En el mundo en tinieblas tiene miedo. No es la sensación de estar volando, ni la nebulosa fría de las formas informes sino un siseo de mil voces que le susurran, Te vas a quedar ciego. En el oficio en tinieblas piensa si nunca jamás volverá a ver su letra, tan mala, tan suya y también, ¿Qué haré sin poder ver las letras de los libros? Una premonición le ronda: si quizá sea un empujón que se da hacia el último agujero por cansancio de vivir y también porque piensa –como deben de pensar todos los que no han tenido su reconocimiento en vida- que su gloria empezará tras su muerte con lo que cuanto antes llegue su muerte antes empezará su gloria. ¿Qué gloria?, se pregunta en las tinieblas y se pregunta ¿Por qué esta necesidad de abrazo? ¿Por qué este agradecimiento junto al amigo? ¿Por qué está la noche tan fría? ¿Por qué el gato se acurruca en su vientre? ¿Por qué sueña que se acuesta con la madre de una amante antigua? ¿Por qué sueña que se acuesta con las madres de los seres que ha querido? Y al ser consciente de las preguntas que se está haciendo lo es también de la fragilidad, de la finitud, de la contingencia de todos y cada uno de los seres vivos que pueblan el planeta y la tiniebla se hace más sucia y las formas se informan y los contornos bailan y los sonidos crecen como crece en sus manos la textura de un bote de plástico que con los ojos cerrados manipula y reconoce de nuevo, sin apenas emoción que en el mundo en tinieblas tiene miedo.