Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Confinamiento 2
Confinamiento 2
23h. 56m.
Ha dicho, el amigo, Estamos en la dictadura perfecta. Es el quinto día. Se me han ocurrido varias cosas. Se me han ocurrido muchas cosas. Hay momentos en los que me siento una mujer buena. Creo que he sido buena a lo largo de mi vida. En esos momentos lo creo. En mi fuero interno sé que no es verdad. Ya no me importa tanto. Ya no me importa nada. Divago. Vagueo. Me entran temores (que siento muy antiguos. El temor que me ha ido persiguiendo toda la vida. Ese que me previene del día en el que ya no tendré recursos. Es un temor, como todos los temores, fruto de la mente. Todo esto lo he pensado a lo largo del día. En algún momento de este día tan silencioso. El confinamiento de una mujer sola como yo es silencio. Me miro en silencio. Pienso en silencio. Me lavo en silencio. Los paseos son de un silencio cargados de plomo (quizás en esa carga el Estado me ha vendido que es oro. Hipnotizados con las constantes consignas. Una hora tras otra si no tuviera la fuerza de voluntad de alejarme de los destellos poderosos de la televisión y dedicarme al pensamiento crítico, a mi esencia más pura: soy una libertina en el sentido que se le daba a esta palabra en el siglo XVIII que no era solo una libertad en lo sexual sino una libertad en el pensamiento: Casanova era más libertino por su pensamiento que por su polla; también Sade, tan feminista... también él, mi querido Marqués con el que hubiera mantenido largas y profundas conversaciones sobre lo divino y lo humano, sobre mi ano y su ano, sobre literatura y cosmos...) que llegan -los paseos- a suponer un peso sobre los hombros capaz casi de doblegarme, a mí, una mujer sola, en un mundo asolado -el mundo se quedó sin suelo- y voy sintiendo a medida que avanzan los días cómo este estado de sitio tiene algo de ensayo general y cómo la amenaza de la muerte sirve -como desde el principio de los tiempos de los hombres- como dogal para mantenernos atados. He pensado a lo largo del día en la estupidez humana reflejada en su necesidad de verse en los otros; la necesidad de estas bestias que somos en que alguien se fije en nosotras y aunque estemos encerradas -como bestias- en nuestros pesebres, buscamos la  manera de ser vistas, la manera de llamar la atención y así formar parte del grupo. Yo siempre fui una zorra solitaria. Este confinamiento no me está suponiendo un esfuerzo insoportable. No sé cuál de las dos le echó el lazo a quién: si Soledad a mí o yo a Soledad.
Lo menos grato en mis soledades es la tarde. Siempre en mi vida la tarde ha sido inquieta. Me gusta la mañana. Me gusta la noche y su madrugada; la tarde, sin saber por qué, la relaciono con el tedio y aunque ese estado no sea para mí mórbido sí tiene algo de amenazador. Lo que inquieta amenaza.
Ahora es tiempo de mandarina. 

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/03/2020 a las 23:55 | Comentarios {0}


A punto de ser devastada por el amor. Autorretrato. 2020
A punto de ser devastada por el amor. Autorretrato. 2020
17h. 32m.
No he desempolvado nada. La soledad y yo somos pareja desde hace años. Es la única ventaja que tengo. Estoy pensando si ocurriera que me contagio qué decisión tomaré. Ensueño si sería capaz de morir ahogándome. Si sería capaz de estar callada y no acabar pidiendo ayuda. ¿Qué ocurriría si pidiera ayuda? ¿Me contestaría alguien desde el otro de la pared? Una de las casas frontera con la mía está ocupada por una familia con tres hijos. Es una familia recta. Es una familia cuyos hijos son pequeños. La niña, que es la mayor, no tendrá más de trece años. El pequeño debe de andar por los dos. La mujer es guineana y se nota cierto aire tradicional en la forma que tiene -o que intuyo que tiene- a la hora de educar a los niños. También el padre parece tradicional. Nació en Aguilar de Campoó. El padre a veces grita. Pocas veces. Con razón, creo, cuando lo oigo. Pienso, Debe tener razón. Es un hombre con cara de pájaro y aires de pájaro y lo curioso es que su gran afición es la ornitología. En su casa suele haber pájaros. Ahora tiene tres canarios. Dos hembras y un macho. Creo que me dijo. Quizá sea una invención. Tampoco importa. ¡Qué contingencia la nuestra! ¡Qué chiquitas nuestras aficiones! A mí siempre me gustó que mi ropa íntima fuera suave, sugerentes sus formas, eróticas sus confecciones . Me he gastado miles de euros en bragas, corpiños, sostenes, enaguas, combinaciones. Me gustan el tul, la seda, el lino y el algodón (no sé si por ese orden. Esa será tarea para mañana. Decidir por orden de placer la jerarquía de los tejidos). Aficiones que no podrán entrar en la tumba. ¿Cuál será el gesto de mi muerte? ¿Tendré un bello gesto si muero ahogada? En el suelo. Si tardan días en descubrirme, mi perra Flora se habrá comido mi cara. Nada me gustaría más que si muero sirviera de alimento a mi perra Flora. ¡Cuánto hemos pasado juntas!
La vida se escapa entonces. Tengo la hermosa sensación de que la humanidad sea un árbol y que este contagio no sea sino la forma que tiene Naturaleza de podar este árbol que se está haciendo demasiado acaparador. Desearía que fuera Naturaleza la creadora de esta destrucción (aunque si el patógeno hubiera sido creado en un laboratorio también sería obra de Naturaleza su invención pues hasta el matraz es en última instancia creación de la Creación).
Creación como mujer. Creación como sabiduría. ¡Qué gran colapso de almas muertas se va a generar en las orillas de la Estigia! Y tú, Caronte, no dejes de cobrar tu moneda. Si voy pronto te ofreceré dos de oro: una por mí y otra por una nutria que jugó conmigo hace años en un regato. Al norte. Entonces en los regatos de los bosques había agua. La nutria se bañaba y me dejó acompañarla. ¡Dos monedas de oro te ofrezco, Caronte! Por Flora no te preocupes, ella sabe muy bien dónde tiene que ir.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/03/2020 a las 17:31 | Comentarios {0}


Ilustración perteneciente al Manuscrito Voynich ¿siglo XVI?
Ilustración perteneciente al Manuscrito Voynich ¿siglo XVI?
23h. 46m.
...
quería decirte que la lluvia ha calado las ventanas y tiene la sensación de haber sido sometidas las gotas a 9,807 m/s2 de aceleración. No se asusta por ello. No se asusta por nada. Tan sólo, esta noche, en la soledad y el confinamiento propios de una mala novela de ciencia-ficción, ha dudado si volverse virgen. Virgen de cuerpo y mente cosa que sería hasta cierto punto imposible si no nos ceñimos simplemente a rehacer un himen –o una juntura no forzada de ciertos músculos- sino a la idea misma de la virginidad. Ahí rotunda se ha mesado los cabellos como si fuera Medea en uno de sus arrebatos de pasión, ante Jasón, al que acusa de tantas cosas, al que acusa de tantas infidelidades, al que destrozará con sus acciones a no tardar mucho; y se los ha mesado de una manera bien teatral. No se mesaba y arrancaba los cabellos sino que con una estudiada mímica conseguía generar en el espectador –si lo hubiera habido- la sensación de estar sufriendo horriblemente. Luego se ha detenido. Estaba en el suelo. Como adormecida. Preguntándose cómo se le había ocurrido la idea de querer ser la Doncella de Orleans. Esa muchacha tan hermosa. Tan audaz. Ungida de Dios. Arrodillada ante Él. Llena de él. Virgen para hoguera. Inglaterra. Aquellos años. Símbolos. Ausencias. El salón de su casa. La televisión encendida No había alcohol. No había embriaguez. Se había detenido en el tiempo y se había hecho una pregunta. Nada más. ¿Por qué no detenerse entonces aquí? Si es tan sólo un apunte. La posibilidad de seguir. La posibilidad de entrever. Se ha quedado sentada en el sofá. Ha acariciado a su perra. La vista vaga. El aire de la habitación. El último muro. En ese confinamiento. Aturdida por la pregunta. Inquieta por la deriva mental. Vuelve la lluvia a golpear con saña en los cristales de las ventanas
...

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/03/2020 a las 23:46 | Comentarios {0}


Hoy por la noche. Autor desconocido.
Hoy por la noche. Autor desconocido.
21h. 59m.
Clamaba a los cuatro vientos por la paz en los cementerios, Si es el patio de los callados -decía- ¡Silencio! Más tarde se dieron las cifras de los muertos; siempre, a la misma hora, se daba la cifra de los muertos como si con esa puntualidad quisieran los funcionarios generar en las mentes de todos los ciudadanos con un medio de comunicación a su alcance, la sinapsis que relacionaría las 19 h. con el momento diario de la muerte
Los funcionarios por su parte se frotaban las manos. Un ujier -que se fue de la lengua en madrugada de alcohol y puticlub- comentó que en la planta 7ª de su Ministerio se escucharon varios ¡Hip, hip, hurra! ¡Hip, hip, hurra! mientras lanzaban al aire sus mascarillas. Funcionarios con funcionarios, funcionarias con funcionarias, funcionarias con funcionarios, todos en la planta 7ª del Ministerio -según el relato del ujier alcohólico- se empezaron a magrear encima de las mesas, en los despachos, en los urinarios, en los pasillos; se comían los coños y las bocas, se metían puños enteros por el ano y gritaban como si la planta 7ª fuera la selva, una selva de acero y cristal; selva de bolígrafos y tabletas; una selva de cables , de contraseñas, de programas que cubrían cientos y cientos de pantallas con números y números y números que se lanzaban unos a otros como si fueran vítores.
¡Qué hermoso y libre era el Apocalipsis en la planta 7ª! Apenas importaba ya que por las calles de la ciudad cientos de ciudadanos con bolsas de plástico transparente cubriendo sus cabezas, se dedicaran a la caza de sus semejantes para posteriormente hacerse con sus bienes y rebanarles el pescuezo. Todo se había teñido de rojo en la ciudad. Por las televisiones se retransmitía la masacre en otras partes del mundo. La orgía de sangre y codicia había por fin explotado.
Una de las imágenes que más gustaron fue la de unos encapuchados con bolsas de plástico transparente que rodean a un hombre que clama silencio en los cementerios y cómo uno a uno le van clavando estiletes en el cuerpo hasta que el hombre cae y vomita un nido de serpientes.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/03/2020 a las 21:58 | Comentarios {0}


22h 03m.
Ella se acercaba muy despacio.
Glosa: La velocidad a la que ella se acercaba es tan relativa como la calma en la ola. Digamos que a él le venía bien para su idea el que ella se acercara más despacio que deprisa.

Era la mañana de los últimos días de viento. Tras los vientos vendrían las lluvias y todo quedaría anegado: los caminos, los campos, los pueblos, incluso algunas ciudades medianas. No las grandes ciudades y menos aún las grandes ciudades de occidente.
Glosa: Quizá se pueda ver aquí una auto-referencia. En el verano de 2015, el autor escribió una serie de poemas en los que empezaba con un verso parecido a "Porque nací en las grandes ciudades de occidente..." . También puede ser que por su mente, mediante la asociación libre, tan cara a los poetas, hubiera relacionado lo que estaba escribiendo con, por una parte, el monzón y por otra las megalópolis chinas.

Recuerda en todo caso el viento y las densas nubes cuyos tonos quería retener en la memoria para que al volver a casa y sentarse ante su mesa de estudio pudiera pintarlas al pastel. En los últimos meses se había aficionado -de nuevo- a la pintura y todo lo miraba con ojos de pintor; un pintor, en todo caso, desgraciado porque la distancia que mediaba entre su mente a la hora de imaginar una pintura y el hecho de pintarla -y su resultado- se alejaban tanto que muchas veces decaía y creía que nunca llegaría a conseguir que su mano pensara como lo hacía su mente.
No había nadie en aquellas vías pecuarias abandonadas desde que el ganado ya no trashumaba tan sólo la mujer que en la lejanía se iba acercando a una velocidad infinitesimal.
Glosa: Es evidente que aquí el autor hace una broma y parece ser que la llevó hasta unos límites que le acabaron desagradando porque en el manuscrito se ve un párrafo tachado a conciencia. Fruto de la casualidad o triquiñuela del autor, tan sólo en tan concienzuda tachadura se adivina una palabra cuántica lo que nos lleva a pensar a que a partir del adjetivo infinitesimal el autor deambuló por el mundo de lo ínfimo  y quizá -paradojas del arte- la metáfora se le hizo demasiado grande. 

Ella bajaba de las montañas, él comenzaba el ascenso. Al principio -como es natural dada la distancia que mediaba entre ambos- él no adivinó cómo iba vestida ella, ni si la conocía, ni, por supuesto, muy al principio -cuando apareció como un punto en su universo- supo si aquello era varón o hembra o simple entidad sin sexo. Además su cabeza andaba perdida en reproches muy antiguos, llenos de ira vieja y por lo tanto sin vigor. Él mismo se lo estaba diciendo, se decía, ¿Y qué? ¿A dónde me lleva que mañana tras mañana me persigan los mismos agravios? ¿Fueron agravios? ¿Fueron ciertos? Y si tuvieron visos de haber sido ¿Cómo ocurrieron los hechos? ¿Por qué me importa tanto? Sí, sí, es una mujer. No estaba seguro. Ahora ya lo estoy. Es una mujer. Quizá sea... no, no. En todo caso seguro que se desvía antes de que nos crucemos y me será imposible saber si era ella o no. No es verdad que me llegara a querer. Sé que hubo un momento cuando estaba a punto de morir en el que me miró por primera vez y sintió algo. ¿Será por eso? ¿Por que les dije que creía haber entrevisto un sentimiento favorable hacia mí por lo que se encerraron como si fueran una misma tortuga en un mismo caparazón y me dejaran fuera? ¡Malditos sean! ¡Cuánto me han importado! ¡Qué esfuerzo he de hacer para olvidar! ¡para no querer odiar! oh, viene con faldas nunca le había visto las piernas. Si me hubiera traído las gafas ya sabría si es ella. Sólo veo borrosamente unas piernas y a la altura de lo que creo que son los muslos una falda negra, muy corta, con este viento. Lástima que se vaya a desviar, lástima que no fuera capaz de reunirlos, obligarlos y hacerles hablar y hablar yo también, hablar o vomitar, no importa y si todos fuéramos buenos, personajes de una película con final feliz, mirarnos tras la conversación intensa, a los ojos y reconocernos, ya sin hablar, hasta que quedara el último, hasta que el último hubiera asistido al entierro de todos los demás, que el último fuera yo, reírme entonces, reírme con sal entonces, la última gran risa sobre las rosas funerales, sí, es ella, qué hermoso su pelo, que perfecta su madurez, creo que me va a sonreír y, como tantas veces, pasará de largo manejando con soltura el vaivén de sus brazos; siento pensar que me gustaría que justo poco antes de cruzarnos, una ráfaga de aire levantara el vuelo de su falda y me regalara de esta forma la visión de su monte velado por unas bragas no del todo opacas.
Glosa: Es así como transcribe el autor el monólogo interior del personaje. En la técnica que utiliza vemos cómo de nuevo recurre a su propia vida para dotar de la misma al personaje de papel. Se sabe que el autor terminó sus días encerrado en un manicomio y que la autorización para su encierro fue firmada -ante la muerte de los padres-  por su hermano mayor en representación de los otros tres -en total eran cinco hermanos: tres chicos y dos chicas-. El episodio que está ya a punto de terminar, parece ser que le ocurrió al autor el mismo día en que fue retenido por los sanitarios y tras inyectarle un calmante de efectos devastadores para el sistema simpático fue llevado al manicomio de donde nunca más salió y donde murió solo y sin haber sido visitado ni una sola vez por ningún ser vivo. Por este motivo nos parece que el relato que está punto de terminar tiene un grado tal de patetismo que se podría comparar -sin caer en la exageración- al pathos de cualquier tragedia de la Grecia antigua.

Sí. Todos muertos. Una hilerita de tumbas en el cementerio de la ciudad con sus lápidas en las que, inscritas a cincel y a conciencia, se pudieran leer sus nombres, sus fechas de nacimiento y muerte y un epitafio escrito por mí. Por ejemplo, Fulanito de Tal y Pascual que nació el tanto de tantos de tantos y murió el tantos de tantos de tantos. Fue valiente con los débiles y cobarde con los fuertes. Es el otoño, su gesto es la hoja que cae del árbol y que alimentará la tierra para la primavera. Hoy no se desvía. Hoy viene hacia mí... y me mira. Si fuera capaz de decirle algo, decirle, Querida señora, hay el mundo fuerzas que no se pueden domeñar. Arráseme el alma para siempre, quémeme por dentro, destroce mi descanso pero le ruego, querida señora mía, que sólo por una vez me permita aspirar el olor de su cuello.
Glosa: aquí termina el relato de nuestro autor el cual, fiel  a su último estilo (tuvo más de siete), deja el relato en suspenso. Nosotros hemos indagado en la posibilidad -anteriormente apuntada- de que este episodio le hubiera ocurrido a él así es que tomamos la decisión de viajar hasta el lugar donde vivió sus últimos meses libre y allí, indagando, buscando la vía pecuaria abandonada, conocimos a una mujer que respondía a la breve descripción que se da de la mujer del relato y tras sentarnos en un merendero y contarle nuestro propósito, nos relató lo siguiente: que en efecto había conocido a nuestro autor, que a ella también le atrajo, que estaba casada por aquel entonces y lo sigue estando y que una mañana de viento salió con una falda muy corta -cosa de la que se arrepintió aunque en su descargo comentara que cuando empezó su paseo la calma del aire era absoluta-, que se encontró con nuestro autor y que cuando se cruzó con él y ante la mirada de ilusión y de deseo y de timidez que le lanzó, ella le dijo, Yo siento lo mismo. Y que siguió andando y no se volvió y que el corazón le ardía y que en contra de todo lo que ella pensaba y había decidido, estaba dispuesta a volverse a encontrar con aquel  hombre y que fuera -así no los dijo- lo que Dios quisiera.  
Fotograma de L'Inmortelle de Alain Robbe-Grillet 1963
Fotograma de L'Inmortelle de Alain Robbe-Grillet 1963

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/03/2020 a las 22:00 | Comentarios {0}


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