Toma la carretera. Cuando ya ha amanecido.
Pudiera ser el silencio al principio. Decide que no. Sería algo impostado.
Impostado, piensa.
¿Qué es meditar? ¿Por qué?
Medida/Masa tienen un misma raíz indoeuropea. Etimológica.
Desprenderse de la oposición para alcanzar la unidad de las raíces en las palabras. Ya veremos. El cielo está despejado. Pasan los kilómetros. Abre la ventanilla. Finales de octubre (The dark fall beguins at the end of october -es su primer verso creado en inglés-). Camino hacia un lugar confuso en su mente. Confuso en su mente, se repite mientras, ahora sí, ha quitado la radio y escucha el silencio con motor del espacio.
Ir hacia...
Encontrarse con...
Motilla del Palancar, las gargantas. Las gargantas.
La garganta que se ha de cuidar con un canto que enfatiza el cuello. Hammmmm. Esa unión, esa integración con todas las posibles formas de conciencia.
Las nubes, a lo lejos todavía, ya asoman. Los hombres del tiempo avisaban días antes de una gota fría sobre Valencia. Extraño será volver a un lugar de la infancia en verano cuando es otoño y una gran tormenta se anuncia. Aunque recuerda los finales de agosto de sus quince años, cuando caían esas fuertes tormentas que anunciaban el final del verano. Y la vuelta. La vuelta...
Siempre se llega a los sitios.
Valencia. Plaza de toros.
Ella y su hijo están allí.
Ella.
Ahora quiere tomarse un café. Un café caliente. Cuando las horas son más largas y escucha a un tipo que pensaba que le iba a gustar y que le está decepcionando. De hecho decide cambiar la música. Decide cambiar.
Etimologías. El origen (el poso) de las palabras. Y la serie In treatment. Sería demasiado prolijo de contar.
Entonces empieza a llover. Y llega a la ciudad de Valencia. Y busca a ella y a su hijo. Los encuentra. Montan en su coche. Salen de la ciudad. Se dirigen al lugar donde se conocieron. El tiempo es algo furioso. Llegan. La desolación del otoño en la estación veraniega. La humedad. La incomodidad. Cuando tenían los diecisiete. Chelsea Bar. Sigue allí. Han plantado palmeras en la arena de la playa. El niño se aburre. Él se enfada con ella por un menosprecio (no enfada sólo por eso y él lo sabe). Pasean por el paseo marítimo. Llueve. Ni siquiera el mar está hermoso. Él se va insistiendo con angustia, una especie de corazón que palpita, de extraña pesadilla, de colores vagos, de desilusión.
Luego llegará la calma. Y una explicación que no es más que un mecanismo de defensa (racionalización se llama).
Deciden volver a Valencia. Antes un café en un bar que regenta una mujer llamada Lola. Allí ella le regala un libro cuyo título es Et si l'amour durait. Él la ha mirado entonces y...
Hablan de volver a Valencia. La desolación de Cullera alcanza sus ánimos y los del hijo de ella que mantiene una courtoisie no exenta de cierta impaciencia. Vuelven. Se equivocan de carretera. Llueve con fuerza. Un camión delante.
Llegan a Valencia. Ella le dice que no pueden estar juntos esa noche. Él le responde que ya lo sabía. Ella le dice que en cuanto terminen de cenar ella se meterá en la habitación del hotel con su hijo hasta el día siguiente. Él decide volver a Madrid. No sabría qué hacer en la ciudad de Valencia desde la diez y media de la noche. Tan sólo le pide si le podría dejar media hora en la habitación del hotel para meditar.
Ella se sorprende, ¿Meditar? Él vuelve a utilizar la racionalización. ¿Por qué? se preguntará más tarde si meditar le ha...
Llegan al hotel. Piden permiso al conserje para que él pueda estar media hora en la habitación. El conserje accede. Suben.
Él medita. Él termina la meditación.
Ella le acompaña hasta la puerta del hotel, le dice: No te acompaño hasta el coche porque podría atropellarme un coche u ocurrir cualquier cosa y mi hijo, aquí, solo... Él le responde: Te entiendo. No hace falta que me digas nada. Se abrazan. Él le dice: Je t'aime. Ella le responde: Je sais.
Llega hasta el coche. Inicia el camino de vuelta. 350 kilómetros. Ha caído la noche. Ahora sí el silencio es bienvenido. Al principio se siente inquieto con la oscuridad de los kilómetros. Luego se relaja. No fuma. Tan sólo mira hacia delante, hacia donde la luz de los faros llega. Ha de parar. Se detiene tras haber recorrido 130 kilómetros. Justo al aparcar se le funde una de las luces de cruce. Se preocupa algo. Entra en un lugar de carretera. Hay muy poca gente. Se fija en una niña de nos más de tres años que quiere una pelota. Es tan bonita esa niña. Se echa a llorar al mirarla. Llora sin poder evitarlo (sin querer en realidad). En la televisión retransmiten un partido de fútbol. Paga. Se va. Tiene dificultades para seguir la carretera. Piensa: Si no supiera que un faro se ha fundido, iría más seguro. Se coloca tras un coche que lleva un ritmo adecuado al suyo. Durante muchos kilómetros se serena. Al final el coche acelera y se pierde. La carretera tiene muchos tramos en obras. Se concentra. Está cansado. Decelera. A lo largo de los kilómetros, siempre que puede, se coloca detrás de un coche. Las luces rojas del coche delantero le allanan el camino.
LLega hasta Madrid. Ya sólo queda: el tramo de la carretera de La Coruña, la carretera de El Escorial, el puerto, su pueblo, la verja verde, la maniobra en el garaje, tomar la maleta, subir en el ascensor, su casa, un vino, un cigarrillo, desnudarse (frío), meterse en la cama, apagar la luz sin leer, quedarse dormido.
Pudiera ser el silencio al principio. Decide que no. Sería algo impostado.
Impostado, piensa.
¿Qué es meditar? ¿Por qué?
Medida/Masa tienen un misma raíz indoeuropea. Etimológica.
Desprenderse de la oposición para alcanzar la unidad de las raíces en las palabras. Ya veremos. El cielo está despejado. Pasan los kilómetros. Abre la ventanilla. Finales de octubre (The dark fall beguins at the end of october -es su primer verso creado en inglés-). Camino hacia un lugar confuso en su mente. Confuso en su mente, se repite mientras, ahora sí, ha quitado la radio y escucha el silencio con motor del espacio.
Ir hacia...
Encontrarse con...
Motilla del Palancar, las gargantas. Las gargantas.
La garganta que se ha de cuidar con un canto que enfatiza el cuello. Hammmmm. Esa unión, esa integración con todas las posibles formas de conciencia.
Las nubes, a lo lejos todavía, ya asoman. Los hombres del tiempo avisaban días antes de una gota fría sobre Valencia. Extraño será volver a un lugar de la infancia en verano cuando es otoño y una gran tormenta se anuncia. Aunque recuerda los finales de agosto de sus quince años, cuando caían esas fuertes tormentas que anunciaban el final del verano. Y la vuelta. La vuelta...
Siempre se llega a los sitios.
Valencia. Plaza de toros.
Ella y su hijo están allí.
Ella.
Ahora quiere tomarse un café. Un café caliente. Cuando las horas son más largas y escucha a un tipo que pensaba que le iba a gustar y que le está decepcionando. De hecho decide cambiar la música. Decide cambiar.
Etimologías. El origen (el poso) de las palabras. Y la serie In treatment. Sería demasiado prolijo de contar.
Entonces empieza a llover. Y llega a la ciudad de Valencia. Y busca a ella y a su hijo. Los encuentra. Montan en su coche. Salen de la ciudad. Se dirigen al lugar donde se conocieron. El tiempo es algo furioso. Llegan. La desolación del otoño en la estación veraniega. La humedad. La incomodidad. Cuando tenían los diecisiete. Chelsea Bar. Sigue allí. Han plantado palmeras en la arena de la playa. El niño se aburre. Él se enfada con ella por un menosprecio (no enfada sólo por eso y él lo sabe). Pasean por el paseo marítimo. Llueve. Ni siquiera el mar está hermoso. Él se va insistiendo con angustia, una especie de corazón que palpita, de extraña pesadilla, de colores vagos, de desilusión.
Luego llegará la calma. Y una explicación que no es más que un mecanismo de defensa (racionalización se llama).
Deciden volver a Valencia. Antes un café en un bar que regenta una mujer llamada Lola. Allí ella le regala un libro cuyo título es Et si l'amour durait. Él la ha mirado entonces y...
Hablan de volver a Valencia. La desolación de Cullera alcanza sus ánimos y los del hijo de ella que mantiene una courtoisie no exenta de cierta impaciencia. Vuelven. Se equivocan de carretera. Llueve con fuerza. Un camión delante.
Llegan a Valencia. Ella le dice que no pueden estar juntos esa noche. Él le responde que ya lo sabía. Ella le dice que en cuanto terminen de cenar ella se meterá en la habitación del hotel con su hijo hasta el día siguiente. Él decide volver a Madrid. No sabría qué hacer en la ciudad de Valencia desde la diez y media de la noche. Tan sólo le pide si le podría dejar media hora en la habitación del hotel para meditar.
Ella se sorprende, ¿Meditar? Él vuelve a utilizar la racionalización. ¿Por qué? se preguntará más tarde si meditar le ha...
Llegan al hotel. Piden permiso al conserje para que él pueda estar media hora en la habitación. El conserje accede. Suben.
Él medita. Él termina la meditación.
Ella le acompaña hasta la puerta del hotel, le dice: No te acompaño hasta el coche porque podría atropellarme un coche u ocurrir cualquier cosa y mi hijo, aquí, solo... Él le responde: Te entiendo. No hace falta que me digas nada. Se abrazan. Él le dice: Je t'aime. Ella le responde: Je sais.
Llega hasta el coche. Inicia el camino de vuelta. 350 kilómetros. Ha caído la noche. Ahora sí el silencio es bienvenido. Al principio se siente inquieto con la oscuridad de los kilómetros. Luego se relaja. No fuma. Tan sólo mira hacia delante, hacia donde la luz de los faros llega. Ha de parar. Se detiene tras haber recorrido 130 kilómetros. Justo al aparcar se le funde una de las luces de cruce. Se preocupa algo. Entra en un lugar de carretera. Hay muy poca gente. Se fija en una niña de nos más de tres años que quiere una pelota. Es tan bonita esa niña. Se echa a llorar al mirarla. Llora sin poder evitarlo (sin querer en realidad). En la televisión retransmiten un partido de fútbol. Paga. Se va. Tiene dificultades para seguir la carretera. Piensa: Si no supiera que un faro se ha fundido, iría más seguro. Se coloca tras un coche que lleva un ritmo adecuado al suyo. Durante muchos kilómetros se serena. Al final el coche acelera y se pierde. La carretera tiene muchos tramos en obras. Se concentra. Está cansado. Decelera. A lo largo de los kilómetros, siempre que puede, se coloca detrás de un coche. Las luces rojas del coche delantero le allanan el camino.
LLega hasta Madrid. Ya sólo queda: el tramo de la carretera de La Coruña, la carretera de El Escorial, el puerto, su pueblo, la verja verde, la maniobra en el garaje, tomar la maleta, subir en el ascensor, su casa, un vino, un cigarrillo, desnudarse (frío), meterse en la cama, apagar la luz sin leer, quedarse dormido.
Meditación en blanco por Kisilev