Je m'accuse de ser un irreponsable y de no entender en absoluto los matices en la voz.
Me acuso de ser a medias, de no ser humilde (a medias), de mirarme a veces con usura la largura de las uñas (a medias).
Me acuso del tedio de la tarde.
Me acuso de tener la paciencia que se requiere para entender el problema.
Yo me acuso y me pego un capón en la cabeza, en la coronilla, donde duele.
Yo me acuso de leerme el caso Dreyfus ayer por la noche mientras fuera el río iba cayendo y yo había sido presa de mi vehemencia.
Yo me acuso de no haber sido capaz de desterrar la ira de inmediato y de sentir una vez expulsado el grito una suerte de arrepentimiento en todo parecido a una aurora en invierno.
Me acuso de dormir bien.
Me acuso de teclear con cuatro dedos (a veces, y entonces no me acuso de nada, con siete).
Je m'accuse de verdear los recuerdos, de palpitar la vida; je m'accuse de amar el francés y las cosas de Francia; je m'accuse de dispersión; me acuso de amor; je m'accuse de algunas canciones que rondan mi cabeza y del placer que siento cuando siento placer al cantar; me acuso de ser un esteta; me acuso del fulgor de mis ojos; me acuso de la perdurabilidad del deseo; me acuso de amar con desmesura el juego del ajedrez, amarlo yo, sí, amarlo, yo que soy un pato cojo jugándolo y no tanto gozándolo.
Yo me acuso de no saber responder.
Yo me acuso de no saber encajar.
Yo me acuso de una suerte de vida, sabiendo que esta vida que vivo no es la vida que se ha de vivir; me acuso de esta frase de inmediato y sin perdón posible; me acuso de pensar ahora mismo arriero; me acuso de lo insostenible, de la ternura, del apaciguamiento, de la carencia, de la caricia, de comprarle la comida a mi perro; me acuso del esfuerzo y del decaimiento y de la inacción y de la espera y de la visión y de la calefacción y de la rotura del horno y del oído en el que se genera ya el tapón; me acuso de la esfera, del compás y la linterna.
Je m'accuse de pedantería y de ser un petimetre.
Je m'accuse de entender la mecánica de la guitarra y también me acuso con pena capital o como mínimo cadena perpetua de loor de violines, historias bíblicas, caídas y quebrantos e intuiciones.
Me acuso con voracidad de este escrito.
Me acuso de volver de nuevo a la contemplación.
Me acuso de que mis manos hayan quedado frías y de la tristeza que siento esta mañana y de lo hermoso que está el día y de las veces que me he repetido ve a nadar hoy ve a nadar hoy ve a nadar hoy y de la luz que incide sobre el teclado negro y de las teclas cuyo símbolo ya no existe pero yo sé que ahí se encuentra la a o la s o la e o la o y de la vela que nunca enciendo y de la amiga a la que nunca volví a llamar y del desasosiego y la lectura de Pessoa y de la librería que tengo encima de mi cabeza y del cuadro del amigo que tanto miro y de la congoja que siento en mi pecho y de la dulzura que escapó de mí y de lo estrecha que es la primera calle y de la carrera en el paseo bonito y de la parquedad y sequedad de diciembre y de la noche que se avecina y de la imposibilidad del perdón en mi vida imperdonable.
Yo me acuso de yo y por lo tanto je me requeteaccuse.
Me acuso de ser a medias, de no ser humilde (a medias), de mirarme a veces con usura la largura de las uñas (a medias).
Me acuso del tedio de la tarde.
Me acuso de tener la paciencia que se requiere para entender el problema.
Yo me acuso y me pego un capón en la cabeza, en la coronilla, donde duele.
Yo me acuso de leerme el caso Dreyfus ayer por la noche mientras fuera el río iba cayendo y yo había sido presa de mi vehemencia.
Yo me acuso de no haber sido capaz de desterrar la ira de inmediato y de sentir una vez expulsado el grito una suerte de arrepentimiento en todo parecido a una aurora en invierno.
Me acuso de dormir bien.
Me acuso de teclear con cuatro dedos (a veces, y entonces no me acuso de nada, con siete).
Je m'accuse de verdear los recuerdos, de palpitar la vida; je m'accuse de amar el francés y las cosas de Francia; je m'accuse de dispersión; me acuso de amor; je m'accuse de algunas canciones que rondan mi cabeza y del placer que siento cuando siento placer al cantar; me acuso de ser un esteta; me acuso del fulgor de mis ojos; me acuso de la perdurabilidad del deseo; me acuso de amar con desmesura el juego del ajedrez, amarlo yo, sí, amarlo, yo que soy un pato cojo jugándolo y no tanto gozándolo.
Yo me acuso de no saber responder.
Yo me acuso de no saber encajar.
Yo me acuso de una suerte de vida, sabiendo que esta vida que vivo no es la vida que se ha de vivir; me acuso de esta frase de inmediato y sin perdón posible; me acuso de pensar ahora mismo arriero; me acuso de lo insostenible, de la ternura, del apaciguamiento, de la carencia, de la caricia, de comprarle la comida a mi perro; me acuso del esfuerzo y del decaimiento y de la inacción y de la espera y de la visión y de la calefacción y de la rotura del horno y del oído en el que se genera ya el tapón; me acuso de la esfera, del compás y la linterna.
Je m'accuse de pedantería y de ser un petimetre.
Je m'accuse de entender la mecánica de la guitarra y también me acuso con pena capital o como mínimo cadena perpetua de loor de violines, historias bíblicas, caídas y quebrantos e intuiciones.
Me acuso con voracidad de este escrito.
Me acuso de volver de nuevo a la contemplación.
Me acuso de que mis manos hayan quedado frías y de la tristeza que siento esta mañana y de lo hermoso que está el día y de las veces que me he repetido ve a nadar hoy ve a nadar hoy ve a nadar hoy y de la luz que incide sobre el teclado negro y de las teclas cuyo símbolo ya no existe pero yo sé que ahí se encuentra la a o la s o la e o la o y de la vela que nunca enciendo y de la amiga a la que nunca volví a llamar y del desasosiego y la lectura de Pessoa y de la librería que tengo encima de mi cabeza y del cuadro del amigo que tanto miro y de la congoja que siento en mi pecho y de la dulzura que escapó de mí y de lo estrecha que es la primera calle y de la carrera en el paseo bonito y de la parquedad y sequedad de diciembre y de la noche que se avecina y de la imposibilidad del perdón en mi vida imperdonable.
Yo me acuso de yo y por lo tanto je me requeteaccuse.
Dentro de las magnitudes va a masticar los huesos.
Huesos crudos.
Blanco roto.
Dentro de las magnitudes se encuentra la voz de una señora que marca con su tono cierto aire de sospecha.
Dentro de ellas hay una media y un jilguero. Si pudiera cantar, elevar la desdicha en trinos, dejaría de inmediato la masticación ósea.
Huesos de rodilla (sin el tuétano). Huesos cocidos. Duros por siempre jamás.
La media es una fantasía (con algo de roca que lleva por analogía al hueso).
En la masticación del hueso se busca la quiebra de los dientes.
Descascarillar le lleva a matanza y ésta deriva en atroz, brutal, cruel, de la población, espantoso, espeluznante, horrible, impune, indiscriminado, inenarrable, infernal, cometer, librar(se) (de), producir(se), recrudecer(se) y todas estas combinaciones extraídas del Diccionario Redes.
Al masticar huesos surge el sentido del asesinato. Huelga decir que tan sólo el sentido y no su acción. Mientras los dientes tiemblan contra la dureza de los huesos, la bárbara relación humana se opone al optimismo de los grandes pensadores que un día y otro aseguran que somos especie benéfica y que avanzamos contra las penas y las carencias.
Va a masticar huesos hasta que le sangren las encías. Va a masticar huesos hasta que las encías se pulvericen y asomen los propios huesos de las mandíbulas que intentan, rotura a rotura de molares y premolares, triturar el hueso.
Hueso cocido, duro por siempre.
Hueso sin tuétano.
Hueso de animal muerto. Animal vacuno. Animal que nunca pastó en ladera de montaña sino que fue fruto de ganadería intensiva (inmensos comederos de pienso con trazas de pescado para animales dispuestos a servir de asados).
Al masticar huesos surge el sentido del mecanismo que podría ser adecuado, administrativo, anticuado, articulado, asequible, complejo, de control y tantos, tantos mecanismos más cuando lo importante es el sonido del hueso contra el hueso, el dolor en los maseteros, la sangre en la comisura de los labios y en la corona de los dientes; cuando lo importante dentro de las magnitudes correspondientes es la intensidad del dolor y la sensación de estafa incluso de aquellos grandes pensadores que acallan el rumbo de los hombres con impresionantes abstracciones llenas de relaciones y palabras extrañas y esas abstracciones y esas relaciones le llevan a poner el hueso cocido delante de sus narices, a olerlo, a pasarle la lengua para reconocer sus texturas, a abrir la boca y morder con todas sus fuerzas la blancura rota del hueso de rodilla de un mamífero vacuno oprimido por la ganadería intensiva que llegará también hasta la señora con tono de voz que indica sospecha e incluye certeza, falsedad, fundamento, fundamentada, infundada, injustificada, inquietante, justificada, latente, leve, libre (de), ligero, limpio (de), menor, remoto, serio, vago, vehemente, bajo, asomo (de), manto (de) y ahí se detiene porque el manto de sospecha de la mujer del teléfono que ha echado sobre él ha lanzado su ansia sobre el hueso y ha mordido con tal fiereza que ha logrado extraer una lasca y la ha podido masticar y la ha pasado por el velo del paladar y la ha tragado.
Dentro de las magnitudes hay un silencio de selva.
Dentro de las magnitudes hay un calor de lagar.
Volcánicos los huesos.
Osamentas dentro de las magnitudes. Configuraciones de la impresión.
Mastica los huesos.
Una hora y después otra.
Huesos crudos.
Blanco roto.
Dentro de las magnitudes se encuentra la voz de una señora que marca con su tono cierto aire de sospecha.
Dentro de ellas hay una media y un jilguero. Si pudiera cantar, elevar la desdicha en trinos, dejaría de inmediato la masticación ósea.
Huesos de rodilla (sin el tuétano). Huesos cocidos. Duros por siempre jamás.
La media es una fantasía (con algo de roca que lleva por analogía al hueso).
En la masticación del hueso se busca la quiebra de los dientes.
Descascarillar le lleva a matanza y ésta deriva en atroz, brutal, cruel, de la población, espantoso, espeluznante, horrible, impune, indiscriminado, inenarrable, infernal, cometer, librar(se) (de), producir(se), recrudecer(se) y todas estas combinaciones extraídas del Diccionario Redes.
Al masticar huesos surge el sentido del asesinato. Huelga decir que tan sólo el sentido y no su acción. Mientras los dientes tiemblan contra la dureza de los huesos, la bárbara relación humana se opone al optimismo de los grandes pensadores que un día y otro aseguran que somos especie benéfica y que avanzamos contra las penas y las carencias.
Va a masticar huesos hasta que le sangren las encías. Va a masticar huesos hasta que las encías se pulvericen y asomen los propios huesos de las mandíbulas que intentan, rotura a rotura de molares y premolares, triturar el hueso.
Hueso cocido, duro por siempre.
Hueso sin tuétano.
Hueso de animal muerto. Animal vacuno. Animal que nunca pastó en ladera de montaña sino que fue fruto de ganadería intensiva (inmensos comederos de pienso con trazas de pescado para animales dispuestos a servir de asados).
Al masticar huesos surge el sentido del mecanismo que podría ser adecuado, administrativo, anticuado, articulado, asequible, complejo, de control y tantos, tantos mecanismos más cuando lo importante es el sonido del hueso contra el hueso, el dolor en los maseteros, la sangre en la comisura de los labios y en la corona de los dientes; cuando lo importante dentro de las magnitudes correspondientes es la intensidad del dolor y la sensación de estafa incluso de aquellos grandes pensadores que acallan el rumbo de los hombres con impresionantes abstracciones llenas de relaciones y palabras extrañas y esas abstracciones y esas relaciones le llevan a poner el hueso cocido delante de sus narices, a olerlo, a pasarle la lengua para reconocer sus texturas, a abrir la boca y morder con todas sus fuerzas la blancura rota del hueso de rodilla de un mamífero vacuno oprimido por la ganadería intensiva que llegará también hasta la señora con tono de voz que indica sospecha e incluye certeza, falsedad, fundamento, fundamentada, infundada, injustificada, inquietante, justificada, latente, leve, libre (de), ligero, limpio (de), menor, remoto, serio, vago, vehemente, bajo, asomo (de), manto (de) y ahí se detiene porque el manto de sospecha de la mujer del teléfono que ha echado sobre él ha lanzado su ansia sobre el hueso y ha mordido con tal fiereza que ha logrado extraer una lasca y la ha podido masticar y la ha pasado por el velo del paladar y la ha tragado.
Dentro de las magnitudes hay un silencio de selva.
Dentro de las magnitudes hay un calor de lagar.
Volcánicos los huesos.
Osamentas dentro de las magnitudes. Configuraciones de la impresión.
Mastica los huesos.
Una hora y después otra.
He de maravillarme de las manos y su perfecta adecuación al medio.
Echo de menos.
La lluvia no ha caído desde hace días y lo seco se hace eco de un afán.
Décima real.
Los niños me gustan. Por fin me gustan. Me gustan gracias a mi hija. Los he descubierto gracias a ella y sus amigas. Ellos saben que me gustan.
Y ha ocurrido que hoy por la mañana una mujer me ha reconvenido acerca del lugar donde mi perro hace pis y mi cerebro tras el encuentro no dejaba de dar vueltas al hecho y cuando era consciente de que estaba pensando otra vez en lo mismo me decía, ¿Pero a qué este runrún?
La carretera.
La ausencia.
El viento.
La vuelta.
Hacer las cosas que se han de hacer. Aunque cansado.
Temo el solipsismo.
Solipsismo: Doctrina según la cual no existe para el sujeto pensante más realidad que él mismo. Tb. fig. fuera del ámbito filosófico.
La deuda.
Al final todo está en relación con los demás. Un día me planteé la siguiente cuestión: Supongamos una persona encerrada en una habitación con las ventanas cegadas que realiza auténticas obras de arte, una tras otra y en cuanto las termina las destruye y empieza otra. Esta persona ¿es un artista?
Me dicen, cariñosamente, viejo escéptico. Y lo soy, aunque quizá y en terminología de Popper sea realista más que escéptico. Tengo una aprensión hacia el idealismo (o positivismo lógico). Y me interesa más -de ahí mi realismo- la operación deductiva (de lo general a lo particular) que la inductiva (de lo particular a lo general). Soy un viejo escéptico que respeta por principio las tendencias religiosas de los otros. Sólo que todas las máscaras de Dios tomada cada una como la verdadera me fatigan. No me fatigan las máscaras de Dios en sí (antes bien me fascinan) sino quienes defienden la verdad de esa máscara como si fuera ésa la idea llamada Dios.
Pasa la tarde de espaldas al gran ventanal.
Este mes podrá ser. Quizá también el mes que viene.
Habré de acostumbrarme a esta incertidumbre y aceptar mi destino como si fuera mi carácter y ambos frutos del azar. Y rogar así a eso que se quiso domesticar desde el siglo XIX -el azar- que me sea benévolo y se convierta en Fortuna y duerma las noches sin el temblor del fin, de esos fines que son como pequeñas muertes que serían ensayos de la gran muerte.
Ahora he volver a abrir la videocámara. He descubierto que si no la abro todos los días deja de funcionar cumpliéndose así ese principio de la evolución darwiniana que viene a decir que el órgano que no se utiliza acaba por desaparecer y en la cámara estaba empezando a desaparecer la función de abrirse y cerrarse. Desde que la abro y cierro tres o cuatro veces al día se la ve más alegre, más dispuesta, más dinámica.
Echo de menos.
La lluvia no ha caído desde hace días y lo seco se hace eco de un afán.
Décima real.
Los niños me gustan. Por fin me gustan. Me gustan gracias a mi hija. Los he descubierto gracias a ella y sus amigas. Ellos saben que me gustan.
Y ha ocurrido que hoy por la mañana una mujer me ha reconvenido acerca del lugar donde mi perro hace pis y mi cerebro tras el encuentro no dejaba de dar vueltas al hecho y cuando era consciente de que estaba pensando otra vez en lo mismo me decía, ¿Pero a qué este runrún?
La carretera.
La ausencia.
El viento.
La vuelta.
Hacer las cosas que se han de hacer. Aunque cansado.
Temo el solipsismo.
Solipsismo: Doctrina según la cual no existe para el sujeto pensante más realidad que él mismo. Tb. fig. fuera del ámbito filosófico.
La deuda.
Al final todo está en relación con los demás. Un día me planteé la siguiente cuestión: Supongamos una persona encerrada en una habitación con las ventanas cegadas que realiza auténticas obras de arte, una tras otra y en cuanto las termina las destruye y empieza otra. Esta persona ¿es un artista?
Me dicen, cariñosamente, viejo escéptico. Y lo soy, aunque quizá y en terminología de Popper sea realista más que escéptico. Tengo una aprensión hacia el idealismo (o positivismo lógico). Y me interesa más -de ahí mi realismo- la operación deductiva (de lo general a lo particular) que la inductiva (de lo particular a lo general). Soy un viejo escéptico que respeta por principio las tendencias religiosas de los otros. Sólo que todas las máscaras de Dios tomada cada una como la verdadera me fatigan. No me fatigan las máscaras de Dios en sí (antes bien me fascinan) sino quienes defienden la verdad de esa máscara como si fuera ésa la idea llamada Dios.
Pasa la tarde de espaldas al gran ventanal.
Este mes podrá ser. Quizá también el mes que viene.
Habré de acostumbrarme a esta incertidumbre y aceptar mi destino como si fuera mi carácter y ambos frutos del azar. Y rogar así a eso que se quiso domesticar desde el siglo XIX -el azar- que me sea benévolo y se convierta en Fortuna y duerma las noches sin el temblor del fin, de esos fines que son como pequeñas muertes que serían ensayos de la gran muerte.
Ahora he volver a abrir la videocámara. He descubierto que si no la abro todos los días deja de funcionar cumpliéndose así ese principio de la evolución darwiniana que viene a decir que el órgano que no se utiliza acaba por desaparecer y en la cámara estaba empezando a desaparecer la función de abrirse y cerrarse. Desde que la abro y cierro tres o cuatro veces al día se la ve más alegre, más dispuesta, más dinámica.
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/12/2014 a las 17:24 | {2}
1.- ¿Este vaivén sonoro tiene que ver con la cadencia de mi resaca?
2.- Determinemos la importancia de las horas. El tiempo como dimensión no existe (porque toda dimensión tiene como cualidad inexcusable ser mensurable). Entonces, la hora ¿qué es? Defino la hora como una unidad de medida del reloj, no del tiempo. La importancia de las horas se reduce así a una cuestión mecánica y aún matizaría más: a una cuestión de engranajes.
3.- Me debato en la cama sobre si el frío merece ser vivido y también me acuno levemente como levemente soy aún niño y tengo recuerdos, superfluos sí, de una higuera en septiembre.
4.- ¿Qué tiene el placer que necesita ser desmejorado cuando alcanza su cenit? Es como si buscáramos en penduleo humano y de inmediato su nadir.
5.- Me duele la espalda. No dejaré que ese dolor me venza. Voy a dar un trago a un té con hierbabuena.
6.- Alegre por la última recomendación, me llevé por delante un poste eléctrico y jugué con unos colegas a las canicas. Pedazos de electricidad recorrían el camino; latigazos diría si mi voz no fuera fiera.
7.- El abrazo y el beso nos llevaron a la cama. Para mí será un hito.
8.- Es el infinito lo que nos aterra y has de saber, amable lector, que como tantas cosas no siempre el infinito reinó entre los hombres.
9.- Lenin aseguraba que la revolución en Rusia sólo sería posible mediante el marxismo y la electrificación. Electrificaron y nunca fueron marxistas. ¿El marxismo es realmente científico?
10.- Dancé, malditamente, mis pies se hicieron un nudo. No rebajé la intensidad y adiviné que se gana si tan sólo se juega como se sabe no como se ha de jugar.
11.- Y también: sentir da más réditos que pensar.
12.- Y también: Demasiada soledad lleva a deducciones masturbatorias.
2.- Determinemos la importancia de las horas. El tiempo como dimensión no existe (porque toda dimensión tiene como cualidad inexcusable ser mensurable). Entonces, la hora ¿qué es? Defino la hora como una unidad de medida del reloj, no del tiempo. La importancia de las horas se reduce así a una cuestión mecánica y aún matizaría más: a una cuestión de engranajes.
3.- Me debato en la cama sobre si el frío merece ser vivido y también me acuno levemente como levemente soy aún niño y tengo recuerdos, superfluos sí, de una higuera en septiembre.
4.- ¿Qué tiene el placer que necesita ser desmejorado cuando alcanza su cenit? Es como si buscáramos en penduleo humano y de inmediato su nadir.
5.- Me duele la espalda. No dejaré que ese dolor me venza. Voy a dar un trago a un té con hierbabuena.
6.- Alegre por la última recomendación, me llevé por delante un poste eléctrico y jugué con unos colegas a las canicas. Pedazos de electricidad recorrían el camino; latigazos diría si mi voz no fuera fiera.
7.- El abrazo y el beso nos llevaron a la cama. Para mí será un hito.
8.- Es el infinito lo que nos aterra y has de saber, amable lector, que como tantas cosas no siempre el infinito reinó entre los hombres.
9.- Lenin aseguraba que la revolución en Rusia sólo sería posible mediante el marxismo y la electrificación. Electrificaron y nunca fueron marxistas. ¿El marxismo es realmente científico?
10.- Dancé, malditamente, mis pies se hicieron un nudo. No rebajé la intensidad y adiviné que se gana si tan sólo se juega como se sabe no como se ha de jugar.
11.- Y también: sentir da más réditos que pensar.
12.- Y también: Demasiada soledad lleva a deducciones masturbatorias.
Ensayo
Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/12/2014 a las 11:55 | {0}
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/12/2014 a las 22:07 | {2}