180.- ¿Cuál es la sustancia de los sueños?
181.- Le llama la atención los dientes podridos de Julio Cortázar en la entrevista que le concede a Joaquín Soler Serrano. También sus ojos tristes.
182.- Al amanecer ha sentido nausea que es una sensación extraña, como si un vértigo sólo se localizara en las tripas. Sabe que el sabor del sueño va a marcar las primeras horas. No puede afeitarse en un parapeto de cara al mar. Él es hombre de tierra adentro, de vientos secos. Y aún así puede imaginar un mar verdemoco y aceptar que el mar es el mismo en todas partes.
183.- ¿Es esencialmente aleatoria la posibilidad de alcanzar el sustento con el arte?
A veces no puede evitar compararse. A veces duda hasta las ganas del suicidio.
184.- Porque en el fondo hay algo de venta y exposición. Habla Cortázar del límite que existe entre el narcisismo y la autocrítica. Esta distinción. Esta frontera. Lo enfermizo y lo moral.
185.- Ha conseguido a base de calor y esfuerzo ir dejando la nausea atrás y con la desgana de quien está a punto de enfermar ha salido a pasear entre el viento, el sol y los colores. Hoy sabe que no está consiguiendo su propósito.
186.- Habla Cortázar del ritmo, de que hasta que no consigue el ritmo que es su ritmo sabe que no está escribiendo lo que quiere. Piensa él -siendo como es admirador del argentino- que la búsqueda de un ritmo es el principio del museo.
187.- No, no es Stephen, ni tiene un amigo que se llame Buck. Al caminar ha tomado decisiones que luego no ha llevado a cabo. Es importante no llevar las decisiones a cabo como también lo es tomarlas.
188.- Siempre le quedara de Cortázar el personaje de Cora.
189.- A la vuelta, cuando el sol declinaba, se ha reconocido afortunado y ha sabido de nuevo que los dolores viejos son crónicos (porque a veces se le olvida y entonces intenta lo que es imposible).
190.- Le agradó tanto escuchar a Julio...
191.- Dublín está en todas partes... Él podría ser perfectamente la mujer de Leopold Bloom.
Los aforismos que van desde el nº 180 al nº 191
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (17)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
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Sobre el sonido de los seres vivos se esparcía la niebla. No había nadie. Ecos se escurrían por entre las ramas de las encinas. No supe decirte que la muerte es como una canción de J. J. Cale. No quise decírtelo. Luego repasé. Luego de un instante de barro. Luego de un charco traslúcido. Luego de las correrías de las multitudes por los pasillos de los suburbanos de medio mundo. Esa diferencia que existe entre la constante presencia de lo humano en las ciudades que las hace irrespirables y la vacuidad de ello en las altas praderas, en los colapsos de las torrenteras. No diré que quiero vivir seiscientos años. No quiero, te diré, vivir seiscientos años. Con los ojos cerrados te lo digo, a ti que vives allá, en el tumulto de las gentes y que a veces te recoges entre mis brazos tras haber tenido un orgasmo que te ha producido un terrible dolor de cabeza. Agudo.
En la soledad de la conferencia observo los rostros que me observan. Yo camino y hablo. Hablo de algo que podría ser explicado de forma diferente. Hablo con pasión en la casa del rico. En las salas cuadros y más cuadros y nombres de pintores famosos que relaciono mientras el público -mujeres que luchan por la igualdad- me escuchan como si ayer jueves fuera un día particular.
El cielo, fuera, era gris. La piscina del jardín lucía triste y al fondo, la escultura en bronce de La primavera, pedía a gritos un albornoz.
A veces, en mitad del discurso (in media res) siento una punzada -literal- de tristeza en el páncreas y quisiera en ese momento detenerme y llorar por la belleza que podrá vivir más de seiscientos años. Luego...luego de la conferencia, luego de las felicitaciones, luego del frío de la noche de noviembre... enfilo la carretera y veo borroso. Las luces de los coches en la autopista del Noroeste, la delicadeza del acelerador, la amplitud del parabrisas, los años y las ruedas...
...la muchacha blanca de la película indie se ha quedado preñada y no se atreve a decírselo al muchacho blanco encantador con el que ha concebido... el discreto encanto de las miserias burguesas mientras no muy lejos los espaldas mojadas están a punto de alcanzar el infierno... infierno de Sonora... los bailes de graduación... Mason y Dixon.... las tres veces que hubieron de zarpar los puritanos del Myflower... la muchacha blanca dibuja tiras para una revista... el muchacho encantador y blanco busca a su gata y sabe preparar lasagna.... un traje de novia para la hermana de la muchacha blanca... el próximo enlace... la generación de una nueva familia...
Decirte, querida, que quizá sea yo quien no se atreve a poner las cartas sobre la mesa; más, decir que soy un cobarde y no me atrevo a expresar la ofensa que siento por si el mundo se acaba, por si los astros se derriten, por si me lleva el surco que el agua ha hecho en la tierra esta mañana; volverme ácueo; deslizar la caja; lanzar el ultimatum un veintidós de noviembre a las siete y veintiseis de la tarde (llovía, cerca los gritos de las voces de los chicos que aún no han hecho el cambio; voces agudas casi más cercanas a la voz de una mujer...)...
Ahora hay que seguir. Luego... luego de la mujer madura que me deseó salud; luego de sentirme fuerte y darme una ducha de agua muy caliente tras llegar empapado de un largo paseo bajo la lluvia y en el campo (verdes, naranjas, sienas, grises: un paisaje de paleta española); luego de sentir que sigo sin recordar una palabra de toda la vida; luego de presenciar un diálogo posible entre una muerta y un vivo... quizá.
En la soledad de la conferencia observo los rostros que me observan. Yo camino y hablo. Hablo de algo que podría ser explicado de forma diferente. Hablo con pasión en la casa del rico. En las salas cuadros y más cuadros y nombres de pintores famosos que relaciono mientras el público -mujeres que luchan por la igualdad- me escuchan como si ayer jueves fuera un día particular.
El cielo, fuera, era gris. La piscina del jardín lucía triste y al fondo, la escultura en bronce de La primavera, pedía a gritos un albornoz.
A veces, en mitad del discurso (in media res) siento una punzada -literal- de tristeza en el páncreas y quisiera en ese momento detenerme y llorar por la belleza que podrá vivir más de seiscientos años. Luego...luego de la conferencia, luego de las felicitaciones, luego del frío de la noche de noviembre... enfilo la carretera y veo borroso. Las luces de los coches en la autopista del Noroeste, la delicadeza del acelerador, la amplitud del parabrisas, los años y las ruedas...
...la muchacha blanca de la película indie se ha quedado preñada y no se atreve a decírselo al muchacho blanco encantador con el que ha concebido... el discreto encanto de las miserias burguesas mientras no muy lejos los espaldas mojadas están a punto de alcanzar el infierno... infierno de Sonora... los bailes de graduación... Mason y Dixon.... las tres veces que hubieron de zarpar los puritanos del Myflower... la muchacha blanca dibuja tiras para una revista... el muchacho encantador y blanco busca a su gata y sabe preparar lasagna.... un traje de novia para la hermana de la muchacha blanca... el próximo enlace... la generación de una nueva familia...
Decirte, querida, que quizá sea yo quien no se atreve a poner las cartas sobre la mesa; más, decir que soy un cobarde y no me atrevo a expresar la ofensa que siento por si el mundo se acaba, por si los astros se derriten, por si me lleva el surco que el agua ha hecho en la tierra esta mañana; volverme ácueo; deslizar la caja; lanzar el ultimatum un veintidós de noviembre a las siete y veintiseis de la tarde (llovía, cerca los gritos de las voces de los chicos que aún no han hecho el cambio; voces agudas casi más cercanas a la voz de una mujer...)...
Ahora hay que seguir. Luego... luego de la mujer madura que me deseó salud; luego de sentirme fuerte y darme una ducha de agua muy caliente tras llegar empapado de un largo paseo bajo la lluvia y en el campo (verdes, naranjas, sienas, grises: un paisaje de paleta española); luego de sentir que sigo sin recordar una palabra de toda la vida; luego de presenciar un diálogo posible entre una muerta y un vivo... quizá.
164.- La mercantilización de la existencia tiene un deje de rumba.
165.- El juez inflexible miraba la joroba del acusado y ensoñaba ponerlo recto.
166.- La familia tiene en sí la esencia de los puerros: es diurética.
167.- ¡Dadme el amanecer y ganaré cien batallas!
168.- Tenía una voz tan prodigiosa que sólo se pudo ganar la vida haciendo un número de pedos.
169.- Melancolía tienes nombre de pez.
170.- Sebo, ¡hueles a polla!
171.- Divinal el coño que deja tras de sí el aroma de mil enredos.
172.- ¡Encúlame, hermano! ¡Encúlame! Para poder llegar con los anos limpios a violar a nuestros padres que yacen viejos en los catres de los barracones.
173.- La noche se enciende y calma mi sed de infierno.
174.- ¡Una gota más, una gota más de tu lluvia dorada, mamá!
175.- Luego nos comeremos los caballos y con las yeguas jugaremos a la infancia.
176.- He de volver a la comedia antigua para bailar obscenamente en honor a Dionisos mientras él -buen y salvaje dios- se mete las flautas por donde le quepan.
177.- ¡Láudano! Abismo negro. Suspensión neumática ¡Láudano! Ven, ven a mí. Droga de tul. Ruta de seda.
178.- ¡Córrete en mi boca! ¡Déjame pringosas las comisuras de los labios! ¡Oh, blanca Lefa bendita! Amén.
179.- Cuando la obscenidad se pone velo se convierte en meapilas.
Los aforismos que van desde el nº 164 al nº 179
-y que se compendian bajo el título de Aforismos (16)-,
son todos responsabilidad del director y autor de esta revista
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Hasta la camilla la respiración se alienta y se repite el mantra que un verano, un verano de mil novecientos ochenta... un verano de mil novecientos ochenta... color azul de Mediterráneo... cueva junto a la playa... la cala... lo que nunca debe de volver aunque a veces si quisiera, sí lo quisiera... oír nuevo a John Coltrane en su A love supreme o volver a las novelas, las de los escritores hispanoamericanos de los 50, los 60 y los 70... hasta la camilla el olor del anestésico local le parece lejano y piensa que los colores fríos de los tubos de neón, lo azul No-Mediterráneo... está seguro de que no se le meterá hasta lo oscuro del alma, hasta la Sombra de sí por donde Jung revolotea y Alice Miller quisiera mostrarse tenaz y extraer... extraer el Mal... en la espera todo se resuelve en un instante... es un instante vivir y por lo tanto el dolor es aún menos que el instante de la vida... en la espera la realidad futura se hace inmensa, incapaz como es de asumir que el futuro no es... porque las manos arden un poco... porque los pasos con tacón no le resultan atractivos y escucha al hombre que intervendrá en sus ojos minutos antes... minutos antes... son todos tan jóvenes... hay un deseo de osadía, de llegar hasta el límite de los propios conocimientos... cuerpo de seda... embrión 1... la noche estrellada... hasta el inicio de las gotas el mantra parece funcionar, cuerda vibrada, alta física de nuestros abuelos... sabe que al final todo estallará en su cabeza y la aguja en el ojo no será más que una parte, mínima, del Gran Malestar... no más... no más... no más amor... no más... love loves to love love.... la carretera otra vez como símbolo de una dirección... la casa derruida... un verano de mil novecientos ochenta... en la habitación del piso superior un columpio... la luna desde el columpio de la habitación del piso superior... en la camilla la sudoración del miedo... la soledad... el esfuerzo de recordar el olor del musgo en el invierno... en el invierno... en el invierno... necesitaría las manos dispuestas... el corazón necesitaría dispuesto y que los pulmones acapararán menos aire del necesario... las manos necesitaría... agarrar con la manos el aire sobrante... el aire que los pulmones desecharon... su corazón late y lanza al torrente el líquido de la vergüenza... la Sombra... la Sombra... está ahí, se dice... baila... baila... baila... ha dicho: no, no me caigo a menudo... baila al compás imposible de un tema de Coltrane... cuando disfrutaba de Coltrane... cuando disfrutaba con los juegos de la imaginación... cuando subía la montaña porque iba a conquistar el castillo... en la camilla... la cara cubierta... un ojo al aire... el ojo ciego por el pecado de Eva de haber creado a Adán... ¡No fuiste tú, Lilith!... Tú no, Lilith... Tú no, Lilith... Tú no, Lilith... de la costilla de Eva... del coño de Eva... desde algún lugar del cuerpo de Eva... Tú no, Lilith.... tú solo te follabas los demonios... Vete Lilith, no es ti a quien convoca el ojo ciego que corresponde a un cuerpo tumbado en una camilla un doce de noviembre del año dos mil diecienueve según cuentas gregorianas... así es que camina tuerto sin ser rey de nada... no había país de ciegos... para sí se decía aquel verano de mil novecientos ochenta, aquel verano de mil novecientos ochenta, el columpio en la habitación vacía del piso superior desde el que se podía ver la luna en el vaivén... para sí se decía... sí, se decía... sí, lo decía para sí... no muy bajo para sí... podría parecer un loco hablando para sí...no muy bajo... para sí...
...desaparecía extrañamente; desaparecía el camino; cada pedazo de tierra disuelto en una niebla blanca. Ceguera blanca. Colmillo de ceguera blanca; melancolía de la leche aire; un bajo que persigue con su gravedad la no vista, niebla blanca en la noche negra; un piano, sí, un piano con las teclas invertidas (las negras blancas, las blancas negras); cae rayo negro en superficie blanca; se ve el graznido del cuervo, blanco gris de madrugada; blanca la ceguera otoñal; puertas blancas en el alba; manos que se mueven inquietas bajo una falda, la falda del mantel de una mesa camilla en Australia, hacia 1876; coincidencias; el perro cerrado en la habitación fría; espera una comedia a ser diseccionada y susurra la ceguera blanca un melisma viejo como la creencia en los dioses; son cantos de los algodonales; son caras marcadas por la esclavitud; son sfumatos... Leonardo, sé cruel y sácame un ojo cuando mañana las salves a la virgen se diluyan en el líquido germinal o en la nata de la leche de vaca; que sube la ceguera blanca; que aúlla la ceguera blanca; que la ceguera blanca se llena de puntitos negros y la almohada tiene algo -muy poco- de caricia de maîtresse. Llueve lluvia de oro sobre la ceguera blanca; llueven óvulos sobre la espalda mientras el caballo se deja crecer las alas para despegar del mundo hasta que éste quede convertido en territorio de águila; aguijones de abejas blancas; prendas blancas de lutos lejanos; no se queja el niño que hace de lazarillo a la ribera del Tormes ni resuena el eco gracioso y brutal de un donaire de Quevedo; sobre la marcha fúnebre la ceguera blanca; entre bambalinas la ceguera blanca; tras el sueño la mañana blanca como su ceguera y la cigüeña y la melodía y la arena de la playa venteada de blanco y el traje de la novia y la espada del guerrero y la labor de tresbolillo y el cincel que lamina el mármol y la propia lámina blanca y al aire de noviembre y el suelo de noviembre y el infierno de noviembre y los lobos de noviembre y las escobillas pasando suavemente por el platillo en las baterías de noviembre; cegueras blancas, algodones sin luz...
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Ensayo
Tags : Aforismos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/11/2019 a las 19:28 | {0}