Eso es lo que dijo. Luego se calló y anduvo rumiando un buen rato. A veces escuchábamos que repetía la frase y luego volvía a rumiar y vuelta a vomitar la frase y vuelta a rumiarla. Todos sabíamos que era un hombre bueno, de ésos que parecen ausentes pero en el momento en que había que dar el callo allí estaba él, el primero, sin alardes, al tajo, lo que fuera, para lo que se le necesitara. Alguno dijo que tenía un gran secreto. El que lo dijo afirmó que era un secreto familiar, una hija quizá, una madre. Cuando le preguntamos que cómo decía saber ese secreto y cómo sabía que se trataba de una mujer, el que afirmaba contestaba que porque hablaba en femenino, mejor dicho, mascullaba en femenino, él lo había oído, una noche en la taberna, ya muy tarde, estaba cerca de él y lo oyó y luego se quedó callado, con los ojos vidriosos, aguantado el llanto como le habían enseñado que debían hacer los hombres. ¡Y vaya si lo aguantaba! Nos apenó verlo muerto en lo alto del monte Gris. Alguna dijo que se fue a morir allá arriba igual que hacen los elefantes porque se sentía viejo y pronto sería un estorbo. Se había cortado las venas de los brazos a lo largo. Junto a él había una carta metida en un sobre y en el sobre había escrito unas señas. Era una mujer a quien se la enviaba. Llevaba como primer apellido uno distinto al suyo. Alguien la cogió. Seguramente la enviaría.
Hay en el aire
la huella que dejaste.
No es abril
ni la espera.
Protegerse dijo una;
también dijo, Cuidarse.
La noche tiembla
cuando llega a su profundidad.
Hay en el aire,
sólo en el aire.
La huella que dejaste,
la que no se borra.
He de irme,
ya no importa.
Desnudo salió a la calle para gritar: Se me quebró la vida como el color se quiebra. Las fuerzas del orden lo detuvieron, lo cubrieron y se lo llevaron a una comisaría. Allí el poeta se negó a dar su nombre, su dirección o cosa ninguna por la que se le pudiera identificar. El comisario decidió meterlo en una celda para ver si volvía a la cordura en unas horas y si así no fuera enviarlo a un centro psiquiátrico. No había ninguna vacía. Lo encerraron con un joven de aspecto gitano, orgulloso y desafiante como sólo la juventud puede serlo. El poeta se sentó en un banco corrido y agachó la cabeza. Era un poeta mayor, frisaría los cincuenta años; tenía el pelo cano, las manos trémulas y unos ojos oscuros que miraban más allá de las tinieblas. El joven se sentó a su lado y le ofreció de fumar. El poeta aceptó el convite. El joven llamó a un guarda para le diera fuego. El guarda acudió y le prendió el cigarrillo y luego él se lo prendió al poeta. Tras dar un par de caladas le preguntó: ¿Quiebros de amor? El poeta levantó la cabeza admirado y le preguntó a su vez: ¿Quiebros has dicho? El joven asintió. El poeta volvió a agachar la cabeza y musitó: Sí, sí, quiebros de amor. El joven gitano le pasó el brazo por los hombros. Lo atrajo hacia así. Lo protegió como si fuera un buen padre y terminó de fumar su cigarrillo. El poeta también lo terminó y como si hubiera encontrado un lugar donde reposar su mal, se quedó dormido en su regazo.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/04/2023 a las 19:27 | {0}Vengo a verte, princesa eritrea y contemplo tu cuerpo como se admira la veta de oro incrustada en la tosca piedra. Si vengo a contarte una pequeña historia mientras duermes es tan sólo para que mi despedida te entristezca dentro de unas horas cuando la alborada sonría al mundo y acaricie tus pestañas, finos y largos hilos de azabache, para así poder ahorrarte aunque sea estas pocas horas de pesar.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/03/2023 a las 17:45 | {0}¡Estúpidos! ¡No escuchéis el vómito! Si todos nos dejáramos de personas. No somos máscaras. No somos lo que marcan los pliegues del cuerpo. ¡Estúpidos! Os deje de querer el día que supe cantar para adentro. Ahora marcho por el camino aunque no lo miro como entonces cuando era joven y creía que mirar hacia delante era ver más. ¡Estúpidos! Despertad o haced que Vishnu despierte. Oh, sí, despierta Vishnu. Déjanos de soñar. Despierta de una puta vez. ¿No sientes que tu sueño está poblado de estúpidos? Esta mañana, al clarear el día, me corté el cuello hasta desangrarme y una vez muerto bebí mi sangre como si el lunes fuera el lugar de un aquelarre. Ahora en la tarde decidí coserme el cuello y lo hice. He salido a pasear. Sigo siendo el mismo. ¡Estúpidos! ¡Estúpidos!
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/03/2023 a las 18:30 | {0}
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Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/04/2023 a las 21:49 | {0}