Hoy 10 de noviembre, en La Hora Extra dirigida por Ana Borderas en la Cadena Ser me han hecho una entrevista para dar a conocer la editorial Audiolibros y Mundo Sonoro Dom & Loy que junto a Marina Domecq lleva un año en marcha.
Desahucio proviene de hucia, antiguamente 'confianza', del más antiguo fiutza, y éste del latín fiducia.
Ahuciar es 'dar confianza o crédito a una persona' y también entre los judíos de Oriente ahuciar (o enfeuciar) toma el sentido de 'hacer tener esperanza'. De ahuciar viene el negativo desahuciar 'quitar las esperanzas', 'despedir a un arrendatario'.
Ya son dos los desahuciados que se han tirado por la ventana. La dignidad de morir desde casa, volando de las esperanzas que les han sido quitadas. Y con la vergüenza. Porque esta puta España es un país donde la honra dio, como tema, sus más gloriosos dramas.
¡Fíjense, por favor, en las definiciones de las palabras, en sus últimos sentidos! Desahuciar es quitar las esperanzas.
Yo escucho mucho a los ahora llamados analistas y que antaño se llamaban tertulianos hablar de lo divino y de lo humano y entre los más derechosos siempre se alza como pregunta incontestable: Bien pues ¿qué alternativas hay a lo que el gobierno del Partido Popular está haciendo? Y esperan con una sonrisa miserable en los labios.
Claro que hay alternativas y una de las más sencillas, una de las más fáciles (que por cierto se llevó a cabo. ¿Recuerdan los de la derecha a un tal Keynes?) sería que las grandes fortunas, los empresarios con beneficios, los banqueros, ¡¡¡los banqueros!!!!, los altos cargos, en fin todo aquel que amase fortunas, entregué al Estado, a la Nación o como coño se quiera llamar, el 80% de sus beneficios durante un lapso de tiempo X, el justo para que la personas no sean desahuciadas, es decir no se les arrebate la esperanza. ¿Entienden?
Lo entienden pero no lo quieren porque la derecha siempre busca la opresión, es su seña de identidad y sigue anclada en la vieja y reaccionaria idea de Platón de que nada se mueva y de que el ciudadano es ganado, pura y simplemente ganado que dé réditos a sus pastores y a sus perros.
Hoy a las nueve y veinte de la mañana una mujer desahuciada se ha tirado por la ventana de su casa en un pueblo de España llamado Barakaldo.
Ahuciar es 'dar confianza o crédito a una persona' y también entre los judíos de Oriente ahuciar (o enfeuciar) toma el sentido de 'hacer tener esperanza'. De ahuciar viene el negativo desahuciar 'quitar las esperanzas', 'despedir a un arrendatario'.
Ya son dos los desahuciados que se han tirado por la ventana. La dignidad de morir desde casa, volando de las esperanzas que les han sido quitadas. Y con la vergüenza. Porque esta puta España es un país donde la honra dio, como tema, sus más gloriosos dramas.
¡Fíjense, por favor, en las definiciones de las palabras, en sus últimos sentidos! Desahuciar es quitar las esperanzas.
Yo escucho mucho a los ahora llamados analistas y que antaño se llamaban tertulianos hablar de lo divino y de lo humano y entre los más derechosos siempre se alza como pregunta incontestable: Bien pues ¿qué alternativas hay a lo que el gobierno del Partido Popular está haciendo? Y esperan con una sonrisa miserable en los labios.
Claro que hay alternativas y una de las más sencillas, una de las más fáciles (que por cierto se llevó a cabo. ¿Recuerdan los de la derecha a un tal Keynes?) sería que las grandes fortunas, los empresarios con beneficios, los banqueros, ¡¡¡los banqueros!!!!, los altos cargos, en fin todo aquel que amase fortunas, entregué al Estado, a la Nación o como coño se quiera llamar, el 80% de sus beneficios durante un lapso de tiempo X, el justo para que la personas no sean desahuciadas, es decir no se les arrebate la esperanza. ¿Entienden?
Lo entienden pero no lo quieren porque la derecha siempre busca la opresión, es su seña de identidad y sigue anclada en la vieja y reaccionaria idea de Platón de que nada se mueva y de que el ciudadano es ganado, pura y simplemente ganado que dé réditos a sus pastores y a sus perros.
Hoy a las nueve y veinte de la mañana una mujer desahuciada se ha tirado por la ventana de su casa en un pueblo de España llamado Barakaldo.
Querida Julia:
Hoy cumples 98 años. Ya sé que estás muerta (¡vaya que si lo sé). No importa. Hoy cumples 98 años. No recuerdo ahora el año que moriste. Probablemente en 2008 y sí recuerdo el año que naciste, 1914.
Sabes cuánto te echo de menos. Recuerdo tu número de teléfono 552 31 95 y la calle donde viviste Emilio Ortuño (este señor nacido en Orán fue ministro de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII).
Esta mañana me he levantado inquieto, revuelto y no por ti que eres luz de la infancia, belleza de las personas sabias sino por mí. Ya sabes. Sí, tú sabes. Hoy es uno de esos días en los que te llamaría, tú cogerías y me dirías, Hombre Fernandoski, ¿qué tal estás hijo? y yo quizás hoy te contaría algunas cuitas, esas pequeñas cosas de las que un hombre no tiene derecho a quejarse pero que un niño sí puede expresar e incluso merece el mimo y el abrazo. Y tú me dirías, Anda, venga. Eso no es nada. Mira, vamos a hacer una cosa: vente a casa que estoy preparando un pisto y así charlamos un rato. Quizá fuera o quizá no. Si fuera, tú estarías vestida con tu bata de guata y tus zapatillas de andar por casa; tendrías tus uñas pintadas de rojo y la permanente que ondula tus cabellos grises como olitas de un mar pequeño. Entonces nos sentaríamos. Me pondrías una cerveza con aceitunas y hablaríamos del pasado, de aquello que nos ocurrió mientras vivimos juntos y en esa conversación larga y briosa, con tu castellano limpio de La Mancha y tu innnato sentido del humor, yo me iría sintiendo mejor y miraría tus ojos castaños que emanan toda la dulzura de una mujer que entregó su vida a una causa que quizá ni ella misma supo cuál era. Comeríamos en tu comedorcito y yo volvería a fijarme en los víveres que siempre almacenabas -arroz, alubias, café, azúcar, lentejas y tomate en conserva- por si otro general loco tenía la peregrina idea de iniciar otra matanza. Luego me harías un café y no me dejarías que fregase los platos, sí que te echara una mano recogiendo la mesa. Y entonces te entraría el sueño de la digestión y nos quedaríamos callados y yo te observaría dormitar en tu sillón con el radiador pequeñito que te regaló Antonio puesto en la tripa y arropada con tu vieja manta. Seguro que fuera llueve. Seguro que me levanto. Te beso despacio en la mejilla y te digo, Julia, me voy. Duerme. Mañana te llamo. Y tú te quedarías quietecita, escuchando la telenovela como antaño hacías mientras planchabas y escuchabas la radionovela. Porque siempre supiste escuchar. Porque siempre te gustó escuchar.
Felicidades, viejita.
Hoy cumples 98 años. Ya sé que estás muerta (¡vaya que si lo sé). No importa. Hoy cumples 98 años. No recuerdo ahora el año que moriste. Probablemente en 2008 y sí recuerdo el año que naciste, 1914.
Sabes cuánto te echo de menos. Recuerdo tu número de teléfono 552 31 95 y la calle donde viviste Emilio Ortuño (este señor nacido en Orán fue ministro de Fomento durante el reinado de Alfonso XIII).
Esta mañana me he levantado inquieto, revuelto y no por ti que eres luz de la infancia, belleza de las personas sabias sino por mí. Ya sabes. Sí, tú sabes. Hoy es uno de esos días en los que te llamaría, tú cogerías y me dirías, Hombre Fernandoski, ¿qué tal estás hijo? y yo quizás hoy te contaría algunas cuitas, esas pequeñas cosas de las que un hombre no tiene derecho a quejarse pero que un niño sí puede expresar e incluso merece el mimo y el abrazo. Y tú me dirías, Anda, venga. Eso no es nada. Mira, vamos a hacer una cosa: vente a casa que estoy preparando un pisto y así charlamos un rato. Quizá fuera o quizá no. Si fuera, tú estarías vestida con tu bata de guata y tus zapatillas de andar por casa; tendrías tus uñas pintadas de rojo y la permanente que ondula tus cabellos grises como olitas de un mar pequeño. Entonces nos sentaríamos. Me pondrías una cerveza con aceitunas y hablaríamos del pasado, de aquello que nos ocurrió mientras vivimos juntos y en esa conversación larga y briosa, con tu castellano limpio de La Mancha y tu innnato sentido del humor, yo me iría sintiendo mejor y miraría tus ojos castaños que emanan toda la dulzura de una mujer que entregó su vida a una causa que quizá ni ella misma supo cuál era. Comeríamos en tu comedorcito y yo volvería a fijarme en los víveres que siempre almacenabas -arroz, alubias, café, azúcar, lentejas y tomate en conserva- por si otro general loco tenía la peregrina idea de iniciar otra matanza. Luego me harías un café y no me dejarías que fregase los platos, sí que te echara una mano recogiendo la mesa. Y entonces te entraría el sueño de la digestión y nos quedaríamos callados y yo te observaría dormitar en tu sillón con el radiador pequeñito que te regaló Antonio puesto en la tripa y arropada con tu vieja manta. Seguro que fuera llueve. Seguro que me levanto. Te beso despacio en la mejilla y te digo, Julia, me voy. Duerme. Mañana te llamo. Y tú te quedarías quietecita, escuchando la telenovela como antaño hacías mientras planchabas y escuchabas la radionovela. Porque siempre supiste escuchar. Porque siempre te gustó escuchar.
Felicidades, viejita.
Ha estado ahí nadie podrá decirlo estuvo oculto y miró las largas filas rojas el flujo rojo en una especie de arteria al aire libre estuvo ahí a los mandos de su anatomía estuvo moviendo los brazos apretando con sus piernas la piedra y la ceniza estuvo dieciocho horas estuvo toda una vida mientras por algún lugar fuera de su cubículo sonaban en sordina otras vidas ajenas en todo a él como la luz de neón de una clase los botines en el escaparate la mancha en el cristal la larga agonía a miles de kilómetros del flujo rojo del que formaba parte supo que aunque tomara una desviación a la derecha o subiera una larga cordillera hasta su cima y luego descendiera o incluso si fuera a una terapia para personas mancas supo digo que formaría parte de ese flujo rojo de esas intermitencias de los espejos de los humos de las maderas y los cueros y los barnices que todo aquello las bombillas las largas tardes sin sol la rojez del árbol la persiana echada del grupo de moros la puerta verde la cuesta hasta la calle ancha la miseria y la opulencia todo supo que estaría allí para acompañarle hasta sus últimas consecuencias hasta el cambio de rasante la curva ciega la espalda el olor la pólvora el gemido la cueva el lago la copa el beso la mano el ojo la calma la risa la oración la mañana la estúpida somnolencia de una riña la niña el mazo la coraza la cúpula las oraciones festivas en los muros de la Alhambra la angina la mirada vieja de la madre la foto el libro las voces la estantería los regalos el regalo en todo caso el feliz cumpleaños el bulto en el bulbo la nueva arma del médico la vieja filosofía de un conservador supo que todo eso estaría junto a él hasta sus últimas consecuencias y entonces soltó las manos, las soltó, las soltó
Los ojos no están diciendo
Por la vereda
pardean
El piano
dejó en alto la penúltima nota
¿No podrías mirar con más amor el pecho?
¿No podrías aceptar sin más palabras?
Los faros recompuestos
La tiranía de la luz
Semiesfera
¡Quemad las nubes!
¡Quemadlas!
Entre el mal del bar en el que acabaron, surgía en mitad de unas frases de compromiso...
¡Kilómetros! ¡Benditos seáis!
Llevar delante presentar ofrecer mostrar adelantarse ser capaz conferir elación prelado interferir
Patria dévese aún de preferir al propio padre, porque es más universal y más durable
O anteponer
Pantano era por entonces palabra poco arraigada y se prefería laguno
¡Tantas palabras! ¡Tan pocos silencios! ¡Aceptar el hecho! ¡Sosegarse entonces! La noche si se quiere o el diván del opio Mirar la estrella que apenas parpadea Anotar el número que marca el coeficiente intelectual Apagar a luz Alejar la marea Destruir las noticias que llegaron de Argentina
O dormir a pierna suelta
En todo caso siempre quedará el gran argumento de Barbier: el normando verhoule 'marea', 'reflujo', sería prueba irrefutable del origen germánico de houle, puesto que verhoule ha de venir de un verbo *verhouler 'ahuecar' y de ahí la ola que ahueca el mar.
Queda solamente un escrúpulo de orden geográfico-semántico: ¿es verosímil un arabismo náutico trasmitido precisamente por el castellano a los demás romances?
Ahora déjate envenenar
Aleja de ti el antídoto
Sufre la náusea pasajera
Desciende a los reinos de la diosa
No llores ante ella
Ni juntes tus manos en señal de sumisión
La brecha no se hará más grande ni el agua será más dulce
Por la vereda
pardean
El piano
dejó en alto la penúltima nota
¿No podrías mirar con más amor el pecho?
¿No podrías aceptar sin más palabras?
Los faros recompuestos
La tiranía de la luz
Semiesfera
¡Quemad las nubes!
¡Quemadlas!
Entre el mal del bar en el que acabaron, surgía en mitad de unas frases de compromiso...
¡Kilómetros! ¡Benditos seáis!
Llevar delante presentar ofrecer mostrar adelantarse ser capaz conferir elación prelado interferir
Patria dévese aún de preferir al propio padre, porque es más universal y más durable
O anteponer
Pantano era por entonces palabra poco arraigada y se prefería laguno
¡Tantas palabras! ¡Tan pocos silencios! ¡Aceptar el hecho! ¡Sosegarse entonces! La noche si se quiere o el diván del opio Mirar la estrella que apenas parpadea Anotar el número que marca el coeficiente intelectual Apagar a luz Alejar la marea Destruir las noticias que llegaron de Argentina
O dormir a pierna suelta
En todo caso siempre quedará el gran argumento de Barbier: el normando verhoule 'marea', 'reflujo', sería prueba irrefutable del origen germánico de houle, puesto que verhoule ha de venir de un verbo *verhouler 'ahuecar' y de ahí la ola que ahueca el mar.
Queda solamente un escrúpulo de orden geográfico-semántico: ¿es verosímil un arabismo náutico trasmitido precisamente por el castellano a los demás romances?
Ahora déjate envenenar
Aleja de ti el antídoto
Sufre la náusea pasajera
Desciende a los reinos de la diosa
No llores ante ella
Ni juntes tus manos en señal de sumisión
La brecha no se hará más grande ni el agua será más dulce
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Meditación sobre las formas de interpretar
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Reflexiones para antes de morir
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/11/2012 a las 11:20 | {0}