Tras un viento huracanado (al fondo las montañas algo nevadas lo que provocaba que las rocas resultaran más negras, un cielo amenazador y una sensación de desolación por la ausencia de gente en la explanada) Violeta y yo logramos entrar en el Monasterio de El Escorial (curioso que en tan poco tiempo El Escorial haya aparecido dos veces. O en absoluto curioso la vida es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota que no significa absolutamente nada. Shakespeare, Macbeth ). No quedaba mucho tiempo para que cerraran y un hombre se puso a contarnos el lugar exacto donde estábamos. Yo quise quitármelo de encima por una cuestión en el fondo crematística (se podía tratar de un guía ilegal del museo) y también porque quería recorrer el monasterio a solas con Violeta. Le dimos esquinazo y lo volvimos a encontrar y entablamos una conversación sobre las medidas del monasterio (con referencia al Templo de Salomón). Entonces el hombre me hizo una pregunta de colegio, ¿Quién fue el arquitecto? Yo di una respuesta inexacta porque siendo Juan de Herrera quien lo firma y quien ha pasado a la historia fue en realidad Juan Bautista de Toledo, discípulo de Miguel Angel Buonarroti, llamado el piccolo spagnolo por lo bajito que era. El hombre me miró. Yo decidí seguir el paseo. No lo volvimos a ver.
Un médico escucha con desprecio las explicaciones de una paciente y la tacha de mentirosa. La paciente sale más angustiada de la consulta de como entró, se desespera. El médico se pasa la mano por la bata y se dice a sí mismo, A mí me la va a dar ésa.
Al día siguiente esta misma paciente visita a una enfermera (una de cuyas compañeras había visto cómo salió esta mujer el día anterior de la consulta del médico que lo sabe todo) y la enfermera escucha, sugiere, cree a la paciente y la aconseja y la calma y la entiende y aclara, Lo que pasa es que yo no sé, yo no soy médico, no puedo diagnosticar.
Un médico escucha con desprecio las explicaciones de una paciente y la tacha de mentirosa. La paciente sale más angustiada de la consulta de como entró, se desespera. El médico se pasa la mano por la bata y se dice a sí mismo, A mí me la va a dar ésa.
Al día siguiente esta misma paciente visita a una enfermera (una de cuyas compañeras había visto cómo salió esta mujer el día anterior de la consulta del médico que lo sabe todo) y la enfermera escucha, sugiere, cree a la paciente y la aconseja y la calma y la entiende y aclara, Lo que pasa es que yo no sé, yo no soy médico, no puedo diagnosticar.