Pags. 260-262
[...] En el momento en que se forma el mitologema de Cronos, del mundo cavernario mágico surge el mundo mítico nocturno y onírico, del que más tarde surgirá por mutación el mundo diurno mental. [...]
Dicho de otra manera: en el momento en que la "l" de la raíz indoeuropea "kḝl" se transforma en la "r" de la raíz "gher:ker", nace la temporicidad, que es la motilidad. Es como si la caverna que reposa en sí misma comenzara a moverse con un movimiento que, para su representación, necesitase de una dimensión que la caverna, al ser sólo unidimensional, aún no posee. Esta dimensión se hace visible en el movimiento circular del cielo nocturno, en aquel χορός (choros) y en aquel χύχλος (kyklos = ¡círculo, disco!) que surgieron de la raíz "gher" y de la vecina a ésta "qel", y que transformaron lo inespacial en plano. Movimiento cíclico y coral -choros no sólo significa "corro y danza" sino también "corro de estrellas, el movimiento regular de la estrellas"-, recortan y separan (para decirlo de manera paradójica) el plano polar de lo inespacial.
En el cambio de sonido de la "l" a la "r" que hoy nos puede parecer insignificante, se consumó de una manera aún hoy perceptible el nacimiento de la temporicidad. Pues no puede caber duda alguna de que la "l" estuvo antes que la "r". Aún hoy les resulta difícil a pueblos que están más próximos al mundo mágico que nosotros, los europeos, articular la "r", que ellos, como por ejemplo los chinos, pronuncian como "l".
Si atendemos a las diferencias cualitativas de las tres consonantes (o sonantes) "k", "l" y "r", podemos discernir la mutación por la cual se hizo realidad la estructura mítica. La "k", un sonido gutural, se forma en el lugar más escondido, profundo y oscuro de la cavidad bucal (n.p.p. 20). Si a ella se añade la "l", todo el sonido (en tanto que abarque una "e") que se genera mediante la "k" gutural se ve interceptado aún en el interior de la boca: "kḝl" es en cierta manera un sonido contenido en sí mismo que resuena en el interior, en la cavidad bucal. Si a la "k" se le añade la "r", que inicialmente siempre fue un sonido dental y no gutural, todo el sonido que parte de la "k" se abre paso vibrando hacia fuera. La "k" es un sonido recogido, la "l" uno protegido, la "r" uno agresivo. A Ebner, que tenía un buen oído para estas relaciones, le llamó ya la atención la importante diferencia entre la "l" y la "r", y escribió: "La "r", en el ámbito fonético opuesta a la "l", en la que no hay fricción, parece, en efecto, el símbolo fonético para la experiencia de una resistencia o una superación". Incluso en las expresiones (por incluir un ejemplo) con las que la terminología musical alemana designa las tonalidades musicales, las tonalidades oscuras tienen el carácter de "l" y las claras de "r", los unos se llaman Moll (menor), los otros Dur (mayor).
En el momento en que surge la "r", de la unidad "kl" se crea su polo opuesto. La "r", oída así, también se puede designar como el sonido polar opuesto de la "l". O aplicado a nuestra imagen: Cronos es el polo opuesto que despierta de las quietas y cerradas tinieblas. En realidad no es sino la noche en movimiento. Pero esto es lo mismo que decir que es la temporicidad mítica, la imagen del círculo que regresa a sí mismo, que genera y destruye constantemente, semejante al corro de estrellas que nacen y mueren, cuyo ritmo se representa aún en algunas danzas populares, como por ejemplo en la "sardana" catalana, que como otras muchas es una danza en corro en la que aún subsiste la temporicidad mítica, expresándose de manera visible.
n.p.p. 20 La K podría ser un sonido originario, al menos uno de los primeros; en cualquier caso "anterior" a los sonidos formados en la parte más delantera de la boca. No por casualidad Carl Abel comienza su Índice I con la K, aunque sin aducir motivos. Este índice consigna las raíces egipcias y apoya nuestras explicaciones elementales etimológicas; véase Carl Abel Einleitung in ein ägyptisch-semitisch-indoeuropäiches Wörterbuch, Friedrich, Leipzig, 1887. Sonidos fuertemente guturales en el lenguaje, como por ejemplo, en el árabe y en el chino, aunque también en el español y en algunos dialectos suizos, permiten sacar conclusiones sobre la estructura psíquica y vital de los pueblos correspondientes; están más próximos al inicial elemento K, en especial al mundo mágico. No por casualidad la cultura rupestre (a esto se ha referido Spengler) es sintomática para el Islam; y en España no sólo sigue subsistiendo (como en Suiza) un sentimiento de clan muy fuerte, sino también el componente laberíntico-cavernario, que se pone de manifiesto en las corridas de toros.
Nota del compilador: De hecho la corrida de toros se hace en corro (χορός).
[...] En el momento en que se forma el mitologema de Cronos, del mundo cavernario mágico surge el mundo mítico nocturno y onírico, del que más tarde surgirá por mutación el mundo diurno mental. [...]
Dicho de otra manera: en el momento en que la "l" de la raíz indoeuropea "kḝl" se transforma en la "r" de la raíz "gher:ker", nace la temporicidad, que es la motilidad. Es como si la caverna que reposa en sí misma comenzara a moverse con un movimiento que, para su representación, necesitase de una dimensión que la caverna, al ser sólo unidimensional, aún no posee. Esta dimensión se hace visible en el movimiento circular del cielo nocturno, en aquel χορός (choros) y en aquel χύχλος (kyklos = ¡círculo, disco!) que surgieron de la raíz "gher" y de la vecina a ésta "qel", y que transformaron lo inespacial en plano. Movimiento cíclico y coral -choros no sólo significa "corro y danza" sino también "corro de estrellas, el movimiento regular de la estrellas"-, recortan y separan (para decirlo de manera paradójica) el plano polar de lo inespacial.
En el cambio de sonido de la "l" a la "r" que hoy nos puede parecer insignificante, se consumó de una manera aún hoy perceptible el nacimiento de la temporicidad. Pues no puede caber duda alguna de que la "l" estuvo antes que la "r". Aún hoy les resulta difícil a pueblos que están más próximos al mundo mágico que nosotros, los europeos, articular la "r", que ellos, como por ejemplo los chinos, pronuncian como "l".
Si atendemos a las diferencias cualitativas de las tres consonantes (o sonantes) "k", "l" y "r", podemos discernir la mutación por la cual se hizo realidad la estructura mítica. La "k", un sonido gutural, se forma en el lugar más escondido, profundo y oscuro de la cavidad bucal (n.p.p. 20). Si a ella se añade la "l", todo el sonido (en tanto que abarque una "e") que se genera mediante la "k" gutural se ve interceptado aún en el interior de la boca: "kḝl" es en cierta manera un sonido contenido en sí mismo que resuena en el interior, en la cavidad bucal. Si a la "k" se le añade la "r", que inicialmente siempre fue un sonido dental y no gutural, todo el sonido que parte de la "k" se abre paso vibrando hacia fuera. La "k" es un sonido recogido, la "l" uno protegido, la "r" uno agresivo. A Ebner, que tenía un buen oído para estas relaciones, le llamó ya la atención la importante diferencia entre la "l" y la "r", y escribió: "La "r", en el ámbito fonético opuesta a la "l", en la que no hay fricción, parece, en efecto, el símbolo fonético para la experiencia de una resistencia o una superación". Incluso en las expresiones (por incluir un ejemplo) con las que la terminología musical alemana designa las tonalidades musicales, las tonalidades oscuras tienen el carácter de "l" y las claras de "r", los unos se llaman Moll (menor), los otros Dur (mayor).
En el momento en que surge la "r", de la unidad "kl" se crea su polo opuesto. La "r", oída así, también se puede designar como el sonido polar opuesto de la "l". O aplicado a nuestra imagen: Cronos es el polo opuesto que despierta de las quietas y cerradas tinieblas. En realidad no es sino la noche en movimiento. Pero esto es lo mismo que decir que es la temporicidad mítica, la imagen del círculo que regresa a sí mismo, que genera y destruye constantemente, semejante al corro de estrellas que nacen y mueren, cuyo ritmo se representa aún en algunas danzas populares, como por ejemplo en la "sardana" catalana, que como otras muchas es una danza en corro en la que aún subsiste la temporicidad mítica, expresándose de manera visible.
n.p.p. 20 La K podría ser un sonido originario, al menos uno de los primeros; en cualquier caso "anterior" a los sonidos formados en la parte más delantera de la boca. No por casualidad Carl Abel comienza su Índice I con la K, aunque sin aducir motivos. Este índice consigna las raíces egipcias y apoya nuestras explicaciones elementales etimológicas; véase Carl Abel Einleitung in ein ägyptisch-semitisch-indoeuropäiches Wörterbuch, Friedrich, Leipzig, 1887. Sonidos fuertemente guturales en el lenguaje, como por ejemplo, en el árabe y en el chino, aunque también en el español y en algunos dialectos suizos, permiten sacar conclusiones sobre la estructura psíquica y vital de los pueblos correspondientes; están más próximos al inicial elemento K, en especial al mundo mágico. No por casualidad la cultura rupestre (a esto se ha referido Spengler) es sintomática para el Islam; y en España no sólo sigue subsistiendo (como en Suiza) un sentimiento de clan muy fuerte, sino también el componente laberíntico-cavernario, que se pone de manifiesto en las corridas de toros.
Nota del compilador: De hecho la corrida de toros se hace en corro (χορός).
El vuelo espacial del mono