Sabes que fue la suya.
Estabas de espaldas.
Esperabas algo.
Los sabes porque
el calor era el suyo;
lo sabes porque el jersey
no impidió
que sintieras en la piel de tus omóplatos
el tacto de sus dedos;
lo sabes:
era su mano en tu espalda.
¿Por qué no te giraste? no te preguntaste.
¿Por qué no te giraste y sonreiste? no te preguntaste.
El camino de vuelta
fue dichoso
cuando recordabas su cara en el espejo,
su pelo recogido,
su risa con tu broma.
Ahora es mucho
su mano en tu espalda;
tanto como si su boca...
tanto como si su torso...
tanto como si sus piernas...
Y aún la sientes
y tu espalda sonríe.
Estabas de espaldas.
Esperabas algo.
Los sabes porque
el calor era el suyo;
lo sabes porque el jersey
no impidió
que sintieras en la piel de tus omóplatos
el tacto de sus dedos;
lo sabes:
era su mano en tu espalda.
¿Por qué no te giraste? no te preguntaste.
¿Por qué no te giraste y sonreiste? no te preguntaste.
El camino de vuelta
fue dichoso
cuando recordabas su cara en el espejo,
su pelo recogido,
su risa con tu broma.
Ahora es mucho
su mano en tu espalda;
tanto como si su boca...
tanto como si su torso...
tanto como si sus piernas...
Y aún la sientes
y tu espalda sonríe.