Uno de los vicios (o de los males) de la democracia es la envidia. Entendiendo, además, por democracia esto que vivimos que no es tal ¿Por qué afirmo esto? Por lo siguiente: en la actualidad son cinco los grandes poderes del mundo (ya no se puede hablar de naciones. Los Estados/nación se están diluyendo): Los clásicos de Montesquieu: Legislativo, Ejecutivo y Judicial y dos nuevos poderes -en realidad muy antiguos, más antiguos incluso que los clásicos- que son el poder económico y el poder de la información. Sobre este último, llamado el Cuarto Poder, recuerdo una escena muy divertida de Cantinflas: Se encuentra en una fiesta de periodistas y se produce un robo. Cantinflas se sube encima de una silla y dice, Hasta que no se sepa quién ha robado la cartera, nadie saldrá del cuarto. Uno de los periodistas, airado y vanidoso, le responde, ¿Usted no sabe lo qué es el cuarto poder? y Cantinflas le responde, ¿Y usted no sabe lo que es no poder salir de un cuarto? Bien, de estos cinco poderes, los ciudadanos de los países democráticos sólo votan a uno: el legislativo y además este voto está, en realidad, diezmado, ¿en qué sentido? La no validez del voto en blanco y la abstención provoca que la decisión soberana de un pueblo que decidiera votar mayoritariamente en blanco, no tendría como resultado una mayoría de escaños vacíos en el parlamento sino que éstos serían repartidos entre las fuerzas políticas más votadas. Dicho esto, no hace falta añadir mucho más a que el ciudadano de a pie no tenga derecho ninguno a votar a sus jueces, a sus fiscales, a sus presidentes, a sus ministros, a sus presidentes y directores de las empresas de comunicación y a los presidentes y consejos de administración de los bancos del mundo. Esto sería democracia en estado puro (para quien me tilde de ingenuo o demagógico remito a autores como Tomas Moro o Jean Jacques Rousseau, dentro de los pertinentes y aceptados).
La democracia es, por lo tanto, una suerte de marca -como gusta llamarse ahora a cualquier emporio de cierta importancia: La marca España, la marca Banco de Santander, la marca Safyr, etc...- que tan sólo encubre una forma, hasta cierto punto fascista, de ejercer el poder. Las dos guerras mundiales del siglo XX no cayeron en saco roto en la mente de las poblaciones; el miedo se incrustó muy dentro y quien tuvo la suerte de vivir en una zona del mundo donde el alimento y la riqueza estaban al alcance de la mano, se hizo -ante la constatación de un arma capaz de destruir todo vestigio de vida- conservador y temeroso de cualquier revolución.
Los ciudadanos hemos aceptado nuestra mísera parte en el reparto del botín del poder sin chistar porque la democracia te dice que el sistema te permite alcanzar cotas de poder con tu esfuerzo y tu dedicación y ese anhelo provoca la envidia. En civilizaciones totalitarias o de castas la envidia no es posible porque uno sabe que no se puede mover de donde está. Hubiera sido hermoso que en vez de envidia, la democracia hubiera promovido la admiración pero no está aún en la condición humana esa posibilidad.
La quintaesencia de la envidia en la democracia se llama Mercado. Es curioso que el Mercado no tiene nombres propios (aunque los tenga. Sólo se le da un nombre propio cuando uno de los que forman ese ente se arruina o produce una bancarrota). En los noticiarios de todo el mundo, el Cuarto Poder se niega a nombrar a los que atacan, por ejemplo, Irlanda. Pero reconozcamos que el Cuarto Poder es subsidiario del Quinto y no se puede morder la mano que te da de comer. Con lo cual nos encontramos en un momento muy interesante en el que auguro que dentro de no mucho se establecerá una batalla a campo abierto entre los tres poderes de Montesquieu y los dos que se han quitado la máscara -por fin- y luchan contra los Estados/nación atacando sus finanzas, sus economías y la confianza de los ciudadanos en sus mandatarios a los que por cierto, de momento están ganando y maniatando. El Mercado es la Envidia del ser humano por poseer lo que no posee y este pseudo sistema democrático se lo ha puesto en bandeja.
Ojalá Felipe González consiga convencer a sus pares para que se cree una auténtica gobernanza político-económica que pare los pies a tanta envidia que se ventea cada día en todas las Bolsas del mundo. Ojalá nosotros, los ciudadanos, tomemos de nuevo conciencia de nuestra fuerza, nos quitemos el miedo del desastre atómico y lancemos órdagos a quienes, de momento, nos tienen en sus cajas. Nada se ha perdido. Tampoco se ha ganado nada.
La democracia es, por lo tanto, una suerte de marca -como gusta llamarse ahora a cualquier emporio de cierta importancia: La marca España, la marca Banco de Santander, la marca Safyr, etc...- que tan sólo encubre una forma, hasta cierto punto fascista, de ejercer el poder. Las dos guerras mundiales del siglo XX no cayeron en saco roto en la mente de las poblaciones; el miedo se incrustó muy dentro y quien tuvo la suerte de vivir en una zona del mundo donde el alimento y la riqueza estaban al alcance de la mano, se hizo -ante la constatación de un arma capaz de destruir todo vestigio de vida- conservador y temeroso de cualquier revolución.
Los ciudadanos hemos aceptado nuestra mísera parte en el reparto del botín del poder sin chistar porque la democracia te dice que el sistema te permite alcanzar cotas de poder con tu esfuerzo y tu dedicación y ese anhelo provoca la envidia. En civilizaciones totalitarias o de castas la envidia no es posible porque uno sabe que no se puede mover de donde está. Hubiera sido hermoso que en vez de envidia, la democracia hubiera promovido la admiración pero no está aún en la condición humana esa posibilidad.
La quintaesencia de la envidia en la democracia se llama Mercado. Es curioso que el Mercado no tiene nombres propios (aunque los tenga. Sólo se le da un nombre propio cuando uno de los que forman ese ente se arruina o produce una bancarrota). En los noticiarios de todo el mundo, el Cuarto Poder se niega a nombrar a los que atacan, por ejemplo, Irlanda. Pero reconozcamos que el Cuarto Poder es subsidiario del Quinto y no se puede morder la mano que te da de comer. Con lo cual nos encontramos en un momento muy interesante en el que auguro que dentro de no mucho se establecerá una batalla a campo abierto entre los tres poderes de Montesquieu y los dos que se han quitado la máscara -por fin- y luchan contra los Estados/nación atacando sus finanzas, sus economías y la confianza de los ciudadanos en sus mandatarios a los que por cierto, de momento están ganando y maniatando. El Mercado es la Envidia del ser humano por poseer lo que no posee y este pseudo sistema democrático se lo ha puesto en bandeja.
Ojalá Felipe González consiga convencer a sus pares para que se cree una auténtica gobernanza político-económica que pare los pies a tanta envidia que se ventea cada día en todas las Bolsas del mundo. Ojalá nosotros, los ciudadanos, tomemos de nuevo conciencia de nuestra fuerza, nos quitemos el miedo del desastre atómico y lancemos órdagos a quienes, de momento, nos tienen en sus cajas. Nada se ha perdido. Tampoco se ha ganado nada.