Porque puede ser cruel el humor
como el humo que sube desde hace miles de años,
miles que es medida vana pues pierde todo su sentido;
así os llamaré, los Sinsentido de las cosas y sin embargo con medidas
que nada os dicen cuando se escapa a vuestros propios límites;
si os dijera que no tengáis miedo,
que no os sintáis culpables de la lenta agonía de las petunias;
si pudiera así elevar vuestro ánimo,
agónico a través de los siglos de miraros los estómagos,
las piedras y las nubes,
midiendo, haciendo escalas, subsumiendo,
elaborando teorías que la práctica
dejaba a menudo en el dique seco de vuestras esperanzas;
si alentara en vosotros la no esperanza, la espera ciega, digamos, la espera
que nada espera, que se hunde en los abismos bellísimos de una historia con final;
si os pudiera alentar en la contemplación de esta destrucción fiera y plena.
¿Quién dijo que los asuntos durarían siempre?
¿Quién habló de una regeneración? ¿De una constante regeneración?
¿Recordáis los hermosos mitos?, ¿Las largas genealogías de dioses y héroes?
Leed las Tristes. Leedlas y dejaos seducir por los engaños de las ninfas,
por los juegos casi infantiles de los héroes:
acercaos a los establos o dejaos enternecer por el Cangrejo que perdió su cabeza en la antiquísima sabiduría de los Congos los cuales,
armados de paciencia y miedo,
fueron exportados hasta Cuba y allí fueron convertidos en esclavos
y se fueron callando mientras en los ingenios, ocultos en las propias cañas,
los babujales hacían el trabajo y engañaban así al hombre
blanco, blanco, blanco de espuma de mar,
blanco de peripecias sin sentido,
blanco de ansias.