Iremos con las manos juntas. Por las grandes avenidas con la sonrisa de un Triunfo que no se sustanció.
No escucharemos la voces que nos digan que Jesús jamás creyó en Jesucristo. Ni la palabra cristología anidará en nuestro pensamiento católico.
No aceptaremos que Jesús fue un judío y que para los judíos profetizó. Ni vamos a plantearnos seriamente cómo surgió la Iglesia. Ni cuál ha sido la historia criminal del cristianismo.
Alegres cánticos.
Loas a Dios.
Baile por la noche.
Algún tocamiento (y algo más, prudentemente confesado antes de coger el vuelo de las seis).
No nos hace falta peregrinar a Mogadiscio. Madrid es mejor ciudad para disfrutar de Dios.
Somos la juventud limpia. Somos la juventud sana. Los ateos viven probremente su miserables vidas con el terrible peso de querer ser dueños de sus actos. Responsables de sus pecados.
Nosotros somos en Dios. Dios es nuestro destino. Sólo él sabe.
No es necesario que leamos las Sagradas Escrituras porque nuestros exégetas lo hacen por nosotros y sus sabios comentarios clarifican los pasajes oscuros inspirados por Dios a los obedientes redactores de sus divinas palabras.
No sabemos quiénes son los moabitas ni por qué Rut tiene su libro.
No podemos enumerar de corrido los títulos de la Biblia de los Setenta.
No sabemos muy bien qué es eso de la Biblia de los Setenta.
Pero vamos por las calles sonriendo a diestro y siniestro y rogamos al Señor por los asquerosos laicos que quieren fastidiarnos nuestra toma de la ciudad de Madrid; que quieren aguar el vino santo de la presencia de nuestro Padre máximo, el alemán que habla en italiano y español porque tiene el don de lenguas.
Expandiremos durante esta semana de vacaciones religiosas, la fe en la vida cueste lo que cueste; denunciaremos el grave pecado de morir cuando uno lo decida sin dolor y sin agonía; la peste de la homosexualidad que como regalo de Satán enturbia la consagración del sexo como fuente de creación de nuevos siervos del Señor; la lascivia de los hombres y mujeres que como bestias se entregan al frenesí del placer sin culpa. Y con cánticos animados por un cura de color y varias monjitas asiáticas, elevaremos las preces para que el mundo vuelva a su senda de rigor y culpa.
Nosotros te rogamos, Benedicto XVI, que sigas organizando desde la Agencia de Viajes El Vaticano estos encuentros tan baratos, de donde brota el germen decisivo del paso de Jesús por esta tierra abrasada por herejes e ilustrados. Y te rogamos que nunca más se den esas dos revoluciones (la ilustración y el 68) que se generaron en la Hija Mayor de la Iglesia, Francia, convertida desde entonces en la Puta de Absalón.
Nuestra agenda de hoy es apretada. Tenemos misas. Encuentro con el Santo Padre. Comida. Procesión. Madrid es nuestra y los madrileños se muestran orgullosos de ver caminar por sus calles a esta juventud que formamos, toda alegría y buen rollo en Cristo Nuestro Señor.
Amén.
No escucharemos la voces que nos digan que Jesús jamás creyó en Jesucristo. Ni la palabra cristología anidará en nuestro pensamiento católico.
No aceptaremos que Jesús fue un judío y que para los judíos profetizó. Ni vamos a plantearnos seriamente cómo surgió la Iglesia. Ni cuál ha sido la historia criminal del cristianismo.
Alegres cánticos.
Loas a Dios.
Baile por la noche.
Algún tocamiento (y algo más, prudentemente confesado antes de coger el vuelo de las seis).
No nos hace falta peregrinar a Mogadiscio. Madrid es mejor ciudad para disfrutar de Dios.
Somos la juventud limpia. Somos la juventud sana. Los ateos viven probremente su miserables vidas con el terrible peso de querer ser dueños de sus actos. Responsables de sus pecados.
Nosotros somos en Dios. Dios es nuestro destino. Sólo él sabe.
No es necesario que leamos las Sagradas Escrituras porque nuestros exégetas lo hacen por nosotros y sus sabios comentarios clarifican los pasajes oscuros inspirados por Dios a los obedientes redactores de sus divinas palabras.
No sabemos quiénes son los moabitas ni por qué Rut tiene su libro.
No podemos enumerar de corrido los títulos de la Biblia de los Setenta.
No sabemos muy bien qué es eso de la Biblia de los Setenta.
Pero vamos por las calles sonriendo a diestro y siniestro y rogamos al Señor por los asquerosos laicos que quieren fastidiarnos nuestra toma de la ciudad de Madrid; que quieren aguar el vino santo de la presencia de nuestro Padre máximo, el alemán que habla en italiano y español porque tiene el don de lenguas.
Expandiremos durante esta semana de vacaciones religiosas, la fe en la vida cueste lo que cueste; denunciaremos el grave pecado de morir cuando uno lo decida sin dolor y sin agonía; la peste de la homosexualidad que como regalo de Satán enturbia la consagración del sexo como fuente de creación de nuevos siervos del Señor; la lascivia de los hombres y mujeres que como bestias se entregan al frenesí del placer sin culpa. Y con cánticos animados por un cura de color y varias monjitas asiáticas, elevaremos las preces para que el mundo vuelva a su senda de rigor y culpa.
Nosotros te rogamos, Benedicto XVI, que sigas organizando desde la Agencia de Viajes El Vaticano estos encuentros tan baratos, de donde brota el germen decisivo del paso de Jesús por esta tierra abrasada por herejes e ilustrados. Y te rogamos que nunca más se den esas dos revoluciones (la ilustración y el 68) que se generaron en la Hija Mayor de la Iglesia, Francia, convertida desde entonces en la Puta de Absalón.
Nuestra agenda de hoy es apretada. Tenemos misas. Encuentro con el Santo Padre. Comida. Procesión. Madrid es nuestra y los madrileños se muestran orgullosos de ver caminar por sus calles a esta juventud que formamos, toda alegría y buen rollo en Cristo Nuestro Señor.
Amén.