Dice Raúl: Lo que se llama escepticismo es una prueba de desconfianza.
Dice Raúl: Todo lo que ocurre es necesario.
Hay un propósito en vivir. No es una cuestión de dioses o héroes. Existe en la conformación del Mundo una suerte de continuidad de los asuntos. Cada vida se vive con propósito.
Propósito: ("Con; Hacer; Tener; Abandonar, Desistir, Renunciar; de"). 1. "Intención". Hecho de pensar hacer cierta cosa: "Tiene el propósito de marcharse al extranjero". 2. (en pl.) Voluntad de seguir cierta conducta, calificada de alguna manera: "Tiene buenos propósitos". 3. "Objetivo". Cosa a que se aspira. (Diccionario de uso del español. María Moliner. Ed. Gredos).
Una energía oscura (la misma que existe en el Universo conocido. Lo que a continuación escribo es pura física) impele al hombre a ocultar el dolor. El dolor se enquista. Creamos de inmediato murallas defensivas contra el dolor. Por decirlo de alguna forma: encriptamos nuestra experiencia dolorosa. Y perdemos una parte esencial de nuestra experiencia vital y con ella perdemos también muchas letras de nuestro alfabeto. Y ocurre entonces que el libro de nuestra vida se vuelve ilegible y así dejamos de conocernos.
Al dejar de conocernos -por haber perdido las claves completas de nuestro ser- fiamos nuestra existencia al albur de los acontecimientos: desde la naturaleza de nuestros padres hasta el lugar de nuestra tumba. El mundo se convierte en un ser extraordinariamente poderoso que nos golpea una y otra vez en el mismo costado (el cual siempre tenemos descubierto porque no sabemos que existe) haciendo que el dolor -de no sabemos qué- nos venga una vez y otra pero al no reconocerlo, huimos de él como en la noche un sonido imprevisto empuja nuestro cuerpo hacia atrás.
Ha de producirse el milagro -porque los milagros existen- de que un día, tras el primer impulso de huir, nos quedemos parados, aunque sea tan sólo un segundo, y enfrentemos nuestra mirada a eso que nos daña y el milagro consistirá en que ese mirar de frente al dolor nos proporcionará una de las letras que desaparecieron de nuestro libro. Y si somos conscientes de que ese movimiento voluntario de ir hacia el dolor nos ha permitido empezar a leernos, empezaremos a enfrentarnos al dolor, no con afán de héroe, sino con afán de sabio y poco a poco, sin esfuerzo alguno, las letras se irán colocando en su lugar correspondiente y un día, cualquier día, en cualquier mundo, en cualquier dimensión, seremos conscientes de que sabemos leer. Y al saber leer comprendemos. Y al comprender aceptamos nuestro propósito. Y al aceptar nuestro propósito ya no nos hace falta saber. Sencillamente lo llevamos a cabo.
Dice Raúl: Todo lo que ocurre es necesario.
Hay un propósito en vivir. No es una cuestión de dioses o héroes. Existe en la conformación del Mundo una suerte de continuidad de los asuntos. Cada vida se vive con propósito.
Propósito: ("Con; Hacer; Tener; Abandonar, Desistir, Renunciar; de"). 1. "Intención". Hecho de pensar hacer cierta cosa: "Tiene el propósito de marcharse al extranjero". 2. (en pl.) Voluntad de seguir cierta conducta, calificada de alguna manera: "Tiene buenos propósitos". 3. "Objetivo". Cosa a que se aspira. (Diccionario de uso del español. María Moliner. Ed. Gredos).
Una energía oscura (la misma que existe en el Universo conocido. Lo que a continuación escribo es pura física) impele al hombre a ocultar el dolor. El dolor se enquista. Creamos de inmediato murallas defensivas contra el dolor. Por decirlo de alguna forma: encriptamos nuestra experiencia dolorosa. Y perdemos una parte esencial de nuestra experiencia vital y con ella perdemos también muchas letras de nuestro alfabeto. Y ocurre entonces que el libro de nuestra vida se vuelve ilegible y así dejamos de conocernos.
Al dejar de conocernos -por haber perdido las claves completas de nuestro ser- fiamos nuestra existencia al albur de los acontecimientos: desde la naturaleza de nuestros padres hasta el lugar de nuestra tumba. El mundo se convierte en un ser extraordinariamente poderoso que nos golpea una y otra vez en el mismo costado (el cual siempre tenemos descubierto porque no sabemos que existe) haciendo que el dolor -de no sabemos qué- nos venga una vez y otra pero al no reconocerlo, huimos de él como en la noche un sonido imprevisto empuja nuestro cuerpo hacia atrás.
Ha de producirse el milagro -porque los milagros existen- de que un día, tras el primer impulso de huir, nos quedemos parados, aunque sea tan sólo un segundo, y enfrentemos nuestra mirada a eso que nos daña y el milagro consistirá en que ese mirar de frente al dolor nos proporcionará una de las letras que desaparecieron de nuestro libro. Y si somos conscientes de que ese movimiento voluntario de ir hacia el dolor nos ha permitido empezar a leernos, empezaremos a enfrentarnos al dolor, no con afán de héroe, sino con afán de sabio y poco a poco, sin esfuerzo alguno, las letras se irán colocando en su lugar correspondiente y un día, cualquier día, en cualquier mundo, en cualquier dimensión, seremos conscientes de que sabemos leer. Y al saber leer comprendemos. Y al comprender aceptamos nuestro propósito. Y al aceptar nuestro propósito ya no nos hace falta saber. Sencillamente lo llevamos a cabo.