Juan de Mairena
Sentencias, Donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo.
Antonio Machado
Espasa-Calpe, Madrid, 1936
Se dice que no hay regla sin excepción. ¿Es esto cierto? Yo no me atrevería a asegurarlo. En todo caso, si esta afirmación contiene verdad, sería una verdad de hecho, que no satisface plenamente a la razón. Toda excepción –se añade- confirma la regla. Esto no parece tan obvio, y es, sin embargo, más aceptable lógicamente. Porque si toda excepción lo es de una regla, donde hay excepción hay regla, y quien piensa la excepción piensa la regla. Esto es ya una verdad de razón, es decir, de Pero Grullo, mera tautología, que nada nos enseña. No podemos conformarnos con ella. Sutilicemos, añadamos algo que no se le pueda ocurrir a Pero Grullo.
1.ª Si toda excepción confirma la regla, una regla sin excepción sería una regla sin confirmar, de ningún modo una no-regla.
2.ª Una regla con excepciones, será siempre más firme que una regla sin excepciones, a la cual faltaría la excepción que la confirmase.
3.ª Tanto más regla será una regla cuanto más abundante en excepciones.
4.ª La regla ideal sólo contendría excepciones.
Continuar por razonamientos encadenados, hasta alcanzar el ápice o el vórtice de vuestro ingenio. Y cuando os hiervan los sesos, etcétera, etcétera.
1.ª Si toda excepción confirma la regla, una regla sin excepción sería una regla sin confirmar, de ningún modo una no-regla.
2.ª Una regla con excepciones, será siempre más firme que una regla sin excepciones, a la cual faltaría la excepción que la confirmase.
3.ª Tanto más regla será una regla cuanto más abundante en excepciones.
4.ª La regla ideal sólo contendría excepciones.
Continuar por razonamientos encadenados, hasta alcanzar el ápice o el vórtice de vuestro ingenio. Y cuando os hiervan los sesos, etcétera, etcétera.
Cuaderno amarillo (1984-1988).
Manuscrito del fragmento de un cuento escrito en octubre de 1988.
Al sonar los tambores en su cabeza, Milos tiene un escalofrío. Escucha los gritos de una mujer y de un amigo. Siente una cena en un restaurannte de una ciudad. Cree haber estado en algún momento rodeado de gente en un bar de una ciudad del centro de su país. Es querido. Es animado. Es besado por la camarera que le ama en ese momento hasta las lágrimas. La cima de la montaña le trae hasta allí unas rayas de cocaína, el cuarto de baño, la sonrisa excitada de la mujer enamorada, su nariz -la de Milos- yendo a la raya, aspirándola, siente en la cima de la montaña el amargor de la cocaína por su garganta, lo bello que se siente en el espejo, la boca de la mujer tras él que le hace un gesto de lengua en los labios. Suenan los tambores. Suenan las ráfagas del viento. Salen del cuarto de baño. Ella le ha cogido de la mano. Le ha llevado a la trastienda. Se ha abalanzado sobre él. Le ha pegado su cuerpo. Le ha abierto las piernas. Luego ha reído. Se ha separado. Ha vuelto a extender un par de rayas. Ella se la ha metido primero. Luego él. Lo incisivos dormidos. Las encías dormidas. La luz desnuda.
Es la noche. Milos Amós no ha necesitado cerar los ojos para sentir los tambores. Ni ha querido evitar el recuerdo. Alguna vez fue querido. Ahora lo sabe. En la juventud todos somos queridos alguna vez. Porque al mismo tiempo todos queremos ser queridos. Para ser querido querer. Alguna vez fue así. A ráfagas: billar, caída en la gran vía de la ciudad entre grandes risas, drogado, drogado, vomita, una mano en la frente acompaña su naúsea. Existió una Noche de Reyes en una calle que se llamaba Fuencarral. Caía aguanieve. Fueron recogidos por un hombre que acababa de salir de prisión con un cargamento de heroína en sus bolsillos. Milos lo invitó a su casa. La heroína fue su amiga.
Ha sentido en la cima de la montaña el frío de la bajada del caballo. Las horas muertas tirado en una cama, junto a su amiga, comiendo a duras penas una manzana.
El lucero del alba anuncia la mañana. Milos Amos siente pena por los recuerdos que como diablos le han rodeado en la madrugada. Dormita. Nadie le moverá de allí.
Es la noche. Milos Amós no ha necesitado cerar los ojos para sentir los tambores. Ni ha querido evitar el recuerdo. Alguna vez fue querido. Ahora lo sabe. En la juventud todos somos queridos alguna vez. Porque al mismo tiempo todos queremos ser queridos. Para ser querido querer. Alguna vez fue así. A ráfagas: billar, caída en la gran vía de la ciudad entre grandes risas, drogado, drogado, vomita, una mano en la frente acompaña su naúsea. Existió una Noche de Reyes en una calle que se llamaba Fuencarral. Caía aguanieve. Fueron recogidos por un hombre que acababa de salir de prisión con un cargamento de heroína en sus bolsillos. Milos lo invitó a su casa. La heroína fue su amiga.
Ha sentido en la cima de la montaña el frío de la bajada del caballo. Las horas muertas tirado en una cama, junto a su amiga, comiendo a duras penas una manzana.
El lucero del alba anuncia la mañana. Milos Amos siente pena por los recuerdos que como diablos le han rodeado en la madrugada. Dormita. Nadie le moverá de allí.
Cuento
Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/01/2011 a las 00:30 | {0}
Era octubre
Lo escribiré de nuevo: era octubre
luchamos
en la tienda
y lo vimos
Era octubre
como un lazo pardo
así lo sentimos
(existía en aquel entonces la primera persona del plural)
lo escribiré de nuevo: nosotros
No fue un otoño lluvioso
El aire condensaba el diesel
nuestros pulmones tenían poco repris
casi ahogados lo vimos
era octubre
las niñas salían airosas de la escuela
los niños tiznados de peleas y balones
donde la vida gira
lo escribiré de nuevo: donde la vida gira
Cogidos de las manos
cuando se cogen las manos
por vez primera
desnudas
sin anillos
de nuevo lo escribo: era octubre
y el cielo fue estrellado
y el cometa pasó a su tiempo
y comimos perdices con chocolate
y nos auguramos eternidad
(existía en aquel tiempo la primera persona del plural)
Leonard Cohen dijo
Albert Cohen dije
y reímos
de nuevo lo escribo
Lo escribiré de nuevo: era octubre
luchamos
en la tienda
y lo vimos
Era octubre
como un lazo pardo
así lo sentimos
(existía en aquel entonces la primera persona del plural)
lo escribiré de nuevo: nosotros
No fue un otoño lluvioso
El aire condensaba el diesel
nuestros pulmones tenían poco repris
casi ahogados lo vimos
era octubre
las niñas salían airosas de la escuela
los niños tiznados de peleas y balones
donde la vida gira
lo escribiré de nuevo: donde la vida gira
Cogidos de las manos
cuando se cogen las manos
por vez primera
desnudas
sin anillos
de nuevo lo escribo: era octubre
y el cielo fue estrellado
y el cometa pasó a su tiempo
y comimos perdices con chocolate
y nos auguramos eternidad
(existía en aquel tiempo la primera persona del plural)
Leonard Cohen dijo
Albert Cohen dije
y reímos
de nuevo lo escribo
Lámpara del Metropolitan Opera House de New York
Moonstruck es romanticismo. Por eso transcurre en New York entre emigrantes italianos. Las notas musicales de esta película de Norman Jewison es de altos vuelos y en algunos momentos (en muchos momentos) es una delicia cómo está dialogada y estructurada. La aparición de Rommy Cammareri, (interpretado por Nicholas Cage) es magnífica y mezcla dos elementos muy difíciles de conjugar -la emoción y la risa- para conseguir el efecto patético (en su sentido griego: que mueve a la compasión).
Moonstruck no comienza tambaleante. Se mantiene firme a largo de todo su desarrollo y maneja con maestría las escenas cumbre. Empieza desbocada y luminosa y pasado el primer acto se llena de melancolía y la risa se va perdiendo entre los vericuetos de las sombras lunares y tan sólo surge cuando no hay objeto que impida ver la luz. Tan sólo al final (en las tres últimas secuencias) vuelve a predominar la comedia cuando aparece Johnny Cammareri (Danny Aiello), el hermano mayor de Ronny que se había ido a Palermo para asistir a la muerte de su madre. Antes de partir le había pedido a Loretta Castorini (Cher) en matrimonio y una vez que ella había aceptado le pidió que durante su ausencia contactara con su hermano, con el que no se hablaba desde hacía cinco años, para que acudiera a la boda e hicieran las paces.
El enamoramiento es doloroso. La búsqueda del placer también. Como lo es la llegada de la muerte. Sobre esas tres temáticas se apoya la película -amor, placer y muerte- y paradójicamente siempre son felices -en esta pelicula- los que están cerca de las tres y aceptan las cosas tal como son.
Una mano que se coge. Un anciano al que su mujer le dice que a la luz de la luna parece un joven de veiticinco años. Una dama que cena sola. Un paseo que es interrumpido. La belleza de las lámparas de techo del Metropolitan. La nieve en el aire sobre la intensidad de dos miradas y el abuelo que llora porque no entiende nada.
Moonstruck no comienza tambaleante. Se mantiene firme a largo de todo su desarrollo y maneja con maestría las escenas cumbre. Empieza desbocada y luminosa y pasado el primer acto se llena de melancolía y la risa se va perdiendo entre los vericuetos de las sombras lunares y tan sólo surge cuando no hay objeto que impida ver la luz. Tan sólo al final (en las tres últimas secuencias) vuelve a predominar la comedia cuando aparece Johnny Cammareri (Danny Aiello), el hermano mayor de Ronny que se había ido a Palermo para asistir a la muerte de su madre. Antes de partir le había pedido a Loretta Castorini (Cher) en matrimonio y una vez que ella había aceptado le pidió que durante su ausencia contactara con su hermano, con el que no se hablaba desde hacía cinco años, para que acudiera a la boda e hicieran las paces.
El enamoramiento es doloroso. La búsqueda del placer también. Como lo es la llegada de la muerte. Sobre esas tres temáticas se apoya la película -amor, placer y muerte- y paradójicamente siempre son felices -en esta pelicula- los que están cerca de las tres y aceptan las cosas tal como son.
Una mano que se coge. Un anciano al que su mujer le dice que a la luz de la luna parece un joven de veiticinco años. Una dama que cena sola. Un paseo que es interrumpido. La belleza de las lámparas de techo del Metropolitan. La nieve en el aire sobre la intensidad de dos miradas y el abuelo que llora porque no entiende nada.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/01/2011 a las 21:05 | {2}