Va a dirigirse hacia la cima
Desde allá arriba todo se puede ver de otra manera
Seres extraños que se encuentran
Puede haber un amor perfectamente callado
Un placer que no se emita
Sí, va a dirigirse hacia la cima
No cruza las manos
No se cruza y queda absorto
El tiempo es la ocurrencia
No existe
En un rato, sí, en un rato va a subir a la cima
Algún día o nunca (eso es)
Eso somos: algún día o nunca
¿Cuáles son esos momentos en los que sientes que todo se va a desmoronar? Le añado un matiz: y en el que eres capaz de desdoblarte y observar la situación como si fueras otro u otros.
Porque hay en las veredas del camino regueros de agua los cuales, por un afán de la física, parecen estar dirigidos, (vectores que convergieran en un sumidero).
¿Cuáles son esos momentos?
¿Cuando piensas si en algún momento habrás de suicidarte? ¿Cuando piensas la vergüenza que supone en Occidente la muerte por suicidio?
¿Cuándo son esos momentos de venirse todo abajo? ¿Cuándo esos momentos de quedar sepultado por uno mismo? O más lejano: ser consciente de que diluirse es también una opción.
No estás ciego. La Tarde, inundada, navega con las sentinas medio llenas de mar hacia el archipiélago Woto. Son las olas moles y La Tarde -así se llama la goleta- es una ramita desgajada que fue a parar al océano por una mera cuestión de destino. Tú navegas en ella, querido marinero en tierra. Si la embarcación rama, tú antera.
Verte y comprender y a partir de ese momento dejarme ir por las nubes que me están volviendo loco y por esa capa de un gas que me está apretando el corazón, que me está llevando hasta el fin, donde debo llegar, donde debo mirar; verte y comprender me llena de un terror al que le sobra todo adjetivo. Palabras/concepto. No, no más. Realidad de la cosa viva: estar aquí, recordar a Thoreau. No ser Thoreau. Estar aquí, en el destierro rodeado de belleza. Caminar y al mirar y al girar sobre el mundo, sobre mí, la tarde que es muy gris, la ciudad, lo que sé de ese sustantivo porque yo nací en una ciudad de occidente, yo, que no existo, que soy eso, lo otro, aquí arriba, haciendo el fuego cuando el frío aprieta mucho y dibujando paisajes poblados de seres humanos que ante todo ven; verte y comprender, escribo, y leo: me parece que con el tul blanco tiene un aspecto demasiado etéreo; verte y comprender que el tiempo es sinónimo de sino sólo para no echar la vista atrás, para no quedarme atado de pies y manos como aquellas santas de la mediana edad que eran quemadas en la plaza pública por el bien de la multitud; verte y comprender que la tristeza tiene sentido y es digna de ser vivida; verte y comprender que aunque el fracaso, probablemente, sea un impostor, tiene una apariencia de atmósfera que lo puede llegar a invadir todo como una peste caída de los aires; verte y comprender: el perro duerme, se escucha la música mediante medios inauditos hace sesenta años, por fin llueve y reconozco.
A veces es el azufre. Se queda aislado en sus olores. Incapaz de oler nada más. También el giro de los acontecimientos. Podría sobrevenir en cualquier momento la atonía. Quedarse quieto. Entonces, sometido a presiones sin fin, quizás en esas circunstancias, vendría bien el apoyo de una sexualidad desnuda de moral. Sí, sí, imposible sexo sin moral. Pero también, escuchen, también imposible atonía completa. No, no es aquí el lugar. No me importaría imponerme. Sólo que hoy me cansaría. Dejaría, tras el cansancio, que se me echaran encima y me despedazaran con sus bocas tristísimas y sus garras sucias. Mejor me retiro. A lo profundo del bosque. Sí y porque es necesario, en ese profundo bosque hay una fuente, y en la fuente ondinas y las ondinas traen con ellas el deseo y la fatalidad. ¡Dadme fatalidad! Me dejo aconsejar. A lo profundo del bosque os decía, donde huele a coño y a madera podrida y crecen en ella hermosas bacterias que no se volverán sexuales hasta que la necesidad apremie. Meiosis. Mitosis. Dadme espadas. Dadme navajas de afeitar. Abandonad todo raciocinio. Locos los cabellos. Abiertas las fauces. Sedientos y con rabia. Hidrófobos. Maleantes. En las noches oscuras en las que ya no esperamos a Cristo sino al camello que nos venda suspensiones. Por ahí voy. Por ese sendero. Apenas se puede respirar y escuecen los cristalinos.
Vendrá a decírselo todos los días. Cuando ascienda. Sobre todo cuando ascienda. La angustia por dejar de ser. También cierto grado de clarividencia. Eso cree. Ocurre cuando asciende. Si el día está claro. Si está oscuro. Ha leído en Dámaso Alonso una característica de El Cantar de Mío Cid que trata sobre la ausencia de nexos sintácticos entre las frases como conjunciones o locuciones. Frases certeras, cortas. Frases en sí mismas.
También ha ideado una nueva historia, cuando ascendía y ha tenido la imagen de una escena la cual ha grabado mientras ascendía. Ascendía hacia el lago. Hacia la cumbre. Las montañas tienen eso: ascensiones.
Sentada en un paisaje solitario y hermoso ha jugueteado con su cabello y ha visto a su perra mordisquear la pelota. La pelota entre las patas. Atenta en todo caso. Por mucho que juegue, piensa, sabe que está expuesta. Esto es la montaña. Aquí hay águilas.
Transición entre lo tonos. La tarde que ya ha caído le devuelve un ámbito cuasi fantasmal y recuerda el tiempo en el que vivió en pareja. Aquellos años. La treintena fueron. Toda la década. Aquellos años durmiendo junto a otro cuerpo cada noche. Todas las noches de todos los años. Sí, sí, claro, alguna excepción hubo. Alguna noche sola. Alguna también acompañada. Pocas. Muy pocas para lo corta que es la vida. La transición a la noche. La luz de la bombilla. Tantos años. Tantos. Tantos años.
¿Por qué? Sí. Le gusta preguntarse ¿por qué? Lo hará. Lo lleva haciendo. La noche está despejada y fría. ¿Cómo será arriba? Donde el lago. Donde habita el infierno (el infierno clásico, piensa ella y se sonríe como si hubiera hecho un chiste privado). ¿Hasta dónde? ¿Por qué? ¿Qué?
Hay un hombre que parece tener la verdad. Hay muchos que siguen creyendo tener la verdad. Luego está consumir energía, expulsar calor, reducir el gradiente entre el núcleo del sol y el espacio exterior para llegar, sí, a la estasis, y descansar, por fin, descansar y dar por terminada en esta parte de la galaxia la ejecución y cumplimiento de la segunda ley de la termodinámica.
Mover el cuello. Aunque sea poco. Moverlo. Giran las vértebras. El mundo parece otro.
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/03/2022 a las 16:54 | {0}