El claro de luna le susurró al oído: Déjalo. Luego un búfalo lanzó la embestida y quedamente se fue por donde había venido. La tarde está tan bonita, se dijo el mirlo en la rama más alta del árbol del pan.
Fuera quiso llover. Fuera quiso mirar. Fuera la oscuridad se disfrazó de halo azul.
La serpiente, sabia, volvió a enroscarse tras enseñar al ratón la razón de su largura.
El escarabajo patatero se quedó amodorrado tras un escarceo en la plantación del vecino. La lluvia -que aún no podía- estaba preñada de celo.
Le dio la mano la madre al hijo. La miró. Era la mañana, camino del colegio, un día dentro de muchos años.
Se detuvo el alba. Se miró la luz. La supo exacta.
Fuera quiso llover. Fuera quiso mirar. Fuera la oscuridad se disfrazó de halo azul.
La serpiente, sabia, volvió a enroscarse tras enseñar al ratón la razón de su largura.
El escarabajo patatero se quedó amodorrado tras un escarceo en la plantación del vecino. La lluvia -que aún no podía- estaba preñada de celo.
Le dio la mano la madre al hijo. La miró. Era la mañana, camino del colegio, un día dentro de muchos años.
Se detuvo el alba. Se miró la luz. La supo exacta.