Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Supone Hendrich que la marea al volverse roja dejará de tener vértigos. También supone que hay algo que se degenera cuando un niño es capaz de aprender los idiomas sin estudiar y un adulto es incapaz de hacerlo.
Suphi asegura que la melancolía sigue siendo humor negro y que los caudalosos ríos del Tigris y el Éufrates tuvieron algo que ver en el asunto. En el presente estos ríos han decidido, de mutuo acuerdo, abandonar a los hombres y sus destinos.
Supone Hartman Hilckenberg que si el Derecho es un orden en las relaciones, sin Derecho habría un Nuevo Orden (tras esta afirmación el bueno de Hilkenberg reía).
Cuando Pomme en el siglo XVIII curó a una histérica haciéndole tomar baños de diez a doce horas por día durante doce meses, describió la terapia y sus consecuencias y más que un informe de clínica parecía un fragmento del paseo de Dante y Virgilio por los Infiernos.
Supone Cynthia Balovich que la masa total del universo cabe en la cabeza de alfiler de un hada.
Así supone Bisbadrhasa Nerutpurta que empieza la mañana.
Vale.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/10/2017 a las 12:40 | Comentarios {0}




En el principio fue la sopa

 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2017 a las 11:52 | Comentarios {0}


Estaba la ventana abierta. Eran los últimos días de calor y a lo lejos se escuchaba a un trompetista tocando 'Round Midnight. Sonreí y agité los cubitos de hielo que enfriaban un whiskey. Respiré con hondura el aire de la noche y la melancolía de la melodía. Recordé. Di un sorbo y sentí el amargor del alcohol bajar por mi gaznate. Chasqueé lo dedos y me dije, Hoy no era tu día de suerte. Dejé la ventana abierta. Apuré el whiskey mientras daba las últimas caladas a un cigarrillo. Escribí esto que estás leyendo y me rajé el cuello. Ahora estoy muerto y sé que aún sonarán las últimas notas del tema que acabó con mi vida alrededor de la medianoche.

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/10/2017 a las 18:25 | Comentarios {2}


La espada y la escalera (puede ser el sombrero de un loco o esa boca que se abre como la invitación a la cueva puede ser el amanecer que llega). La correría por el llano que casi es páramo pero siente llano. La ortiga que acecha junto a su antídoto. Bajo la umbrela aguarda un siervo de los dioses antiguos a que el hombre llegue, con la lengua fuera, para ponerle la zancadilla. Sabor de barro. Sabor de ausencia. La ausencia -siente el hombre tumbado- sabe a desierto. No sabe si se revuelve inquieto o si ha habido un momento en el que la almohada era un flotador que alguien le tirara desde un risco mientras él se desliza entre aguas turbulentas. Ahogo y aire. Un seno vacío como la blancura marmórea de un bidé. Intenta agarrarse donde sea. No logra aferrarse a la almohada/flotador. Logra ver a través de las aguas que enturbian sus ojos la boca que en el verano le sonrió muy cerca. Espuma que anuncia la caída. Abismo de agua. Quizá sea simple Maelström sexual aunque el terror no es simple. El terror nunca es simple. ¿Dónde -se pregunta- están los duendes? ¿Dónde las hadas? ¿Por qué le parecen los golpes del agua mordiscos de perro enviado desde el Hades? ¿Cuándo -se pregunta- acabará el tiempo?

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/10/2017 a las 11:48 | Comentarios {0}


LLaga.
Ha visto, en algún lugar, un amor romántico y ha releído la pasión fría en los versos de Jaime Gil de Biedma.
También desea ahora lo que antes no quería. Quizás a eso se le llame cambiar.
Por las noches va conociendo más y más la ciudad de Praga fin de siécle y se pregunta, justo antes de dormir, muchas noches, por qué ese afán por conocer las calles de la vieja Praga de la mano del joven Kafka.
Le suena esta inquietud, sabe que no sabe pararla pero sí atenuarla, así es que dentro de un rato saldrá a pasear.
Respirar. Sudar. Agotarse. La inquietud de la amenaza nocturna aún resuena en su estómago. Un golpe por la espalda. La sangre que corre por el asfalto inundado de meadas de perros. La semiinconsciencia. Un sonido de ambulancia. Unas palabras que no sabe cuáles son. La sensación de que las llagas suenan.
El rebrote de ¡Muera la inteligencia!
La enfermedad -o no- de Virginia Woolf y ese riachuelo de aguas crecidas y el peso de las piedras en los bolsillos de su gabán.
Morir de forma violenta suena.
También suena la desconfianza de una vieja a la que no quiere. Y cuando dice la frase maldita y ella responde con una sonrisa cargada de ironía y miedo, sabe que tiene razón.
Aceptar la razón de los demás es uno de los mayores ejercicios de la edad, piensa y suena.
Tiene que irse. Tiene que calzarse las botas de montaña. El cielo no está cubierto y no va a llover. Algo sucias las uñas. También la mirada de su hija ayer al mediodía y el final del amor consumado en matrimonio en El sueño de una noche de verano.
Bagatela, ¡cuánto hace que no te escribía!, piensa.
La palabra continente asoma y se escabulle. El corazón afligido se esfuerza en acompasarse y la congoja, como siempre, tiene algo de mujer. Vislumbra la tarde que está a punto de llegar. El olor a cerrado. Las ideas que se ordenan a su ritmo. La cadencia coja de sus pasos. Y esa llama que a veces refulge y que tiene un nombre anterior a la capacidad de nombrar. Fuego secreto.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/10/2017 a las 13:11 | Comentarios {0}


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