Deshecha, a punto del combate. Brillante de fiestas. En las tardes feas del otoño. También en esas tardes. La ciudad que no es ciudad. La ciudad fea. La ciudad pequeña. La ciudad que se desgajó de La Mancha por un afán de notoriedad. Esa ciudad que es nada tiene un don que la encumbra y la sostiene: su capacidad para acoger, su capacidad para entender los agravios de los demás habitantes de este país que nunca quiso serlo.
Madrid que no es nada frente a Roma
Madrid que no es nada frente a Paris.
Madrid que no es nada frente a Londres.
Madrid las iguala -cuando menos- en fraternidad con los heridos, los desheredados, los indignados, los hambrientos, los que buscan, los que se guardan, los que protestan.
Hoy ha sido la llegada de La Marcha Negra de los Mineros y a su paso por el Paseo de la Castellana, se les han ido uniendo gentes de esta capital pequeña como de provincias y un minero, emocionado, ha dicho, "No me esperaba esto. Juro que no me esperaba este recibimiento". Así responde esta ciudad sucia, deshilvanada, fea.
O como recibe a los fastos del Orgullo Gay (días en los que yo celebro los fastos de la Humildad Hetero).
O como se yergue, blancas las manos, para pedir la vida de un condenado.
O como se lanza a las calles para defender la libertad.
O como defendió la República hasta el último aliento.
Esta ciudad antipoética que por no tener no tiene un río lo suficientemente ancho como para hacerle un puente con nombre atrevido y que, de repente, por un azar de una reina medio ciega construye en su pulmón un Palacio de Cristal.
Un Madrid con olor a meado en su casco viejo. Un Madrid de los Austrias, austero y frío como la dinastía que le da nombre.
Un Madrid quemado.
Un Madrid arrebatado.
Un Madrid de mierda que permite florecer esperanzas como lo fue La Movida.
... y que aún hoy en este 2012 sigue dando ejemplos de grandeza cuando recibe con los brazos abiertos a aquellos que en otro tiempo fueron los respetados del clan, los mineros, aquellos que se atrevían a entrar en el vientre de la Tierra para arrebatarle sus frutos: los mineros, antiguos herreros, revestidos de alquimistas.
¡Salve, Madrid, Reina de las feas, Simpática por demás!
Madrid que no es nada frente a Roma
Madrid que no es nada frente a Paris.
Madrid que no es nada frente a Londres.
Madrid las iguala -cuando menos- en fraternidad con los heridos, los desheredados, los indignados, los hambrientos, los que buscan, los que se guardan, los que protestan.
Hoy ha sido la llegada de La Marcha Negra de los Mineros y a su paso por el Paseo de la Castellana, se les han ido uniendo gentes de esta capital pequeña como de provincias y un minero, emocionado, ha dicho, "No me esperaba esto. Juro que no me esperaba este recibimiento". Así responde esta ciudad sucia, deshilvanada, fea.
O como recibe a los fastos del Orgullo Gay (días en los que yo celebro los fastos de la Humildad Hetero).
O como se yergue, blancas las manos, para pedir la vida de un condenado.
O como se lanza a las calles para defender la libertad.
O como defendió la República hasta el último aliento.
Esta ciudad antipoética que por no tener no tiene un río lo suficientemente ancho como para hacerle un puente con nombre atrevido y que, de repente, por un azar de una reina medio ciega construye en su pulmón un Palacio de Cristal.
Un Madrid con olor a meado en su casco viejo. Un Madrid de los Austrias, austero y frío como la dinastía que le da nombre.
Un Madrid quemado.
Un Madrid arrebatado.
Un Madrid de mierda que permite florecer esperanzas como lo fue La Movida.
... y que aún hoy en este 2012 sigue dando ejemplos de grandeza cuando recibe con los brazos abiertos a aquellos que en otro tiempo fueron los respetados del clan, los mineros, aquellos que se atrevían a entrar en el vientre de la Tierra para arrebatarle sus frutos: los mineros, antiguos herreros, revestidos de alquimistas.
¡Salve, Madrid, Reina de las feas, Simpática por demás!
Palacio de Cristal
Yo no sueño la bondad, ni espero la llegada de la aurora; yo no quiero un coche deportivo aparcado en mi garaje, ni quiero un garaje; yo no pido una segadora ni un césped ni un perrillo con el pecho blanco que se llame Nilo; yo no busco la concordia, ni la virtud, ni la escuela; tampoco imagino el futuro como una bota aplastando un rostro humano -porque esa imagen es el presente-; yo no aspiro a la poesía ni que el Hombre ame la lectura y el arte; ni tan siquiera quiero creer que la literatura no ha muerto cuando le están cantando el miserere sus máximos oficiantes (¿quién soy yo para desdecirlos?); no me apena que Gabriel García Márquez tenga demencia senil ni me agobia el final de toda la esperanza acumulada en religiones, filosofías, trascendencias, materialidades, suspiros, tráficos y alardes; no buceo en busca del saber; no me hundo en la ignorancia; no sucumbo ante la fatal ineficacia de las horas ni me yergo como un espectro ante la atroz evidencia de la tortura; no quiero mensajes ni elegías ni alegorías; me bastan un par de oximorones y una cadencia de la nota pedal; y me gusta Bob Dylan; y me gusta Olivier Messiaen; y me gusta Florence + The Machine; y me gusta el gazpacho; y me gusta la soberbia de las flores; y no destaco por nada; y no tengo talentos; y no acumulo defectos; soy cojo como podría ser analfabeto; soy cojo como podría ser (y lo soy) equilibrista; soy la inexistencia de todo lo antedicho; soy una flatulencia de Dios inventado por la mujer en los lejanos días de la Tormenta; soy la pulpa del melocotón; soy la aridez del desierto y la juguetona majestuosidad de la herida; vengo y vuelo y sobrevivo y me escondo y desafío y caigo y confío y me quedo mirando la multitud y me suspendo de un pensamiento y desatiendo la carretera y las luces del domingo; nada me importa; todo se escurre; la mirada fija; la forma de hablar; el escándalo de la miseria; la voracidad de los ogros; la maledicencia que vuela de una región a otra como just like a woman; no sueño nada; no tengo pesadillas; el agua fluye y se arrincona el guijarro harto de mostrarse brillante y no quiero dejar que mi nariz se aleje de la esquina donde huele a meado y a beso.
Levedad y humo
Paraguas y miércoles
Grito goteo
Murga arrullo
Cebolla roja
Mariscal y campo
Verdinegro
Letra ele
Manzana en la cuadra
Abismo soleá
Destrucción y ánimo
Sobre dosis
La palabra y Ordet
Navega velero
Traición y abrazo
Soledad y abrazo
Mariscal y abrazo
Rugido reineta
Kiwi salvaje
Brazos y piernas
Mantra y rüido
Süave nostalgia
Embrión dormido
Paraguas y miércoles
Grito goteo
Murga arrullo
Cebolla roja
Mariscal y campo
Verdinegro
Letra ele
Manzana en la cuadra
Abismo soleá
Destrucción y ánimo
Sobre dosis
La palabra y Ordet
Navega velero
Traición y abrazo
Soledad y abrazo
Mariscal y abrazo
Rugido reineta
Kiwi salvaje
Brazos y piernas
Mantra y rüido
Süave nostalgia
Embrión dormido
Préstamo tomado de La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca.
Y aunque en desdichas tan graves
la política he estudiado
de los brutos enseñado,
advertido de las aves;
y de los astros süaves
los círculos he medido:
tú sólo, tú, has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oído.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aún más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser,
pues cuando es muerte el beber
beben más, y desta suerte,
viendo que el ver me da muerte
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera,
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte qué me diera.
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte, desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte.
la política he estudiado
de los brutos enseñado,
advertido de las aves;
y de los astros süaves
los círculos he medido:
tú sólo, tú, has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oído.
Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aún más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser,
pues cuando es muerte el beber
beben más, y desta suerte,
viendo que el ver me da muerte
estoy muriendo por ver.
Pero véate yo y muera,
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da,
el no verte qué me diera.
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte, desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte.
Puede ser el frío (sólo una sábana. Apartada la colcha)
Primero es un amigo replicado. Es dos, que le muestra lo injusto de sus apreciaciones.
El dice, Me siento solo. El doble amigo le contesta, Mira.
Él siente miedo pero decide seguir.
Se suceden casas. Habitaciones.
Recuerda la esencia muerta de su hija como si flotara, vacía, unos centímetros por encima de la cama.
Piensa en levantarse y escribir lo que ha soñado.
No lo hace. Sueña que se despierta y cuando se da cuenta de que no está despierto en vez de luchar por despertarse de verdad sigue, aterrado, al siguiente sueño. Se suceden personas, situaciones, evidencias. Es la primera vez que siente miedo y que decide vivir ese miedo, atravesarlo, enfrentarlo, con la curiosidad del explorador que no sabe si tras el próximo machetazo a la vegetación alta y enrevesada, se encontrará el abismo.
Su mano dormida encuentra la colcha. El calor añadido le acuna. Deja de soñar. Está vivo.
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¿De Isaac Alexander?
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/07/2012 a las 19:42 | {0}