Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Mixolidia
Los músculos intercostales nunca dejan de moverse (¿de trabajar?).
Los años también se mueven siempre.
Una mañana cualquiera algo se rompe (metafóricamente el dique que se vence ante el empuje de las aguas, cualesquiera aguas) y ya no sirve la reflexión, la cadencia de la respiración (porque también se han roto los músculos intercostales y la respiración, la sola respiración duele).
Algo se descubre: el poder de la química, la sensación de que las ideas son constructos extraños al rompimiento de los músculos intercostales y lo más importante en esos días de desgarros no es la mente, lo que la mente entiende del mundo sino no toser. Lo más importante es no toser porque al toser el dolor es tan devastador que suspende cualquier idea que se tuviera en ese momento y sólo surge, como mucho, que la felicidad es la ausencia de dolor.
Caminar por la calle. No tropezar. Ese movimiento reflejo de reequilibrio.
La tardes son extrañas.
El principio de las mañanas es como una revisión de cada parte del aparato respiratorio, estar atento a cada signo: si pica un poco la garganta, si el estornudo se acerca, si hay sonido de flemas y cuando llega el momento sublime de tener que toser saber que la intensidad del dolor será sólo de unos segundos y que esos segundos hay que aguantarlos, que pasarán, que se seguirá vivo y al desaparecer el espasmo, desaparecerá también el dolor.
Y antes, en el momento en el que se siente que algo se ha partido, tras el primer estertor. La seguridad aguda del dolor. Saber que tienes que ir a las urgencias del hospital y agradecer que el amigo te acompañe. La espera en las urgencias. La vía en la vena. La radiografía. Y lo recuerdos de esa sala de espera cuando años antes, años antes, aquellas crisis.
Un muchacho con el brazo roto es acompañado por su madre. La madre tiene una larga cabellera y tiene ideas propias en cuanto al momento de morir (se las cuenta a los padres de una muchacha que han llegado con su hija la cual tiene unos agudos dolores abdominales. Antes de pasar a la sala de clasificación, la madre de melena larga le ha preguntado a la muchacha si se ha puesto calor antes de ir a urgencias. La muchacha ha respondido que sí y la madre de larga cabellera le ha respondio que si vuelve a sentir ese dolor no lo haga porque podría tratarse de una peritonitis y si aplica calor a una peritonitis podría provocar que los intestinos te estallaran); ella quiere morir haciendo deporte, no en la cama como la mayoría de los mortales. Su hijo es regordete y se podría llegar a pensar que no está en absoluto de acuerdo con las ideas ultradeportivas de su madre y que se ha roto el brazo porque está cansado de tener que montar en bicicleta.
El diagnóstico es la rotura muscular. La convalecencia un mes. Los primeros días duros.
El dique entonces (las aguas que los hacen saltar en pedazos son los desgarros en los músculos intercostales) se resquebraja y al volver a casa y al quedarse solo sabe que su mente no puede contra las aguas y que quizá una buena manera de reconstruir las fisuras sea unas dosis de fluoxetina.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/06/2013 a las 10:42 | Comentarios {0}


Cubierta de nubes.
Un tubo.
Lámpara gris.
Caballo por peón.
Cenicero.
Folio
Un pie sobre fondo gris y blanco.
Tarjeta de sonido.
Trasparencia.
Preciosa
Podría
Disculpa
Esto
Papelera
Plástico, plástico, plástico.
Madera aún no carcomida.
Cuarzo.
¿Ojo de tigre?
Cachimba en soporte.
Extracto de cuenta bancaria.
Verde.
Rojo.
Almacén léxico.
Otros servicios.
La regla.
Lápiz.
Taza.
Atril.
Bordón.
Canica.
Altavoz.
Dos zapatillas deportivas.
Perro.
Rabo.
Puerta.
Cristal.
Suelo jaspeado.
Pantalla.
Espiral de colores.
Uñas.
Dedos.
Mano.
Muñeca.
Libreta.
Cigarrillo.

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Tags : Listas Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/06/2013 a las 11:53 | Comentarios {0}


Dice:
He sido despojado del hígado y aunque vivo y hablo, la muerte es salada. A través de la puerta está el Mundo y sus interpretaciones. Yo me consuelo con intuir que otros creyeron saber. No derramaré lágrimas y mis manos tiemblan. La lozanía de la luz de mayo atraviesa la frontera.
Estoy dispuesto a enfrentarme a la fiera porque sé que mi discurso no puede ir sino a mi favor. Como la tarde siempre corre a favor de la noche.
No hablaré del fracaso. Todo eso queda puertas afuera.
Aún así sé que va a llegar la hora de volver a mis aposentos. Echaré las persianas. Desaparecerá la luz iluminada y en la umbría de mis sueños desearé que la mañana sea benigna. No hay tiempo, mendigo, para suplicar una salva de aplausos. Mantengo la cabeza alta y los hombros rectos como una buena pianista que supiera colocar su columna vertebral para que no la dañe el ataque a La Rondeña de Albeniz.
Agua caliente en una vasija de loza.
Balanza de cocina para el peso exacto.

Voy a desandar, me sugiero; voy a tumbarme de lado sin mirar lo que queda de pared o el rastro de la araña que se tiende coqueta en el ángulo muerto. Pudiera ser mañana. Pudiera darse el elixir. Pudiera sobrecogerse el Mundo y bostezar cachorros y recién nacidas.
Yo enciendo la llama del último sol. Yo surco las aguas del Estrecho. Yo hundo los pies en la arena. Yo alojo el yodo en mis tobillos. Yo observo la tos del enfermo. Y acumulo en un cajón los últimos goces.
Indagaré, entonces, el optimismo.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/06/2013 a las 18:51 | Comentarios {2}


Ópera Barroca Viento (es la dicha de amor). Dramaturgia y dirección de escena Andrés Lima. Música José de Nebra.
La luna en Lucena. Un gráfico sefardí de la creación: Cábala y Canto. Conferencia impartida por Fernando Carbonell.


Barroco y Sephirot
Tras una gran cristalera se alza la masa imponente de una gran montaña.
La escalera de Jacob.
Por el escenario cuerpos jóvenes se mueven lánguidos y sexuales hasta llegar a la desnudez.
La desnudez. El pecho. Los testículos. Las nalgas.
Recuerdo la montaña mágica. El maravilloso grupo de enfermos pulmonares tan cerca de la muerte que vivían sus presentes ausentes de esperanza y por lo mismo lo vivían con la intensidad propia de un ataque de tos (sangre, flema, ansia de aire).
En primer plano, contraviniendo la ortodoxia de la puesta escena, una mezzosoprano, bella como su técnica, enlaza escala tras escala, floritura tras floritura, un aria terca en su repetición y endiabladamente hermosa, mientras tras ella, ¡vade retro!, los cuerpos del cuerpo de baile nos cuentan la historia de una penetración posterior, de un abrazo, de una lengua, del despilfarro gozoso de los flujos. ¡Oh, si se pudiera hacer el amor con una voz!
Y, de repente, tras una noche de elevaciones, suspiros -solitarios, siempre solitarios-, recomendaciones y sonrisas ocurre el milagro de una muchacha triste en una conferencia sobre los cantos sefardís.
Los cantos sefardís. La cocina y las mujeres sefardís. La cábala y su mundo mágico-aritmético. Y un hombre entregado a su causa (¿Cuál es esa causa? ¿Por qué tanto empeño?) canta y explica, graciosamente, cordobesamente, lucenamente, la gloria de la raza errante, la que indujo a tantos a creer en el castigo, en la salvación y en Él-(oi) y mientras canta, la muchacha triste acoge en su mano izquierda su seno derecho y el que escribe, mientras escucha, quisiera presentarse a la muchacha triste y decirle: Quisiera, muchacha triste, ser hueco de tu mano izquierda.
La orquesta barroca y los cantos sefardís se armonizan en una misma tonalidad: la generación de la vida. Pero algo ocurre distinto entre los públicos que acuden a la ópera barroca y la conferencia de cantos sefardís. Los primeros -burgueses envejecidos de abono teatral- se ofenden de la desnudez y se niegan a aplaudir. Los segundos celebran con un vino amontillado la esencia de la vida. La muchacha triste no bebe, entonces le ofrezco un vasito de vino y ella, entre rubor y soledad, rechaza cogerlo y se gira un poquito para ocultar cómo el rubor de sus mejillas ha encendido la luz de sus ojos azules. Y yo siento, mientras el conferenciante escribe la letra ה, que cuando menos me atreví a dirigirle la palabra y si hubiera habido más tiempo y si ella no hubiera salido escopetada tras la conferencia y si yo no hubiera sido todavía tímido, la habría perseguido como en la ópera barroca y la habría tomado entre mis brazos y dulcemente, mientras le canto un canto sefardí fusionado con armonías barrocas, hubiera besado su boca hasta llegar hacia allí.

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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/05/2013 a las 09:41 | Comentarios {0}


El mundo como voluntad y representación. Arthur Schopenhauer. Libro 4º. Del mundo como voluntad. Segunda consideración. Afirmación y negación de la voluntad de vivir una vez alcanzado el autoconocimiento. Traducción Rafael José Díaz Fernández y Mª Montserrat Armas Concepción. Editorial Akal.



§ 54
pag. 303
[...] Que la generación y la muerte han de considerarse como algo perteneciente a la vida y esencial a este fenómeno de la voluntad, se desprende también del hecho de que ambas se nos presentan como expresiones altamente potenciadas de aquello en que consiste la entera vida restante. Ésta no es ni más ni menos que un constante cambio  de la materia bajo la firme permanencia de la forma; y algo semejante es la imperdurabilidad de los individuos bajo la perdurabilidad de la especie. La alimentación y la reproducción incesantes no se diferencian sino en algún grado de la procreación, y la excreción incesante sólo en algún grado de la muerte. Lo primero se muestra de la manera más clara y sencilla en la planta. Ésta no es otra cosa que la constante repetición  de un mismo impulso, de sus fibras más sencillas, que se agrupan en hojas y ramas; es un agregado sistemático de plantas semejantes que se sostienen las unas a las otras, y cuyo único impulso es reproducirse sin fin; para satisfacerlo completamente, la planta asciende, por la escala de la metamorfosis, hasta la flor y el fruto, que son el compendio de su existencia y esfuerzo, pues de este modo alcanza, por el camino más corto, su único objetivo, y a partir de este momento conseguirá mil veces de una sola vez lo que hasta entonces había conseguido individualmente: la repetición de sí misma. Su inclinación al fruto se parece a la del escrito por la imprenta. Evidentemente, en los animales sucede lo mismo. El proceso alimenticio es una generación incesante, y el proceso generador es una alimentación altamente potenciada; el placer del acto generador es el bienestar altamente potenciado del sentimiento vital.
Por otra parte, la excreción, la constante eliminación y expulsión de materia, es lo mismo que la muerte, lo opuesto a la generación, sólo que en un grado menor. E igual que estamos siempre contentos de que la excreción nos permita conservar la forma sin tener que lamentar la materia expulsada, la misma actitud tenemos que adoptar cuando la muerte venga a cumplir, en una potencia mayor y en conjunto, lo mismo que sucede cada día y a cada hora en particular con la excreción. Igual que lo primero nos deja indifirentes, lo segundo no tendría que hacernos estremecer. Así pues, desde este punto de vista parece tan erróneo pretender la continuidad de nuestra propia individualidad, que es sustitutida por otros individuos, como pretender la permanencia de la materia de nuestro cuerpo, que constantemente es sustituida por nueva materia. Parece tan insensato embalsamar cadáveres como conservar cuidadosamente las propias heces.

La generación y la muerte (alimentación, reproducción y excreción). Duodécima cita del mes de mayo

Invitados

Tags : Citas del mes de mayo Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/05/2013 a las 10:23 | Comentarios {1}


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