motores de las máquinas. Los gritos continuos de los niños en un patio los detesto menos. En el ansia que siento en las ciudades se ve el triunfo del capitalismo. Me alejé de las ciudades. Me alejé de ese ansia que se contagia. Ese ansia de igualdad que genera una sociedad profunda y cruelmente desigual. Espejismos. Apariencias. Anhelos.
¡Qué tosco, mortal, es todo! A imagen y semejanza de las leyes del universo.
A Julia Maestre Alarcón, mi primera maestra, en el aniversario de su segundo tránsito conocido por mí (no sé cuántos más ha tenido desde entonces ni cuántos tuvo antes de eso que he llamado "entonces" [si los tuvo, si existen, si no es que todo es lo mismo])
Duermen los muertos. Algunos llevan dormidos millones de años. ¿Cuándo murió la primera urbilateria? Sobre los cimientos de la muerte se ha ido construyendo esta nueva frontera, penúltimo salto del que seremos conscientes y me siento afortunado de estar aquí, de estar asistiendo a ella, de ser consciente. Somos educados para no ser conscientes de saber dónde nos encontramos. Manejan nuestras mentes en la infancia y para siempre una impronta se queda marcada en nuestros cerebros sólo que hay una llave -una entre otras- que a veces -porque no es siempre- abre el camino al descubrimiento de esa impronta y su posterior destrucción; esa llave es el sufrimiento. Ya desde los griegos esta idea subyace como poso de sabiduría. Pensaba Esquilo que obrando cae el hombre en la culpa; toda culpa encuentra su expiación en el sufrimiento; el sufrimiento lleva al hombre a la comprensión y la comprensión al conocimiento: este es el camino de lo divino a través de mundo de los humanos. Esa impronta se podría llamar: Autoridad. Sería interesante comentar todas las acepciones de esta palabra. Quizás en otro momento. Sirva ahora la acepción más usual. La Autoridad ha marcado la vida de miles de millones de seres humanos al impedirles saber dónde están y al no saberlo -o no saber siquiera que algo había que saber- han vivido, viven, vidas entregadas a otros, sacrificadas para el bienestar de otros -en muchísimas ocasiones no sólo para su bienestar sino para alimentar y hacer triunfar su codicia- de tal forma que hubo y hay ejércitos y ejércitos de vidas ignorantes. Lo paradójico es que también los beneficiarios de la ignorancia de los demás suelen ser a su vez ignorantes también. ¡Cuidado con la ignorancia de los poderosos!
En mi niñez empecé a obrar y empecé a sufrir. Ha tenido que pasar medio siglo para empezar a emocionarme sin rubor y sin culpa del bien, de la visión de la frontera, del dolor y de la estética. Gracias, viejilla mía, por ser la primera que me guió por la senda del sufrir.
En mi niñez empecé a obrar y empecé a sufrir. Ha tenido que pasar medio siglo para empezar a emocionarme sin rubor y sin culpa del bien, de la visión de la frontera, del dolor y de la estética. Gracias, viejilla mía, por ser la primera que me guió por la senda del sufrir.
Soplo en el cristal (no es urna es polvo de luz tras la nube). Vigorosa la tarde. Ese viento que viene de muy cerca, allá en el norte. Humedales. Perversión: justo cuando la noche empieza le crujen las manos. En la soledad del camino. Dorada la luz del otoño. Que ya llega noviembre. Que ya llega el día del nacimiento de su muerte. Paralelas. No continuas. Debe aprenderlo. Marca un compás con cierto albedrío. Es risueña la cara de la muchacha. El perro mayor también merece una caricia. Duerme la noche. Se despereza el frío. Todo, todo está barrido. Un paso y después otro. Alegoría de los zapatos rotos. Ha recordado un poema antiguo. La figura buena del adulto. El horrible hedor de las diosas viejas elevadas por Esquilo a la categoría de sepultas. Hay adoraciones. Perversión: un ajuste del cinturón acompañado de la caída de un sombrero. Se escuchaba lejos un tango. Parecía echar fuego la luna. Siete. Veinte.
Fin del son.
Fin del son.
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Narrativa
Tags : Escritos de Isaac Alexander Tasador de bibliotecas Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/11/2018 a las 18:02 | {0}