Le dijeron que fumar era bueno
Le dijeron que huía del dolor y que no sabía esperar. Le dijeron que idealizaba y no debía hacerlo. Le hablaron de su madre y de su padre para hablarle de él hoy. Le dijeron que somos actores que representan un personaje pero que el personaje no es el actor. Le dijeron que la vida es tocar el violín pero, evidentemente, para que suene bien (?) hay que aprender a tocarlo. Le dijeron que con las mujeres tenía una relación de exigencia, de que le cuidaran, de que le ofrecieran. Le dijeron que el miedo anidaba bajo su aparente fortaleza. Le dijeron que su mente concreta era prodigiosa. Le dijeron que ahora debía aprender la Mente Superior. Le aconsejaron meditar y tomar un fármaco homeopático. Le aseguraron que valoraba en exceso la amistad. Le dijeron que la deconstrucción era el primer paso. Le dijeron que había de atravesar solo el desierto y que tan sólo en él se encuentran los oasis. Y mientras todo esto le decían un pensamiento ajeno le acuciaba sonriendo tras una de sus meninges: La vida es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota que no significa absolutamente nada. Y así entre el sentido y el sin-sentido divagaba y quería llegar muy alto y quedarse dormido y abrazarse a la mujer que creía amar y contarle todo al amigo y refugiarse en el regazo de su madre y tener miedo por el cielo y sus habitantes y acoger en su experiencia a su hijo y acariciar con ternura a su perro y apiadarse de los que verdaderamente sufren (?) por mucho que el sufrir sea tan sólo una opinión sobre el dolor. Le dijeron que en una fecha no muy lejana todo se arreglaría y subió la cuesta que le llevaba al metro y llegó al lugar donde vivía y contó el dinero que le quedaba.