Estaba la ventana abierta. Eran los últimos días de calor y a lo lejos se escuchaba a un trompetista tocando 'Round Midnight. Sonreí y agité los cubitos de hielo que enfriaban un whiskey. Respiré con hondura el aire de la noche y la melancolía de la melodía. Recordé. Di un sorbo y sentí el amargor del alcohol bajar por mi gaznate. Chasqueé lo dedos y me dije, Hoy no era tu día de suerte. Dejé la ventana abierta. Apuré el whiskey mientras daba las últimas caladas a un cigarrillo. Escribí esto que estás leyendo y me rajé el cuello. Ahora estoy muerto y sé que aún sonarán las últimas notas del tema que acabó con mi vida alrededor de la medianoche.
La espada y la escalera (puede ser el sombrero de un loco o esa boca que se abre como la invitación a la cueva puede ser el amanecer que llega). La correría por el llano que casi es páramo pero siente llano. La ortiga que acecha junto a su antídoto. Bajo la umbrela aguarda un siervo de los dioses antiguos a que el hombre llegue, con la lengua fuera, para ponerle la zancadilla. Sabor de barro. Sabor de ausencia. La ausencia -siente el hombre tumbado- sabe a desierto. No sabe si se revuelve inquieto o si ha habido un momento en el que la almohada era un flotador que alguien le tirara desde un risco mientras él se desliza entre aguas turbulentas. Ahogo y aire. Un seno vacío como la blancura marmórea de un bidé. Intenta agarrarse donde sea. No logra aferrarse a la almohada/flotador. Logra ver a través de las aguas que enturbian sus ojos la boca que en el verano le sonrió muy cerca. Espuma que anuncia la caída. Abismo de agua. Quizá sea simple Maelström sexual aunque el terror no es simple. El terror nunca es simple. ¿Dónde -se pregunta- están los duendes? ¿Dónde las hadas? ¿Por qué le parecen los golpes del agua mordiscos de perro enviado desde el Hades? ¿Cuándo -se pregunta- acabará el tiempo?
LLaga.
Ha visto, en algún lugar, un amor romántico y ha releído la pasión fría en los versos de Jaime Gil de Biedma.
También desea ahora lo que antes no quería. Quizás a eso se le llame cambiar.
Por las noches va conociendo más y más la ciudad de Praga fin de siécle y se pregunta, justo antes de dormir, muchas noches, por qué ese afán por conocer las calles de la vieja Praga de la mano del joven Kafka.
Le suena esta inquietud, sabe que no sabe pararla pero sí atenuarla, así es que dentro de un rato saldrá a pasear.
Respirar. Sudar. Agotarse. La inquietud de la amenaza nocturna aún resuena en su estómago. Un golpe por la espalda. La sangre que corre por el asfalto inundado de meadas de perros. La semiinconsciencia. Un sonido de ambulancia. Unas palabras que no sabe cuáles son. La sensación de que las llagas suenan.
El rebrote de ¡Muera la inteligencia!
La enfermedad -o no- de Virginia Woolf y ese riachuelo de aguas crecidas y el peso de las piedras en los bolsillos de su gabán.
Morir de forma violenta suena.
También suena la desconfianza de una vieja a la que no quiere. Y cuando dice la frase maldita y ella responde con una sonrisa cargada de ironía y miedo, sabe que tiene razón.
Aceptar la razón de los demás es uno de los mayores ejercicios de la edad, piensa y suena.
Tiene que irse. Tiene que calzarse las botas de montaña. El cielo no está cubierto y no va a llover. Algo sucias las uñas. También la mirada de su hija ayer al mediodía y el final del amor consumado en matrimonio en El sueño de una noche de verano.
Bagatela, ¡cuánto hace que no te escribía!, piensa.
La palabra continente asoma y se escabulle. El corazón afligido se esfuerza en acompasarse y la congoja, como siempre, tiene algo de mujer. Vislumbra la tarde que está a punto de llegar. El olor a cerrado. Las ideas que se ordenan a su ritmo. La cadencia coja de sus pasos. Y esa llama que a veces refulge y que tiene un nombre anterior a la capacidad de nombrar. Fuego secreto.
Ha visto, en algún lugar, un amor romántico y ha releído la pasión fría en los versos de Jaime Gil de Biedma.
También desea ahora lo que antes no quería. Quizás a eso se le llame cambiar.
Por las noches va conociendo más y más la ciudad de Praga fin de siécle y se pregunta, justo antes de dormir, muchas noches, por qué ese afán por conocer las calles de la vieja Praga de la mano del joven Kafka.
Le suena esta inquietud, sabe que no sabe pararla pero sí atenuarla, así es que dentro de un rato saldrá a pasear.
Respirar. Sudar. Agotarse. La inquietud de la amenaza nocturna aún resuena en su estómago. Un golpe por la espalda. La sangre que corre por el asfalto inundado de meadas de perros. La semiinconsciencia. Un sonido de ambulancia. Unas palabras que no sabe cuáles son. La sensación de que las llagas suenan.
El rebrote de ¡Muera la inteligencia!
La enfermedad -o no- de Virginia Woolf y ese riachuelo de aguas crecidas y el peso de las piedras en los bolsillos de su gabán.
Morir de forma violenta suena.
También suena la desconfianza de una vieja a la que no quiere. Y cuando dice la frase maldita y ella responde con una sonrisa cargada de ironía y miedo, sabe que tiene razón.
Aceptar la razón de los demás es uno de los mayores ejercicios de la edad, piensa y suena.
Tiene que irse. Tiene que calzarse las botas de montaña. El cielo no está cubierto y no va a llover. Algo sucias las uñas. También la mirada de su hija ayer al mediodía y el final del amor consumado en matrimonio en El sueño de una noche de verano.
Bagatela, ¡cuánto hace que no te escribía!, piensa.
La palabra continente asoma y se escabulle. El corazón afligido se esfuerza en acompasarse y la congoja, como siempre, tiene algo de mujer. Vislumbra la tarde que está a punto de llegar. El olor a cerrado. Las ideas que se ordenan a su ritmo. La cadencia coja de sus pasos. Y esa llama que a veces refulge y que tiene un nombre anterior a la capacidad de nombrar. Fuego secreto.
Ayer parece que la furia desatada de un vecino borracho me gritó amenazas bajo mi ventana. Lo bueno es que no puedo asegurarlo porque soy miope y no veía claramente si era a mí a quien lanzaba esos insultos tan antiguos que mentan a la madre y auguran palizas y con el brazo levantado y la voz pastosa del borracho de alta graduación acaban con un Tú no sabes quién soy yo. Y, en efecto, el borracho tiene más razón que un loco porque no tengo ni idea de por qué me amenazaba. También tengo en mi descargo que fue de madrugada, la luz era escasa y aún más, cuando empecé a escuchar la perorata yo no me encontraba en la ventana con lo que -si era a mí realmente a quien llamaba hijo de puta- el borracho con ganas de bronca parecía un tuno solitario que esperara que su amada saliera a la ventana para mirarle mientras la rondaba.
¡Qué extraño el furor! ¡Cómo me regresa a la infancia la voz agresiva de los borrachos! En las conexiones neuronales o en la Mente o en las Tripas o en la Rodilla nace una especie de resistencia, una gana casi ingobernable de abrir la ventana y encararse con el bravucón -strictu sensu- pues es un hombre grande, fuerte, de mirada fiera.
Los años pesan. Me fui a la cama. Al salir hoy por la mañana he vigilado mis espaldas. Creo que va llegando el momento de irme a otro lugar... una vez más.
¡Qué extraño el furor! ¡Cómo me regresa a la infancia la voz agresiva de los borrachos! En las conexiones neuronales o en la Mente o en las Tripas o en la Rodilla nace una especie de resistencia, una gana casi ingobernable de abrir la ventana y encararse con el bravucón -strictu sensu- pues es un hombre grande, fuerte, de mirada fiera.
Los años pesan. Me fui a la cama. Al salir hoy por la mañana he vigilado mis espaldas. Creo que va llegando el momento de irme a otro lugar... una vez más.
Ventanas
Seriales
Archivo 2009
Escritos de Isaac Alexander
Fantasmagorías
¿De Isaac Alexander?
Meditación sobre las formas de interpretar
Libro de las soledades
Colección
Cuentecillos
Apuntes
Archivo 2008
La Solución
Aforismos
Haiku
Recuerdos
Reflexiones que Olmo Z. le escribe a su mujer en plena crisis
Reflexiones para antes de morir
Sobre las creencias
Olmo Dos Mil Veintidós
El mes de noviembre
Listas
Jardines en el bolsillo
Olmo Z. ¿2024?
Agosto 2013
Saturnales
Citas del mes de mayo
Reflexiones
Marea
Mosquita muerta
Sincerada
Sinonimias
Sobre la verdad
El Brillante
El viaje
No fabularé
El espejo
Desenlace
Perdido en la mudanza (lost in translation?)
La mujer de las areolas doradas
La Clerc
Velocidad de escape
Derivas
Carta a una desconocida
Asturias
Sobre la música
Biopolítica
Las manos
Tasador de bibliotecas
Ensayo sobre La Conspiración
Ciclos
Tríptico de los fantasmas
Archives
Últimas Entradas
Enlaces
© 2008, 2009, 2010, 2011, 2012, 2013, 2014, 2015, 2016, 2017, 2018, 2019, 2020, 2021, 2022, 2023 y 2024 de Fernando García-Loygorri, salvo las citas, que son propiedad de sus autores
Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2017 a las 11:52 | {0}