Hoy no ha podido. Entonces se ha tomado dos peras. No ha hablado y los latidos han sido extraños. Hoy quisiera tener un estilo distinto. También quisiera atreverse a decir la verdad. Sólo que en vez de decirla, la gritaría. Y eso no está bien. No está bien para él. Ni para los demás. En días así ha aprendido a dejarse ir. No fuerza porque perdería. Sabe que perdería.
Le da rabia no haber podido. Y la rabia es uno de los pensamientos de la ira. Así ha transcurrido el día. Era tan grande la rabia que no dejaba entrar el aire. Llevan los pulmones regañándole todo el día. Tienen razón. Las manos están frías. Y el ánimo, el ánimo le obliga a comer peras, le lleva a la cocina a comer peras. Están muy buenas. Las come con la piel. Antes las lava. Mejor hablar de la sopa que ha hecho. Le gusta la sopa. No está, en eso, de acuerdo con Mafalda. Ahora está viendo Whose live is it anyway? dirigida por John Badham e interpretada por Richard Dreyfus. Si fuera un día en el que ha podido, lo tomaría como una lección. Sólo que hoy no puede.
Ya es la noche y no ha podido. Antes de irse a la cama se comerá otra pera, mirará su color verde, sentirá algo de grima con una sustancia química que debe de anidar en su piel porque cuando las pela, no siente esa sensación. Sí. Volverá a la cocina a la cual le ha dado un repaso porque se ha vuelto un aceptable ama de casa y no soporta los restos de aceite o un envase de plástico sin tirar en su bolsa de residuos plásticos correspondiente y todo lo coloca y no ha pasado un solo día desde que está aquí en que no haya dejado el fregadero limpio y la cocina recogida. Aunque hoy no ha podido, eso sí lo ha hecho. Lo de la cocina debe de ser bueno. Sí, sí, debe de ser bueno mantener la cocina limpia todos lo días. Y comer peras. Y hacer ejercicio todas las semanas. ¡Oh, sí, eso sí que debe de ser bueno!
La verdad es que siente muchísimo no haber podido. Algún castigo se hará. Lo tiene merecido. Quizás ya lo está haciendo. Escribiendo las manos se le calientan. Recuerda a Roberto Bolaño y su frío en la casa de Blanes, más frío que aquí, seguro, porque allí, en Girona, el frío es más húmedo y entra hasta los huesos, los cala. Lo sabe porque hace muchos años sentía ese frío en Menorca durante una temporada en la que era aún más pobre que ahora. También recuerda a una muchacha de Bilbao con la que se acostaba y luego le invitaba a desayunar. En aquel entonces sus compañeros y él no tenían ni para comer. Salían en pleno noviembre a coger hierbas de los campos y las cocían. La muchacha de Bilbao le alimentaba el placer y el estómago. Era un encanto. También lo era su novio que acabó enterándose y en vez de partirle la cabeza, se comportó como un auténtico caballero y le propuso charlar. Y charlaron. Jugaba con ellos y con uno de sus compañeros a un juego de cartas menorquín que se llama cao. Desde que él se enteró, ya no volvieron a jugar ni volvió a tomar un café caliente por las mañanas hasta llegar a Madrid. Ella era una muchacha preciosa y triste. Él era un caballero menorquín y farmaceútico. Menorca siempre tuvo mucho de inglesa. De hecho lo fue durante un tiempo. Recuerda las casas inglesas de la ciudad de Mahón... se va a tomar otra pera.
Le da rabia no haber podido. Y la rabia es uno de los pensamientos de la ira. Así ha transcurrido el día. Era tan grande la rabia que no dejaba entrar el aire. Llevan los pulmones regañándole todo el día. Tienen razón. Las manos están frías. Y el ánimo, el ánimo le obliga a comer peras, le lleva a la cocina a comer peras. Están muy buenas. Las come con la piel. Antes las lava. Mejor hablar de la sopa que ha hecho. Le gusta la sopa. No está, en eso, de acuerdo con Mafalda. Ahora está viendo Whose live is it anyway? dirigida por John Badham e interpretada por Richard Dreyfus. Si fuera un día en el que ha podido, lo tomaría como una lección. Sólo que hoy no puede.
Ya es la noche y no ha podido. Antes de irse a la cama se comerá otra pera, mirará su color verde, sentirá algo de grima con una sustancia química que debe de anidar en su piel porque cuando las pela, no siente esa sensación. Sí. Volverá a la cocina a la cual le ha dado un repaso porque se ha vuelto un aceptable ama de casa y no soporta los restos de aceite o un envase de plástico sin tirar en su bolsa de residuos plásticos correspondiente y todo lo coloca y no ha pasado un solo día desde que está aquí en que no haya dejado el fregadero limpio y la cocina recogida. Aunque hoy no ha podido, eso sí lo ha hecho. Lo de la cocina debe de ser bueno. Sí, sí, debe de ser bueno mantener la cocina limpia todos lo días. Y comer peras. Y hacer ejercicio todas las semanas. ¡Oh, sí, eso sí que debe de ser bueno!
La verdad es que siente muchísimo no haber podido. Algún castigo se hará. Lo tiene merecido. Quizás ya lo está haciendo. Escribiendo las manos se le calientan. Recuerda a Roberto Bolaño y su frío en la casa de Blanes, más frío que aquí, seguro, porque allí, en Girona, el frío es más húmedo y entra hasta los huesos, los cala. Lo sabe porque hace muchos años sentía ese frío en Menorca durante una temporada en la que era aún más pobre que ahora. También recuerda a una muchacha de Bilbao con la que se acostaba y luego le invitaba a desayunar. En aquel entonces sus compañeros y él no tenían ni para comer. Salían en pleno noviembre a coger hierbas de los campos y las cocían. La muchacha de Bilbao le alimentaba el placer y el estómago. Era un encanto. También lo era su novio que acabó enterándose y en vez de partirle la cabeza, se comportó como un auténtico caballero y le propuso charlar. Y charlaron. Jugaba con ellos y con uno de sus compañeros a un juego de cartas menorquín que se llama cao. Desde que él se enteró, ya no volvieron a jugar ni volvió a tomar un café caliente por las mañanas hasta llegar a Madrid. Ella era una muchacha preciosa y triste. Él era un caballero menorquín y farmaceútico. Menorca siempre tuvo mucho de inglesa. De hecho lo fue durante un tiempo. Recuerda las casas inglesas de la ciudad de Mahón... se va a tomar otra pera.