Lo he decidido.
Esta mañana.
Entre los copos de nieve.
Siguiendo con la lengua fuera a mi perro. Agarrado a él.
Voy a amarte.
Como si fueras la Madre Tierra.
Te tendré frente a mí y besaré tu frente.
La tarde entonces.
El alba entonces.
Un Fuego de San Telmo y una caricia.
Voy a amarte.
Tendida.
Desnuda.
Abierta.
Tu boca.
La almohada.
La mano.
Tu espalda.
Las nalgas.
Tu pubis.
Mi verga.
Mis manos.
Mis nalgas.
Mi espalda.
Mis labios. Tus labios.
Tus dientes. Mis dientes.
Voy a amarte.
Terriblemente.
Con la locura de un hombre maduro.
Con la vehemencia del que acaba de atravesar el desierto.
Con la ilusión de la cometa surcando el aire, cerca del cielo.
El velo de mi paladar en la punta de tu lengua.
Nuestros pasos al pasar la alameda.
El sonido del río y el deshielo.
La cumbre.
La comida y la sonrisa.
La comida y tu pecho.
La comida y mi pecho.
Voy a amarte sin desvelos.
Voy a amarte como pinche de cocina
y como grumete viejo.
Y saltaré a la comba.
Y desafiaré a la alcoba.
Y supondré el futuro.
Y me sentiré el héroe del manantial
donde ahora te miras y peinas tu cabello.
Voy a amarte
este veintiocho de febrero
y mañana cuando sea marzo
te amaré de nuevo.
Esta mañana.
Entre los copos de nieve.
Siguiendo con la lengua fuera a mi perro. Agarrado a él.
Voy a amarte.
Como si fueras la Madre Tierra.
Te tendré frente a mí y besaré tu frente.
La tarde entonces.
El alba entonces.
Un Fuego de San Telmo y una caricia.
Voy a amarte.
Tendida.
Desnuda.
Abierta.
Tu boca.
La almohada.
La mano.
Tu espalda.
Las nalgas.
Tu pubis.
Mi verga.
Mis manos.
Mis nalgas.
Mi espalda.
Mis labios. Tus labios.
Tus dientes. Mis dientes.
Voy a amarte.
Terriblemente.
Con la locura de un hombre maduro.
Con la vehemencia del que acaba de atravesar el desierto.
Con la ilusión de la cometa surcando el aire, cerca del cielo.
El velo de mi paladar en la punta de tu lengua.
Nuestros pasos al pasar la alameda.
El sonido del río y el deshielo.
La cumbre.
La comida y la sonrisa.
La comida y tu pecho.
La comida y mi pecho.
Voy a amarte sin desvelos.
Voy a amarte como pinche de cocina
y como grumete viejo.
Y saltaré a la comba.
Y desafiaré a la alcoba.
Y supondré el futuro.
Y me sentiré el héroe del manantial
donde ahora te miras y peinas tu cabello.
Voy a amarte
este veintiocho de febrero
y mañana cuando sea marzo
te amaré de nuevo.
Blog de Iñaki Gabilondo
Escrito por Bernardo Soares (heterónimo de Fernando Pessoa).
Traducido por Ángel Crespo. Editorial Seix Barral.
Torso con gabardina y cartera ¿de Bernardo o de Fernando?
Cuando vivimos constantemente en lo abstracto -ya sea lo abstracto del pensamiento, ya sea lo de la sensación pensada-, no tardan, contra nuestro mismo pensamiento o deseo, en volvérsenos fantasmas las cosas de la vida real que, de acuerdo con nosotros mismos, más deberíamos sentir.
Por más amigo, y verdaderamente amigo, que yo sea de alguien, el saber que está enfermo, o que ha muerto, no me produce más que una impresión vaga, incierta, apagada, que me avergüenzo de sentir. Sólo la visión directa del caso, su paisaje, me produciría emoción. A fuerza de vivir de imaginar, se gasta el poder de imaginar, sobre todo el de imaginar lo real. Viviendo mentalmente de lo que no existe ni puede existir, acabamos por no poder pensar en lo que puede existir.
Me han dicho hoy que había ingresado en el hospital, para ser operado, un viejo amigo mío al que no veo hace mucho tiempo, pero al que sinceramente recuerdo siempre con lo que supongo que es nostalgia. La única sensación positiva y clara que he tenido ha sido la del fastidio que forzosamente me produciría tener que ir a visitarlo, con la alternativa irónica de, no teniendo paciencia para hacer la visita, arrepentirme de no haberla hecho.
Nada más... De tanto andar con sombras, yo mismo me he convertido en una sombra -en lo que pienso, en lo que siento, en lo que soy-. La añoranza de lo normal que nunca he sido entra pues en la substancia de mi ser. Pero es sin embargo esto, y sólo esto, lo que siento. No me da propiamente pena del amigo que va a ser operado. No me da propiamente pena de todas las personas que van a ser operadas, de todos cuentos sufren y padecen en este mundo. Siento pena, tan sólo, de no saber ser quien sintiese pena.
Y, en un momento, estoy pensando en otra cosa, inevitablemente, debido a un impulso que no sé lo que es. Y entonces, como si estuviese delirando, se me mezcla con lo que no he llegado a sentir, con lo que he podido ser, un rumor de árboles, un ruido de agua que corre hacia los estanques, una quinta inexistente... Me esfuerzo por sentir, pero ya no sé cómo se siente. Me he vuelto la sombra de mí mismo, a la que entregase mi ser. Al contrario de aquel señor Peter Schlemihl del cuento alemán, no he vendido mi sombra al diablo, sino mi substancia. Sufro de no sufrir. ¿Vivo o finjo que vivo? ¿Duermo o estoy despierto?
Una vaga brisa, que sale fresca del calor del día, me hace olvidarlo todo. Me pesan los párpados agradablemente... Siento que este mismo sol dora los campos en los que no estoy y en los que no quiero estar... De en medio de los ruidos de la ciudad sale un gran silencio... ¡Qué suave! ¡Pero qué suave, quizá, si yo pudiese sentir!
19-6-1934
Por más amigo, y verdaderamente amigo, que yo sea de alguien, el saber que está enfermo, o que ha muerto, no me produce más que una impresión vaga, incierta, apagada, que me avergüenzo de sentir. Sólo la visión directa del caso, su paisaje, me produciría emoción. A fuerza de vivir de imaginar, se gasta el poder de imaginar, sobre todo el de imaginar lo real. Viviendo mentalmente de lo que no existe ni puede existir, acabamos por no poder pensar en lo que puede existir.
Me han dicho hoy que había ingresado en el hospital, para ser operado, un viejo amigo mío al que no veo hace mucho tiempo, pero al que sinceramente recuerdo siempre con lo que supongo que es nostalgia. La única sensación positiva y clara que he tenido ha sido la del fastidio que forzosamente me produciría tener que ir a visitarlo, con la alternativa irónica de, no teniendo paciencia para hacer la visita, arrepentirme de no haberla hecho.
Nada más... De tanto andar con sombras, yo mismo me he convertido en una sombra -en lo que pienso, en lo que siento, en lo que soy-. La añoranza de lo normal que nunca he sido entra pues en la substancia de mi ser. Pero es sin embargo esto, y sólo esto, lo que siento. No me da propiamente pena del amigo que va a ser operado. No me da propiamente pena de todas las personas que van a ser operadas, de todos cuentos sufren y padecen en este mundo. Siento pena, tan sólo, de no saber ser quien sintiese pena.
Y, en un momento, estoy pensando en otra cosa, inevitablemente, debido a un impulso que no sé lo que es. Y entonces, como si estuviese delirando, se me mezcla con lo que no he llegado a sentir, con lo que he podido ser, un rumor de árboles, un ruido de agua que corre hacia los estanques, una quinta inexistente... Me esfuerzo por sentir, pero ya no sé cómo se siente. Me he vuelto la sombra de mí mismo, a la que entregase mi ser. Al contrario de aquel señor Peter Schlemihl del cuento alemán, no he vendido mi sombra al diablo, sino mi substancia. Sufro de no sufrir. ¿Vivo o finjo que vivo? ¿Duermo o estoy despierto?
Una vaga brisa, que sale fresca del calor del día, me hace olvidarlo todo. Me pesan los párpados agradablemente... Siento que este mismo sol dora los campos en los que no estoy y en los que no quiero estar... De en medio de los ruidos de la ciudad sale un gran silencio... ¡Qué suave! ¡Pero qué suave, quizá, si yo pudiese sentir!
19-6-1934
Audiolibros y Mundo Sonoro Dom y Loy ha publicado mi primera antología de cuentos 20 entre 4. Como escribía el otro día en el post Volver 20 entre 4 recopila cuatro cuentos que escribí entre 1980-1987.
El interés de los cuentos estriba, fundamentalmente, en dos líneas: la primera es el cambio que a lo largo de siete años se produce en su estilo y la segunda la intensidad de las historias. Son historias de deseo, sexo, amor y muerte.
Los cuentos se titulan: Mujer con Mazana, Helena, Claroscuro y A cinco semanas del invierno.
Lo podéis descargar en formato Mp3. El precio 5,90 € (como todos los libros de la editorial a los que no hemos subido el IVA). Y han sido leídos por el autor.
Te adjunto la demo.
Espero que te guste y si tienes a bien que lo compres en la web de la editorial (puedes acceder a ella haciendo click sobre su nombre en este mismo post).
El interés de los cuentos estriba, fundamentalmente, en dos líneas: la primera es el cambio que a lo largo de siete años se produce en su estilo y la segunda la intensidad de las historias. Son historias de deseo, sexo, amor y muerte.
Los cuentos se titulan: Mujer con Mazana, Helena, Claroscuro y A cinco semanas del invierno.
Lo podéis descargar en formato Mp3. El precio 5,90 € (como todos los libros de la editorial a los que no hemos subido el IVA). Y han sido leídos por el autor.
Te adjunto la demo.
Espero que te guste y si tienes a bien que lo compres en la web de la editorial (puedes acceder a ella haciendo click sobre su nombre en este mismo post).
Demo 20 entre 4.mp3 (4.47 Mb)
Portada del disco de Marduk Fuck me Jesus
¿Se puede palpar el estado de ánimo de un pueblo a través de la pantalla de un televisor?
¿Se puede sentir la tristeza de un pueblo en la entrega de unos premios?
¿Se observa el cansancio?
¿Se tiñen de hastío los discursos?
¿O es una cuestión personal, mía, del observador?
Ayer creí sentir (o era yo. Era mi propio estado de ánimo. La presencia del lunes y la sensación de cuesta arriba. La visión de un sistema político repugnante que permite lo miserable. La falta de oportunidades en un medio rico)...
Y por otra parte la aceptación, en general, de no hacer sangre con los gobernantes, con la política (lo relativo al gobierno. Lo relativo a la ciudad y el Estado). ¿Cómo no denunciar? ¿Cómo no criticar? ¿Cómo no gritar?
Creo que tan sólo Maribel Verdú, Candela Peña, Corbacho y Javier Bardem - junto a Eva H y su guión de presentadora- hicieron comentarios abiertamente críticos con la mierda que nos estamos comiendo. Los demás acataron la petición de no convertir la Gala en un mitín. ¿Y por qué no convertir la Gala en un mitín? ¿Por qué tenemos que aguantar en la televisón día a día la manipulación de quien la controla y el día en que se podría descontrolar, la mayoría de los artistas callan?
Recuerdo, claro, la Gala de los Goya que protagonizó el grupo de teatro Animalario. Era un momento crítico -como el actual-; de nuevo un gobierno del Partido Popular gobernaba y el enviado de Dios, José María Aznar había entrado en guerra junto a los Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak. El grito contra la guerra en aquella Gala de los Goya fue casi unánime. Porque sigo considerando que el arte sigue teniendo como una de sus funciones la de criticar ferozmente al poder y porque hoy estamos en guerra y la guerra la tenemos dentro de casa, los artistas tendrían que haber denunciado, ferozmente, la situación que viven miles y miles de ciudadanos, de aquellos que son su soporte.
La situación que vive España es de guerra de trincheras, de guerra de desgaste y por lo visto ayer creo que la están ganando quienes la provocaron.
¿Se puede sentir la tristeza de un pueblo en la entrega de unos premios?
¿Se observa el cansancio?
¿Se tiñen de hastío los discursos?
¿O es una cuestión personal, mía, del observador?
Ayer creí sentir (o era yo. Era mi propio estado de ánimo. La presencia del lunes y la sensación de cuesta arriba. La visión de un sistema político repugnante que permite lo miserable. La falta de oportunidades en un medio rico)...
Y por otra parte la aceptación, en general, de no hacer sangre con los gobernantes, con la política (lo relativo al gobierno. Lo relativo a la ciudad y el Estado). ¿Cómo no denunciar? ¿Cómo no criticar? ¿Cómo no gritar?
Creo que tan sólo Maribel Verdú, Candela Peña, Corbacho y Javier Bardem - junto a Eva H y su guión de presentadora- hicieron comentarios abiertamente críticos con la mierda que nos estamos comiendo. Los demás acataron la petición de no convertir la Gala en un mitín. ¿Y por qué no convertir la Gala en un mitín? ¿Por qué tenemos que aguantar en la televisón día a día la manipulación de quien la controla y el día en que se podría descontrolar, la mayoría de los artistas callan?
Recuerdo, claro, la Gala de los Goya que protagonizó el grupo de teatro Animalario. Era un momento crítico -como el actual-; de nuevo un gobierno del Partido Popular gobernaba y el enviado de Dios, José María Aznar había entrado en guerra junto a los Estados Unidos y Gran Bretaña en Irak. El grito contra la guerra en aquella Gala de los Goya fue casi unánime. Porque sigo considerando que el arte sigue teniendo como una de sus funciones la de criticar ferozmente al poder y porque hoy estamos en guerra y la guerra la tenemos dentro de casa, los artistas tendrían que haber denunciado, ferozmente, la situación que viven miles y miles de ciudadanos, de aquellos que son su soporte.
La situación que vive España es de guerra de trincheras, de guerra de desgaste y por lo visto ayer creo que la están ganando quienes la provocaron.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2013 a las 11:10 | {0}