Musurgia Universalis. Portada de Johann Paul Schor (1650) para el libro de Kircher. Apolo, sentado sobre el globo terráqueo, media entre la música celestial de los ángeles, y la música terrenal de Pitágoras y las musas.
... de todo esto deduzco que el maravilloso poder que tiene la música para despertar las emociones no procede directamente del alma, pues ésta, siendo inmortal e inmaterial, ni da proporción a las notas y a los sonidos ni puede verse alterada por ellos: procede más bien del espíritu, que es el instrumento del alma, el punto principal de conjunción por el que se anexiona al cuerpo.
Este espíritu es cierto vapor sanguíneo muy sutil, tan móvil y tenue que fácilmente puede elevarse armónicamente por el aire. Ahora bien, cuando el alma siente este movimiento, los diversos impulsos del espíritu inducen en ella los efectos correspondientes: es estimulada o incluso sacudida por los movimientos armónicos más rápidos o más fuertes del espíritu. De esta agitación procede cierto enrarecimiento que hace que el espíritu se expanda, y de ahí se derivan el júbilo y la alegría.
Las emociones sentidas serán más fuertes en la medida en que la música sea más acorde y esté más en proporción con la constitución y la configuración naturales del hombre. Por tanto, cuando escuchamos una armonía perfectamente elaborada o una melodía muy hermosa, sentiremos una especie de cosquilleo en nuestras fibras sensibles, como si fuéramos agarrados y absorbidos por la emoción. Como mejor son promovidos estos diversos efectos es por medio de diferentes modos o tonos de música [...] especialmente por las disminuciones de pequeñas notas ascendentes y descendentes, y por la hábil combinación de disonancias mezcladas con consonancias.
Este espíritu es cierto vapor sanguíneo muy sutil, tan móvil y tenue que fácilmente puede elevarse armónicamente por el aire. Ahora bien, cuando el alma siente este movimiento, los diversos impulsos del espíritu inducen en ella los efectos correspondientes: es estimulada o incluso sacudida por los movimientos armónicos más rápidos o más fuertes del espíritu. De esta agitación procede cierto enrarecimiento que hace que el espíritu se expanda, y de ahí se derivan el júbilo y la alegría.
Las emociones sentidas serán más fuertes en la medida en que la música sea más acorde y esté más en proporción con la constitución y la configuración naturales del hombre. Por tanto, cuando escuchamos una armonía perfectamente elaborada o una melodía muy hermosa, sentiremos una especie de cosquilleo en nuestras fibras sensibles, como si fuéramos agarrados y absorbidos por la emoción. Como mejor son promovidos estos diversos efectos es por medio de diferentes modos o tonos de música [...] especialmente por las disminuciones de pequeñas notas ascendentes y descendentes, y por la hábil combinación de disonancias mezcladas con consonancias.