Marzo 1954
Lac de Serre-Ponçon.
Lac de Serre-Ponçon.
Desleído en café como si siempre, siempre, estuviera leyendo a Voltaire, si alguna vez, en algún mundo, cupiera la posibilidad de que yo estuviera toda una vida leyendo a Voltaire y lo que ello podría significar. Como vengo de descubrir que antes que Borges estuvo Richard Garnett y ese descubrimiento apenas me inquieta y no sé ni siquiera si es adánico lo que digo, si ya se hicieron concienzudos estudios sobre la relación entre estos dos escritores que de alguna forma buscan poner de manifiesto lo imaginado de lo real.
Entonces ¿Eróstrato quemó el Templo de Ártemis en Éfeso tan sólo por afán de notoriedad? El techo era de ébano y ciprés. ¡Qué bien debió arder! Han pasado siglos y siglos y siglos. Hubo incluso entre aquel tiempo y éste una ligera glaciación el siglo XVII tras el Cristo. Aquel hombre del que no se conocía el padre. Aquel hombre que según Schwob se creyó Dios. ¿Los que quieren ser famosos quieren ser Dios?
Los colores son la paleta de la luz.
Entonces aparecieron los cuentos policiacos, los ensayos de literatura, los ataques de Nabokov a Cervantes (hasta aquí llegan los constantes ataques a Cervantes), el libro de pintura sobre los siglos XIX-XXI, La desgracia también y las tentaciones de San Antonio y llegó una piedra lunar y surgió, de nuevo, siempre surge, siempre acaba surgiendo Cuchulaín. La noche se viene encima. Los Alpes han dejado de ser imponentes para mí.
Ráfagas. Fragmentos. Los últimos lamentos. Los primeros también.
Prius mori quam foedari