Pompeya. El Jardín de los Fugitivos
Decía ayer que iba a intentar proceder con método. He decidido de momento empezar por el autor Plinio El Viejo. Para las notas biográficas voy a seguir la introducción que para la Historia Natural hace Guy Serbat en la edición de Gredos (magnífica como siempre la edición. Gredos en su colección de clásicos es una verdadera joya). Bueno que no me quiero ir por los cerros de Úbeda aunque sí tendré que justificar en algún momento por qué titulo Sobre las Creencias este elogio a la Historia Natural ¿O quizá la Historia Natural me llevará al cauce que titula? De nuevo acude a mí el libre albedrío.
Plinio nació en el año 23 o 24 después de Cristo, transpadano fue originario de Como en lo que hoy es la Lombardía italiana. Pertenecía a la llamada burguesía ecuestre y ya desde muy joven ejerció cargos importantes para el Imperio, de gobernador en la Tarraconense, Hispania, hasta, al final de sus días, almirante de la flota del Tirreno. No se sabe mucho de su vida y tampoco creo que fuera muy interesante aunque un par de detalles de su carácter sí me parecen curiosos: uno de ellos es el retiro que se impuso cuando Nerón fue consagrado Emperador tanto por lo peligroso que era tener ideas propias como por lo mucho que detestaba el ejercicio que del poder hacía este emperador sanguinario y loco y otro es, justamente, lo que más se conoce de su vida: sus últimas horas. Plinio murió en la erupción del Vesubio del 24 de agosto del año 79. En una carta que su sobrino Plinio el Joven envía a Tácito se narra con grandes pormenores las últimas horas de su tío.
El día nono antes de las calendas de setiembre, hacia el mediodía, Plinio había tomado un baño de sol seguido de un baño de agua fría en Miseno, en el extremo noroeste del golfo de Nápoles. Bien podía hacerlo siendo como era el almirante de la flota del Tirreno. Después de un almuerzo parece ser que ligero cosa que me extraña pues ya en esa época Plinio era un hombre gordo, grande, casi diría pantagruélico, trabajaba tendido en su lecho hasta que su hermana le informa de que se ve una nube de unas dimensiones y un aspecto inhabitual. Como buen científico (o erudito o estudioso) Plinio se levanta y tras observar la nube decide que el fenómeno es digno de ser observado más de cerca. Para ello encarga que le preparen una libúrnica (pequeña nave de dos filas de remos). En el momento en que va a abandonar la casa recibe de su amiga Rectina un mensaje en el que le avisa de la situación catastrófica que están viviendo en Torre d'Annunziata, al oeste de Herculano. Como es natural en un hombre bueno y almirante, Plinio cambia de plan y manda salir a las quadrirremes (con capacidad para salvar a muchas personas). El va con ellos y pone proa al lugar más expuesto sin dejar por ello de tomar nota de todo cuanto está ocurriendo. Sin embargo la caída de cenizas y de piedras y sobre todo los nuevos bajíos provocados por los movimientos telúricos, le impiden arribar. Tras alguna vacilación decide poner proa a Estabias, donde vive otro de sus amigos, Pomponiano. Éste, muy inquieto, había hecho cargar sus cosas en barcas y esperaba para alejarse a que el viento contrario cayera. Plinio lo tranquiliza, lo abraza, le da ánimos y para dar ejemplo se hace llevar al baño, después se pone la mesa y cena afectando una alegría real o fingida.
Lo que no eran fingidas eran las llamas y columnas de fuego que flameaban en la noche por las pendientes del Vesubio y aún así Plinio se acuesta y se duerme profundamente hasta que sus amigos lo despiertan ante la gran cantidad de cenizas y de piedras que pueden acabar bloqueando su habitación. Con almohadas en las cabezas para protegerse de las piedras se encaminan hacia la playa y de repente, hete aquí que Plinio se tiende sobre una sábana, pide varias veces agua fresca para beber, intenta levantarse un par de veces ayudado por sus siervos pero cae... y muere.
Mucho se ha discutido esta versión del sobrino y para no extenderme más de lo justo resumiré diciendo que primero: un almirante no se comportaría de forma tan banal; segundo un estudioso se tendría que haber dado cuenta del peligro cierto que estaban atravesando; tercero, seguramente murió debido a su gordura, a sus dificultades para caminar y a su asma, de un infarto de miocardio.
En todo caso es esperanzador (para un escritor más) que una vida apacible y dedicada al estudio acabara de forma tan aventurera y petrificada para siempre en el tiempo. Plinio vivió el último día de Pompeya su último día.
Plinio nació en el año 23 o 24 después de Cristo, transpadano fue originario de Como en lo que hoy es la Lombardía italiana. Pertenecía a la llamada burguesía ecuestre y ya desde muy joven ejerció cargos importantes para el Imperio, de gobernador en la Tarraconense, Hispania, hasta, al final de sus días, almirante de la flota del Tirreno. No se sabe mucho de su vida y tampoco creo que fuera muy interesante aunque un par de detalles de su carácter sí me parecen curiosos: uno de ellos es el retiro que se impuso cuando Nerón fue consagrado Emperador tanto por lo peligroso que era tener ideas propias como por lo mucho que detestaba el ejercicio que del poder hacía este emperador sanguinario y loco y otro es, justamente, lo que más se conoce de su vida: sus últimas horas. Plinio murió en la erupción del Vesubio del 24 de agosto del año 79. En una carta que su sobrino Plinio el Joven envía a Tácito se narra con grandes pormenores las últimas horas de su tío.
El día nono antes de las calendas de setiembre, hacia el mediodía, Plinio había tomado un baño de sol seguido de un baño de agua fría en Miseno, en el extremo noroeste del golfo de Nápoles. Bien podía hacerlo siendo como era el almirante de la flota del Tirreno. Después de un almuerzo parece ser que ligero cosa que me extraña pues ya en esa época Plinio era un hombre gordo, grande, casi diría pantagruélico, trabajaba tendido en su lecho hasta que su hermana le informa de que se ve una nube de unas dimensiones y un aspecto inhabitual. Como buen científico (o erudito o estudioso) Plinio se levanta y tras observar la nube decide que el fenómeno es digno de ser observado más de cerca. Para ello encarga que le preparen una libúrnica (pequeña nave de dos filas de remos). En el momento en que va a abandonar la casa recibe de su amiga Rectina un mensaje en el que le avisa de la situación catastrófica que están viviendo en Torre d'Annunziata, al oeste de Herculano. Como es natural en un hombre bueno y almirante, Plinio cambia de plan y manda salir a las quadrirremes (con capacidad para salvar a muchas personas). El va con ellos y pone proa al lugar más expuesto sin dejar por ello de tomar nota de todo cuanto está ocurriendo. Sin embargo la caída de cenizas y de piedras y sobre todo los nuevos bajíos provocados por los movimientos telúricos, le impiden arribar. Tras alguna vacilación decide poner proa a Estabias, donde vive otro de sus amigos, Pomponiano. Éste, muy inquieto, había hecho cargar sus cosas en barcas y esperaba para alejarse a que el viento contrario cayera. Plinio lo tranquiliza, lo abraza, le da ánimos y para dar ejemplo se hace llevar al baño, después se pone la mesa y cena afectando una alegría real o fingida.
Lo que no eran fingidas eran las llamas y columnas de fuego que flameaban en la noche por las pendientes del Vesubio y aún así Plinio se acuesta y se duerme profundamente hasta que sus amigos lo despiertan ante la gran cantidad de cenizas y de piedras que pueden acabar bloqueando su habitación. Con almohadas en las cabezas para protegerse de las piedras se encaminan hacia la playa y de repente, hete aquí que Plinio se tiende sobre una sábana, pide varias veces agua fresca para beber, intenta levantarse un par de veces ayudado por sus siervos pero cae... y muere.
Mucho se ha discutido esta versión del sobrino y para no extenderme más de lo justo resumiré diciendo que primero: un almirante no se comportaría de forma tan banal; segundo un estudioso se tendría que haber dado cuenta del peligro cierto que estaban atravesando; tercero, seguramente murió debido a su gordura, a sus dificultades para caminar y a su asma, de un infarto de miocardio.
En todo caso es esperanzador (para un escritor más) que una vida apacible y dedicada al estudio acabara de forma tan aventurera y petrificada para siempre en el tiempo. Plinio vivió el último día de Pompeya su último día.