Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Historia de Ayurveda
Historia de Ayurveda
Un paquete verde. Poca cosa. Unas voces. Y los latidos. Palabras en gallego. Una vieja historia y nueva como todas. Un maestro de bardos, allá por el siglo IX en Gales les decía a sus alumnos: Cojan un tema conocido e invéntenlo bien.

Un paseo esta mañana. El aire limpio tras el mucho viento. Y la vuelta al juego del ajedrez tras una larga temporada de ausencia. No todo se ha olvidado. Algo importante va a pasar.

Un familiar enfermo de cáncer y un libro titulado Los Secretos Eternos de la Salud con el subtítulo Medicina de vanguardia para el siglo XXI escrito por Andreas Moritz y editado por Obelisco que trata la enfermedad desde un punto de vista ayurvédico y holístico y asegura, entre otras cosas, que el cáncer no es una enfermedad. Interesante el libro, espero, sólo que tiene gracia que en la primera página haya un epígrafe titulado Razones Legales en el que advierte que ni autor ni editor se hacen responsables si los lectores deciden hacerles caso y la cosa sale mal (resumo, no dice exactamente eso). En fin, imagino que será necesario escribir eso dado que el libro es norteamericano y parece ser que allí los pleitos por cualquier cosa están a la orden del día. Ya cae la tarde y como todas un perro ladra. Sólo ladra un rato, no más de diez minutos, desde hace años.

Diario

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/03/2009 a las 18:34 | Comentarios {0}



No estoy para nadie.
Dadme un poco más.
Quisiera dormir.
Me estoy muriendo.
Quiero agua.
Quiero sentirme fresco.
No tengo sed.
No tengo fuerzas.
Hay que construir.
Hay que resistir.
Buscar un equilibrio.
Ni tanto ni tan calvo.
Se pondrá todo en su lugar.
Gracias.
Voy a dormir.
Voy a soñar.
Voy a resucitar.
Ella se marcha.
Y no me despedirá.
Volveré a estar solo.
No es bueno estar solo.
Pero algo ocurrirá.
Seguro que algo ocurrirá.
Sonará el teléfono.
Llegará una carta.
Será una sorpresa.
Me dará vida.
Un paquete.
Luego todo irá bien.
Por qué ha de ir mal.
Vamos.
Venga.
Animo.
Nada está perdido.
Nada nos aguará la fiesta.
Pero.
Pero.
No hay peros que valgan.
Está bien.
Está muy bien.
No voy a dormir.
Toda la noche escribiré.
Concentrado.
Simulando ser.
Luego amanecerá.
Querré que amanezca.
Volarán algunos pájaros.
Los miraré.
Los volveré a mirar.
Mientras bebo un café.
Mientras fumo.
Mientras me caigo de sueño.
Por fin dormiré.
Y soñaré.
Un espacio fosforescente.
Un lupanar.
Una lágrima.
Un suspiro.
Algo nuevo.
Helicoidal.
Anaerófobo.
A mi lado yacerá carne.
También respirará.
Pero no la tocaré.
No, no podré.
Prohibido.
No hay prohibido.
No se dice así.
Recapitula.
Re-escribe.
Revienta.
No podré.
No podré.
Es imposible.
Cómo se hace.
Cómo se halla el sendero.
¡Qué cojones de sendero!
Hostias.
Me quemo.
Me agarro sin control a las farolas.
Demasiado larga.
Más corto.
Venga.
Ya estás llegando.
Ya estás.
Lo conseguirás.
Al final.
Podrás.
Pero no cejes.
No pienses un segundo de más.
Demasiado larga.
Más libre.
Así. Venga.
No desfallezcas.
Todo va bien.
Más corto si puedes.
Si pudiera.
Ahora un deseo.
Has parado.
Eso no vale.
Despierta.
Cae la lluvia fuera.
Quiero decir.
Llueve.
Bueno.
Ahora descansa.
Pero no releas.
Descansa.
Descansa.
Deja tu mente en blanco.
Demasiado larga.
Concisión.
Tanto como cualquiera.
Mejor.
Sin comparación.
Alto.
Sigue.
Las manos están aquí para algo.
Desvela la vela que arde.
Muerde algo
Y luego canta, canta,
algún pájaro creerá entenderte.
Demasiado cerca.
Hay un humo marrón endiablado.
Pero.
Además.
Los besos. Una mirada verde y rayada.
Una persiana.
Entonces.
Acapara los aguaceros.
Rellena las almohadas.
Escupe en las gibas malintencionadas.
Escucha el runrún de los ascensores.
Tiembla.
Deléitate con las pajas de tu propio pajar.
Hay un nombre.
Una sigla atrevida con ribetes de pulpo
deambula por el balcón buscando las garras de mi perro.
Bucean las mariposas y las esponjas se secan tristes en una costa cortada a navaja.
Bulle.
Recela.
La noche.
Un cosmos gris y denso se ocupa de nosotros.
Poco más.
Demasiado poco más.
Historia.
Las bragas de las mujeres descansan.
Los calzoncillos de los hombres huelen a sebo.
¡Ay, amor, que duro es el olor!
Lo peor ya llegó: costras rojas gigantes en tu coño
imposibles de romper por mi glande invadido de ronchas con pus.
Historia de la transición.
Ya somos.
Grandes palacios.
Aquella cúpula.
Aquella luz.
El pan de oro rellena las notas musicales de Haydn.
Pero.
Aunque.
Quisiéramos.
No podríamos.
Recuerdas la mantequilla.
El sopor de los jueves por la tarde.
La plaza del pueblo deshuecada y rota.
La vieja de verde.
La vieja de azul.
La vieja dormida.
La vieja de tul.

Poesía

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/03/2009 a las 09:31 | Comentarios {0}


Aquelarre de Francisco de Goya y Lucientes
Aquelarre de Francisco de Goya y Lucientes
Las relaciones humanas son laberínticas
Uno escucha lo que otro acusa y ha de estar muy atento a la acusación.
El sueño mismo puede alterar una relación.
También una nube rapidísima.
Hay quien acusa inculpándose. La acusación entonces es muy difícil de rebatir.
En las estrategias de marketing existe el llamado efecto espejo. Este efecto consiste en acusar a alguien de algo para, en realidad, no acusarse a sí mismo.
Nadie está libre de la equivocación.
Nadie está libre del acierto.
En realidad lo más sabio es el silencio. También por supuesto puede ser lo más cobarde. De donde lo más sabio sería ser cobarde.
Mi vida me lleva al silencio.
Mi vida me lleva a no rebatir.
Me estaré volviendo cobarde (durante años he sido temerario).
O sabio (aunque sepa que nadie se debe acusar a sí mismo de ser sabio, esa estupidez la deben de decir -o atestiguar- los demás).
O será el viento por aquello del personaje de Ramón María del Valle-Inclán, Juanito Ventolera.
Ventoleras de la razón.
Y el sudor en las axilas.
También la intuición. La intuición es bárbara (en el doble sentido de fantástica y salvaje).
Remedando a Goya: la razón frente a su espejo produce monstruos.
El espejo de la razón es la palabra.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/03/2009 a las 10:51 | Comentarios {0}


Francisco Quevedo y Villegas
Escrito en 1628


Francisco de Quevedo y Villegas
Francisco de Quevedo y Villegas

Antes de pasar al texto quiero hacer una declaración: durante treinta años me cayó mal Quevedo. Sólo que ahora sé que me cayó mal por cómo me lo enseñaron. Quevedo nunca le gustó al poder y menos a los curas. Y así mi imagen de Quevedo siempre fue antipática. Hasta que un día decidí romper los prejuicios, empecé a leerlo y me adherí a todos los que lo entienden y valoran. No es necesario repetir lo que ya se ha dicho.
Este texto entronca directamente con ese otro gran grotesco que fue Rabelais. Algún día escribiré sobre lo grotesco (El Extraño caso del joven Ojbar -texto que se encuentra en este blog- es en cierto sentido grotesco).
No me extiendo más espero que os divierta tanto su ingenio como su prosa como su tema.
El texto lo atribuye Quevedo a un tal Juan Lamas de la siguiente forma:
Escribiólas Juan Lamas, el del camisón cagado

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Quien tanto se precia de servidor de vuesa merced, ¿qué le podrá ofrecer sino cosas del culo? Aunque vuesa merced le tiene tal, que nos lo puede prestar a todos. Si este tratado le pareciere de entretenimiento, léale y pásele muy despacio y a raíz del paladar. Si le pareciere sucio, límpiese con él, y béseme muy apretadamente. De mi celda. etc. No se espantarán de que el culo sea tan desgraciado los que supieren que todas las cosas aventajadas en nobleza y virtud, corren esta fortuna de ser despreciadas della, y él en particular por tener más imperio y veneración que los demás miembros del cuerpo; mirado bien es el más perfecto y bien colocado dél, y más favorecido de la Naturaleza, pues su forma es circular, como la esfera, y dividido en un diámetro o zodíaco como ella. Su sitio es en medio como el del sol; su tacto es blando; tiene un solo ojo, por lo cual algunos le han querido llamar tuerto, y si bien miramos, por esto debe ser alabado pues, se parece a los cíclopes, que tenían un solo ojo y descendían de los dioses del ver.
El no tener más de un ojo es falta de amor poderoso, fuera de que el ojo del culo por su mucha gravedad y autoridad no consiente niña; y bien mirado es más de ver que los ojos de la cara, que aunque no es tan claro tiene más hechura. Si no, miren los de la cara, sin una labor; tan llanos que no tienen primor alguno, como el ojo del culo, de pliegues lleno y de molduras, repulgo y dobladillos, y con una ceja que puede ser cola de algún matalote, o barba de letrado o médico. Y así, como cosa tan necesaria, preciosa y hermosa, lo traemos tan guardado y en lo más seguro del cuerpo, pringado entre dos murallas de nalgas, amortajado en una camisa, envuelto en unos dominguillos, envainado en unos gregüescos, abahado en una capa, y por eso se dijo: «Bésame donde no me da el sol». Y no los de la cara, que no hay paja que no los haga caballeriza, ni polvo que no los enturbie, ni relámpago que no los ciegue, ni palo que no los tape, ni caída que no los atormente, ni mal ni tristeza que no los enternezca. Lléguense al reverendo ojo del culo, que se deja tratar y manosear tan familiarmente de toda basura y elemento ni más ni menos; demás de que hablaremos que es más necesario el ojo del culo solo que los de la cara; por cuanto uno sin ojos en ella puede vivir, pero sin ojo del culo ni pasar ni vivir.

Invitados

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2009 a las 18:23 | Comentarios {0}


En ocasiones una frase me hace darme cuenta de cuán interiorizadas tengo algunas cuestiones. Eduard Punset, un experto en cuestiones científicas que tiene en España, en Radiotelevisión Española, un programa que se llama Redes, dijo una frase que me estremeció (en un sentido intelectual). Más o menos dijo: Nosotros que entendemos tan bien el castigo, que nos parece una cosa consustancial a nuestra forma de ser, necesita para su elaboración de una mente prodigiosa. Fue un aldabonazo a mi espíritu, a mi joi de vivre. Llevo días pensando en ello o más que pensando, lleva ese concepto acudiendo desde hace días a mi pensamiento: sólo un ser complejo puede elaborar el concepto y la acción del castigo. El castigo es la pena que se impone a quien ha cometido un delito o una falta. Ya sólo en la definición se abre un abanico de términos morales tan grande que más que una definición parece un tratado de ética. Nada más y nada menos se utilizan palabras como Pena, Imponer, Cometer, Delinquir, Faltar. Y desde esta perspectiva, me parece a mí, la esencia del castigo surge con el nacimiento de las sociedades. Tan sólo en sociedad (en un principio digo) tenía sentido el castigo. Luego con el paso y la elaboración de diversos sistemas de pensamiento (incluyo en este término tanto la religión como la filosofía o la política o la sociología etc...) el castigo se incluyó en el ser en sí, es decir el autocastigo (si se me permite el palabro). Desde fuera y tomando como vara de medir la costumbre aceptada (base de toda moral) se enseñó al sujeto a penitenciarse a sí mismo, a infligirse el castigo acorde con la naturaleza de la acción ¡Qué forma brutal de mantener la especie! pensé. Y como consecuencia pensé también: ¿Es el castigo la única forma de mantener al individuo dentro del redil de la especie? ¿Qué otras formas de control podríamos haber desarrollado? y ¿por qué desarrollamos justamente ésta?
Muchos grandes hombres sufrieron grandes castigos -Sócrates o Jesucristo, Urraca -reina de Castilla- o Jeanne d'Arc, (pongo sólo estos nombres para orientarme sobre lo que son grandes hombres)- y porque sufrieron grandes castigos se realzó su grandeza. Luego el castigo (cosa que no se añade en la definición) purifica, es decir vuelve a la pureza ¡Curiosa, complejísima contradicción encierra este hecho!
Me seguirán viniendo ideas a la cabeza.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/03/2009 a las 13:46 | Comentarios {0}


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