Perdido un hombre cerca del río Leteo (5)

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/12/2009 a las 20:01

¡Oh, sí, lloré! ¡Cuánto! ¡Y el dolor! el dolor... Estuve muy enfermo. Por mucho emplasto que me colocó, la órbita hueca se infectó y así entre recuperación y recaída permanecí seis meses en El Hades bajo los cuidados de Caronte. Me alojó en un camarote que tenía en la proa de la barca, oculto a las miradas de los viajeros. Cuando alguien subía yo me escondía allí. Ninguno de los pasajeros sospechó que en su último viaje un ojo los espiaba. La contemplación de los que van a olvidar me enseñó -si es que lo aprendí- a mirar el alma de los hombres ¡Qué hermosos algunos al marchar hacia el Olvido! ¡Qué desesperados otros! ¡Qué aterrados los más! Caronte me había permitido mirar a través de un agujero practicado en la puertecita -con apariencia de tablón- del camarote. No sé si querréis que vuelva ya al final de la historia que dio inicio a este relato, la del hombre perdido cerca del río Leteo, porque si no fuera así podría contaros la historia de una de las pasajeras, Belinda, ¡Ah, Belinda, la Triste! Todos sin excepción pidieron, ¡Cuéntanos, buhonero, la historia de Belinda la Triste! Calmados los ánimos pidió hidromiel y una vez saciado su capricho siguió con su historia, En las costas últimas de la tierra occidental, en una ciudad llamada Tartesos, Belinda acababa de cumplir los quince años...
Cuento | Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/12/2009 a las 20:01 | {0}