Que tengo a la muerte por compañera,
sé que me espera y que al llegar, por fin, a ella
me recibirá con los brazos abiertos y un beso en sus labios;
que veo el sol en esta tarde de febrero
el sol que declina entre las montañas
y el frío que va dejando a su caída
es como la mano fría de mi compañera;
que me emociona estar vivo y que tú, Liana, me quieras
y cuando siento la compañía de César tras una prueba nada cómoda
entiendo que morir es un regalo inmenso a este haber vivido;
la nieve de los últimos días
va dejando en mí el sendero blanco de la próxima nada;
siento unas huellas negras -el negro es elegante- ante mí
como si la broma entre el blanco y el negro no fuera gris;
que es bella la muerte lo sabía
y que la amistad es el más bello don de la naturaleza lo sé;
lo que ahora descubro cuando ya es la noche
es que morir no me aterra
y esa mujer que está tras lá última frontera
es tan atractiva como la mujer con la que el viernes próximo
-si los dioses nos amparan-
yaceré una vez más entre las sábanas de hotel
de una ciudad de luz salvaje;
una vez más respiro
apenas queda nada
la tarde ya es constante
siempre gusté sus colores
no me importa la noche,
ya no me importa
sé que me espera y que al llegar, por fin, a ella
me recibirá con los brazos abiertos y un beso en sus labios;
que veo el sol en esta tarde de febrero
el sol que declina entre las montañas
y el frío que va dejando a su caída
es como la mano fría de mi compañera;
que me emociona estar vivo y que tú, Liana, me quieras
y cuando siento la compañía de César tras una prueba nada cómoda
entiendo que morir es un regalo inmenso a este haber vivido;
la nieve de los últimos días
va dejando en mí el sendero blanco de la próxima nada;
siento unas huellas negras -el negro es elegante- ante mí
como si la broma entre el blanco y el negro no fuera gris;
que es bella la muerte lo sabía
y que la amistad es el más bello don de la naturaleza lo sé;
lo que ahora descubro cuando ya es la noche
es que morir no me aterra
y esa mujer que está tras lá última frontera
es tan atractiva como la mujer con la que el viernes próximo
-si los dioses nos amparan-
yaceré una vez más entre las sábanas de hotel
de una ciudad de luz salvaje;
una vez más respiro
apenas queda nada
la tarde ya es constante
siempre gusté sus colores
no me importa la noche,
ya no me importa