Manifestaciones que hace el bueno de Isaac Alexander mientras pide limosna en la calle de Alcalá
Querido míos:
Manifiesto mi escepticismo ante los acontecimientos por venir.
Unos alardean las peores desgracias.
Otros alientan la espera.
La verdad podría ser que el engaño es pavoroso.
Yo no pido para mí, pido para un hombre desesperado que mira a sus hijos con vergüenza; pido para una niña desahuciada de un barrio llamado Tetuán de las Victorias; pido para la vieja que se muere sola en un pisito del arrabal; pido para el enfermo de SIDA, extranjero en este país que no existe y el cual, en cuanto le arrebaten la tarjeta sanitaria, quedará a merced del virus que está al acecho de sus células.
No quiero que os levantéis contra el poderoso. No quiero que incendiéis las sedes bancarias. Tampoco que le pongáis un petardo en el culo al ministro del Interior o que le cosáis la boca al ministro de Hacienda, por hijoputa mentiroso. No quiero que denostéis de este monarquía ni tan siquiera que os burléis de ella. No, no, eso dejadlo para cuando arda el horizonte y la lluvia de metal y la turbamulta, llena de desesperación, asalte bancos, ministerios y palacios y mientras tanto seamos desobedientes, es decir: no tengamos miedo, compremos golosinas, dejemos paso a las fotos de Margareth Tatcher; glorifiquemos a Emilio Botín y aplaudamos sus bólidos rojos los cuales, como flechas ensangrentadas, giran una vez y otra por el mismo circuito. Cebemos su codicia. Dejemos que engorden para que se vuelvan lentos y confiados y mientras, compremos golosinas, miremos la mañana, escribamos un poema mínimo, acariciemos la mano que tiembla, rebajemos la fiebre del enfermo, atendamos a los que tenemos cerca. Una limosna. Una limosna.
Y si llega la debacle y si el futuro no nos alcanza y si los fantasmas nos invaden y si nuestros indefensos caen muertos de rabia y tifus y si la cola de los pedigüeños se hace eterna y si los yates se vuelven dioses de la modernidad y si nos comemos las uñas y si estimamos en nuestra memoria el recuerdo de un bistec, si todo eso ocurre entonces os propongo que acechemos la casa de un poderoso, disfrazados de ramas de árbol y en un descuido, hijo de su fatuidad y su gordura, lo atrapemos, lo arrastremos, lo deshollemos, lo descuarticemos y lo asemos en una pira de papeles financieros y repartamos su carne entre los famélicos y vitoreemos lo bien que se cebó y degustemos sus proteínas conseguidas a base de nuestra desesperación.
¡Una limosna para la trabajadora que tiene que chuparle la polla a su dominador!
¡Una limosna para el trabajador que tiene que ponerle el culo a su dominador!
¡Una limosna para la trabajadora niña que será despedida en cuanto le crezcan las manos!
¡Una limosna para el trabajador niño que será despedido en cuanto no quepa por el estrecho hueco!
¡Una limosna para el redactor que ha de escribir la noticia al dictado!
¡Una limosna para el juez que ha de dictar sentencia para mantener su estatus!
¡Una limosna para el médico que retrasa la prueba del enfermo por mor de la efectividad de unas cuentas!
¡Una limosna para el broker que se mete rayas en los baños marmóreos del Banco de Santander!
¡Una limosna para el presidente del gobierno que ha olvidado lo de: cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar!
¡Bendito seas, amigo, gracias!
Manifiesto mi escepticismo ante los acontecimientos por venir.
Unos alardean las peores desgracias.
Otros alientan la espera.
La verdad podría ser que el engaño es pavoroso.
Yo no pido para mí, pido para un hombre desesperado que mira a sus hijos con vergüenza; pido para una niña desahuciada de un barrio llamado Tetuán de las Victorias; pido para la vieja que se muere sola en un pisito del arrabal; pido para el enfermo de SIDA, extranjero en este país que no existe y el cual, en cuanto le arrebaten la tarjeta sanitaria, quedará a merced del virus que está al acecho de sus células.
No quiero que os levantéis contra el poderoso. No quiero que incendiéis las sedes bancarias. Tampoco que le pongáis un petardo en el culo al ministro del Interior o que le cosáis la boca al ministro de Hacienda, por hijoputa mentiroso. No quiero que denostéis de este monarquía ni tan siquiera que os burléis de ella. No, no, eso dejadlo para cuando arda el horizonte y la lluvia de metal y la turbamulta, llena de desesperación, asalte bancos, ministerios y palacios y mientras tanto seamos desobedientes, es decir: no tengamos miedo, compremos golosinas, dejemos paso a las fotos de Margareth Tatcher; glorifiquemos a Emilio Botín y aplaudamos sus bólidos rojos los cuales, como flechas ensangrentadas, giran una vez y otra por el mismo circuito. Cebemos su codicia. Dejemos que engorden para que se vuelvan lentos y confiados y mientras, compremos golosinas, miremos la mañana, escribamos un poema mínimo, acariciemos la mano que tiembla, rebajemos la fiebre del enfermo, atendamos a los que tenemos cerca. Una limosna. Una limosna.
Y si llega la debacle y si el futuro no nos alcanza y si los fantasmas nos invaden y si nuestros indefensos caen muertos de rabia y tifus y si la cola de los pedigüeños se hace eterna y si los yates se vuelven dioses de la modernidad y si nos comemos las uñas y si estimamos en nuestra memoria el recuerdo de un bistec, si todo eso ocurre entonces os propongo que acechemos la casa de un poderoso, disfrazados de ramas de árbol y en un descuido, hijo de su fatuidad y su gordura, lo atrapemos, lo arrastremos, lo deshollemos, lo descuarticemos y lo asemos en una pira de papeles financieros y repartamos su carne entre los famélicos y vitoreemos lo bien que se cebó y degustemos sus proteínas conseguidas a base de nuestra desesperación.
¡Una limosna para la trabajadora que tiene que chuparle la polla a su dominador!
¡Una limosna para el trabajador que tiene que ponerle el culo a su dominador!
¡Una limosna para la trabajadora niña que será despedida en cuanto le crezcan las manos!
¡Una limosna para el trabajador niño que será despedido en cuanto no quepa por el estrecho hueco!
¡Una limosna para el redactor que ha de escribir la noticia al dictado!
¡Una limosna para el juez que ha de dictar sentencia para mantener su estatus!
¡Una limosna para el médico que retrasa la prueba del enfermo por mor de la efectividad de unas cuentas!
¡Una limosna para el broker que se mete rayas en los baños marmóreos del Banco de Santander!
¡Una limosna para el presidente del gobierno que ha olvidado lo de: cuando veas las barbas de tu vecino cortar pon las tuyas a remojar!
¡Bendito seas, amigo, gracias!
Al inicio de la primera noche piensa: "Escribiré unos versos a la muchacha que me espera"
En la noche primera piensa: "El aullido del lobo suena a presencia"
En la madrugada primera piensa: "¿Por qué no duermo?"
En la alborada piensa: "Los colores del fuego"
Durante la segunda mañana piensa: "La pata de un cordero"
A lo largo de la segunda tarde piensa: "Me muero, me muero"
Al ocaso del segundo día piensa: "El cuello es algo nuevo"
En la noche segunda piensa: "La oscuridad del vello"
En la madrugada segunda piensa: "¿Por qué me duermo si las alimañas acechan para sorberme el cerebro?"
En la segunda alborada piensa: "Los colores del fuego"
A lo largo de la tercera mañana piensa: "Me quedo ciego. Ya no veré el cuerpo desnudo de la muchacha de la aldea".
En la tarde tercera piensa: "Un poco maíz".
Al terminar la tarde del tercer día piensa: "En el lago crecí y entre los juncos vi"
Durante la noche tercera piensa: "Ya vienen, ya vienen, me lavarán el cuerpo, me proveerán de alimento, no se reirán".
Durante la madrugada tercera apenas piensa. Sólo un: "¡Venid! ¡Entrad!".
Durante la cuarta alborada duerme.
Durante la cuarta mañana duerme.
Durante la cuarta tarde duerme.
En el ocaso cuarto duerme.
En la noche cuarta duerme.
En la madrugada cuarta duerme.
En la alborada quinta despierta y piensa: "Nunca más".
En la noche primera piensa: "El aullido del lobo suena a presencia"
En la madrugada primera piensa: "¿Por qué no duermo?"
En la alborada piensa: "Los colores del fuego"
Durante la segunda mañana piensa: "La pata de un cordero"
A lo largo de la segunda tarde piensa: "Me muero, me muero"
Al ocaso del segundo día piensa: "El cuello es algo nuevo"
En la noche segunda piensa: "La oscuridad del vello"
En la madrugada segunda piensa: "¿Por qué me duermo si las alimañas acechan para sorberme el cerebro?"
En la segunda alborada piensa: "Los colores del fuego"
A lo largo de la tercera mañana piensa: "Me quedo ciego. Ya no veré el cuerpo desnudo de la muchacha de la aldea".
En la tarde tercera piensa: "Un poco maíz".
Al terminar la tarde del tercer día piensa: "En el lago crecí y entre los juncos vi"
Durante la noche tercera piensa: "Ya vienen, ya vienen, me lavarán el cuerpo, me proveerán de alimento, no se reirán".
Durante la madrugada tercera apenas piensa. Sólo un: "¡Venid! ¡Entrad!".
Durante la cuarta alborada duerme.
Durante la cuarta mañana duerme.
Durante la cuarta tarde duerme.
En el ocaso cuarto duerme.
En la noche cuarta duerme.
En la madrugada cuarta duerme.
En la alborada quinta despierta y piensa: "Nunca más".
Mirar la mano. Los sonidos. Las voces de las niñas contándose una historia. El tiempo. El sabor del vino. Una flauta india, una guitarra y un piano. La mesa. Los papeles, la agenda, el libro, el lápiz, las gafas, el bureau, la grapadora, el cuarzo, el mechero y el anillo. Es los cuadros. La librería. La lámpara. Haber unido un amanecer en las selvas de Borneo con Louange à l'eternité de Jésus y los ladridos de un perro. Las risas. Las voces a lo lejos. La posibilidad de un fantasma en el armario. El reconocimiento del trasmundo. Las corrientes de los vientos y los mares. El arce que vive. La lluvia. El verdor. El silencio. El jadeo. La risa con el amigo. La noche inmensa. El humo del cigarrillo. La respiración que inspira la vida. Fui indio. Cacé bisontes. Estuve en el ayuno y Gran Espíritu me susurró la forma de conseguir el maíz. El ordenador. Las teclas negras. La máquina de escribir. Julia. Siempre y por siempre Julia. Un vaso más de vino. Su sonido al escanciarse en el vaso. La renovación del amargor de la cerveza en mi boca. Lo que hay que callar. Estuviste recordándome. ¡Lo que son destinos!
¡Qué bien se llevan el gris y el verde! Una nube tizna la cima del monte. Los pechos saltarines de una muchacha. La lluvia lenta en la ciudad rápida. La voz falsa que alardea. Fue Jesús quien entró en el Templo y se enfrentó al fraude. Las manipulaciones no deben caer en saco roto. En el periódico anuncian nuevas desgracias. La desgracia es el anuncio en sí. No hay que pasar de largo ante los estafadores. Ni dejar de mirar la sintonía entre un árbol, una nube, la lluvia y unos labios carmesíes. Mirar de frente. Apuntar la estulticia. Mantenerse alertas. El mundo no es un cuento infantil (aunque el cuento infantil contenga el mundo). Bajo el sombrero del cielo se cubre la gran cabeza y bajo la cabeza hay un suelo y bajo el suelo el inframundo. Esa exaltación del movimiento. El perro se sacude. Pasa la luz. Por fin abril se va.
Escucho hace unos días a un señor en una conferencia en la que trata los temas de esta corriente new age del vivir, tipo El Poder del Ahora o El Secreto. Era un tipo calvo, con gafas, delgado, que se decía muy tranquilo y feliz de estar allí, en una profunda relajación, tras haber sufrido la bendición, un año antes, de quedarse en coma y casi morir por una equivocación médica. Lo curioso es que el buen señor sudaba como un pollo mientras desgranaba una tras otra recetas para vivir (o más que vivir para no calificar como dolor o sufrimiento ninguna de las circunstancias de la vida). Todo es una oportunidad. Todo es bendito. Y mientras desgranaba estos lugares comunes en una sociedad donde la muerte de Dios nos ha dejado huérfanos de sentido de la vida, repetía, de vez en cuando, con un orgullo extraño, que él que antes escribía ya no lo hacía. Ya no escribo, dice. ¡Pero hay que ver lo que habla el buen señor! pienso yo.
Lo curioso es que para terminar su conferencia, antes de pasar al coloquio, dice: Ya no escribo pero he escrito este folio, es sólo un folio, para terminar con la parte expositiva. Y va y lee, eso sí para todos vosotros y vosotras (siempre vosotros y vosotras, nunca vosotras y vosotros. No soporto la corrección política, el pensamiento unificador, ése que dice: el lenguaje es sexista. ¿Cómo puede ser sexista un lenguaje? Recomiendo un artículo de Ignacio Bosque: Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer) un texto que no merece el más mínimo comentario, excepto el de que era un texto escrito. ¿A qué entonces tanto orgullo... majadero por haber dejado de escribir? ¿Qué tiene de poco espiritual el escribir? Y si lo que quiere este buen señor es hacerse una cura de silencio, que se calle... del todo. Schchssst.
¡Qué difícil por sencilla es la verdad!
Lo curioso es que para terminar su conferencia, antes de pasar al coloquio, dice: Ya no escribo pero he escrito este folio, es sólo un folio, para terminar con la parte expositiva. Y va y lee, eso sí para todos vosotros y vosotras (siempre vosotros y vosotras, nunca vosotras y vosotros. No soporto la corrección política, el pensamiento unificador, ése que dice: el lenguaje es sexista. ¿Cómo puede ser sexista un lenguaje? Recomiendo un artículo de Ignacio Bosque: Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer) un texto que no merece el más mínimo comentario, excepto el de que era un texto escrito. ¿A qué entonces tanto orgullo... majadero por haber dejado de escribir? ¿Qué tiene de poco espiritual el escribir? Y si lo que quiere este buen señor es hacerse una cura de silencio, que se calle... del todo. Schchssst.
¡Qué difícil por sencilla es la verdad!
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Ensayo
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/05/2012 a las 14:21 | {0}