Qué piedad puedes esperar de un tirano

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/12/2024 a las 20:33


Hablaba así: ¡Dejadme quieto, en esta esquina,/ a que la muerte venga cual asesina! Dejadme quieto, sin amarguras, sé que está ahí, escondido, mirándome, con descaro, sin temor. Dejadme cuando caiga la noche y venga el viento del invierno, el Bóreas lo llamaban, aquel que del norte llegaba y helaba con su soplo hasta un corazón enamorado. Dejadme frente al frío. Dejadme despacio, sin grandes aspavientos y llevaos la espada con la que luché tanto, dejadla a los pies de un altar, como ofrenda a un dios sanguinario. Dejadme dulcemente. Dejadme sin consuelo. Idos como los idus de marzo llegaron para acabar con la vida de uno que mató a tantos. Dejadme sin reproches. Nada hay mejor que hacer que dejar en sus esquinas parlantes a los que quisieron callarse y no lo consiguieron. Dejadme soñar que un día dejaré de hablar. Dejadme soñar con la emoción propia del que ha desertado hasta de sí mismo. Llevaos también mis ropas y si así fuera tan sólo os rogaría que me dejarais otras a cambio, no importa de a qué identidad sexual pertenezcan mientras cubran mis vergüenzas y me den una poquina de caló. Dejadme en la estacada. Dejadme con soltura. Yo os veré alejaros y sentiré la nostalgia de la primavera y me quedaré estático como las amapolas cuando inhalan su propia destilación. Subido en un pedestal, sin nadie alrededor, dejaré que la noche me llegue hasta el cuello. ¿Os imagináis que el hielo me cubriera por completo? Pensadlo: las primeras luces del alba, un cuerpo en pie, sobre un pedestal de piedra, helado desde los pies hasta la cabeza, con los brazos extendidos en actitud declamatoria y la cabeza elevada hacia el cielo gracias a un cuello prodigioso.
 
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