Los fascistas inundan el mundo
Las aguas exigen sus cauces
Las gentes se abrazan llenas de horror
El cielo no deja de ser gris y muerte
Los caminos parecen abocados al fracaso
Ni desertar parece posible
La muerte no es un caballo
ni los reyes merecen estatuas
¿Callará el tumulto de las torrenteras?
Dejarán de saquear las almas de las buenas gentes
Hay que andar ojo avizor con los fascistas. Los fascistas son el opio del pueblo. Los fascistas son los que se persignan ante los ídolos. Hay que llenar el aire de pedagogía
¿Quedan maestros de la bondad en el mundo?
¿Hay alguien bueno en el buen sentido de la palabra bueno?
Vendrán más días malos. Lo sabemos. Vendrán los fascistas a lanzarnos palos. Pisotearán nuestras calles con botas militares y harán sonar por los megáfonos tambores de guerra.
¿Habrá un niño que nazca en un pesebre al que la llama del amor iluminará por dentro?
¿Surgirán las voces de los vencidos en un coro de dignidad fraterna?
¿Volverá la palabra a ser un arma y serán los poetas quienes las lancen contra los enemigos?
¡A las barricadas! ¡Compañeros del alma, compañeros!
Si tenemos que llorar, lloremos
Si nos tenemos que abrazar, nos abrecemos
Si hemos de hacer largas vigilias, hagámoslas
Más tarde si queréis o más pronto si juntamos las fuerzas suficientes habremos de enfrentarnos con el amor a la guerra, con la paz a los insultos, con la justicia a la ley
¡Oh, cómo anegan las aguas!
¡Mirad cómo flota la carne yerta!
aquel carrito de bebé
aquella anciana ciega
aquel inválido ahogado en su silla de ruedas
¡Valencia, tierra de mi infancia!
lugar de mis juegos y de mi primer amor
Vamos, queridos, vamos
El odio no es más que la guadaña
Sembremos amor
Cojámonos las manos
Hagamos el amor en las eras
Sorbamos el agua de las sandías
Sonriamos al niño que nos mira
Por mi parte quiero deciros que me quedan más palabras
Se presenta ante mi pueblo un poeta
Dispongan ustedes de mi lengua
Canta el Coro de los troyanos la llegada de Reso, rey de Tracia, y ensalzan en su canto su linaje y su futuro [...] ¡Illión! No te dejes vencer por los argivos. Acude con todos los tuyos contra las cóncavas naves y en maniobra envolvente atácalos al fin por retaguardia y quema sus naves. Que el cielo del amanecer se tiña del rojo del fuego. Que los peces pontíacos se sumerjan en las profundidades [...] mientras imaginaba, no muy lejos, en tierras del este, la gente se ahogaba amarrada a los volantes de sus automóviles El temporal se había cocido a fuego lento y cuando decidieron los dioses que era el momento dejaron caer tormenta tras tormenta el diluvio sobre una extensión de tierras que nunca debieran haber sido propiedad de los hombres [...] Siguió pensando, ¿No contiene la sexualidad mamífera cierto grado de agresividad? y si fuera así, ¿puede el neocórtex domeñar el hipotálamo o siquiera el núcleo accumbens para que no sea la agresividad quien genere respuestas y fomente estímulos sexuales? Hablo de una agresividad aceptada, de una erótica compartida, es decir no me refiero a una agresividad y una erótica impuestas (se pregunta si tendría que definir el término agresividad, si debería buscar etimologías o si basta la idea que el lector tiene de este término para que no necesite tanta precisión) [...] ¿Por qué suscitó tanto enojo la belleza? ¿Por qué tuvieron los antiguos escribas que escribir el Libro del Éxodo, germen del insaciable afán occidental por encontrar nuevas tierras prometidas según deducen los estudiosos que analizan estos textos casi tres mil años después de haber sido redactados? [...] El agua purifica y ahoga, las palabras se las lleva el tiempo, los muertos amarrados a los volantes de sus automóviles no volverán a discurrir. Eso sí: se reconstruirán las carreteras, se limpiarán los restos del naufragio, florecerá la próxima primavera, se hará un monumento a la tragedia, se escribirán libros, se harán críticas, se acabará volviendo todo una cuestión de seguros, la aguas del mediterráneo seguirán acogiendo ahogados de las costas de su sur [...] queda tan poco [...]
Narrativa
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/10/2024 a las 14:02 | {0}Era el fantasma invisible. La lluvia caía constante [...] A través del velo el vuelo de su sabor; su sabor, ahí, donde el caldero en las largas noches del invierno [...] Traslúcida la piel del dorso de sus manos [...] fue allí, frente a las aguas, muy cerca del manantial, se hacía tarde, un bebé parecía llorar tras una nube inmensa en todo semejante a un elefante que corriera despavorido por un desierto sin fin y azul oscuro, lejos del negro aún [...] hay otras nubes, unas sobre todas que se pegan a las cimas de las montañas y empiezan a deslizarse ladera abajo, cubriéndola por entero cual inmensa patchwork que con la llegada del otoño se coloca en las camas de los niños [...] la inmensidad de esos gestos nimios que prenden en la memoria desde unos ojos sanos en mitad de este mundo tan dado a lanzarnos estímulos de luz [...] el mundo gira con todo su peso, nada de fragmentario queda [...] visiones de visores imperfectos [...] flotación y deriva vividas desde la aparente inmovilidad [...] ¿frascos de cristal en cuyo interior parece desarrollarse un mundo? [...] Era el fantasma invisible. La lluvia caía constante [...]
Ensayo poético
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/10/2024 a las 14:36 | {0}Fue al inicio del otoño de hace ya unos años. Muchos días conduje hacia su Residencia. Ya conducía. Hacía poco. Me gusta conducir. Me gustan las actividades que te permiten hacer otras. Me gusta ir de un sitio para otro. Y además me gustaba sentir que estaba haciendo un bien de ida y vuelta: al hacer yo una acción a la que podríamos llamar buena, me sentía bien sólo por el mero hecho de hacerla. Al inicio del otoño, en cambio, la dirección a la que empecé a ir a visitarla fue otra. Fue al Hospital de La Paz. La llevaron a una sala donde habría unas cincuenta o sesenta personas. Eso recuerdo cuando menos. ¡Qué consumida estaba! Julia -así se llamaba- se lo había dicho en alguna ocasión, Yo no aguanto ni seis meses si me llevan a una Residencia. No aguantó. Muchas veces me pregunté por qué, esos últimos años, no se fue a vivir con mi madre y con su hija, que vivían solas en una casa grande, en el centro de la ciudad; la casa, además, donde ella había trabajado más de cuarenta años. ¡Por qué no se la llevaron a vivir con ellas? ¿Por qué ni siquiera se lo propusieron?
Una mañana de aquellos primeros días del otoño aquél, fui a verla muy de mañana, probablemente porque tendría que ir a trabajar o por alguna cuestión burocrática. Era tan temprano que cuando llegué aún no se habían encendido las luces de la gran sala donde agonizaba; de hecho tuve que esperar unos minutos hasta que abrieron la puerta y cuando lo hicieron, entré y nada más entrar olí una vaharada de las inmundicias sin recoger de cincuenta agonizantes, la mayoría de ellos viejos, alguno de ellos muerto. Aquel olor no me dio asco, me encogió el corazón y con el corazón encogido llegué hasta la cama donde Julia, a sus noventa y tres años, agonizaba consumida por la Parca, encogida y pequeña como hacemos los mamíferos cuando nos queremos ocultar. Tomé su mano, tan huesuda y nervuda como la del último Don Quijote; ella me miró desde casi el umbral. Lloré cuando cerró los ojos y me dijo, ¡Vete, hijo, vete!
Fue en aquellos primeros días del otoño aquél cuando dejé de verla viva. La siguiente vez que la vi ya estaba en el tanatorio, en la sala de duelo, expuesta en el ataúd, tan pequeñita, tan poquita cosa, tan poco Julia...
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/10/2024 a las 19:32 | {0},roto el resorte él mismo se altisonaba [...] apasionado y dengue, casi fascista, esgrimía el cuchillo a la luz del neón de una cocina de finales del siglo XX [...] ¡Ay, esos huesos y esas modas! Miraba el filo y sonreía a la luna decreciente, aquélla de la que menos se escribe, aquella que deviene en nada y se vuelve toda nueva [...] dijo estrangularse, se alcanzó la soga y la colgó de la rama frágil de un árbol flexible. Antes de morirse ahorcado decidió cantar por si en su canto volaban, cuales luminarias del sudeste asiático, aromas de vida hasta Las Musas, las cuales, en sus cuarteles de invierno, dormían el sueño de las justas, sin ambición alguna, al pairo de sí [...] y el cuchillo seguía en lo alto y el susto reinaba en la cocina y el monumento se hacía trizas y el huracán se mofaba de los campos y las aguas freáticas caminaban a ciegas, aguas sin fauna, agua sin luz, sin marinas [...] ¡Oh, pianoforte! mi último recurso, humo al fin [...]
Ensayo poético
Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/10/2024 a las 20:17 | {0}
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/11/2024 a las 13:07 | {0}