Sábado 23 de marzo de 2013
Por la mañana.
El despertar desde el sueño. El soñar. Nilo se pasea desde las siete de la mañana. Como todas las mañanas. Yo quisiera no levantarme. Seguir dormido. No salir del sueño del que ya he salido. A través de las persianas a medio echar miro la mañana con sus nubes. Me falta el aire cuando me siento y me estiro. Y mi ceño se frunce (o ya estaba fruncido mientras aún intentaba soñar). Dormir, soñar, tal vez morir. La repetición (cuando sé que todo es irrepetible): el baño, el pis, levantar la persiana de la sala, abrirle la puerta de la terraza a Nilo, Nilo encima de la silla mirando la calle, ir a la cocina, encender la radio, hacerme un café, liarme un cigarrillo, prepararme el polén, tomar media taza de café, encender el cigarrillo, ir al baño y mientras obro leer, ahora leo a Wallace y sus Poemas Tardíos, el nerviosismo que me producen los gimoteos de Nilo impaciente por salir, el paseo, la mañana, el aire, el dolor en el tobillo derecho, el manejo de la correa, la educación de Nilo, el encuentro con otros perros, su afán por saludar a todo el mundo, la vuelta a casa, el segundo café, cansancio, dormí mal y poco la noche pasada, le pongo la comida Nilo, come, se sienta a mi lado, nos quedamos dormidos hasta media mañana en el sofá, frente al televisor, me levanto, me bebo el polén, leo y escribo algo, la vuelta a Nilo por segunda vez, hago la comida, como,
Por la tarde
veo una película que ya había visto, veo otra película que no había visto, me hago un café, lo bebo, fumo, me vienen pensamientos del tipo, Debería hacer, debería no hacer, veo demasiado la televisión, es sábado, descansa realmente un día a la semana, esas cosas, también otros pensamientos que por un pudor moderno no transcribo (no pensamientos obscenos o ardientes, no, pensamientos de Deseos, Hostilidades y Engaños). Esas cosas, me digo. esas cosas. Bajo a Nilo a su tercer paseo, me encuentro con una mujer que tiene una perra que ha conseguido un trabajo, se va con su pareja a vivir a Madrid, le digo que las echaré de menos, llueve, la mujer decide volver a casa, Nilo y yo nos damos un paseo muy largo, hermosa la tarde con sus colores grises y verdes, de vuelta a casa me siento inquieto, qusiera, no quisiera, escucho y veo a Krishnamurti, juego al ajedrez, ejercicios de táctica, vuelvo a la televisión, distraídamente, un partido de tenis o algo así. Tengo sueño de nuevo,
Por la noche
lo venzo, me levanto, friego, me hago una cena ligera, le pongo una cena a Nilo, veo un debate sobre la monarquía en España, me importa un huevo, pienso, quisiera, quisiera, la respiración de nuevo, como si algo faltara, echo de menos a mis amigos muertos, y una tarde en la que seguramente quise ser feliz y lo aparenté, me levanto, escribo estas líneas después de la dosis de juego con Nilo y me digo, ¿Qué hago aquí? En este día irrepetible,
Por la mañana.
El despertar desde el sueño. El soñar. Nilo se pasea desde las siete de la mañana. Como todas las mañanas. Yo quisiera no levantarme. Seguir dormido. No salir del sueño del que ya he salido. A través de las persianas a medio echar miro la mañana con sus nubes. Me falta el aire cuando me siento y me estiro. Y mi ceño se frunce (o ya estaba fruncido mientras aún intentaba soñar). Dormir, soñar, tal vez morir. La repetición (cuando sé que todo es irrepetible): el baño, el pis, levantar la persiana de la sala, abrirle la puerta de la terraza a Nilo, Nilo encima de la silla mirando la calle, ir a la cocina, encender la radio, hacerme un café, liarme un cigarrillo, prepararme el polén, tomar media taza de café, encender el cigarrillo, ir al baño y mientras obro leer, ahora leo a Wallace y sus Poemas Tardíos, el nerviosismo que me producen los gimoteos de Nilo impaciente por salir, el paseo, la mañana, el aire, el dolor en el tobillo derecho, el manejo de la correa, la educación de Nilo, el encuentro con otros perros, su afán por saludar a todo el mundo, la vuelta a casa, el segundo café, cansancio, dormí mal y poco la noche pasada, le pongo la comida Nilo, come, se sienta a mi lado, nos quedamos dormidos hasta media mañana en el sofá, frente al televisor, me levanto, me bebo el polén, leo y escribo algo, la vuelta a Nilo por segunda vez, hago la comida, como,
Por la tarde
veo una película que ya había visto, veo otra película que no había visto, me hago un café, lo bebo, fumo, me vienen pensamientos del tipo, Debería hacer, debería no hacer, veo demasiado la televisión, es sábado, descansa realmente un día a la semana, esas cosas, también otros pensamientos que por un pudor moderno no transcribo (no pensamientos obscenos o ardientes, no, pensamientos de Deseos, Hostilidades y Engaños). Esas cosas, me digo. esas cosas. Bajo a Nilo a su tercer paseo, me encuentro con una mujer que tiene una perra que ha conseguido un trabajo, se va con su pareja a vivir a Madrid, le digo que las echaré de menos, llueve, la mujer decide volver a casa, Nilo y yo nos damos un paseo muy largo, hermosa la tarde con sus colores grises y verdes, de vuelta a casa me siento inquieto, qusiera, no quisiera, escucho y veo a Krishnamurti, juego al ajedrez, ejercicios de táctica, vuelvo a la televisión, distraídamente, un partido de tenis o algo así. Tengo sueño de nuevo,
Por la noche
lo venzo, me levanto, friego, me hago una cena ligera, le pongo una cena a Nilo, veo un debate sobre la monarquía en España, me importa un huevo, pienso, quisiera, quisiera, la respiración de nuevo, como si algo faltara, echo de menos a mis amigos muertos, y una tarde en la que seguramente quise ser feliz y lo aparenté, me levanto, escribo estas líneas después de la dosis de juego con Nilo y me digo, ¿Qué hago aquí? En este día irrepetible,
Del libros Hijos de Adán/Childrens of Adam escrito por Walt Whitman.
Traducción y edición -magníficas- de Francisco Alexander
Editado por Colección Visor de poesía
Como Adán al amanecer,
Salgo del bosque fortalecido por el descanso nocturno,
Miradme cuando paso, escuchad mi voz, acercaos,
Tocadme, aplicad la palma de vuestra mano a mi cuerpo cuando paso,
No tengáis miedo de mi cuerpo
***
As Adam early in the morning,
Walking forth from the bower refresh'd with sleep,
Behold me where I pass, hear my voice, approach,
Touch me, the palm of your hand to my body as I pass,
Be not afraid of my body.
Salgo del bosque fortalecido por el descanso nocturno,
Miradme cuando paso, escuchad mi voz, acercaos,
Tocadme, aplicad la palma de vuestra mano a mi cuerpo cuando paso,
No tengáis miedo de mi cuerpo
***
As Adam early in the morning,
Walking forth from the bower refresh'd with sleep,
Behold me where I pass, hear my voice, approach,
Touch me, the palm of your hand to my body as I pass,
Be not afraid of my body.
Es aquí.
(para llegar a esta conclusión he necesitado de un día quieto y de la visión de un collar de perlas y una barca)
Ensayo
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/03/2013 a las 00:33 | {0}
Observo la herida de mi dedo. Escucho la cadencia de una voz aguda y quisiera, quisiera abrazarte. Sé que no estás. Ni estarás. Y aún así en este miércoles en el que los científicos nos anuncian la llegada de la primavera en horas minutos y segundos, yo quisiera que no se te olvide mi deseo de abrazarte. O mejor: no quiero ni dejo de querer nada en relación a tu olvido. Tan sólo lo constato en este reflexión que nace de ayer y que probablemente morirá cuando escriba el punto y final.
Acabo de escuchar por la radio un pieza dedicada a la meditación. Y en la exaltación de la misma (por parte de varios practicantes y no así por la profesora invitada la cual era una mujer sensata) he atisbado lo mucho que hacemos, querida mía, por engañarnos un día y otro día. La verdad siempre será la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Y la meditación en sí no es nada. La meditación no lleva a nada. La meditación la mayoría de las veces no es más que una siesta (Krishnamurti). Cuando la meditación es verdadera (la haga por lo tanto Agamenón o su porquero) tan sólo alivia la estancia en la vigilia, suspende el paso del tiempo y ayuda a saber que existe la punta de la nariz.
¿Sabes? Ayer fue un día hermoso. Y no por los resultados sino por el camino. El Tao -si quieres que me ponga estupendo-. Me levanté muy temprano. Saqué a mi perro. Tomé el coche y fui a la ciudad. Hablé de trabajo (de mi trabajo de editor. Porque este trabajo es para mí una forma de vivir. El trabajo no es condena en mi vida. El trabajo es conciencia plena y conocimiento. Quiero trabajar en lo que me gusta trabajar. Me gustan los libros y los audiolibros. Me gusta el teatro y el audioteatro. Quisiera vivir de la producción de obras bellas al oído dedicadas. Como ahora escucho la Misa en Mi menor de Bach) con gente que lo valoró. He de reconocerte que al salir de la primera entrevista se me llenaron los ojos de lágrimas. Pura emoción. Me emociona mi trabajo. Iba satisfecho. Miraba la mañana en la ciudad y sonreía camino del segundo encuentro en donde se iban a mezclar mi labor como escritor y mi labor como editor. Y de nuevo sentí, cuando menos, la simpatía. Entregué a Constantino Bertolo, editor de Random House Mondadori, mi novela Las Últimas y luego le comenté la posibilidad de colaborar con su editorial desde el punto de vista de editor de audiolibros. Y la propuesta no cayó en saco roto. Y salí de nuevo satisfecho. Y llegué a casa de vuelta de haber hecho mi trabajo.
El tiempo se ha despejado. Decían que iba a llover. Hace frío. Ha sido una mañana, hasta ahora, de limpieza (también esto que escribo, estas reflexiones tiene algo de limpieza).
Te abrazo.
Acabo de escuchar por la radio un pieza dedicada a la meditación. Y en la exaltación de la misma (por parte de varios practicantes y no así por la profesora invitada la cual era una mujer sensata) he atisbado lo mucho que hacemos, querida mía, por engañarnos un día y otro día. La verdad siempre será la verdad, la diga Agamenón o su porquero. Y la meditación en sí no es nada. La meditación no lleva a nada. La meditación la mayoría de las veces no es más que una siesta (Krishnamurti). Cuando la meditación es verdadera (la haga por lo tanto Agamenón o su porquero) tan sólo alivia la estancia en la vigilia, suspende el paso del tiempo y ayuda a saber que existe la punta de la nariz.
¿Sabes? Ayer fue un día hermoso. Y no por los resultados sino por el camino. El Tao -si quieres que me ponga estupendo-. Me levanté muy temprano. Saqué a mi perro. Tomé el coche y fui a la ciudad. Hablé de trabajo (de mi trabajo de editor. Porque este trabajo es para mí una forma de vivir. El trabajo no es condena en mi vida. El trabajo es conciencia plena y conocimiento. Quiero trabajar en lo que me gusta trabajar. Me gustan los libros y los audiolibros. Me gusta el teatro y el audioteatro. Quisiera vivir de la producción de obras bellas al oído dedicadas. Como ahora escucho la Misa en Mi menor de Bach) con gente que lo valoró. He de reconocerte que al salir de la primera entrevista se me llenaron los ojos de lágrimas. Pura emoción. Me emociona mi trabajo. Iba satisfecho. Miraba la mañana en la ciudad y sonreía camino del segundo encuentro en donde se iban a mezclar mi labor como escritor y mi labor como editor. Y de nuevo sentí, cuando menos, la simpatía. Entregué a Constantino Bertolo, editor de Random House Mondadori, mi novela Las Últimas y luego le comenté la posibilidad de colaborar con su editorial desde el punto de vista de editor de audiolibros. Y la propuesta no cayó en saco roto. Y salí de nuevo satisfecho. Y llegué a casa de vuelta de haber hecho mi trabajo.
El tiempo se ha despejado. Decían que iba a llover. Hace frío. Ha sido una mañana, hasta ahora, de limpieza (también esto que escribo, estas reflexiones tiene algo de limpieza).
Te abrazo.
¿Es esto lo que nos calmará? La porosidad de la roca. La que exuda humedad. La que crea estalactitas. Este sonido de juguete. Este tacto de otro tacto.
¿Es el mediodía con lluvia? La que llena el embalse. La que nos augura el agua en verano. Y el deshielo cercano. En las altas montañas que se ven poniendo la mano sobre las cejas a modo de visera.
O el alejarse del Averno, esos lugares en los cuales a causa de sus emanaciones mefíticas provocaban la muerte de las aves que sobre ellos volaban.
Es el pájaro entonces. El pájaro vivo. El pájaro que bate sus alas.
¿Es en la sala oscura con pantalla?
¿Es la pantalla?
O sea la copa de vino. O sea la conversación por medio de la que fluyen pasados.
Deja la mano.
Recorre la uña.
Delinea las tres falanges. Mira con el tacto la geografía del nudillo. La inmensa geografía del nudillo.
Luego la humedad habrá dejado el agua suspendida del aire.
Despedirse.
Las máquinas.
Y no entender por qué en la isla de Cumas hay montes que humean, rellenos de sofocante auzfre y ricos en fuentes calientes.
La noche ha llegado.
La casa de siempre (siempre puede ser tan sólo veinte días).
El letargo de la mano desnuda.
La respiración que ha quedado convertida en sol que todo lo alumbra y funde al calor de sus rayos el frío de la noche argentina.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/03/2013 a las 23:08 | {0}