Llevo varios días con una frase en la cabeza: Amo Normandie. Y tras escucharla me dice la cabeza, la misma que ha pensado la frase anterior, la misma que la volverá a pensar en un rato, Tú no conoces Normandie, apenas sabes nada de Normandie. Y es cierto tanto como que la amo. Yo he estado en Normandie. He viajado en tren y atravesé Normandie. He pasado unos días en Caen, la reconstruida Caen, y muchos años antes, muchos, muchos años antes, escribí una versión teatral de la novela de Joseph Roth La leyenda del Santo Bebedor en la que aparece como protagonista y protectora del borracho Santa Teresita de Lisieux. Mi amiga Caroline Lahougue, normanda y una de las primeras mujeres a las que amé, me señaló la basílica de Lisieux cuando viajábamos en tren de Paris a Caen (esa historia está recogida en un cuento -dividido en 8 capítulos- que puedes leer en este mismo blog llamado El Viaje -basta que cliquees sobre el nombre para que te lleve a él-). ¡Claro que quiero a La Normandie por Caroline pero también la quiero por Flaubert, por Monet, por Proust o por Prévert y su casa de Omonville-La- Petite! Amo Normandie por su belleza y su dureza, la imaginaria, la que yo he soñado, por la verdura de sus bosques, por sus brumas matinales cuando el otoño acorta la luz y la humedad se adueña de todos; amo Normandie porque desde su suelo, ¡Oh, Omaha!, desde su dolor, desde su previa destrucción, se pudo vencer a las hordas de la Wehrmacht; amo Normandie por el heroísmo del Dia D, aquel 6 de junio de 1944, que aún hoy debería resonar en los oídos de aquellos que han olvidado lo que aquel sacrificio, aquel esfuerzo, aquel sufrimiento perseguía; amo Normandie porque hay grupos de normandos que siguen luchando por la libertad y el derecho de los desheredados de la tierra y no sólo luchan con el ineficaz lamento o el discurso escrito sino que luchan en primera fila, hombro con hombro, junto a los migrantes a los que les dan no sólo alimento y cobijo sino también defensa ante la ley; amo Normandie, la que yo imagino, sí, pero que, no sé por qué extraño orden del mundo, creo que no debe de ser muy distinta de la real.
Normandie
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/08/2023 a las 18:19Llevo varios días con una frase en la cabeza: Amo Normandie. Y tras escucharla me dice la cabeza, la misma que ha pensado la frase anterior, la misma que la volverá a pensar en un rato, Tú no conoces Normandie, apenas sabes nada de Normandie. Y es cierto tanto como que la amo. Yo he estado en Normandie. He viajado en tren y atravesé Normandie. He pasado unos días en Caen, la reconstruida Caen, y muchos años antes, muchos, muchos años antes, escribí una versión teatral de la novela de Joseph Roth La leyenda del Santo Bebedor en la que aparece como protagonista y protectora del borracho Santa Teresita de Lisieux. Mi amiga Caroline Lahougue, normanda y una de las primeras mujeres a las que amé, me señaló la basílica de Lisieux cuando viajábamos en tren de Paris a Caen (esa historia está recogida en un cuento -dividido en 8 capítulos- que puedes leer en este mismo blog llamado El Viaje -basta que cliquees sobre el nombre para que te lleve a él-). ¡Claro que quiero a La Normandie por Caroline pero también la quiero por Flaubert, por Monet, por Proust o por Prévert y su casa de Omonville-La- Petite! Amo Normandie por su belleza y su dureza, la imaginaria, la que yo he soñado, por la verdura de sus bosques, por sus brumas matinales cuando el otoño acorta la luz y la humedad se adueña de todos; amo Normandie porque desde su suelo, ¡Oh, Omaha!, desde su dolor, desde su previa destrucción, se pudo vencer a las hordas de la Wehrmacht; amo Normandie por el heroísmo del Dia D, aquel 6 de junio de 1944, que aún hoy debería resonar en los oídos de aquellos que han olvidado lo que aquel sacrificio, aquel esfuerzo, aquel sufrimiento perseguía; amo Normandie porque hay grupos de normandos que siguen luchando por la libertad y el derecho de los desheredados de la tierra y no sólo luchan con el ineficaz lamento o el discurso escrito sino que luchan en primera fila, hombro con hombro, junto a los migrantes a los que les dan no sólo alimento y cobijo sino también defensa ante la ley; amo Normandie, la que yo imagino, sí, pero que, no sé por qué extraño orden del mundo, creo que no debe de ser muy distinta de la real.